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31.8.25

Soberanía o dependencia digital: la lección de China frente al tecno-feudalismo occidental... En el modelo estadounidense predominan plataformas privadas (Amazon, Google, Meta) y laboratorios de IA como OpenAI, que concentran datos, riqueza y poder político. No son simples empresas, sino verdaderos “señores digitales” que intermedian la economía, la comunicación y hasta la política... China ofrece un modelo alternativo, aunque con sus propias tensiones. Allí el Estado mantiene la soberanía digital, estableciendo las reglas del juego y subordinando a las grandes empresas tecnológicas al interés nacional. Cuando Google se negó a cumplir con la normativa local, dejó un vacío que permitió a Baidu crecer y consolidarse como líder del mercado. El mensaje fue inequívoco... esto no significa que el ecosistema digital chino sea homogéneo ni “tranquilo”. Por el contrario, en China existe una competencia empresarial feroz... La diferencia clave con Occidente es que esta competencia no se desarrolla en un anarquismo de mercado, sino dentro de una arquitectura planificada y estratégica, guiada por los objetivos de los Planes Quinquenales... la innovación surge tanto de la rivalidad entre empresas como de la cooperación forzada que genera el Estado, que articula sectores para lograr efectos multiplicadores: la industria de baterías alimenta a los autos eléctricos; estos incorporan sistemas de IA y telecomunicaciones; y todo se potencia con redes 5G y plataformas digitales. Es un esquema de ecosistemas interconectados que permite que los avances en un sector impulsen a otros. Además, China expande este modelo más allá de sus fronteras, buscando consolidar un orden digital alternativo al de Silicon Valley... ¿Y la Argentina? Nuestro país enfrenta un dilema estratégico. Tenemos recursos humanos altamente capacitados, un sistema universitario público de excelencia, el CONICET y sectores productivos con potencial en la economía del conocimiento. Pero todo esto se ve amenazado por la orientación antiestatal del actual gobierno... En un mundo donde la IA define la productividad, la seguridad y hasta la democracia, quedar rezagados equivale a aceptar una nueva forma de dependencia. China demuestra que el desarrollo tecnológico no es neutral: depende de decisiones políticas. Argentina debe recuperar al Estado como articulador, invertir en educación digital, establecer marcos regulatorios claros y fomentar alianzas público-privadas con mirada soberana (Federico Alonso)

 "La inteligencia artificial (IA) está reconfigurando el poder mundial. China y Estados Unidos se disputan el liderazgo de una tecnología que no solo redefine la economía, sino también la política, el trabajo y la soberanía de los Estados.

En el modelo estadounidense predomina lo que Yanis Varoufakis denomina “tecno-feudalismo”: plataformas privadas (Amazon, Google, Meta) y laboratorios de IA como OpenAI, que concentran datos, riqueza y poder político. No son simples empresas, sino verdaderos “señores digitales” que intermedian la economía, la comunicación y hasta la política. El caso de la suspensión de la cuenta de Donald Trump en enero de 2021 por decisión unilateral de Twitter (hoy X) lo mostró con claridad: una compañía privada pudo limitar la voz del propio presidente de Estados Unidos, sin mediación institucional.

China ofrece un modelo alternativo, aunque con sus propias tensiones. Allí el Estado mantiene la soberanía digital, estableciendo las reglas del juego y subordinando a las grandes empresas tecnológicas al interés nacional. Cuando Google se negó a cumplir con la normativa local, dejó un vacío que permitió a Baidu crecer y consolidarse como líder del mercado. El mensaje fue inequívoco: las plataformas operan en China si respetan las prioridades del país, no al revés.

Pero esto no significa que el ecosistema digital chino sea homogéneo ni “tranquilo”. Por el contrario, en China existe una competencia empresarial feroz, comparable a gladiadores en un coliseo, donde startups y gigantes como Alibaba, Baidu, Tencent, Huawei o BYD se disputan el liderazgo innovando y expandiéndose sin tregua. La diferencia clave con Occidente es que esta competencia no se desarrolla en un anarquismo de mercado, sino dentro de una arquitectura planificada y estratégica, guiada por los objetivos de los Planes Quinquenales y la visión de largo plazo del Partido Comunista chino.

Así, la innovación surge tanto de la rivalidad entre empresas como de la cooperación forzada que genera el Estado, que articula sectores para lograr efectos multiplicadores: la industria de baterías alimenta a los autos eléctricos; estos incorporan sistemas de IA y telecomunicaciones; y todo se potencia con redes 5G y plataformas digitales. Es un esquema de ecosistemas interconectados que permite que los avances en un sector impulsen a otros.

Además, China expande este modelo más allá de sus fronteras a través de la Franja y la Ruta Digital, con infraestructura de datos, 5G y plataformas propias, buscando consolidar un orden digital alternativo al de Silicon Valley.

¿Y la Argentina? Nuestro país enfrenta un dilema estratégico. Tenemos recursos humanos altamente capacitados, un sistema universitario público de excelencia, el CONICET y sectores productivos con potencial en la economía del conocimiento. Pero todo esto se ve amenazado por el desfinanciamiento del sistema científico-tecnológico y la orientación antiestatal del actual gobierno, que en lugar de pensar en soberanía digital profundiza la dependencia de corporaciones extranjeras.

Sin un Estado emprendedor (como plantea Mariana Mazzucato) que asuma riesgos, invierta y articule esfuerzos, no hay posibilidad de competir. En un mundo donde la IA define la productividad, la seguridad y hasta la democracia, quedar rezagados equivale a aceptar una nueva forma de dependencia.

China demuestra que el desarrollo tecnológico no es neutral: depende de decisiones políticas. Argentina debe recuperar al Estado como articulador, invertir en educación digital, establecer marcos regulatorios claros y fomentar alianzas público-privadas con mirada soberana.

El futuro digital del país está en juego. O construimos un proyecto propio, o seremos vasallos de los proyectos de otros."

 ( Federico Alonso, El tábano economista, 27/08/25)

19.5.25

Hudson-Wolff: Existe la idea de que el enemigo actual de Estados Unidos, China, es en cierto modo comparable a la enemistad con la Unión Soviética... Y eso es un error colosal... Rusia era un ratón pobre y atrasado económicamente en comparación con el elefante estadounidense. Ese no es el caso de China... La realidad es que la misma política de guerra fría contra China está aislando a Estados Unidos. Está llevándolo hacia una dirección autárquica... La Guerra Fría era contra el comunismo... ¿Y cuál era la amenaza del comunismo? Los estadounidenses temían que fuera una organización económica alternativa al capitalismo financiero estadounidense... Porque las economías socialistas tienen un costo menor que las economías capitalistas occidentales. Las economías socialistas son más eficientes porque no tienen una clase financiera depredadora. No tienen una clase inmobiliaria. Sus costes de vivienda son mucho más bajos porque no hay una clase de propietarios ausentes que puedan maximizar la renta de la tierra. No hay deuda. El Gobierno de Rusia simplemente creaba el dinero... Lo que hizo China al tener tanto éxito fue crear un sistema en el que el sector financiero formaba parte del gobierno socialista, era el gobierno el que creaba el dinero. China no tenía un sistema bancario que concediera préstamos para adquisiciones de empresas, para la recompra de acciones, para todas las cosas que hacía el sistema bancario estadounidense. China no había privatizado el transporte ni otros monopolios de servicios públicos, porque se trataba de inversiones públicas que proporcionaban transporte a bajo precio, comunicaciones a bajo precio... Esa es la amenaza para Estados Unidos, el espectro de que el socialismo sea más eficiente que el sistema financiero estadounidense... ¿Por qué ha crecido China y no Estados Unidos y Europa occidental? Es un sistema económico y una organización política diferentes. Por eso hoy existe una guerra fría contra China

"NIMA ALKHORSHID: Hola a todos. Hoy es jueves, 8 de mayo de 2025, y nuestros amigos Michael Hudson y Richard Wolff están de vuelta con nosotros. Bienvenidos de nuevo.

RICHARD WOLFF: Gracias. Me alegro de estar aquí.

NIMA ALKHORSHID: Empecemos con lo que dijo el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Bessent, sobre el conflicto en Ucrania y la forma en que Trump está abordando la situación. Después les haré mi pregunta. Hablemos de ello.

*

SCOTT BESSENT: La Asociación de Inversión en Ucrania, la Asociación Económica, fue idea suya, y él creía que serviría para varias cosas. En primer lugar, le daría más influencia sobre los líderes rusos cuando llegara el momento de negociar con ellos. Así que la idea era empezar por Ucrania, firmar un acuerdo que demostrara que no hay diferencias entre Estados Unidos y el pueblo ucraniano.

Sería un símbolo para el pueblo ucraniano de que Estados Unidos sigue ahí. Sería un símbolo para un público estadounidense cansado y escéptico ante más compromisos financieros de que era posible compartir la prosperidad con Ucrania. Y luego, en esencia, sería una garantía tácita de seguridad gracias a la asociación económica.

*

NIMA ALKHORSHID: Sí, Michael, la pregunta para usted sería: ¿puede Estados Unidos seguir confiando en un enfoque transaccional de la política exterior cuando las potencias mundiales están buscando alternativas estructurales a largo plazo al orden liderado por Estados Unidos?

MICHAEL HUDSON: Parece que otros países están reaccionando en contra de esto. Y el efecto de lo que Trump imagina que es un enfoque transaccional es, en realidad, empujarlos a hacer acuerdos entre ellos. Y toda la atención se ha centrado hasta ahora en esta vorágine de acciones durante los primeros 100 días de Trump en el cargo.

Pero, ¿cuántas acciones reales ha habido? Los anuncios de Trump han sido más bien una serie de amenazas contra otros países. Eso aún no es una transacción. Y, sin embargo, ha estado retirando rápidamente todas estas amenazas. Es como si estuviera negociando consigo mismo, discutiendo consigo mismo a medida que ve cuál es la reacción extranjera. Así que creo que esta mañana ha sido la primera transacción con Inglaterra.

Trump ya ha cedido en sus aranceles del 25 % a las piezas de automóvil de Canadá y México. Ha cedido en las importaciones estadounidenses de iPhones y otros productos de China. Ha dado marcha atrás en todas sus conversaciones con los países europeos. Y el efecto que ha tenido su enfoque transaccional de convertir a Canadá en el estado número 51 ha sido la reelección de Mark Carney como primer ministro canadiense con un programa de reacción nacionalista contra Estados Unidos y de estudio de todas las opciones disponibles.

Así que este enfoque transaccional es como si Trump intentara tratar las relaciones internacionales como un negocio inmobiliario. Su estrategia consiste en hacer una demanda extrema para asustar a otros países. Y el simple hecho de exigir estos enormes aranceles que ha propuesto se supone que les hará pensar: «Vaya, esto puede arruinar nuestras economías, sin duda a corto plazo».

Y el objetivo de Trump no es realmente conseguir nada de lo que pide. Eso es lo más extraño. Se trata de llegar a un acuerdo. Y ese compromiso es lo que quería desde el principio. Y el compromiso a menudo no tiene nada que ver con los aranceles en sí.

Esta mañana ha llegado a un acuerdo con Londres. Y el acuerdo, ¿qué quería que cediera Londres a cambio de gravar solo con un 10 % las importaciones británicas, aparte de los impuestos especiales sobre el aluminio y el acero y otros impuestos adicionales?

Quería que Inglaterra concediera preferencias fiscales especiales a las empresas estadounidenses de tecnología de la información y a las acciones del NASDAQ que han impulsado el promedio bursátil del NASDAQ. En esencia, como discutimos la última vez, ha amenazado con utilizar los aranceles para desestabilizar el comercio exterior a menos que básicamente le den vía libre a Estados Unidos.

