“Mientras las autoridades israelíes amenazan con lanzar una invasión
terrestre a gran escala de la Ciudad de Gaza, los testimonios que hemos
recabado son mucho más que relatos de sufrimiento: son una punzante
denuncia de un sistema internacional que ha concedido a Israel licencia
para torturar a la población palestina con impunidad casi total durante
décadas”, ha declarado Erika Guevara Rosas, directora general de
Investigación, Incidencia, Política y Campañas de Amnistía
Internacional.
“Para empezar siquiera a revertir las devastadoras consecuencias de
las inhumanas políticas y acciones de Israel que han convertido la
hambruna masiva en una cruda realidad en Gaza, debe haber un
levantamiento inmediato e incondicional del bloqueo y un alto el fuego
sostenido. El impacto del bloqueo de Israel y de su genocidio en curso
en la población civil, sobre todo en niños y niñas, personas con
discapacidad, personas que sufren enfermedades crónicas, personas
mayores, y mujeres embarazadas y lactantes, es catastrófico y no se
puede deshacer aumentando sin más el número de camiones de ayuda
humanitaria o restableciendo los efectistas, ineficaces y peligrosos
lanzamientos aéreos de ayuda”.
Se está permitiendo que los niños y niñas palestinos se consuman, lo
que obliga a las familias a tomar una decisión imposible: oír impotentes
el llanto de sus demacradas criaturas que suplican comida o correr el
riesgo de morir o sufrir heridas en la búsqueda desesperada de ayuda.
Erika Guevara Rosas, Amnistía Internacional
“Hay que equipar a los centros sanitarios con el material y los
equipos que necesitan para funcionar. Hay que liberar a la población
civil de la amenaza constante del desplazamiento masivo. Hay que
permitir que organizaciones humanitarias fiables entreguen ayuda y
ofrezcan cobijo de forma segura y sin restricciones arbitrarias, y de un
modo que respete la dignidad y la humanidad de la población civil. Lo
que es más urgente: hay que detener cualquier plan que afiance la
ocupación de Gaza o intensifique la ofensiva militar”.
“Mientras millones de personas en todo el mundo siguen saliendo a la
calle para protestar y los dirigentes mundiales adoptan posturas
retóricas, la campaña deliberada y sistemática de hambre de Israel sigue
infligiendo un sufrimiento insoportable a toda una población. Se está
permitiendo que los niños y niñas palestinos se consuman, lo que obliga a
las familias a tomar una decisión imposible: oír impotentes el llanto
de sus demacradas criaturas que suplican comida o correr el riesgo de
morir o sufrir heridas en la búsqueda desesperada de ayuda”.
En las últimas semanas, Amnistía Internacional ha entrevistado a 19
personas palestinas que residen actualmente en tres campamentos
improvisados para personas internamente desplazadas, así como a dos
profesionales de la medicina que tratan a niños y niñas desnutridos en
dos hospitales de la Ciudad de Gaza.
A 17 de agosto, el Ministerio de Salud de Gaza había registrado la
muerte de 110 niños y niñas por complicaciones relacionadas con la
desnutrición.
En una alerta
publicada el 29 de julio de 2025, la Clasificación Integrada en Fases
de la Seguridad Alimentaria (IPC) advirtió de que se habían alcanzado
los umbrales de hambruna para el consumo de alimentos en la mayor parte
de Gaza, y concluía que ya se está produciendo la peor situación posible
para la hambruna y que seguirá aumentando el número de personas —niños y
niñas incluidos— que mueren de inanición. Esta alarmante realidad quedó
reflejada en los datos recogidos por el Grupo de Nutrición,
según el cual en julio se registró el ingreso para recibir tratamiento
de casi 13.000 casos de desnutrición aguda de niños y niñas, la cifra
mensual más alta desde octubre de 2023. Al menos 2.800 (el 22%) de ellos
eran casos de desnutrición aguda grave.
