"A quienes no soportan el modelo chino debo anticipar que, por su
falta de libertades individuales, a mí tampoco me parece deseable, pero
como esto es buen espacio para el análisis económico paso a demostrar
con datos lo sugerido en el título.
Consideraciones previas
Más allá de confusas definiciones,
parece de pura lógica que el objeto de la economía sea que el mayor
número posible de gente viva de la mejor manera posible. O sea que,
aunque un tipo sea capaz de enviar cohetes a Marte, es necesario medir
el bienestar material de todos y cada uno de sus compatriotas, no vaya a
ser que en paralelo a su hazaña existan multitudes pasando penurias.
En
segundo lugar, hay que aceptar el capitalismo. No es, desde luego, el
mejor sistema económico posible, pero, salvado el inclasificable y poco
envidiable modelo de Corea del Norte, capitalismo es lo que hay. La
posibilidad de sustituir el capitalismo por un sistema alternativo no es
objeto de lo que se explica aquí, sino un análisis de la realidad en
que nos encontramos.
En tercer lugar, es importante tener en
cuenta que no hay dos capitalismos iguales, y que sus variantes marcan
la diferencia en el bienestar de la población de cada Estado. Rusia,
China o Venezuela siguen hoy modelos tan capitalistas como el de Estados
Unidos, o el de Suecia, que se explicaba aquí.
Que en China el Partido Comunista dirija y controle su capitalismo no
significa en absoluto que China tenga un sistema comunista. Lo que se
intenta demostrar es que, en sus resultados medibles, la variante
capitalista china es muy superior a la del mundo occidental, tomado
Estados Unidos de América (EUA) como ejemplo comparativo.
Y, por último, hay que recordar brevemente el estado evolutivo del capitalismo por bloques, que comentaba en este otro artículo. Desde la irrupción del neoliberalismo capitalista
en los años ochenta del siglo XX, todos los países de occidente se han
ido sumando con más o menos intensidad a esa corriente ideológica, que
propugna el mínimo Estado a través del libre comercio, la desregulación
financiera, la desaparición de los sindicatos, la privatización de los
servicios de salud, educación y protección social y de las empresas
estratégicas.
El pilar fundamental del neoliberalismo es que la
desigualdad es benéfica y que, por tanto, conviene impulsar la
acumulación de capital por los más ricos sin que importe la situación de
los demás, que teóricamente (mágicamente, más bien) se verán
favorecidos por esa dinámica. Cuando alguna receta secundaria, como el
libre comercio, contradice esa consigna principal se abandona sin reparo
para practicar lo contrario, como estamos viendo ahora con los
aranceles de Trump, que pretenden compensar las bajadas de impuestos a
los ricos recaudando sobre el consumo a riesgo de proscritas subidas de
precios. En Europa vivimos una situación similar con la política de
austeridad, cuando se aplicaron estrictas regulaciones para que el
pueblo llano pagase la deuda por la falta de regulación financiera que
había provocado la crisis del 2008. Se pueden encontrar infinitos
ejemplos, con los servicios de salud, educación, empresas estratégicas,
servicios de emergencia, modelo energético, negocios de la guerra,
política de salarios y fiscal… en los que la agenda neoliberal antepone
la acumulación de capital hacia la cúspide al bienestar de la mayoría de
la población y a cualquier otra consideración de sus propios
postulados.
El problema principal del neoliberalismo es que su
culminación no es el paraíso libertario que venden Trump o Milei, sino
el modelo capitalista ruso, diseñado y construido desde sus orígenes por
los neoliberales más fanáticos de occidente. Algunos economistas
advertíamos hace largos años de esa indeseable estación de destino,
pero a la vista del derrumbe político y moral de occidente,
materializado en el genocidio sobre el pueblo palestino, la profecía
resultaba optimista. Como ha denunciado la ONU, los más turbios negocios
particulares guían hoy la política de los Estados de Occidente.
Enterrar
el neoliberalismo es ya cuestión de emergencia, pero el hundimiento del
capitalismo occidental poco tiene que ver con el pujante y exitoso
capitalismo chino, como vemos a continuación.
Cómo medir el éxito o fracaso económico
Hay
un medidor privilegiado del éxito o fracaso de la economía de los
ciudadanos en el medio y largo plazo: la desigualdad patrimonial.
El
patrimonio no son ingresos o rentas, sino capital o riqueza personal:
lo que se tiene una vez descontado lo que se debe. O sea, que si alguien
posee una vivienda hipotecada y quiere calcular su riqueza personal
tendrá que descontar al valor de mercado de su vivienda lo que todavía
le resta por pagar. La suma de las propiedades, descontadas las deudas,
representa no solo el estatus actual sino también la historia pasada,
pues el capital personal no puede tener su origen más que en ingresos,
del salario, de una herencia o de cualquier otra fuente, que han sido
ahorrados o acumulados en el tiempo hasta un momento concreto.