Con Panamá, por ejemplo, está pidiendo que los barcos estadounidenses no tengan que pagar ningún cargo por atravesar el Canal de Panamá.

Y eso es en respuesta a la afirmación de Panamá de que, bueno, los barcos estadounidenses son mucho más grandes, tenemos que cobrarles las tasas según el tamaño, el tonelaje y la dificultad de atravesar el canal.

Hasta ahora, ha estado utilizando los aranceles no como una forma de intentar aumentar los ingresos fiscales, sino simplemente para amenazar con crear el caos en otros países.

Bueno, ¿cuál es la respuesta a todas estas transacciones? Ha sido hacer que otros países se replanteen todas sus transacciones entre sí. Y lo curioso es que, aunque Trump no ha hecho mucho por sí mismo, creo que la atención debería centrarse en lo que ha pasado en los otros 100 días, en lo que han hecho los demás países durante estos 100 días.

Y ahí es donde ha estado la verdadera acción, no en Mar-a-Lago.

Y, obviamente, hay una gran diferencia entre las reacciones europeas y asiáticas y lo que esperaba Trump. Él esperaba que otros países estuvieran desesperados por llegar a un acuerdo. Al igual que esperaba que Rusia estuviera tan desesperada por llegar a un acuerdo en Ucrania que su economía se estuviera derrumbando, su ejército estuviera perdiendo y hubiera perdido un millón de hombres. Todo esto era propaganda que le proporcionó Kellogg. Y no tenía ninguna base en la realidad.

Pero él pensaba que Rusia estaba desesperada. Luego salió y dijo: «China está desesperada». Miren los problemas financieros que tiene con la banca y el sector inmobiliario. Pensaba que China estaba tan desesperada que podría llegar a un acuerdo con ellos. Ninguno de estos países está desesperado.

Pero se dieron cuenta de que estarían desesperados si se tomaran en serio las amenazas transaccionales de Trump. Por eso han estado tratando de llegar a acuerdos entre ellos. Y los países más importantes que han estado cambiando sus reacciones han sido los aliados más cercanos de Estados Unidos.

Los países europeos han estado defendiéndose y llegando a acuerdos para, una vez más, imponer impuestos especiales a las grandes empresas de Internet, a Google, a Meta, e incluso para dividirlas o imponerles multas muy elevadas. Justo lo contrario de lo que Trump quería hacer con ellos y con Inglaterra.

En Japón han dicho: «Bueno, tenemos que replantearnos qué vamos a hacer con todos nuestros bonos del Tesoro estadounidense si realmente ya no podemos exportar a Estados Unidos ni comerciar con él. ¿Qué sentido tiene mantener todos estos bonos del Tesoro? Y Japón tiene más valores del Tesoro estadounidense que cualquier otro país, incluso más que China».

Así que se está produciendo una reacción en otros países. Esa es la realidad. Esa es la verdadera transacción. Y como dijimos la última vez, este cambio en la estructura del comercio mundial, que es una reacción a las acciones de Trump, es irreversible.

Y una vez que otros países lleguen a acuerdos entre sí para asumir el enorme gasto que supone cambiar sus relaciones productivas y comerciales para adaptarse a los mercados de los demás en lugar de a los de Estados Unidos, no van a volver atrás, porque eso supondría otro enorme gasto duplicado para reestructurar su industria y su comercio.

Además, implicaría romper todas sus relaciones entre sí y con China y con las partes del mundo que realmente están creciendo, en lugar de la economía estadounidense, que se está contrayendo. Así que aquí tenemos a Trump haciendo amenazas desde una economía que se está contrayendo, que depende de otros países, actuando como si los demás países tuvieran que llegar a un acuerdo.

Y lo que se dan cuenta es que sí tienen que llegar a un acuerdo, pero no con Estados Unidos, sino entre ellos.

 NIMA ALKHORSHID: Richard.

RICHARD WOLFF: Sí, ya que Michael ha hablado de la situación internacional, déjeme hablar un poco de la situación interna de Estados Unidos, para completar el panorama. Y luego quiero hablar de dos cosas.

En primer lugar, los aranceles, en términos de su efecto interno en Estados Unidos. Y luego la pequeña historia, que no es tan pequeña, que fue el acuerdo, creo, desde nuestra última reunión, o al menos muy recientemente, para cambiar lo que se llama la regla de minimis, que es la regla según la cual si su paquete que entra en Estados Unidos tiene un valor de 800 dólares o menos, no paga ningún tipo de impuesto, no es inspeccionado, es simplemente una transacción minorista.

¿Por qué es importante? Porque quienes más han aprovechado esta norma han sido la mitad inferior de la distribución de ingresos en Estados Unidos. Porque se trata de una forma de abaratar la compra. La realidad es, y lo diré con toda claridad, que en las últimas semanas y meses hemos sabido por la empresa Starbucks, la cadena de cafeterías, y por la empresa McDonald’s, la cadena de hamburgueserías, dos de las industrias de comida rápida más importantes y con mayor distribución, que están en dificultades financieras.

Y han publicado información que indica que, en ambos casos, sus estudios muestran que están perdiendo clientes entre los grupos de ingresos más bajos que los frecuentan.

En otras palabras, se está volviendo inasequible tomar un café con leche en Starbucks o un Big Mac en McDonald’s.

Muy bien. Si ese es el caso, entonces tengo que explicarles a todos, si no lo han entendido, que tanto el arancel general como el mínimo, que se ha pasado de 200 a 800 dólares y que ahora se va a eliminar, creo que a partir de mañana, o en cualquier caso, más o menos ahora, se está eliminando gradualmente. Y todos esos paquetes de bajo coste se verán ahora afectados por aranceles, y aranceles muy elevados, estamos hablando del 145 %, el doble, más del doble del precio.

De acuerdo. Un arancel es como un impuesto sobre las ventas. Es un impuesto regresivo. No tiene en cuenta la capacidad de pago del comprador. No es como el impuesto federal sobre la renta. Es un impuesto regresivo, no progresivo. Eliminar la exención de 800 dólares para el de minimis es igualmente un acto regresivo porque duplica el precio, como lo haría un impuesto sobre las ventas, y eso es un impuesto regresivo bien conocido.

Entonces, ¿qué están haciendo? Todo este paquete de políticas solo puede empeorar la ya extrema desigualdad de ingresos y riqueza dentro de Estados Unidos. Y creo que casi todo el mundo, incluso los derechistas, entienden lo que sucede con las divisiones sociales, las animosidades, las hostilidades y la discriminación cuando se hace eso, que todos los problemas sociales que conocemos se agravan.

Ya saben, los libros recientes, el trabajo de los investigadores de Princeton sobre la clase media que se está suicidando y todo lo demás. Las investigaciones son abrumadoras: se trata de un programa autodestructivo.

Michael acaba de hablar de cómo es autodestructivo a nivel mundial.

Y quiero que vean que también es extraordinariamente autodestructivo, creo, a nivel nacional. El Sr. Trump está favoreciendo mucho a los ricos a expensas de todos los demás. Sistemáticamente, paso a paso, ya sea consciente de ello o no, no lo sé y no me importa. Pero la realidad interesante es que esto es, esto es extraordinario. Un último punto.

Creo que es crucial recordar a la gente, sé que ya lo hemos dicho antes, pero es crucial en este momento, dado lo que acaba de decir Michael, recordar a la gente que el enfoque transaccional que Michael acaba de ilustrar o resumir, una vez sí, otra vez no, ahora hay aranceles, ahora no, ahora son altos, ahora son bajos, ahora puede que solo sea una táctica de negociación para conseguir pequeños regalos.

Puede recorrer el país y decirle al pueblo estadounidense: «He conseguido los minerales en Ucrania, o he conseguido lo que sea que los británicos han cedido», etc., etc. Esa incertidumbre, esa falta de estabilidad, es una razón de peso por la que lo que ha dicho Michael no se va a deshacer.

Porque incluso si crees que Trump seguirá siendo el mismo durante cuatro años, no sabes si los demócratas, si ganan las próximas elecciones, no desharán todos los aranceles que él ha impuesto. Lo que significa que no se puede volver atrás. No tiene sentido. Pero incluso significa que lo único que se puede hacer ahora es salir de la dependencia de Estados Unidos, es demasiado incierto.

¿Y por qué es eso importante? Porque aunque sea menos rentable temporalmente para los chinos vender lo que venden a Indonesia en lugar de a Nueva York, lo harán porque un beneficio menor durante un tiempo es mejor que la incertidumbre del acuerdo que tenían en Estados Unidos.

Eso será un factor tan importante en los cálculos de las empresas de todo el mundo que ahora van a hacer todo lo posible por reducir su conexión con Estados Unidos. Es lo mismo.

Si da marcha atrás, llega a un acuerdo con Xi Jinping y los aranceles contra China desaparecen o se reducen. Es demasiado tarde. Ha demostrado lo que está dispuesto a hacer. Todas las empresas chinas, aunque aplaudan la reducción de los aranceles, se preocupan por cuándo se volverán a imponer. ¿Qué dificultades en Estados Unidos y para Estados Unidos le llevarán a intentar resolver sus problemas de esta manera?

Este es un imperio cuyo declive le está causando dificultades, que está tratando de resolver haciendo pagar al resto del mundo, sin comprender que el declive no se puede arreglar de esa manera, porque lo empeorará.

Eso es lo que estamos haciendo. Todos los demás imperios han hecho cosas así. Lo estamos haciendo como si nunca hubiera sucedido antes, como si nadie tuviera influencia sobre el Sr. Trump para decirle: «Tenga mucho cuidado. Los imperios en declive tienen la mala costumbre de intentar resolver sus problemas explotando su situación imperial, lo que solo acelera su desaparición».

MICHAEL HUDSON: Richard ha mencionado antes el efecto de que Trump apoye a los ricos y a los consumidores y asalariados con bajos ingresos que sufren en Estados Unidos. Pero el Wall Street Journal está lleno de noticias sobre pequeñas empresas estadounidenses que han estado negociando con empresas chinas para que les suministren productos clave que han estado vendiendo.

Y el número de pequeñas empresas que operan en China representa una proporción muy significativa de la producción industrial del país. Y son estas pequeñas empresas las que están siendo objeto de estos aranceles.

Algunas de ellas han acordado con sus clientes que las empresas chinas envíen los productos desde China o, en algunos casos, desde Hong Kong, mediante envíos de paquetes de venta de minimis a los clientes.

Pero la mayoría de las empresas simplemente han estado importando lo que han encargado a las fábricas chinas para producir con diseños muy específicos para vender a sus clientes. Estas pequeñas empresas son las principales víctimas de los aranceles que Trump ha impuesto a China. Ha eximido a las grandes empresas, y en especial a las que más han contribuido a su campaña, como Amazon o los iPhones, del pago de los aranceles.

Pero no ha prestado ninguna atención a este importante comercio de las pequeñas empresas. Así que no solo se está presionando a los clientes de McDonald’s con bajos ingresos, sino también a las pequeñas empresas. Y eso se debe a que se suponía que formaban parte del electorado designado por el Partido Republicano.

Así que todo esto, quiero hablar de lo que es probable que suceda este fin de semana en Suiza, cuando los negociadores comerciales estadounidenses se sienten finalmente con los negociadores chinos para decidir, ya sabe, qué va a pasar. Porque, al fin y al cabo, es el antagonismo entre Estados Unidos y China lo que ha creado todo esto.