Las autoridades israelíes han exacerbado aún más las condiciones inhumanas creadas por sus políticas al seguir obstaculizando
la labor de la mayoría de las principales organizaciones humanitarias y
agencias de la ONU en el interior de Gaza, incluso rechazando
reiteradamente sus peticiones de llevar ayuda para la supervivencia en
Gaza. Estas restricciones arbitrarias van acompañadas de la introducción
de nuevas normas sobre la inscripción en registro de ONG
internacionales que, de ser implementadas, prohibirán totalmente a estas
organizaciones operar en el Territorio Palestino Ocupado (TPO).
“La mayoría de las familias de Gaza han llegado al límite. Ya han
agotado los escasos recursos que tenían y dependen totalmente de la
ayuda humanitaria. Las restricciones que imponen las autoridades
israelíes a la labor de las principales organizaciones humanitarias y
sus amenazas de prohibirlas efectivamente privan a estas familias de su
único salvavidas”, afirmó Erika Guevara Rosas.
“Siento que he fallado como madre”: El impacto en las mujeres embarazadas y madres lactantes
El impacto combinado de las políticas israelíes de hambruna masiva,
desplazamientos forzados múltiples y restricciones al acceso a ayuda
para la supervivencia es especialmente devastador para las mujeres
embarazadas y las lactantes. De las 747 mujeres embarazadas y lactantes
que evaluó Save the Children en sus clínicas durante la primera mitad de julio, 323 (el 43%) sufrían desnutrición.
Las mujeres embarazadas y lactantes entrevistadas por Amnistía
Internacional hablaron de la escasez extrema de artículos indispensables
para la supervivencia, la angustiosa realidad de estar embarazada o de
ser madre primeriza cuando se vive en una tienda en el calor extremo del
verano, y la desesperada lucha diaria por conseguir comida, fórmula
para bebés y agua sin contaminar. También hablaron de su sentimiento de
culpa por no mantener a sus hijos e hijas, el temor sobre quién los
cuidará si las matan y la ansiedad por el impacto de la desnutrición en
el crecimiento y el bienestar de sus criaturas.
S (no se revela el nombre completo por petición expresa suya),
enfermera desplazada desde Yabalia al campo de Al Taqwa para personas
internamente desplazadas en Sheikh Radwan, Ciudad de Gaza, contó las
dificultades que afronta a diario para atender a su niño de dos años y
su niña de siete meses. Huyó para salvar la vida de sus criaturas; tuvo
que elegir entre el desplazamiento y la muerte. Dijo que el hambre se
hizo palpable a finales de abril, lo que la obligó a quedarse sin comer
para dar las escasas raciones de comida a sus criaturas. La leche
materna empezó a disminuir gravemente a finales de abril y, sin acceso a
extractores de leche y un acceso muy limitado a suplementos maternos,
destacó el dolor físico y emocional de intentar amamantar a su bebé
durante horas, pero “no salía leche”. La comida diaria de la familia,
cuando hay, consiste en un plato compartido de lentejas o berenjenas con
agua, y S da prioridad a su hijo. Sus criaturas se duermen “llorando de
pura hambre”. La fórmula para bebés, escasa en toda Gaza, se vende a
unos 270 séqueles (79 dólares estadounidenses) el suministro para tres
días y es inasequible. Su hija de siete meses pesa como un bebé de
cuatro meses. Incluso a este precio exorbitante, las familias dicen que
hay escasez de fórmula para bebés en el mercado.
Tengo miedo de sufrir un aborto, pero también pienso en mi bebé: me
da pánico pensar en el posible impacto de mi propia hambre en la salud
del bebé, su peso, si tendrá [defectos congénitos] e, incluso si el bebé
nace sano, la vida que le espera en medio del desplazamiento, las
bombas, las tiendas…
Hadeel, madre de dos criaturas y embarazada de cuatro meses
Cuando la cocina comunitaria del campo, su única fuente de alimentos,
dejó de repartir comida durante tres días seguidos, S sólo pudo dar
agua a sus criaturas. Su esposo fue herido cuando buscaba ayuda cerca
del cruce fronterizo de Zikim, por lo que le rogó que no volviera a ir.
Su hijo, debilitado por el hambre, “caminaba y se caía”. “Siento que he
fallado como madre; el hambre de tus criaturas te hace sentir que eres
una mala madre”.
