"Recordemos que cuando Mauricio Macri comenzó su mandato en diciembre
de 2015, lo primero que hizo fue aceptar las demandas de un juez de
Nueva York que había fallado a favor de los fondos buitre
que pleiteaban contra Argentina.
Y ese acto permitió a esos fondos de
inversiones, especializados en la recompra a bajo precio de títulos
soberanos, embolsarse 4.600 millones de dólares y obtener un beneficio del 300%. (https://www.lesechos.fr/2016/03/argentine-les-fonds-vautours-raflent-la-mise-203905)
Pero, había que indemnizar a esos fondos buitre, y Mauricio Macri tuvo
que pedir dinero en los mercados financieros para poder hacerlo. Macri
era optimista y anunciaba que todo iría muy bien. Argumentaba que la
aplicación de las recetas neoliberales haría a Argentina más atractiva
para los inversores y los prestamistas extranjeros.
Por otra parte, la
prensa dominante del ámbito internacional le daba todo su apoyo. Los
comentarios de los expertos en economía, invitados a dar su opinión,
presentaban la Argentina de Macri como una historia de éxitos. La
emisión en 2017 de títulos con vencimiento a 100 años, o sea en 2117, se
presentaba como la prueba última del éxito neoliberal promercado de
Mauricio Macri.
No obstante, el éxito de esos títulos se explicaba de una manera totalmente diferente: el tipo de interés
propuesto durante cien años era del 7,25 % anual (con un rendimiento
real sobre el precio de compra de partida de 7,917 %, ya que los títulos
se vendieron con una rebaja para atraer a los inversores).
Así que, a
comienzos de junio de 2017, los banqueros podían pedir préstamos al 0%
de interés al Banco Central Europeo, al Banco de Japón y al Banco de Suiza, al 0,25 % al Banco de Inglaterra y al 1 % a la Reserva Federal
de Estados Unidos.
Por lo tanto, los fondos de inversiones disponían de
una enorme liquidez, y como el rendimiento de los títulos de deuda
pública de los países del Norte era muy bajo, incluso negativo, los
bonos argentinos al 7,25 % durante cien años constituían una ganga. Y de
ahí, su éxito.
Pero, evidentemente, no ofrecían ninguna prueba de la
buena salud de la economía argentina. Realmente, es tan elevado el
volumen de capitales que busca especular (y no una inversión productiva)
que cualquier Estado, que emita títulos soberanos con un rendimiento
superior a la media, seguro que tiene compradores.
Un ejemplo de comentario de la prensa económica para darle la bienvenida
al bono a cien años fue este: «Un poco más de un año después del fin de
la increíble historia de la deuda argentina, Buenos Aires prosigue su
reconquista de los mercados financieros. El gobierno de Macri acaba de
efectuar una emisión obligatoria en dólares a 100 años, un
acontecimiento que hubiera sido imposible hace unos años.» En este
artículo apologético, el diario francés Les Échos no dudaba en afirmar que la Argentina de Macri proseguía «su reconquista de los mercados» (https://www.lesechos.fr/2017/06/largentine-emprunte-a-100-ans-pour-moins-de-8-173806) (...)
Una persona un poco sensata habría comprendido, luego de la lectura
de esos comentarios ditirámbicos, que las grandes sociedades
capitalistas del mundo entero estaban en búsqueda de ocasiones para
conseguir un alto rendimiento de sus capitales, aunque fuera comprando
títulos de alto riego. Y eso no representaba de ninguna manera una
prueba de buena salud de la economía argentina.
Los potenciales prestamistas (o sea, los fondos de inversión, los
grandes bancos…) se decían que si los títulos argentinos se beneficiaban
de la garantía del Estado, ante cualquier imprevisto podrían presentar
una demanda ante un juez de Nueva York que fallaría en contra de
Argentina.
Y tendrían razón, ya que las autoridades argentinas delegaron
en la justicia de Estados Unidos el poder de litigio entre Argentina y
sus prestamistas. De todas maneras, también pensaban que en caso de
necesidad, el FMI
intervendría para prestar dinero al gobierno argentino con el fin de
que pudiera reembolsar su deuda a los fondos privados, como siempre lo
hizo.
Y había otro argumento: las riquezas del subsuelo argentino son
enormes y en caso de problemas, el Estado podría poner en venta una
mayor cantidad de recursos para responder a las exigencias de los
acreedores.
En resumen, mientras la economía argentina real no iba para nada
bien, el gobierno logró en 2016-2017 encontrar prestamistas, y también
consiguió alabanzas a su gobierno de derecha provenientes de la gran
prensa internacional, del FMI y de otros gobiernos directamente en manos
del gran capital.
Pero todo eso comenzó a empeorar y estaba muy mal en 2018, bajo los
efectos de varios factores negativos ligados a las políticas practicadas
por Macri: el fuerte aumento de los intereses que se debían pagar
—necesitando una continua refinanciación mediante nuevas deudas—, y la
fuga masiva de capitales permitida por una política totalmente laxista,
dando libertad total a su salida.
Y, precisamente, esta fuga indicaba
que los capitalistas argentinos no tenían realmente confianza en el
futuro de Macri, prefiriendo irse a hacer negocios a otra parte,
incluida la compra en Wall Street de títulos de deuda argentina emitidos
en dólares. Las reservas de cambio se redujeron fuertemente, la
producción comenzó a disminuir. Argentina entraba en recesión.