Y creo que puedo imaginar cómo va a ser la discusión. No va a ser como esperaba el Sr. Trump. Creo que China va a insistir como condición previa en que se reactivará la Organización Mundial del Comercio, permitiendo que se complete el quórum de jueces en lugar de la parálisis actual.

No son suficientes: Estados Unidos se ha negado a nombrar un juez para la Organización Mundial del Comercio, lo que impide a China utilizar el derecho internacional para decir que Estados Unidos está infringiendo la ley. Necesitamos una compensación.

Estados Unidos ha paralizado la OMC para poder infringir la ley sin ningún recurso. Y, por supuesto, aunque se infrinja la ley, ¿de qué sirve si no hay un tribunal que imponga multas o sanciones o proteja de alguna otra manera a estos países?

Creo que Bessent va a ofrecer reducir los aranceles estadounidenses al 40 %, quizá incluso menos. Y China reconoce que un arancel del 40 % sobre sus productos o lo que Bessent pida siguiendo las órdenes de Trump equivale a un bloqueo total de las importaciones chinas.

Por lo tanto, China va a insistir en que no haya ningún cambio. De hecho, ha dicho que antes de negociar, no va a negociar con una pistola apuntándole a la cabeza, que es la idea que tiene Trump de una transacción. Puedo dispararle, arruinar su economía si no hace lo que yo quiero. Esa es una transacción al estilo Trump.

China va a decir: en primer lugar, elimine todos los aranceles a China. Entonces podremos sentarnos a negociar qué tipo de aranceles mutuos vamos a aplicar. Y ese tipo de negociación suele durar entre tres y cinco años.

Y Bessent ya ha dicho: «De acuerdo, no vamos a aplicar ningún arancel a determinadas categorías de productos estadounidenses. Por ejemplo, a sus tierras raras, los materiales que necesitamos para la seguridad nacional y para fabricar nuestras armas, de modo que podamos bombardearles cuando entremos en guerra con ustedes dentro de dos años. ¡No habrá ningún arancel sobre esos productos!».

Y creo que China se va a dar cuenta de que estas ofertas comerciales sin aranceles, como los iPhones, no suponen ningún sacrificio para Estados Unidos. Son una indicación de que Estados Unidos necesita estas importaciones de China, que depende de ellas, y que China no tiene que hacer nada.

Y dejemos que Trump reduzca las importaciones de productos específicos, tal y como ha estado haciendo con los iPhone y con productos similares de otros países. Pero lo que creo que Bessent realmente defiende, recuerden, es que es un tipo de las finanzas. Formó parte del equipo de George Soros que atacó la libra esterlina para forzar su devaluación hace unos años.

Trump dirá: «Bueno, podemos hablar de reducir los aranceles, pero queremos que nos den un trato especial. Dejen que los bancos estadounidenses entren en China. En lugar de tener su sistema bancario socializado, dejen que los bancos estadounidenses entren y concedan préstamos a su población.

Va a querer acceso financiero. Les daremos acceso a nuestros mercados para sus productos y ustedes nos darán acceso a sus mercados financieros. Creo que eso es… China tendría que dar marcha atrás en toda su revolución para hacer eso. Creo que Estados Unidos pedirá a China que retire sus sanciones a la exportación de tierras raras y otros artículos de seguridad nacional.

Y no hay forma de que China acepte esto. Cualquier acuerdo arancelario que China firme estará sujeto a una medida paralela, al igual que Estados Unidos bloquea todo lo que tenga que ver con la seguridad nacional de China, como los chips informáticos avanzados o la maquinaria holandesa para grabar chips informáticos.

China dirá: «Bueno, vamos a comerciar con bienes de consumo normales, pero no con bienes que sean necesarios para que los estadounidenses compitan directamente en el ámbito militar o en el monopolio, especialmente en los campos de la tecnología de la información y el procesamiento de alta tecnología». Y creo que otros países verán que este es básicamente el enfoque que van a adoptar.

Creo que, como acaba de decir Richard, se dan cuenta de que cualquier acuerdo que puedan alcanzar con Estados Unidos en los próximos tres meses —todavía estamos en el periodo provisional de tres meses en el que Trump ha dicho que está negociando país por país— les arruinaremos si no nos dan un regalo. Todo esto puede suceder: llegan a un acuerdo y luego Trump puede cambiarlo unilateralmente en cualquier momento, dejando a los demás países con la misma amenaza que antes.

Pero Estados Unidos habrá aprovechado este tiempo para aislarse de las maniobras extranjeras. Esto es muy similar al tipo de alto el fuego que quería Ucrania. Estados Unidos quiere un alto el fuego en la guerra comercial con China para decir, bueno, ya saben, al menos sigan exportándonos los materiales que necesitamos, tierras raras, otros materiales, y ya veremos qué podemos hacer más adelante.

Intenta hacer una promesa. Otros países saben que no tiene ninguna obligación de cumplir estas promesas, y lo que quiere Trump, al igual que Ucrania quiere utilizar un alto el fuego para movilizar su ejército y traer las armas y misiles alemanes y las tropas inglesas para luchar contra Rusia, es utilizar este libre comercio total para acumular reservas de productos que necesita de China para su seguridad nacional, de modo que luego pueda volver a la guerra comercial total con China.

Obviamente, China no va a renunciar a eso. Así que la verdadera división en las relaciones actuales entre los países es, en mi opinión, que los países que miran a corto plazo se enfrentan a la siguiente elección.

Pueden mirar al corto plazo y decir: «De acuerdo, no queremos que se interrumpa nuestro comercio. Por lo tanto, vamos a seguir centrando nuestro comercio en Estados Unidos, aunque sea una economía en declive a largo plazo». Otros países reconocerán la necesidad de una transformación a largo plazo del orden económico mundial para reorientar su comercio con China, Asia y los países de la Franja y la Ruta.

La verdadera elección es entre la independencia de Estados Unidos o la dependencia de Estados Unidos y un orden económico centrado en Estados Unidos que se estableció en 1945 y que ahora es obsoleto, o la creación de un nuevo orden económico. El enfoque transaccional de Trump ha llevado a una transacción de conciencia por parte de otros países.

Y este cambio de conciencia es lo que es irreversible. Y ese es el verdadero efecto de sus primeros 100 días y de los aranceles que impuso el 2 de abril.

NIMA ALKHORSHID: Richard.

RICHARD WOLFF: El Financial Times de hoy publica una noticia según la cual las empresas de la UE, las empresas europeas, están muy activas en China, captando o tratando de captar el mercado al que ya no pueden acceder las empresas estadounidenses debido a los aranceles que les bloquean el acceso.

Ahora bien, he aquí por qué es importante esta noticia. Para China es un problema encontrar un mercado que sustituya al de Estados Unidos. No tenían un negocio de exportación abrumador, pero sí significativo, a este país. Y hay muy pocos lugares en los que puedan esperar sustituirlo.

Pero Europa es el principal destino posible para ello. Sin embargo, los europeos no permitirían que los chinos lo hicieran a menos que, por supuesto, estos hicieran por ellos lo que necesitan, ya que están perdiendo su mercado en Estados Unidos.

Así que tenemos una unión de conveniencia entre europeos y chinos, ya que cada uno utiliza al otro para suavizar el golpe de cualquier medida que pueda tomar Trump.

NIMA ALKHORSHID: Richard, puede incluir también a Japón.

RICHARD WOLFF: Sí, y ahora, bueno, Japón es un poco diferente. Pero sí, especialmente después de los problemas del mercado de bonos de hace unas semanas. ¿Fue hace unas semanas cuando los japoneses dijeron a los estadounidenses, si lo he entendido bien, que si les imponían aranceles, se replantearían la compra de bonos del Tesoro estadounidense que tan convenientemente han estado comprando durante 30, 40 o 50 años? Eso es otro peligro que acecha.

Pero déjeme terminar este punto. Está uniendo a Europa y China. Déjenme detener a todo el mundo. Eso es una parte enorme de la economía mundial en este momento. Cualquier cosa que pueda hacer incluso un presidente transaccional que una a los europeos y a los chinos y, con los chinos, a la alianza BRICS, para que trabajen juntos con los europeos en una hostilidad compartida hacia Estados Unidos.

Bueno, eso ya no es un error, es una estupidez. Es una estupidez. ¿Qué están haciendo? Están creando enormes dificultades a los europeos que no quieren tratar con los chinos debido a la cercanía de estos con Rusia.

Y el hecho de que todos los gobiernos europeos de centro y centro-derecha no tienen ahora nada más que su política antirrusa mientras mueren allí. Y Michael ha mencionado las elecciones canadienses. Sí, pero añadamos también las elecciones australianas de hace unos días, en las que ocurrió lo mismo, en las que un candidato, Albanese, que iba muy por detrás en las encuestas, se convirtió en el principal candidato antitrumpista y se alzó con una victoria muy contundente.

Son señales que no debe ignorar. Y sin embargo, ahí están. Y luego, hoy, no podía creer la noticia principal del Financial Times sobre las empresas de la UE que están arrebatando cuota de mercado a los estadounidenses, que ya no pueden hacer sus negocios. Esto es un ejemplo concreto de lo que Michael quería decir al principio.

MICHAEL HUDSON: Así que Trump está integrando al resto del mundo y aquí, todo este tiempo, hemos estado describiendo lo que los BRIC y otros países deberían hacer si quieren crear una alternativa.

Y lo han estado haciendo: hace unos días hubo una reunión en Brasil con Lula, en la que no adoptó en absoluto una postura de confrontación con los BRIC. Y se pudo ver que su idea de los BRIC, al menos en la reunión de Brasil, era intentar mediar entre la mayoría mundial y Estados Unidos.

Bueno, son los demás países, los aliados de Trump, los que están ejerciendo una gran presión para que se cree algún tipo de nuevo orden, y ya que Richard ha mencionado a Japón, le daré un ejemplo. Hace unos años estuve en Japón y me reuní con el director general y el vicepresidente de una importante empresa, una de las más grandes de Japón, para una larga cena estratégica. Una de las cosas que les gusta hacer a los japoneses es cantar canciones durante la cena, y cantaron una. Yo había bebido bastante sake y las únicas canciones que recordaba eran las viejas canciones socialistas que conocía de niño, ya que me dijeron que eran las canciones que me gustaban de pequeño.

Y canté algo así como «trabajadores, uníos, hay que luchar», etcétera. Bueno, de repente, el director general, que parecía un Buda, me miró con el ceño fruncido y el vicepresidente, que tenía una expresión bastante amenazante, esbozó una gran sonrisa.

Más tarde, me llevó aparte y me explicó que su empresa japonesa siempre tenía un plan B como alternativa al plan A, que era proestadounidense. Y su trabajo consistía en dirigir el plan B, que consistía en reestructurar el comercio y las inversiones de la empresa con China, alejándolas de Estados Unidos.

Bueno, China había perdido mucho en los acuerdos de Plaza y Louvre con Estados Unidos, que obligaron a revalorizar su moneda. Y Japón tuvo que aceptar, no los aranceles, sino reducir voluntariamente sus exportaciones de automóviles y productos electrónicos a Estados Unidos dentro de unos límites para que la industria automovilística y electrónica estadounidense pudiera ser más competitiva.

Pero, como puede imaginar, los acuerdos de Estados Unidos llevaron a la industria japonesa a la crisis a partir de 1990. Creo que el índice Nikkei necesitaba estar en torno a los 36 000 puntos para mantener el crecimiento. Y sigue muy, muy por debajo de eso. Y Japón no quiere volver a repetir esto nunca más.