La lucha para cubrir necesidades básicas va más allá de la comida.
Los pañales son inalcanzables, lo que obliga a S a rasgar su ropa para
improvisarlos, y es imposible lavarlos debido a la falta de agua no
contaminada resultado de la destrucción o graves daños de los sistemas
de agua y saneamiento de Gaza. La tienda en la que vive con su esposo y
sus dos criaturas está infestada de ratas, mosquitos y cucarachas. Su
bebé sufrió una infección cutánea bacteriana que no puede tratar porque
no hay antibióticos ni pomadas.
El personal de ayuda humanitaria de dos organizaciones que habló con
Amnistía Internacional a condición de permanecer en el anonimato dijo
que la entidad de Coordinación de las Actividades en los Territorios
(COGAT) —unidad del Ministerio de Defensa israelí que se ocupa de
tramitar las peticiones para la coordinación y aprobación de la entrada
de suministros— había denegado las peticiones de sus organizaciones de
introducir antibióticos.
Las mujeres embarazadas entrevistadas por Amnistía Internacional
también hablaron del daño mental que causa la hambruna, como el trauma,
la culpa y la vergüenza. Hadeel, de 28 años, madre de dos criaturas y
embarazada de cuatro meses, habló de su miedo por el feto porque apenas
nota sus movimientos o el latido de su corazón dentro de ella. Se siente
culpable de su embarazo, sabiendo que no puede alimentarse: “Tengo
miedo de sufrir un aborto, pero también pienso en mi bebé: Me da pánico
pensar en el posible impacto de mi propia hambre en la salud del bebé,
su peso, si tendrá [defectos congénitos] e, incluso si el bebé nace
sano, la vida que le espera en medio del desplazamiento, las bombas, las
tiendas…”.
Teme dar a luz en estas condiciones, pues recuerda la atención
prenatal integral, las vitaminas y las pruebas médicas que la Agencia de
las Naciones Unidas para la Población Refugiada Palestina en Oriente
Próximo (UNRWA) le facilitó durante sus embarazos anteriores y que ahora
son totalmente inexistentes. Las criaturas de Hadeel piden
constantemente comida, un lugar donde jugar y la escuela. Varias mujeres
entrevistadas por Amnistía Internacional para esta investigación y
otras anteriores explicaron que habían tomado la decisión de no concebir
a pesar de que deseaban desesperadamente una criatura, debido a las
condiciones de vida y a los bombardeos en Gaza.
Las entrevistas de Amnistía Internacional con personas palestinas
desplazadas en tres campamentos para personas internamente desplazadas
de la Ciudad de Gaza revelan que la terrible situación es igual para
toda la población. Ninguna de ellas había consumido huevos, pescado,
carne, tomates o pepinos durante al menos un mes; la mayoría llevaba
meses sin probar estos alimentos. Esta escasez generalizada de alimentos
frescos y nutritivos es consecuencia tanto del asfixiante bloqueo de
Israel como de su destrucción sistemática de fuentes de producción de
alimentos —como grandes extensiones de tierras agrícolas y explotaciones
avícolas y ganaderas— durante las operaciones militares mediante fuego
de artillería, bombardeos aéreos o destrucción mediante cargas
explosivas de instalación manual.
Una evaluación
realizada por UNOSAT, el centro de satélites de las Naciones Unidas, y
la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO) publicada el 31 de julio, halló que el 86% de los
campos de cultivo permanentes de Gaza habían disminuido
significativamente en salud y densidad como consecuencia de actividades
relacionadas con el conflicto como arrasamientos, bombardeos, ataques
con artillería y maquinaria pesada.
En mayo de 2025, Amnistía Internacional documentó
la aniquilación total de lo que quedaba de Khuza’a, al este de Jan
Yunis, donde está parte de las tierras de cultivo más fértiles de Gaza.
La falta de acceso a las tierras de cultivo o los daños graves y la
destrucción causados a éstas han hecho que el rendimiento de los
cultivos sea escaso y que las verduras, cuando las hay, se vendan a
precios astronómicos, por lo que quienes viven allí dependen casi
totalmente de los muy limitados suministros que permite entrar Israel.