Y
la forma mejor de medir el reparto del capital personal o patrimonio es a
través de cuantiles, un método que consiste en ordenar primero la
población por la variable que se quiere observar, en este caso la
riqueza o patrimonio, para comparar porciones iguales. Por ejemplo, si
las porciones son deciles, podremos comparar la riqueza del diez por
ciento de la población que menos tiene, que sería el decil 1, con la del
decil 10, el diez por ciento que más tiene, o con el resto de deciles
intermedios.
Más preciso es observar la riqueza por centiles,
dividida la población en cien partes iguales, pues la acumulación de
riqueza bajo el capitalismo tiende a un modelo exponencial que sólo se
puede empezar a intuir observando la riqueza del uno por ciento más
rico, que abre una sima con el resto de porcentajes. Como se advertía aquí,
la desigualdad sigue creciendo cuando se escala hacia arriba, por lo
que es importante observar las particiones dentro del uno por ciento en
tantos por mil, decenas de mil o centenas de mil de la población. Esas
particiones no son relevantes por abajo (la pobreza es muy democrática),
pero lo son donde se encuentran las élites económicas.
Compararemos,
por tanto, la distribución de la riqueza o patrimonio mediante
cuantiles y promedios en China y EUA tomando como fuente estadística los
datos del World Inequality Database (WID), que, como se explicaba en el
artículo referido anteriormente, es un recurso fiable. Los datos están
en dólares USA (se han convertido los yuanes) y en paridad de poder
adquisitivo. Ajustado, por tanto, el tipo de cambio con la cantidad de
bienes que se puede comprar en cada país. Recordar primero que, aunque
la desigualdad de EUA es superior a la de la UE e inferior a la de
Rusia, destacado farolillo rojo, todos estos países se han incorporado
antes o después al neoliberalismo, y todos ellos han seguido una
dinámica similar: la acumulación desorbitada de las élites de arriba y
el descuelgue del progreso de la mayoría.
La situación actual tras la incorporación de China al capitalismo
En
el gráfico G.1 se representa el patrimonio promedio de los
estadounidenses y los chinos en 1995 -con EUA ya entregado al
neoliberalismo y China a su peculiar transformación capitalista- en
comparación con 2023, el último año con datos disponibles.
En
G.1 se observa el enorme éxito del desarrollo capitalista de China,
cuya riqueza de los adultos per cápita en 1995 era 19,7 veces inferior a
la de los estadounidenses y en 2023 solo 3,2 veces inferior. Los chinos
han pasado de ser irrelevantes en la escena económica mundial a
convertirse de largo en la primera potencia. Lo veremos después con
datos ajustados a la población.
Pero, como los promedios pueden no
ser significativos cuando el reparto es muy desigual, lo que ocurre en
ambos casos, es preciso investigar la distribución de la riqueza por
centiles, para lo que se han elaborado los gráficos G.2 y G.3.
En
G.2 se visualiza el reparto del esfuerzo que el conjunto de los
estadounidenses ha volcado en la actividad económica, ya sea cargando en
un almacén, enseñando a niños en una escuela o invirtiendo en derivados
financieros. También está contabilizado el producto de toda su historia
anterior, por la revalorización aguda de una modesta vivienda, el fruto
de una suculenta herencia o por una ruina sobrevenida. El gráfico es,
por tanto, muy significativo del bienestar individual de los
estadounidenses.
Para comparar con el reparto de la riqueza en
China se ha elaborado G.3, convertidos los yuanes a dólares teniendo en
cuenta el poder adquisitivo (en paridad de poder de compra), de la mejor
manera comparable posible.
De
G.3 se deduce que la riqueza en China sigue un reparto similar al de
EUA, lo que confirma un modelo capitalista en ambos países. Bajo el
modelo capitalista ruso la desigualdad es mucho mayor que el promedio y
en el japonés bastante inferior, pero en todos los países capitalistas
la riqueza se despega exagerada hacia arriba en el último centil.
La
magnitud de la desigualdad por arriba en ambos gráficos hace muy
difícil apreciar lo que ocurre en los dos tercios de abajo de cada
población, lo que se consigue ampliando los gráficos y observando sus
partes. Para ello, en G.4 a G.6 se representan los datos combinados de
G.1 y G.2 bajo un eje de la misma magnitud y dividida la población en
tres porciones de treinta y tres centiles cada una, dejando el peculiar
uno por ciento aparte. El análisis ampliado de esta pequeña y última
porción se hace porque, como se ha comentado, demostró Piketty y se observa en los datos de todos los Estados, bajo el capitalismo la desigualdad tiende a ser extrema y creciente.