Así que imagino que ahora se están manteniendo conversaciones con China sobre si realmente debemos cambiar de fase en nuestras relaciones. ¿Debemos reorientar nuestro comercio con ustedes? ¿Podemos acordar algún tipo de especialización de la producción, inversión mutua y mercados que nos ayuden a sustituir a Estados Unidos por China?

Bueno, así es como funciona la economía mundial. Es una función escalonada. No es un mundo… la economía no evoluciona de forma suave. Es un salto cuántico. Y a esto se le llama cambio de fase. Y nosotros estamos en una fase de cambio como esa, que refleja unas reglas del comercio y la inversión completamente nuevas. Y hoy vemos cómo el resto del mundo se prepara para ello mientras elabora sus propios planes sobre cómo vamos a reunirnos con Trump cuando se reúna con nosotros. E intente hacer con nosotros lo que ha podido hacer con Inglaterra.

RICHARD WOLFF: Bueno, la ironía también es, y creo que ya lo hemos abordado en otros debates que hemos tenido en el pasado, que se trata de un proceso extraño en el que la persecución de Estados Unidos contra China, llamándolo así, y creo que esto es significativo, otra guerra fría, significa que existe la idea de que su enemigo actual, China, es en cierto modo comparable a la enemistad con la Unión Soviética de la segunda mitad del siglo XX.

Y eso es un error colosal. Rusia era un ratón pobre y atrasado económicamente en comparación con el elefante estadounidense. Ese no es el caso de China. Y tampoco es el caso del resto del mundo. No está saliendo de su condición colonial. Ha tenido ahora 40, 50 o 60 años para empezar, lentamente pero de forma significativa, a alcanzar la independencia.

No es solo política, sino también, en la medida en que la economía mundial permite a cualquiera ser independiente, tener una política independiente, llegar a acuerdos con China, algo que una colonia nunca podría haber hecho antes, etcétera, etcétera.

Así que lo que estamos viendo es la irónica consecuencia de que una guerra fría que se ha desplazado de la Unión Soviética a China tendrá el efecto contrario. Se puede argumentar que la guerra fría contra la Unión Soviética aisló y finalmente acabó con la Unión Soviética.

La realidad es que la misma política de guerra fría contra China está aislando a Estados Unidos. Está literalmente eliminando a Estados Unidos, llevándolo hacia una dirección autárquica. Quiero recordarles a todos que los aranceles que encarecen todo aquí, de una forma u otra, significan que otros países que tienen competidores en Estados Unidos podrán comprar sus insumos a precios más bajos que los que tendrán que pagar las empresas estadounidenses debido al muro arancelario.

Y eso disminuirá la competitividad de Estados Unidos a nivel mundial. Y eso costará puestos de trabajo, ingresos y tendrá un efecto acumulativo. Utilizando el lenguaje marxista, se está restringiendo la producción de excedentes aquí. Y, al final, eso es el alma del crecimiento del sistema. Y no hay manipulación financiera que le ayude a escapar de esa política autodestructiva y autoaislante.

MICHAEL HUDSON: Bueno, me alegro, Richard, de que haya mencionado la comparación entre la nueva Guerra Fría con China y la Guerra Fría contra la Unión Soviética. ¿Cuál fue realmente el origen de esa Guerra Fría?

No fue solo geopolítico. La Unión Soviética no era un rival comercial ni un rival en materia de inversiones. Era un sistema económico diferente. Y eso es lo que llevó a Estados Unidos a iniciar la Guerra Fría inmediatamente en 1917. Tan pronto como se produjo la Revolución Bolchevique, Estados Unidos, junto con Inglaterra, intentó invadir Rusia y derrocar la revolución.

Toda la lucha contra el comunismo, no dijeron que era contra la Unión Soviética o el pueblo ruso o la producción rusa. Era contra el comunismo.

¿Y cuál era la amenaza del comunismo? Los estadounidenses temían que fuera una organización económica alternativa al capitalismo financiero estadounidense. Y en las negociaciones de 1944 y 1945, que condujeron a la creación de la Organización Mundial del Comercio, la Organización Internacional del Comercio, los negociadores estadounidenses dijeron: «¿Cómo vamos a lidiar con una economía socialista?». Porque las economías socialistas tienen un costo menor que las economías capitalistas occidentales.

Las economías socialistas son más eficientes porque no tienen una clase financiera depredadora. No tienen una clase inmobiliaria. Sus costes de vivienda son mucho más bajos porque no hay una clase de propietarios ausentes que puedan maximizar la renta de la tierra. No hay deuda. El Gobierno de Rusia simplemente crea el dinero.

Bueno, todos sabemos que el sistema ruso no era realmente una amenaza económica viable para Occidente porque, básicamente, bajo Stalin, era un colectivismo burocrático. No dejaron que florecieran cien flores como hizo Mao. No dejaron que la nueva política económica de Lenin de 1921 creara realmente ningún tipo de competencia allí. China sí lo hizo.

Por lo tanto, la amenaza de China no es simplemente que produzca exportaciones a bajo precio. Eso es lo que quería Estados Unidos con la guerra de clases de externalizar su mano de obra a China, que China hiciera exactamente lo que Estados Unidos quería que hiciera, producir mano de obra barata para mantener baja la mano de obra manufacturera estadounidense.

Pero lo que hizo China al tener tanto éxito fue crear un sistema en el que el sector financiero formaba parte del gobierno socialista, era el gobierno el que creaba el dinero. China no tenía un sistema bancario que concediera préstamos para adquisiciones de empresas, para la recompra de acciones, para todas las cosas que hacía el sistema bancario estadounidense.

China no había privatizado el transporte ni otros monopolios de servicios públicos, porque se trataba de inversiones públicas que proporcionaban transporte a bajo precio, comunicaciones a bajo precio y todas las cosas que el socialismo se propuso hacer durante la era progresista hace más de cien años.

Esa es la amenaza para Estados Unidos, el espectro de que el socialismo sea más eficiente que el sistema financiero estadounidense, que se ha alejado mucho de la idea de eficiencia del capitalismo industrial de finales del siglo XIX para convertirse en algo completamente diferente.

El sector financiero, el capitalismo financiero, se ha apoderado del capitalismo industrial en Estados Unidos y la gran amenaza es que otros países digan que esto no funciona. ¿Por qué ha crecido China y no Estados Unidos y Europa occidental? Es un sistema económico y una organización política diferentes. Por eso hoy existe una guerra fría contra China.

NIMA ALKHORSHID: Richard.

RICHARD WOLFF: La ironía es que no se puede gestionar de la misma manera porque China no es pequeña ni pobre. China, además de todo lo que ha dicho, está demostrando ahora que su sistema le ha permitido enriquecerse y hacerse tan poderosa que es un competidor para Estados Unidos que la Unión Soviética nunca llegó a ser.

Así que es completamente diferente, no se puede, ya sabe, es una broma. Es la vieja broma. No se puede aplicar la misma política a una situación radicalmente diferente y esperar un resultado similar. Y eso no significa que no estés haciendo el proceso intelectual normal de plantear la pregunta pertinente.

Y la pregunta relevante aquí queda ilustrada por ese titular del Financial Times de hoy, en el que uno se rasca la cabeza y dice: «Sí, claro, los europeos, mientras discuten con Trump, están enviando discretamente misiones comerciales a China porque tienen mucho de qué hablar».

China necesita exportar a Europa. Europa necesita exportar a China. Alemania lleva muchos años exportando a China de forma crucial. Así que las relaciones están ahí. Los sistemas están ahí. Las rutas comerciales están ahí. Todo está en su sitio para que puedan hacerlo. Y ahora van a hacerlo.

Y lo van a hacer independientemente de los acuerdos a los que lleguen Starmer y Trump, porque, una vez más, los británicos, a menos que sean increíblemente estúpidos, lo van a entender. Van a entender que la incertidumbre por sí sola les obliga a hacerlo, no a hacerlo con China, teniendo en cuenta lo que Trump ya les ha demostrado.

Y, por cierto, no solo Trump. Sino el hecho de que, al menos por el momento, no hay una oposición corporativa visible. El sector empresarial parece estar diciendo: «Veamos qué puede hacer Trump». Bueno, eso es enviar un mensaje a todo el mundo. No es solo Trump.

E incluso si Trump desapareciera de alguna manera mágica, ¿por qué deberían creer que no hay otro Trump esperando entre bastidores? Y sin duda, señor Vance, si conoce su carrera, que este es un hombre que pone el dedo en el aire para ver por dónde sopla el viento y toma sus decisiones políticas en función de eso. Solíamos llamar a eso la actividad de la familia Clinton, pero el señor Vance ha aprendido a ser otro Bill Clinton.

MICHAEL HUDSON: Bueno, Trump, de hecho, ha dicho abiertamente que en las negociaciones que está llevando a cabo con todos y cada uno de los países de forma bilateral, la primera exigencia es que se comprometan a no comerciar con China. Bueno, por lo que usted y yo acabamos de describir, esto no va a tener éxito.

Así que toda la idea de estas amenazas que ha hecho Trump, que han trastornado toda la economía y están uniendo a otros países, dejando a Estados Unidos aislado, se basaba en la creencia errónea de que Trump podía decir: «Bajaremos los aranceles si centran su comercio e inversión en Estados Unidos, boicotean a China y le imponen sanciones». Ya se ha demostrado que eso va a ser un fracaso.

La estrategia que, según él, sustentaba los próximos tres meses de negociaciones se ha derrumbado. Desde el punto de vista de Estados Unidos, no se trata en absoluto de una transacción. Volviendo a la pregunta de Nima al principio, otros países están haciendo sus propias transacciones. Y las transacciones no se limitan al comercio y la inversión. La transacción consiste en crear una estructura y una reorganización completamente diferentes del sistema mundial de comercio e inversión. 

RICHARD WOLFF: Michael, no sé, me preguntaba si usted o Nima saben si hay alguna cláusula en lo acordado entre Trump y los británicos sobre lo que Gran Bretaña puede o no puede hacer con China. En otras palabras, ¿el «boicot a China» fue un componente acordado por Gran Bretaña?

MICHAEL HUDSON: Y creo que Trump está dando el discurso sobre eso incluso mientras hablamos hoy. Bueno, no podemos escuchar eso y hablar al mismo tiempo.

NIMA ALKHORSHID: Richard, justo antes de concluir esta sesión, creo que el punto crucial en este momento para algunos países como Brasil sería la siguiente pregunta. ¿Puede existir realmente una estrategia intermedia como la que está intentando ahora Lula en Brasil en un orden mundial cada vez más polarizado? Y mientras observamos, como usted ha mencionado.

RICHARD WOLFF: Bueno, en un aspecto fundamental, no lo creo. Y ese aspecto fundamental es el hecho de que China sigue superando a Estados Unidos. Y lo que eso significa, para ser franco, es que el tiempo está del lado de China. Y ellos lo saben. Y creo que el Sr. Trump también lo sabe. Y no tienen tiempo. No tienen un compromiso intermedio al que puedan llegar y que sea una solución plausible en este caso.

Porque creo que Estados Unidos, si firmara un acuerdo de ese tipo, observaría en los meses y años siguientes un mayor deterioro. Entonces, ¿qué sentido tiene? Usted sabe que no pueden.

Ahora bien, usted podría responderme diciendo que la aparente decisión de continuar la guerra en Ucrania es también un acuerdo estadounidense con algo que solo puede empeorar para Estados Unidos. Ya que, por lo que sé, nada impide a los rusos avanzar de forma constante hacia el oeste a través de lo que queda de Ucrania, y punto.