La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos
Humanitarios (OCHA) indicó el 13 de agosto que los precios de muchos
artículos siguen fluctuando basándose en la especulación y no en su
disponibilidad real. Un kilo de tomates costaba casi 80 séqueles (23
dólares estadounidenses) el 14 de agosto, 20 veces más que antes del 7
de octubre de 2023. Tras la aprobación por las autoridades israelíes de
un mecanismo para la entrada limitada de algunos productos comerciales
en Gaza a través de comerciantes seleccionados, los precios de algunos
artículos —como el azúcar, los dátiles, algunos alimentos enlatados y la
harina— habían bajado, pero siguen siendo casi diez veces más caros que
antes del 7 de octubre.
Los pescadores también tienen restringida su zona de actuación a un
área pequeña y peligrosa cerca del puerto donde corren el riesgo de ser
bombardeados o detenidos cuando salen a pescar.
“Me he convertido en una carga para mi familia”: El impacto en las personas de más edad
Abu Alaa, un hombre de 62 años desplazado del campo de personas
refugiadas de Yabalia, contó su experiencia de recibir sopa de lentejas
de la cocina comunitaria como única comida para todo el día. Dijo que se
reparte pan sólo un día a la semana, lo que obliga a la familia a
racionarlo, y que lleva meses sin probar nada dulce, ni siquiera fruta.
“Puedo tolerar el hambre, pero las criaturas no pueden”, dijo.
Abu Alaa espera con impaciencia que la UNRWA reanude el reparto de
ayuda, pues confía en su sistema equitativo y justo basado en el tamaño
de las familias. Habló de los peligros de los tumultos que hay ahora
para conseguir ayuda: “Antes nos ayudábamos mutuamente, sobre todo a
quienes lo necesitaban. Incluso al principio de esta guerra; ahora la
gente se deja arrastrar por el instinto individual de supervivencia”.
Nahed, de 66 años, dijo a Amnistía Internacional que el tumulto para
conseguir comida cerca de las rutas de la ayuda “niega a la gente su
humanidad”. Contó: “Tenía que ir allí porque no tengo nadie que se ocupe
de mí. Vi con mis propios ojos a gente que llevaba sacos de harina
manchados con la sangre de quienes acababan de ser tiroteados; incluso
personas a las que conocía eran casi irreconocibles. La experiencia del
hambre y la guerra ha cambiado totalmente Gaza; ha cambiado nuestros
valores”.
Las personas de más edad también son algunas de las más afectadas por el desplazamiento.
Aziza, de 75 años, contó a Amnistía Internacional que deseaba morir:
“Siento que me he convertido en una carga para mi familia. Cuando nos
desplazaron, tuvieron que empujarme en una silla de ruedas. Con las
colas tan largas para usar el aseo en el campo donde estamos, necesito
pañales para personas adultas, que son muy caros. Necesito medicación
para la diabetes, la tensión arterial y una dolencia del corazón, y he
tenido que tomar medicamentos que han caducado. Siempre siento que estas
criaturas, que ellas son quienes merecen vivir, mis nietos y nietas.
Siento que soy una carga para ellos, para mi hijo”.
“Una destrucción de múltiples capas entrelazadas”: Una mezcla letal de hambre y enfermedad
Un médico de urgencias del hospital de Al Shifa, de la Ciudad de
Gaza, mostró un panorama sombrío. Entrevistado por Amnistía
Internacional el 24 de julio, subrayó que las personas en situación de
mayor riesgo —bebés, niños y niñas con problemas de salud preexistentes,
personas de más edad y quienes tienen una discapacidad— se ven
afectadas de forma desproporcionada por los efectos combinados de la
falta de comida, de medicamentos, de agua sin contaminar y de higiene.
Esta escasez se ve agravada por el estado constante de miedo y angustia.
El médico subrayó que gran número de pacientes vivirían “una vida
razonable” de no ser por la “combinación de hambre, destrucción y
agotamiento del sistema sanitario, de las condiciones insalubres y de
los múltiples desplazamientos en condiciones inhumanas”.