Cómo están los ciudadanos de China y de EE. UU. divididos por tercios de población
En
G.4 se observa la precaria situación en que se encuentra el tercio
menos rico de la población de EUA. La mitad de ellos tiene patrimonio
negativo, más deudas que propiedades. En China, sin embargo, ese primer
tercio de la población está invariablemente mejor que sus homólogos de
EUA. Solo en el primer uno por ciento de los más endeudados, ambas
cifras se acercan, con un patrimonio negativo de 48.000$ entre el uno
por ciento más pobre de los estadounidenses y -42.000$ en esa misma
porción de los chinos; pero en todos los demás porcentajes los chinos
están mucho mejor que los estadounidenses, cuya riqueza no comienza a
ser positiva hasta el centil 18 de su población.
Comparativamente
no hay color. Entre el tercio menos rico de cada población el capital
personal de los chinos, en dólares y en paridad de poder de compra, es
muy superior al de los estadounidenses.
Sobre el segundo tercio de
población, entre los centiles 34 y 66, representado en G.5, la
situación es muy diferente. A partir del centil 40 los estadounidenses
poseen más patrimonio que los chinos, y la diferencia se abre hacia
arriba. Los estadounidenses del centil 66 tienen en promedio 222.000
dólares, frente a los 74.000 de los chinos en ese mismo centil.
Esa
ventaja de los estadounidenses se acentúa en el último tercio de la
población, como se observa en G.6. Por ejemplo, en el centil 80, el
valor promedio del patrimonio de los estadounidenses es 509.000 dólares,
mientras que el de los chinos en ese mismo centil es 126.000 dólares,
cuatro veces menos. Sin embargo, conforme se avanza en este tramo hacia
arriba la diferencia relativa se acorta, lo que significa que los chinos
mejor situados van ganando posiciones respecto a los estadounidenses a
lo largo del tiempo (recuérdese que la riqueza o patrimonio son rentas
netas acumuladas en el tiempo).
La situación del uno por ciento más rico y de la cúspide más arriba
En
G.7 se observa que cada uno de los estadounidenses del uno por ciento
más rico posee en promedio 17,1 millones de dólares frente a los 4,7
millones de dólares equivalentes en paridad de poder de compra de esa
misma porción de los chinos. A diferencia de lo que ocurría con el 33%
menos rico de cada país, donde los chinos están mucho mejor situados,
queda clara la ventaja de ser rico en EUA respecto a China.
El
gráfico G.7 presenta también datos de porciones más pequeñas de la
población dentro del uno por ciento más rico. Por ejemplo, entre el uno
por mil más rico de cada población los estadounidenses poseen en
promedio aproximadamente 91 millones de dólares frente a los 26 millones
de los chinos.
Y en lo más alto de la cúspide que se pueda
conocer con los datos del WID, el uno por cien mil más rico, cada uno de
los chinos posee, en promedio, cerca de mil millones de dólares
equivalentes (939. 179.007 $), cuando los estadounidenses en esa porción
poseen casi dos mil quinientos millones de dólares en promedio, 2,7
veces más.
Sin embargo, también se aprecia en G.7 que cuanto más
se escala hacia la cúspide de la riqueza la diferencia relativa entre
los ricos de ambos países se va acortando. Tal vez de ahí derive el
nerviosismo de la élite estadounidense en el poder político, que tiene
declarada una “guerra” a China en la que los estadounidenses de abajo y
el conjunto de los chinos tendría poco interés, porque solo tienen que
perder. Volveremos sobre este punto al comentar el gráfico G.9 y en las
reflexiones finales.
El poder del capital de los ciudadanos de EEUU y de China
Hasta
aquí hemos venido valorando posiciones relativas de la riqueza de los
ciudadanos de China y de EEUU calculados sobre determinados porcentajes
de cada población, pero hay que tener en cuenta el tamaño de cada
población para apreciar su verdadero poder conjunto.
En el año
2023, al que se refieren los datos, los chinos multiplicaban por 4,2 a
los estadounidenses (1.410 millones de chinos frente a 337 millones de
estadounidenses). Como los datos del WID de los gráficos anteriores se
refieren a la población de adultos (la riqueza conjunta de los hogares
se ha repartido solo entre los miembros adultos de cada hogar) para el
cálculo global hay que tener en cuenta que la proporción de adultos en
China es superior a la de EUA: en el año 2023 los chinos adultos eran
4,4 veces más que los estadounidenses adultos (974 millones frente a
219). Con este segundo multiplicador no estaríamos infravalorando la
riqueza promedio de los chinos adultos.