Ya sabe, así que aparentemente están dispuestos a dejar que la situación empeore para no tener que tomar una posición ahora. Bueno, tal vez, no lo sé, tal vez estarían dispuestos a hacerlo, si Michael tiene razón, y si fracasan sus esfuerzos por conseguir que los países de todo el mundo rompan con China, especialmente si fracasan públicamente, de modo que quede claro en los medios de comunicación que no ha funcionado. Ahora está bastante claro que los esfuerzos estadounidenses por conseguir un alto el fuego en Ucrania no han funcionado.

De acuerdo, bueno, tal vez entonces tendrían que hacerlo. Y entonces lo sabremos en los próximos dos o tres meses, si eso ocurre, y eso será lo que determine si los esfuerzos del Sr. Lula por encontrar un término medio tienen alguna posibilidad de éxito.

Pero desde mi punto de vista actual, no. No, me temo que el reconocimiento por parte de Estados Unidos del callejón sin salida en el que se encuentra hará que la atractiva idea de hacer algo militar cuanto antes se convierta en un argumento persuasivo en Washington. Y entonces, ya sabe, no tengo ni idea de adónde irá a parar todo esto.

MICHAEL HUDSON: Bueno, Richard, quizá nuestro enfoque materialista de la historia empiece a funcionar después de todo como medio de predicción. Quizá los países vayan a trabajar en su propio interés en lugar de en el interés de otros países.

RICHARD WOLFF: Podrían haberlo hecho y podrían no haberlo hecho individualmente. Es evidente que la desaparición de Europa es en gran parte el resultado de la incapacidad de los países europeos para crear una unión lo suficientemente fuerte como para hacer frente a la gran unión de China y sus aliados y a la gran América y sus aliados.

Y así, mira, esto nos lleva al principio de lo que decía Michael, están siendo empujados juntos por Estados Unidos, por un lado, y la victimización de China por parte de Estados Unidos, que lleva a los chinos a estar más dispuestos que nunca a llegar a un acuerdo con los europeos, que están más dispuestos que nunca a hacer lo mismo.

Eso podría ser muy, muy peligroso para Estados Unidos, porque podría significar la salvación de Europa y de China al unirse. ¿Quién lo hubiera pensado, dados los tres polos del mundo en los que nos encontrábamos hasta hace unos años?

MICHAEL HUDSON: Trump, el libertador. Eso es lo que quería decir con el Día de la Liberación del 2 de abril.

NIMA ALKHORSHID: Muchas gracias, Michael y Richard, por estar con nosotros hoy. Ha sido un placer, como siempre.

RICHARD WOLFF: Muy bien. Muchas gracias.

NIMA ALKHORSHID: Cuídense. Adiós."   ( Michael Hudson, blog, 14/05/25, traducción DEEPL)

1.3.25

DeepSeek y el "Momento Ford" de la economía mundial... El acceso libre de Deepseek suma un elemento totalmente disruptivo en esta tecnología clave de la de la revolución tecnológica... Esto significa una profunda democratización tecnológica, lo cual choca de frente y pone en crisis el modelo de Wall Street/Silicon Valley/Pentagon System, centrado en los grandes monopolios tecnológicos ('Big Tech'), apalancados por un Estado del cual son parte sustancial... es un modelo de desarrollo emergente en China --y en cierta medida en el Este asiático. El socialismo de mercado representa otro modo de producción/acumulación/desarrollo... Resulta inexplicable la aparición de DeepSeek, así como otras empresas de vanguardia, sin los 14 planes quinquenales llevados a cabo hasta el momento... la enrome inversión en investigación y desarrollo provista por el Estado no está enfocada en garantizar las superganancias de las empresas y sus dueños, apalancando el proceso de acumulación privado, sino que se enfoca en promover capacidades para que produzcan de forma competitiva, pero con el fin de alcanzar objetivos estratégicos de desarrollo y/o de atender necesidades sociales de forma eficiente y sustentable... Nos encontramos en plena transición de poder, atravesando la cuarta revolución tecnológica-productiva, en la que el socialismo de mercado con características chinas, aún con sus propios problemas, pareciera presentar ventajas competitivas fundamentales (Gabriel Merino)

 "El lanzamiento de un modelo de inteligencia artificial de China, DeepSeek, encendió varias alarmas en Washington, Wall Street, Silicon Valley y el Occidente geopolítico. Con el lanzamiento, el gigante asiático demostró su capacidad para competir en la frontera de una de las tecnologías aparentemente centrales del futuro, que está en el corazón de la actual revolución tecno-productiva en curso, con costos y consumo de recursos ridículamente más bajos al de sus competidores estadounidenses.

Ante la conmoción, en los medios anglosajones y en sus distintas repetidoras, numerosos analistas y periodistas comenzaron a hablar del "Momento Sputnik", en referencia al momento en que la Unión Soviética lanzó el primer satélite artificial al espacio, el 4 de octubre de 1957, poniendo en evidencia sus avances en dicha tecnología clave y sus capacidades en la industria aeroespacial, muy adelantadas a las de EEUU. Sin embargo, más que un "Momento Sputnik" nos encontramos en realidad en lo que podríamos denominar un Momento Ford.

Esto es difícil de entender para quienes piensan --de forma equivocada-- la transición de poder actual bajo el modelo de Guerra Fría. Pero resulta sencillo si cambiamos la perspectiva y vinculamos la actual transición, aun con sus profundas diferencias, con el proceso que se produce a principios del siglo XX y se encuentra delimitado por el inicio de la I Guerra Mundial en 1914 y el fin de la II Guerra Mundial en 1945.

Momento Ford

El "Momento Sputnik", todo un símbolo de la capacidad de desarrollo tecnológico de la URSS, se produce en pleno auge de la hegemonía estadounidense o anglo-estadounidense, con los EEUU siendo la gran fábrica del mundo, además de centro financiero y comercial. Es decir, la potencia norteamericana era el gran centro económico mundial, que lideraba la mayoría de las tecnologías de vanguardia desplegadas en el sector productivo, en el marco de innovaciones en las relaciones de producción y reproducción social de una particular forma (modelo) de desarrollo.

Así como el "Momento Sputnik" simboliza un punto crítico de la competencia estratégica bipolar durante la Guerra Fría, lo que denominamos el "Momento Ford" expresa otra cosa: simboliza un cambio estructural en el capitalismo mundial, con centro en los EEUU.

El "Momento Ford" no refiere meramente a una empresa que aparece a la vanguardia de la producción de bienes de consumo, masificando lo que hasta ese momento era un bien de lujo, el automóvil. Expresa la emergencia de un conjunto de agentes económicos que revolucionan los procesos productivos, en tanto manifestación avanzada de una formación social en pleno ascenso a centro económico mundial.

Ford revolucionó la industria automotriz, sector de vanguardia a principios del siglo XX. Lo hizo con el desarrollo de la producción en masa --grandes cantidades de productos idénticos de forma estandarizada--, junto con la enorme reducción de los "costos" por la absorción de un conjunto de innovaciones: la cadena de montaje, la organización científica del trabajo (conocido como taylorismo) e importantes transformaciones en relación a la contratación y consumo de la fuerza de trabajo.

El fordismo como fenómeno forma parte, además, del desarrollo del capital multinacional estadounidense, que se expande por el sistema mundial con un conjunto de filiales bajo una nueva forma superior de organización capitalista. En otras palabras, Ford y otras compañías multinacionales, que integran gigantes financieros, significan el despliegue de una nueva forma o "modelo" de producción y acumulación dentro del capitalismo, que se desarrolla en el nuevo gran taller del mundo a partir de principios del siglo XX.

Esta revolución al interior del capitalismo coincide con el inicio de una guerra hegemónica de 30 años --una bisagra entre dos épocas históricas. Al comienzo del proceso Gran Bretaña conservaba, todavía, el control de la moneda global y un inmenso imperio, lubricado por las redes bancarias controladas por la City de Londres. Pero no podía ocultarse su declive. La economía norteamericana era el nuevo gran centro productivo emergente, con un PBI real muy superior al del viejo hegemón, seguida de lejos por Alemania, que carecía de un imperio colonial como el inglés o una escala territorial continental como la estadounidense. Allí se estaban forjando, en su forma más avanzada, las grandes innovaciones organizativas y tecnológicas, tanto económicas como políticas, sobre las cuales se asentaría su hegemonía.

 En otras palabras, el "Momento Ford" forma parte del inicio de una transición del sistema mundial marcada por el quiebre de la hegemonía británica, las dos guerras mundiales y una gran transformación capitalista, que tiene en su otro polo como parte del mismo proceso histórico-espacial, la activación de las masas trabajadoras y campesinas de las periferias: la revolución rusa, la revolución china, la liberación nacional de India, los nacionalismos populares democráticos en América Latina, etc.

La gran crisis del capitalismo mundial que se produce en los años '30 está asociada a este nuevo paradigma tecno-económico y a las fuerzas que desata esta nueva forma o "modelo" de acumulación-producción-desarrollo. Su despliegue se traduce en una enorme "destrucción creativa", al devenir obsoletas las formas anteriores de producción, con sus dos caras: una enorme destrucción de valor, por un lado, y la gestación de nuevas fuerzas productivas, por otro.

Las grandes crisis, como las guerras, son bisagras entre una época histórica y otra, entre una territorialidad y otra.

La irrupción de Deepseek

Lo concreto. DeepSeek fue desarrollada con una inversión de apenas 5,5 millones de dólares, por investigadores, informáticos y desarrolladores de una pequeña 'start-up' china. Produce cada token a un costo 27 veces menor que su contraparte estadounidense OpenIA, utilizando mucha menos energía y muchísimos menos componentes para obtener resultados similares.

Además, es de código abierto, por lo que la comunidad global puede acceder, mejorar y adaptar la tecnología. Es decir, cualquier PYME puede, por ejemplo, tomar el código y desarrollarlo en función de sus propias necesidades o incluso vender servicios informáticos, sin necesidad de compartir datos.

El acceso libre de Deepseek suma un elemento totalmente disruptivo en esta tecnología clave de la de la revolución tecnológica. El mismo camino siguieron con sus modelos de IA los gigantes tecnológicos chinos Alibaba y Tencent, que también muestran capacidades de frontera.

Esto significa una profunda democratización tecnológica, lo cual choca de frente y pone en crisis el modelo de Wall Street/Silicon Valley/Pentagon System, centrado en los grandes monopolios tecnológicos ('Big Tech'), apalancados por un Estado del cual son parte sustancial (incluso cada vez más en el comando directo, sin mediaciones), que otorga impresionantes retornos financieros. Esto ha impulsado una fenomenal burbuja en el sector, ya que es parte de una fase de financiarización de los EEUU, en donde una inmensa masa de capital ficticio se vuelca con desesperación a los sectores de punta que otorgan ganancias extraordinarias al apropiarse de rentas extraordinarias garantizadas por el establecimiento de monopolios tecnológicos.

La otra cuestión disruptiva que se plantea ahora con Deepseek es la commoditización de los modelos de LLM (modelos lingüísticos grandes) de IA. Por lo que es inevitable pensar cómo ello afecta al "modelo de negocios" de Wall Street/Silicon Valley/Pentagon System.

No resulta casual que apenas irrumpió en el mercado la app china (y aquí la palabra mercado es central para entender otra de las diferencias con el Momento Sputnik) hubo una enorme corrección bursátil que destruyó valor por 600.000 millones de dólares. Igualmente, las cotizaciones luego se recuperaron. No llegó a pincharse la burbuja. Hay, todavía, mucho gas financiero y monetario; aunque nos acercamos cada vez más al estallido. Además, como en el caso de Lehman Brothers, las burbujas suelen pincharse desde adentro.