El empleo
descendía. El poder adquisitivo de la mayoría de la población bajaba
por los ataques patronales y gubernamentales. En consecuencia, el
consumo interno, que representa el 70 % del PIB
argentino, también se reducía. El peso argentino se hundía
progresivamente. Mientras que el 1 de enero de 2018, se necesitaban 22
pesos para comprar un euro, el 16 de junio del mismo año ya se
necesitaban 32. [1]
En ese contexto, en junio de 2018, Macri entró en pánico y llamó al
FMI como ya lo habían previsto los prestamistas extranjeros y los
capitalistas argentinos https://www.cadtm.org/En-el-horizonte-una-crisis-economica-y-social-aun-mas-aguda-que-la-actual. El crédito total que el FMI prometió a Argentina se elevó a 57.000 millones de dólares (...)
Pero el FMI, como de costumbre, exigió en contrapartida la aplicación de
medidas aún más impopulares que las aplicadas por Macri hasta ese
momento.(https://www.cadtm.org/La-austeridad-del-FMI-ya-se-siente-en-Argentina) (...)
Las elecciones presidenciales se convocaron para el 27 de octubre de
2019, y el pueblo argentino castigó a Macri. El movimiento político
peronista volvió a ganar en las urnas, después de un intermedio de
cuatro años. (...)
El porcentaje de pobreza aumentó enormemente durante los cuatro años del
mandato de Macri, pasando de cerca del 27 % al 40 % de la población. (...)
Por otro lado, es necesario señalar que los movimientos políticos y
sociales argentinos son masivos y están bien organizados: los sindicatos
continúan siendo poderosos, el movimiento feminista es capaz de
organizar grandes movilizaciones, los desempleados están organizados ,
el movimiento cooperativo es fuerte…Las diferentes experiencias
neoliberales que comenzaron con la dictadura (1976-1983), y cuya última
expresión fue el gobierno de Macri, no consiguieron atomizar a la
sociedad argentina y, a diferencia del vecino Chile, la educación,
incluida la universitaria es gratuita así como el sector de la salud. (...)
En este noviembre-diciembre de 2019, he aquí las cuestiones que están continuamente en portada:
- Mientras que el gobierno saliente suspendió el pago de una parte de la deuda interna, ¿el nuevo gobierno reembolsará una deuda acumulada para realizar una política que fue rechazada por la mayoría de la población?
- ¿Qué se tiene que hacer con los acuerdos firmados con el FMI?
- Ya que el FMI dejó de abonar entre 11.000 y 13.000 millones de dólares a Argentina, ¿el nuevo gobierno pedirá ese dinero o le dirá que no lo quiere?
- ¿No sería necesario que Argentina suspendiera durante dos años el reembolso de la deuda con el fin de poder relanzar prioritariamente el consumo y la actividad económica, y de esa manera, conseguir que en un futuro sea sostenible el pago de la deuda? Es lo que propone Martín Guzmán, economista argentino, profesor en Nueva York y estrecho colaborador de Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía. Y que acaba de ser nombrado ministro de Economía y Finanzas del nuevo gobierno de Alberto Fernández.
Una mayoría de la población rechaza claramente al FMI cuya nefasta
actuación en Argentina es conocida por todas y todos los habitantes del
país. (...)
Aquí presento un resumen de los argumentos que aporté y de las
propuestas que hice. No hay que dudar en utilizar la doctrina de la deuda odiosa ya que es aplicable a Argentina.
Según esta doctrina para que una deuda sea odiosa, y por lo tanto nula, debe cumplir dos condiciones:
1.- Haberla contraído en contra de los intereses de la Nación, o en contra de los intereses del Pueblo, o en contra de los intereses del Estado.
2.- Los acreedores no pueden demostrar que ellos
no podían saber que la
deuda era contraída en contra de los intereses de la Nación.
Pero hay que señalar que según la doctrina de la deuda odiosa, la
naturaleza del régimen o del gobierno que la contrae no tiene especial
importancia, ya que lo que cuenta es el uso que se hace de esa deuda. Si
un gobierno democrático se endeuda en contra del interés de la
población, esa deuda puede ser calificada de odiosa, si también reúne la
segunda condición. Por lo que, contrariamente a una versión errónea de
esta doctrina, la deuda odiosa no concierne solamente a regímenes
dictatoriales.
http://www.cadtm.org/La-deuda-odiosa-segun-Alexander (La deuda odiosa según Alexander Sack y según el CADTM) [3]
Es fundamental para un país adoptar, de manera soberana y unilateral,
medidas complementarias que permitan mejorar la situación en materia de
deuda.
Doy cinco ejemplos:
- La adopción de una ley contra los fondos buitre.
- La suspensión del pago de la deuda.
- La obligación de los tenedores de títulos de la deuda argentina de identificarse ante las autoridades estatales.
- La realización de una auditoría de la deuda con participación ciudadana.
- El no reconocimiento de los acuerdos firmados con el FMI.
Las medidas anunciadas anteriormente deberían enmarcarse en un programa de conjunto que incluyera otras acciones: control de movimientos de capitales, socialización del sector bancario, reforma fiscal, medidas para romper con el modelo extractivista exportador y la lucha contra la crisis ecológica.
En conclusión, una nueva situación se abre en Argentina a partir de diciembre de 2019, un nuevo gobierno que debe afrontar una grave crisis de la deuda. Es fundamental que se constituya un vasto frente social y político con el objetivo de poner por delante, por todos los medios necesarios, las soluciones que permitan liberar al pueblo argentino de la carga de una deuda ilegítima y odiosa." (Eric Tousaint, Comité para la abolición de las deudas ilegítimas, 16/12/19)