Haciendo los cálculos
pertinentes se observa en G.8 que China supera ya holgadamente a EUA.
Según datos del FMI, el PIB en dólares y en paridad de poder de compra
de China ascendía en 2023 a 32,9 billones de dólares, siendo el de EE.
UU entonces 26,9 billones. En términos de poder adquisitivo y de
producción, por tanto, el “sorpaso” ya se había producido.
Pero lo
significativo bajo el capitalismo, más que las rentas anuales o el PIB
(ingresos o gastos), es el capital, esto es, la parte de los ingresos
que no se ha debido gastar, que son propiedades ahorradas acumuladas y
disponibles para invertir o disfrutar. Y aquí, la ventaja de China es
muy superior. En conjunto y en todos los niveles sociales, como se
observa en G.8.
La
riqueza, capital personal o patrimonio de China en 2023, en paridad de
poder de compra, era cerca de un 40% superior a la de EEUU (150,2 Bn$
vs. 107,8 Bn$). Y si se observa el reparto entre la mayoría de abajo,
la diferencia es abismal.
El primer 33% de la población china (los
que menos tienen) posee en conjunto 3,6 billones de dólares en paridad
de poder de compra. Esa misma porción de la población estadounidense
suma deudas por valor de 650.000 millones de dólares.
Entre el
siguiente 33% de la población según su riqueza (el tramo intermedio,
todos ellos ya con propiedades positivas), la diferencia es enorme en su
valor absoluto. Los chinos de ese estatus poseen propiedades por 15,2
billones de dólares frente a los 6,7 billones de los estadounidenses.
En
el tercer 33% antes del privilegiado 1%, lo que sería la clase media y
alta, la diferencia se acorta (86 billones de dólares frente a 64,2),
pero en todas las porciones hacia arriba, los ciudadanos más influyentes
para imponer sus políticas, los chinos vuelven a aumentar su ventaja,
como se observa en G.9.
El
uno por cien mil de los ciudadanos adultos de EEUU (los más ricos) en
2023 sumaba 5,5 billones de dólares, cuando en China poseía 9,1
billones, una cifra un 65% superior. Claro está que ese colectivo
estadounidense eran solo 2.190 personas frente a 9.740 chinos, pero
también hay que considerar que los primeros son un colectivo en feroz
competencia por llegar a ser el más rico entre los ricos y los segundos
están bajo la batuta vigilante y amenazante del Gobierno chino.
Resumen
El
desarrollo económico mundial en los últimos cuarenta años tiene dos
rasgos principales: el éxito apabullante de China, convertida hoy de
largo en primera potencia mundial, y el declive continuado del mundo
neoliberal, con Rusia en vanguardia, por delante de Estados Unidos y el
resto de Occidente, todos ellos en suicida expedición a un cantado y
estrepitoso fracaso por la cuestión irresuelta de la desigualdad extrema
y creciente capitalista.
El hundimiento del modelo occidental se
exterioriza hoy en la dificultad de frenar el cambio climático, la
pobreza y precariedad de amplias capas de la población, el resurgir del
supremacismo y la extrema derecha, el rearme y la verosimilitud de una
guerra nuclear o el desprecio a los derechos humanos, encarnado todo
ello, de momento, en el genocidio sobre el pueblo palestino, planificado
y ejecutado por Israel y las élites occidentales a la vista de todos
como cruel ejemplo del mundo que viene.
El éxito de China se
caracteriza por haber sabido embridar la tendencia intrínseca del
capitalismo hacia la desigualdad extrema y creciente actuando en dos
frentes. Por un lado, evitando que los desfavorecidos de abajo quedasen
descolgados y, por otro, vigilando y controlando a las élites en la cúspide para evitar previsibles desmanes.
En
Rusia y Occidente la gran mayoría ha visto descender su estatus durante
décadas y grandes porciones de la población han quedado en la ruina. En
China, la inmensa mayoría de su población ha experimentado un
continuado proceso de prosperidad.
Corolario
El
neoliberalismo es un zombi peligroso que debiera ser enterrado cuanto
antes para volver a poner en el centro la lucha contra la desigualdad. A
ese fin, no es necesario, afortunadamente, establecer una férrea
dictadura bajo un partido único como en China, sino simplemente aplicar
políticas que eviten los abusos de las élites económicas y redistribuir
los frutos de la actividad económica aplicando progresividad fiscal.
Políticas que Occidente puso ya en práctica en tiempos mejores, cuando las patrañas ideológicas del neoliberalismo no habían hecho todavía su irrupción."
(Luis Molina Temboury , Economistas frente a la crisis, 05/09/25, gráficos en el original)