La paradoja que plantea Deepseek --que ni siquiera es una empresa especializada en modelos de IA sino que hace 'trading' algorítmico-- es que hizo de una debilidad su fortaleza: como no podía acceder al hardware más avanzado para entrenar a sus modelos debido al bloqueo tecnológico estadounidense --en el marco de la guerra tecnológica planteada por la potencia del norte para intentar detener el desarrollo de su "rival sistémico"-- entonces utilizaron un hardware menos potente, pero haciendo innovaciones críticas en la propia arquitectura del modelo para obtener los mismos resultados que, por ejemplo, OpenAI. En otras palabras, producto de la creatividad para la articulación de innovaciones y conocimiento, obtuvo un desarrollo de frontera con mucho menos dinero, mucho menos equipo (y más "viejos"), y con un modelo que por su arquitectura usa mucho menos energía.

 Una vez más, resuena la advertencia de Henry Kissinger: aplicar a China la política de contención militar de la Guerra Fría "es imprudente". Y puede tener un impacto catastrófico. Especialmente para los EEUU.

Ante ello, el Plan de EEUU para invertir 500.000 millones de dólares en infraestructura de IA comandado por las 'Big Tech' hace un poco de ruido, pero lleva a preguntarse por los diferenciales de eficiencia y eficacia. Lo mismo pasa en la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania  si comparamos presupuestos relativos, producción y resultados.

Revolución tecno-productiva y socialismo de mercado

Deepsteek nace en un ecosistema. No sólo muestra las capacidades de China en las tecnologías de vanguardia de la revolución en curso. Al igual que BYD (autos eléctricos), antes Huawei en 5G o el liderazgo de empresas china en las tecnologías vinculadas a la transición energética, simboliza su enorme competitividad, basada en permanentes saltos de productividad y avances en materia tecnológica, con una fuerza de trabajo con grandes destrezas, creatividad, formación y autogestión.

Lo clave, además, es que se produce en el nuevo gran taller industrial del mundo, cuyo producto industrial es casi tres veces el de los EEUU, constituyéndose en nuevo centro económico emergente. Y lo que se observa de fondo es el despliegue de otro modo de producción/acumulación/desarrollo, que sintetiza un conjunto de innovaciones y arreglos organizacionales.

Resulta fundamental entender que DeepSeek o BYD o Huawei, etc., son agentes económicos ligados a un modelo de desarrollo emergente en China --y en cierta medida en el Este asiático. El socialismo de mercado representa otro modo de producción/acumulación/desarrollo. Como explicamos en el libro China en el (des)orden mundial, este modelo combina una gran economía de mercado, con la planificación estratégica estatal a un nuevo nivel y grandes conglomerados públicos que están en el corazón de la economía nacional, junto al capilar protagonismo comunitario o local en la base, a partir de una enorme capacidad de descentralización de los procesos de implementación de los grandes lineamientos centrales.

Esta combinación contradictoria es fundamental para llevar adelante objetivos de desarrollo de sus fuerzas productivas, a la vez que operar bajo la eficiencia relativa que impone el mercado y el sistema de precios, como también incorporar objetivos de bienestar social relativo. Es la influencia programática de la llamada "neoizquierda" a partir del ascenso de Xi Jinping en este último sentido, a partir del impulso de reformas claves.

En este "modelo" las empresas del sector público representan el 30% del empleo, pero si miramos a nivel de activos, ascienden a 45%, mientras que el sector privado nacional y asociaciones con transnacionales 35% y la combinación público-privada 20%. Además, el concepto de "privado" es un tanto diferente al Occidental, teniendo en cuenta, por ejemplo, la participación dentro de las grandes empresas privadas de comités del Partido Comunista Chino (PCCh).

La mayor parte de ese 30% del empleo que representan las empresas públicas está aglutinado en las 38.400 compañías que controla la Comisión estatal para la supervisión y administración de los activos del Estado (SASAC, por sus siglas en inglés) por medio de 100 grandes conglomerados. SASAC es el centro de comando del sistema industrial chino, clave para entender las innovaciones institucionales que permitieron un salto cualitativo en términos de modelo de desarrollo.

 Mientras los Estados en las economías capitalistas centrales no poseen las herramientas suficientes para salir del estancamiento relativo y apelan a una mayor financiarización --en tanto el gran capital financiero es una fuerza dominante en el Estado--, el control nacional de las finanzas le permite a China no solo no perder gran parte del excedente que produce sino tener la capacidad de sostener programas de inversión masiva y planes de desarrollo, como se hizo en la gran recesión de 2008-2009 para mantener el crecimiento.

Ello no quiere decir que no tenga sus propios problemas, como la burbuja en el sector inmobiliario. Pero hay una diferencia de gestión clave: mientras en el capitalismo neoliberal la solución se centra en rescatar al gran capital que conduce el Estado (como el rescate de la banca en la crisis de 2008) en detrimento de la sociedad, en China la gestión es completamente diferente y los privados pierden.

Esta conducción del excedente se combina con la capacidad de planificación con el fin aumentar constantemente la productividad, mejorar las condiciones de vida, desplegar enormes planes de infraestructura (que por ejemplo explican por qué China tiene el 50% de las vías de tren de alta velocidad del mundo), combatir desigualdades sociales y espaciales y desarrollar la ciencia y la tecnología. Resulta inexplicable la aparición de DeepSeek, así como otras empresas de vanguardia, sin los 14 planes quinquenales llevados a cabo hasta el momento o el plan Made in China 2025 puesto en marcha en 2015 para avanzar en términos tecnológicos-productivos en 10 ramas industriales estratégicas.

Como observa en un posteo reciente Luiz Eduardo Melin, de la PUC Rio de Brasil (Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro), hay un contraste clave entre el capitalismo neoliberal de Occidente y el socialismo de mercado de China: en las primeras el apoyo gubernamental no tiene otro propósito que favorecer los principales conglomerados privados, ayudándoles en su proceso de acumulación patrimonial. El Estado chino, por el contrario, direcciona su apoyo para objetivos que van más allá de los intereses de uno u otro grupo empresarial. Es decir, la enrome inversión en investigación y desarrollo provista por el Estado no está enfocada en garantizar las superganancias de las empresas y sus dueños, apalancando el proceso de acumulación privado, sino que se enfoca en promover capacidades para que produzcan de forma competitiva, pero con el fin de alcanzar objetivos estratégicos de desarrollo y/o de atender necesidades sociales de forma eficiente y sustentable.

Por otro lado, resulta también clave cómo está organizada la competencia. Si en la perspectiva occidental, bajo la mentalidad de Nueva Guerra Fría, todos los avances de China están en relación a la competencia con los EEUU, hay que comprender que, si bien eso existe, dentro de China la competencia interna tiene un papel fundamental. Y esta competencia es en dos niveles: entre ciudades y provincias (que tienen tamaños de países) en la implementación efectiva de los planes de desarrollo y crecimiento, como también la competencia entre empresas tanto públicas como privadas y mixtas.

En resumen, la planificación estratégica llevada a un nuevo nivel y la conducción de la inversión, que va de la mano con la administración del excedente económico; el lugar central de sector público y la combinación con distintas formas de propiedad (capitalistas y no capitalistas); la forma de organizar una inmensa economía de mercado y la competencia en relación a objetivos de desarrollo; la capacidad de descentralización bajo una conducción central y las fortalezas de las instancias locales; y las destrezas, la formación y las capacidades organizaciones de su fuerza de trabajo, entre otros elementos, son aspectos fundamentales de este modo de producción/acumulación/desarrollo emergente (no exento de importantes contradicciones internas y desafíos en un mundo en guerra).

 Por todo esto que se señaló, el momento actual se parece más al Momento Ford, aunque a la vez sea claramente diferente por su características y protagonistas. Nos encontramos en plena transición de poder: quiebre de la hegemonía estadounidense, transformación estructural del sistema mundial (cuyo nuevo centro económico dinámico es el Este y Sur de Asia) y emergencia de nuevos poderes. Y estamos atravesando una nueva revolución tecnológica-productiva --la "cuarta" según la mirada eurocéntrica, que sólo cuenta a partir de cuando ellos comenzaron a liderarlas, a fines del siglo XVIII-- en la que el socialismo de mercado con características chinas, aún con sus propios problemas, pareciera presentar ventajas competitivas fundamentales.

Veremos si China tiene la capacidad para resistir las iniciativas de contención --propias de la Guerra Mundial Híbrida en curso-- que la tienen como foco principal (rival sistémico)."

( Gabriel Merino, laHaine, 27/02/25)

20.2.25

Varoufakis: China es un experimento muy interesante. Todavía se está desarrollando. No tenemos ni idea de cómo se desarrollará, pero veo algunos signos notables y muy esperanzadores en China que apuntan a un desarrollo socialista con la explotación capitalista más brutal. Así que es una mezcla, es lucha de clases en toda regla... Cuando oigo que China es un país imperialista, me asusto. No es un país imperialista... Es un régimen muy autoritario. Pero al mismo tiempo, tengo que decir que he pasado algún tiempo en China y el nivel de debate y democracia a nivel de base en las comunidades es algo que no tenemos en Europa. Allí tienen una democracia mucho más vibrante que la nuestra. Pero, al mismo tiempo, viven bajo el control total del Partido Comunista Chino... todo ello bajo un sistema socialista de planificación centralizada. Con el 60% de los medios de producción en propiedad colectiva o estatal, no se trata de un experimento que podamos simplemente descartar como capitalismo de Estado... visité una comuna donde viven 22.000 familias. En unas condiciones maravillosas. No pagan nada. Organizan su comuna sobre la base de una asamblea de ciudadanos, que ellos mismos gestionan. Es una comuna puramente socialista. Y cuando hablé con algunos de sus representantes y les pregunté cuál era la mayor amenaza para ellos, señalaron los rascacielos que tenían al lado. Dijeron que el capitalismo, porque el capitalismo está invadiendo la comuna. Eso es China. Existe la comuna y el sector capitalista, y chocan... Es un lugar que está en transición. Puede acabar como otra completa pesadilla, o puede acabar como la mayor esperanza de la humanidad

 "(...) El término «multipolaridad» se utiliza a menudo hoy en día tanto en la izquierda como en debates políticos más amplios. ¿Cree que describe con precisión lo que está ocurriendo con el orden mundial? ¿Y podría ser el resultado un mundo más pacífico?

Puede haber un mundo unipolar que sea pacífico pero totalmente autoritario: el Imperio Romano, por ejemplo. También puede haber un mundo de todos contra todos, un mundo hobbesiano en el que todos luchan contra todos, que es totalmente multipolar y totalmente cruel y horrible. O puede haber un mundo multipolar en el que haya solidaridad y cooperación entre los distintos polos.

O, en palabras de Hobbes, puedes tener varios Leviatanes al mismo tiempo.


Eso es cierto. En mi opinión, tenemos un mundo bipolar: tenemos a Estados Unidos y tenemos a China. Europa se ha quedado obsoleta e irrelevante, e India está lejos de desarrollar un papel internacional por sí misma.

También creo que asistimos a una nueva mutación del capital, que yo llamo «capital nube», que no produce medios de producción sino medios de cambio de comportamiento, y quien lo posee ha adquirido un poder exorbitante sobre la humanidad. Sólo hay dos países en el mundo que poseen este «capital nube»: Estados Unidos y China.

 Esta es una de las razones por las que Joe Biden alimentó la nueva Guerra Fría contra China, que Trump ya había iniciado con la ley de chips, al intentar negar a las empresas chinas de alta tecnología el acceso a microchips de alto rendimiento. Eso fracasó por completo. Por eso también los señores tecno-feudales, como yo los llamo, se reúnen en el palacio del Gran Donald, esperando que les salve de sus errores idiotas y les proteja de la competencia china.

La posición que debe adoptar la izquierda en los conflictos entre grandes potencias se ha debatido largo y tendido durante décadas. Hace más de cien años, en plena Primera Guerra Mundial, Vladimir Lenin sugirió que no correspondía a los socialistas «ayudar al ladrón más joven... a saquear a los ladrones más viejos y hartos». Los socialistas han aprovechado la lucha entre los ladrones para eliminarlos a todos». ¿Cree que se puede aplicar un enfoque similar a Rusia o China en la actualidad?

Romantizar a dictadores como Vladimir Putin, que encarcelan a nuestros camaradas en Moscú, es una política muy estúpida para cualquier marxista de Occidente. Eso sí, ya califiqué a Putin de criminal en 2001, cuando mandó matar a 250.000 chechenos para consolidar su dictadura. Creo que eso responde a tu pregunta sobre Rusia.

China es otra historia. No debemos meter en el mismo saco a Rusia y China. China es un experimento muy interesante. Todavía se está desarrollando. No tenemos ni idea de cómo se desarrollará, pero veo algunos signos notables y muy esperanzadores en China que apuntan a un desarrollo socialista con la explotación capitalista más brutal. Así que es una mezcla, es lucha de clases en toda regla.

Debemos ser críticos. Debemos ser dialécticos y al mismo tiempo no caer en la trampa de ponernos del lado de China contra EEUU o ser neutrales. Cuando oigo que China es un país imperialista, me asusto. No es un país imperialista. La última vez que participaron en una guerra fue hace más de 40 años con Vietnam, y no fue más que una escaramuza regional. Tenemos que mantener nuestro no alineamiento, nuestra capacidad de criticar sin ser neutrales.

 Pero, ¿qué hay del papel de China como actor neocolonialista en el Sur Global, arrendando enormes cantidades de tierras agrícolas, por ejemplo? ¿Y la opresión de las minorías étnicas y los aspectos totalitarios de su gestión del poder? ¿O el expansionismo en el Mar de China Meridional? ¿No podemos calificarlos de rasgos imperialistas?

No, creo que eso es un craso error, y si Karl Marx aún estuviera por aquí, demonizaría a cualquiera que llamara imperialista a China. China no es expansionista, no es imperialista en el sentido de que derroque gobiernos, asesine a dirigentes electos y establezca bases militares en otros países, como hacen Estados Unidos y los europeos.

Los chinos están utilizando las enormes cantidades de dólares que han acumulado gracias a su enorme superávit comercial para firmar contratos con países de África y otros lugares. Esto puede resultar perjudicial a largo plazo, pero no es más que otro caso de desigualdad de medios que conduce a contratos de explotación que los países no firmarían si tuvieran otras opciones.

En este sentido, China está desempeñando el papel de agresor en la lucha de clases en el Sur Global, pero al mismo tiempo está dejando tras de sí una reserva de capital. Deja atrás puertos, telecomunicaciones e infraestructuras. Estados Unidos sólo deja muertos, enfermedades, radiactividad y enormes agujeros en el suelo. Llamar imperialistas a los chinos es una flagrante violación del análisis materialista histórico básico.

 En cuanto al totalitarismo. Mire, me temo que si yo fuera chino y viviera en China, probablemente estaría ahora mismo en una celda. Así que no lo oculto. Es un régimen muy autoritario. Pero al mismo tiempo, tengo que decir que he pasado algún tiempo en China y el nivel de debate y democracia a nivel de base en las comunidades es algo que no tenemos en Europa. Allí tienen una democracia mucho más vibrante que la nuestra. Pero, al mismo tiempo, viven bajo el control total del Partido Comunista Chino. China también ha iniciado el mayor desarrollo de las fuerzas productivas de cualquier país en los últimos 300 años, todo ello bajo un sistema socialista de planificación centralizada. Con el 60% de los medios de producción en propiedad colectiva o estatal, no se trata de un experimento que podamos simplemente descartar como capitalismo de Estado.

Ahora bien, en la Unión Soviética, el PIB también aumentó de forma espectacular, pero yo no lo calificaría necesariamente de socialismo por eso. Sería interesante debatir hasta qué punto ambos sistemas son realmente socialistas. ¿Se ha convertido el Partido Comunista en una clase propia? ¿Es el sistema un capitalismo monopolista de Estado?

No cabe duda de que mucho de lo que dices es cierto. Pero recuerdo que hace poco estuve en Shanghai y visité una comuna donde viven 22.000 familias. En unas condiciones maravillosas. No pagan nada. Organizan su comuna sobre la base de una asamblea de ciudadanos, que ellos mismos gestionan. Es una comuna puramente socialista. Y cuando hablé con algunos de sus representantes y les pregunté cuál era la mayor amenaza para ellos, señalaron los rascacielos que tenían al lado. Dijeron que el capitalismo, porque el capitalismo está invadiendo la comuna.

Eso es China. Existe la comuna y el sector capitalista, y chocan. Es un lugar que está en transición. Puede acabar como otra completa pesadilla, o puede acabar como la mayor esperanza de la humanidad.

La Unión Soviética es interesante porque fue un experimento que podría haberse desarrollado de forma más positiva si hubiera habido democracia real y autogestión en las fábricas, lo que desgraciadamente no fue el caso. Pero China y la Unión Soviética están en planetas diferentes. En la Unión Soviética se produjo el Sputnik, que fue un gran logro tecnológico, pero no llegó a los barrios. En China, en cambio, el desarrollo ha penetrado hasta el último pueblo, hasta el último barrio.(...)"

(Entrevista a Varoufakis, Patrick Lempges , JACOBIN, 15/02/25, traducción DEEPL)

17.2.25

Kevin Rudd, ex-primer ministro laborista australiano, que habla chino: ¿Qué es el pensamiento de Xi Jinping? Xi puso un nuevo énfasis en la disminución de la desigualdad de la riqueza... dos imperativos clave ocupan un lugar destacado en el pensamiento de Xi. El primero es un imperativo externo para derrotar a Estados Unidos y sus aliados. El segundo es internacional, a saber, exportar el modelo de desarrollo de China al mundo como alternativa al orden internacional liberal-capitalista liderado por Estados Unidos... hay tres componentes integrados en el «nacionalismo marxista» de Xi... El primero mueve la política china hacia «la izquierda leninista», aumentando el poder del líder sobre el PCCh... El segundo componente ha llevado la economía china a «la izquierda marxista», que él define como la reafirmación del dominio de la planificación estatal sobre las fuerzas del mercado, específicamente mediante el ejercicio del poder de las enormes empresas estatales... El tercer componente ha desplazado la política exterior china hacia «la derecha nacionalista», esto ha significado la centralidad de la civilización china y el declive de Occidente... China presionará para lograr la reunificación con Taiwán, posiblemente por la fuerza, antes de 2032, aunque esto no es inevitable... la ideología del PCCh se ha abierto camino en el centro de atención mundial... «Esto es algo a lo que todos vamos a tener que acostumbrarnos»

 "China ha cambiado bajo Xi Jinping, con implicaciones para todo el mundo. Pero pocos forasteros entienden mucho sobre las ideas de Xi o las políticas que parecen fluir de ellas.

Reseña de On Xi Jinping: How Xi’s Marxist Nationalism is Shaping China and the World, de Kevin Rudd (Oxford University Press, 2024)

El cauteloso acercamiento del presidente estadounidense Donald Trump a China en las primeras semanas de su segunda presidencia ha provocado mucha especulación. Algunas predicciones parecen ahora bastante proféticas. Anna Wong, de Bloomberg, por ejemplo, predijo a finales del año pasado que Trump acusaría rápidamente a China de no cumplir el acuerdo que firmó con su primera administración para poner fin a la guerra comercial.

Trump, sugirió, impondría entonces pequeños aranceles adicionales a una serie de productos de consumo importados de China, para provocar un desacoplamiento acelerado o nuevas negociaciones comerciales. Sin embargo, no estaba claro cómo reaccionaría China ante tales medidas.

El reciente libro On Xi Jinping está diseñado para facilitar la predicción de las respuestas de China. Su autor, Kevin Rudd, ex primer ministro australiano y antiguo colaborador del Jacobin, estuvo presente en la ceremonia de firma que marcó el final oficial de la guerra comercial en 2020. Afirma haber sido invitado tanto por la administración Trump como por el gobierno chino. Sin embargo, la buena voluntad no ha durado. Los partidarios de Trump están llevando a cabo una campaña para destituir a Rudd de su actual cargo como embajador de Australia en Estados Unidos, por unos comentarios en los que tachaba a Trump de «idiota del pueblo».

Sobre Xi Jinping no es para pusilánimes. Pero esta inmersión profunda en los matices bizantinos de la ortodoxia del Partido Comunista de China (PCCh) puede servir para aclarar nuestra forma de pensar sobre dónde se encuentran las raíces de la actual rivalidad entre Estados Unidos y China, y hacia dónde se dirige.

El mandarín de carrera

La etapa de Rudd como primer ministro es recordada popularmente en Australia por sus intentos de humanizarse a través de jerga inventada. También hubo una ocasión en la que, en una conferencia internacional de líderes mundiales en Copenhague, exclamó: «¡Esos cabrones chinos están intentando jodernos!».

Pero para bien o para mal, el ex primer ministro es algo más que una colección de frases cuestionables.

Rudd se unió al Partido Laborista Australiano (ALP) en 1972, el año en que Gough Whitlam llegó al poder. En 1971, como líder de la oposición laborista, Whitlam había visitado Pekín, presionando para el reconocimiento diplomático de la República Popular China (RPC).

Rudd se benefició de la abolición de las tasas de matrícula por parte de Whitlam en 1974 y llegó a dominar el mandarín durante sus estudios en la elitista Universidad Nacional de Australia, en Canberra. Se trata de un indicador de estatus significativo: a día de hoy, menos de 130 australianos de origen no chino pueden hablar mandarín a un alto nivel de conversación. En 1985, las habilidades de Rudd, combinadas con sus conexiones con el ALP, le permitieron convertirse en primer secretario de la Embajada de Australia en Pekín.

Después de su puesto diplomático, Rudd asumió una serie de funciones político-burocráticas de alto nivel, antes de entrar él mismo en la política en 1998. En 2006, Rudd se convirtió en el líder de la oposición laborista, y su exitosa campaña electoral federal de 2007 puso fin al reinado de once años del primer ministro conservador John Howard en 2007. Un elemento central del impulso de Rudd fue su popular promesa de retirar las tropas australianas de Irak.

El mismo mes en que se convirtió en primer ministro, Rudd se reunió con el embajador de Estados Unidos y le aseguró que «no tenía los ojos puestos en China». A pesar de ello, la embajada de EE. UU. siguió advirtiendo a Washington por cable de una línea de política exterior cada vez más «independiente» bajo el nuevo líder. A mediados de 2009, los diplomáticos estadounidenses en Canberra estaban discutiendo el reemplazo de Rudd. En vísperas del giro hacia Asia de Barack Obama un año después, un grupo de políticos laboristas y fuentes conocidas de la embajada de EE. UU. llevaron a cabo un golpe interno del partido que vio a Rudd reemplazado por una figura más dócil, Julia Gillard.

Tras dimitir del Parlamento en 2013, Rudd asumió una serie de destacados cargos académicos y directivos en Estados Unidos. En 2022, fue nombrado embajador de Australia en Estados Unidos. A pesar de la actitud de desconfianza del establishment estadounidense hacia él, se le considera claramente una especie de mediador experto.

Un mundo feliz a plena vista

En su libro, Rudd intenta definir la ideología de Xi y trazar cómo ha influido en la política interior y exterior de China tras su ascenso al poder. Es importante destacar que Rudd sostiene que la ideología del PCCh no es un juego de salón de élite, un arma retórica, un medio pragmático de control o un marco analítico. O más bien, no es solo todas esas cosas. También, sostiene Rudd, se cree genuinamente.

Uno de los componentes básicos del marxismo del PCCh, afirma Rudd, es que clasifica el mundo en contradicciones primarias y secundarias. La reconciliación de estas contradicciones se convierte entonces en el centro de atención del aparato del PCCh, que cuenta con cien millones de miembros.

Tras el ascenso de Deng Xiaoping, el PCCh identificó la principal contradicción interna como la existente «entre las crecientes necesidades materiales y culturales del pueblo y el atraso del estado de la producción social». Deng dijo la famosa frase de que «la pobreza no es socialismo; el desarrollo es la dura verdad». Así que, bajo el liderazgo de Deng, el partido abrió la puerta al desarrollo social liberando las fuerzas del mercado, aunque bajo control estatal.

Todo esto cambió en 2017, en el XIX Congreso Nacional del PCCh, cuando Xi identificó una nueva contradicción principal oficial «entre el desarrollo desequilibrado e inadecuado y las necesidades cada vez mayores de la gente de una vida mejor». En otras palabras, Xi puso un nuevo énfasis en la disminución de la desigualdad de la riqueza. El programa de «prosperidad común» de Xi se hizo eco de Deng, pero añadió una segunda cláusula al lema de Deng: «La pobreza material no es socialismo, pero tampoco lo es el empobrecimiento cultural».

Más allá de esto, Rudd sostiene que otros dos imperativos clave ocupan un lugar destacado en el pensamiento de Xi. El primero es un imperativo externo para derrotar a Estados Unidos y sus aliados. El segundo es internacional, a saber, exportar el modelo de desarrollo de China al mundo como alternativa al orden internacional liberal-capitalista liderado por Estados Unidos.

Rudd afirma que hay tres componentes integrados en lo que él denomina el «nacionalismo marxista» de Xi. El primero mueve la política china hacia «la izquierda leninista». Con esto, Rudd quiere decir que las reformas de Xi han aumentado el poder del líder sobre el PCCh y han restaurado tanto la disciplina interna del partido como su control sobre el aparato estatal.

El segundo componente, según Rudd, ha llevado la economía china a «la izquierda marxista», que él define como la reafirmación del dominio de la planificación estatal sobre las fuerzas del mercado, específicamente mediante el ejercicio del poder de las enormes empresas estatales. El tercer componente del «nacionalismo marxista» de Xi ha desplazado la política exterior china hacia «la derecha nacionalista». En el análisis de Rudd, esto ha significado campañas de arriba hacia abajo que enfatizan la centralidad de la civilización china y el declive de Occidente.

Rudd sugiere que la década de crecimiento más lento de China se debe probablemente a los impactos de las políticas relacionadas con el «nacionalismo marxista» de Xi.

Pero, ¿qué significa todo esto para China y el mundo? Rudd hace algunas predicciones económicas cautelosas. Afirma que hablar del «pico de China» no tiene fundamento real, y más bien refleja los intentos de los que odian a China de hacer realidad sus deseos. Sin embargo, una década de crecimiento chino más lento es algo que está claro que va a ocurrir. Esto se debe en parte a cuestiones como el declive demográfico y la caída de la productividad, así como a la deuda en sectores clave, la reducción del comercio mundial debido a la geopolítica y el déficit de inversión de capital privado.

Pero Rudd sugiere que la década de crecimiento más lento de China también se debe probablemente a los impactos de las políticas relacionadas con el «nacionalismo marxista» de Xi. Entre ellas se incluyen una mayor planificación estatal, el uso de empresas estatales como futuros vehículos de tecnología e innovación, así como una mayor desconfianza hacia el sector privado y un impulso hacia el mercantilismo.

En el frente de la política exterior, Rudd predice una nueva carrera de inteligencia artificial y armas nucleares, así como una mayor disociación con Estados Unidos. Beijing también promoverá la dependencia europea del mercado chino y aumentará las asociaciones económicas entre China y el Sur Global para apuntalar el apoyo político. Esto implica el compromiso económico con ciertas naciones (Indonesia, Malasia) y el aislamiento de otras (Vietnam, Filipinas). Rudd también especula que China presionará para lograr la reunificación con Taiwán, posiblemente por la fuerza, antes de 2032, aunque señala que esto no es inevitable.

Es mercantilismo en la pista de baile

A lo largo del libro, Rudd establece una analogía entre la Iglesia católica y varios aspectos del PCCh. Por ejemplo, Rudd describe a un ideólogo del partido como «el equivalente del PCCh al Prefecto para la Doctrina de la Fe de la Iglesia católica». Estas comparaciones habituales son hilarantemente inútiles para el lector no versado en la historia y la teología católicas. Pero plantean una pregunta crucial: ¿está Rudd, al igual que los expertos sin experiencia que menosprecia al principio del libro, simplemente repelido por el dogmatismo institucional del PCCh?

No exactamente. Las preocupaciones de Rudd son en sí mismas bastante ideológicas, aunque disfraza su ortodoxia neoliberal como sentido común. Es útil recordar el mandato de Rudd como primer ministro durante la crisis financiera mundial, cuando el paquete de estímulo sin precedentes de China protegió a su socio comercial, Australia, de lo peor de la crisis. En ese momento, Rudd identificó dos desafíos a los que se enfrentaban los «socialdemócratas», incluido él mismo. El primero era «salvar al capitalismo de sí mismo» introduciendo una modesta regulación en los mercados abiertos. El segundo era «no tirar al bebé con el agua del baño», con lo que se refería a no sucumbir a las tentaciones del proteccionismo.

Para horror de Rudd, desde entonces muchos han sucumbido al canto de sirena del proteccionismo. Y Rudd culpa firmemente de esta ola proteccionista a la China de Xi, que, debido a su tamaño e integración en el mercado mundial, ha puesto en jaque la economía global establecida. Como opina Rudd, estas intervenciones no están impulsadas por la dinámica competitiva normal de la oferta y la demanda que determina el precio de acuerdo con la teoría económica liberal estándar. […] Estos poderes sin precedentes de monopolio y monopsón no solo están trastocando el funcionamiento normal de los mercados mundiales, sino que su impacto perturbador se ve agravado por la amenaza siempre presente de prohibiciones comerciales impulsadas por consideraciones políticas, no de mercado.

Esta crítica también se aplica, en opinión de Rudd, a la presidencia de Trump. El problema de Rudd con Trump no es simplemente que piense que es estúpido. Después de todo, una vez describió la demagogia de Trump como magistral. Más bien, la crítica de Rudd es que el populismo económico de Trump ha perturbado las instituciones multilaterales. Esto ha impedido la única oportunidad que le quedaba a Estados Unidos de mantener la hegemonía estratégica, que, según Rudd, consistía en «crear un mercado internacional cada vez más integrado a través de las fronteras nacionales de sus principales socios estratégicos norteamericanos, europeos y asiáticos».

En este contexto, Rudd pregunta a sus lectores estadounidenses: ¿qué país racional se volvería contra su mayor socio comercial, China, mientras jura lealtad a Estados Unidos sin obtener ningún beneficio económico?

¿Todo bajo el cielo o sobreacumulación?

Rudd confía en que la ideología está en el centro de lo que está sucediendo bajo Xi. Su premisa de sentido común es que el PCCh no invertiría tanto tiempo, dinero y energía en su aparato ideológico si esta ideología no se creyera en los niveles más altos.

Una posibilidad es que Rudd simplemente se equivoque en su valoración de que el PCCh está poblado por «verdaderos creyentes». Ese es sin duda el argumento de Cai Xia, exprofesora de la Escuela del Partido del PCCh y partidaria de Jiang Zemin que desertó a Estados Unidos en 2019.

Describe una capa superior de funcionarios del PCCh que son bastante ignorantes en cuestiones ideológicas. Por ejemplo, afirma que citó la famosa frase de Deng Xiaoping «la pobreza no es socialismo» en un programa de televisión, solo para que el jefe de la Administración Estatal de Radio, Cine y Televisión le gritara, ya que no reconoció la cita ni la idea.

Pero el argumento de Rudd puede sobrevivir a esta réplica porque en realidad no hace grandes afirmaciones sobre la causalidad ideológica. Argumenta que, si bien los «hechos sobre el terreno» podrían ser la principal causa del cambio de política en la República Popular China, el análisis de la ideología del PCCh sigue siendo útil porque permite a los extranjeros predecir el comportamiento futuro de China en la escena mundial.

Sea cual sea su opinión sobre las causas fundamentales del aumento de las tensiones imperiales entre China y el mundo liderado por Estados Unidos, la ideología del PCCh se ha abierto camino en el centro de atención mundial.

El problema es que si se da más importancia a la ideología que a los «hechos sobre el terreno», se tiende a cambiar las predicciones que siguen. Por ejemplo, Rudd considera que el intento de Xi de impulsar la demanda de los consumidores es «donde la lógica ideológica (es decir, la eliminación de la pobreza) y la lógica económica dominante (es decir, el aumento de la demanda privada) coinciden». Prevé que esto podría ayudar a evitar una mayor desaceleración de la economía china.

Compare esto con la opinión de Hung Ho-fung, descrita en su libro Clash of Empires (2022). Hung sostiene que si el PCCh fuera capaz de mitigar suficientemente la crisis de sobreacumulación y rentabilidad aumentando los ingresos y el consumo de los hogares, disminuiría la necesidad de China de exportar capital. A su vez, esto reduciría la necesidad de luchar contra Estados Unidos por las esferas de influencia. Hung sostiene que, aunque difícil, si un cambio como este tuviera lugar a una escala lo suficientemente grande, podría ayudar a evitar que una rivalidad intercapitalista se convierta en una guerra abierta.

Estas proyecciones tan divergentes sobre la misma política se deben a caracterizaciones contrastadas de la rivalidad entre Estados Unidos y China y sus imperativos subyacentes, así como a análisis diferentes del imperialismo en general. Está claro que muchas cosas dependen de estas cuestiones ideológicas.

¿La expansión de China en los mercados globales tiene sus raíces en «el ecléctico universo ético del marxismo modernizado y sinificado de Xi», como afirma Rudd, «cuyos valores, conceptos y lenguaje se extraerán cada vez más de una mezcla de fuentes comunistas, confucianas e incluso internacionales»?

¿O es el caso de que, como sostiene Hung, la recuperación ideológica del PCCh de los imperialistas Qing y los juristas de Weimar «no se debe a la preferencia personal de Xi Jinping, sino que es más bien el resultado de la larga crisis económica del país»?

Sea cual sea su opinión sobre las causas fundamentales del aumento de las tensiones imperiales entre China y el mundo liderado por Estados Unidos, la ideología del PCCh se ha abierto camino en el centro de atención mundial. Puede que sigan existiendo dudas sobre la utilidad política para un extraño de conocer a fondo el pensamiento de Xi Jinping.

Pero quizás sea mejor tener una idea aproximada que no tenerla en absoluto. Como suspira Rudd en su introducción: «Esto es algo a lo que todos vamos a tener que acostumbrarnos»."

(Chris Dite , JACOBIN, 15/02/25, traducción DEEPL)