La falta de alimentos nutritivos concretos está causando
complicaciones de salud fácilmente evitables. Una persona adolescente
que recibió un trasplante de riñón, por ejemplo, sufrió una recaída
debido al agua contaminada y alimentos insuficientes. Quienes padecen
diabetes, que podrían gestionar su dolencia con dietas estrictas, tienen
ahora graves dificultades debido a la falta de alimentos ricos en
nutrientes como verduras, pescado, pollo y legumbres, y a la escasez de
suministros médicos.
El facultativo dijo que la hambruna masiva extrema ha eclipsado otras
emergencias sanitarias, en concreto, el aumento alarmante de
enfermedades infecciosas y de transmisión hídrica, de la meningitis y
del síndrome de Guillain-Barré. Añadió que la gran escasez de
antibióticos y la carga extrema que sufre su hospital, que sólo funciona
parcialmente, han agravado lo que calificó de “catástrofe invisible”.
Explicó que la propagación de enfermedades o las personas que padecen
dolencias crónicas que antes se trataban a menudo pasan desapercibidas
debido a esta “preocupación exclusiva por la cantidad de comida que
llega, sin ver el panorama completo”.
El mundo no puede seguir dando palmaditas en el hombro a Israel por
el goteo de la ayuda y considerar estas medidas cosméticas una respuesta
suficiente a su destrucción calculada de la vida de la población
palestina en Gaza.
Erika Guevara Rosas, Amnistía Internacional
El síndrome de Guillain-Barré es una enfermedad neurológica poco
frecuente y potencialmente mortal en la que el sistema inmunitario
empieza a atacar al sistema nervioso periférico. El síndrome es
desencadenado por infecciones virales como las que provocan diarrea y
puede afectar a todos los sentidos, causar debilidad muscular y afectar a
la respiración y al ritmo cardiaco, y podría desembocar en parálisis.
Según el Ministerio de Salud, a fecha 12 de agosto de 2025 se habían
registrado 76 casos de síndrome de Guillain-Barré, todos en julio y
agosto. De estos casos, el síndrome había causado la muerte de cuatro
personas palestinas, dos de ellas menores de edad.
Debido al bloqueo de Israel, en Gaza no hay inmunoglobulina
intravenosa, la medicación principal necesaria para tratar el síndrome
de Guillain-Barré. Si la enfermedad avanza, llegando incluso a los
músculos respiratorios, y causa insuficiencia respiratoria, la persona
afectada necesitará intubación. Para un sector sanitario diezmado ya y
desbordado por eventos diarios con gran número de víctimas, la capacidad
para tratar esta mezcla de hambre y enfermedad es sumamente limitada.
Las consecuencias para pacientes y personal sanitario son igualmente
nefastas. Las heridas tardan mucho más en curar, lo que hace que
individuos moderadamente heridos soporten estancias hospitalarias
prolongadas porque su cuerpo es demasiado débil debido a la falta de
alimentos adecuados. El médico de urgencias de Al Shifa calificó la
situación de “destrucción de múltiples capas entrelazadas” en la que un
hospital devastado como Al Shifa —antaño el mayor hospital de Gaza y que
ahora funciona apenas tras [sufrir] dos importantes ataques israelíes
en noviembre de 2023 y marzo de 2024— se ve obligado a luchar contra el
hambre, la destrucción de la infraestructura, los bombardeos constantes y
el riesgo de que haya más desplazamientos en tiendas antihigiénicas. El
doctor dijo a Amnistía que esta situación de crisis constante y
generalizada está dejando exhausto al personal médico.
“Una situación que ya es catastrófica corre el riesgo de convertirse
en un horror aún mayor si Israel implementa su plan de lanzar una
invasión terrestre a gran escala de la Ciudad de Gaza. Una operación
militar de este calibre infligiría un golpe devastador e irreversible a
los dos centros de estabilización de la desnutrición que funcionan en la
ciudad y a unas instalaciones sanitarias diezmadas”, concluyó Erika
Guevara Rosas.
Tras la aprobación por el gabinete israelí del plan de afianzar la
ocupación de Gaza con el lanzamiento de una ofensiva contra la Ciudad de
Gaza, un desplazado interno del campo para personas refugiadas de
Yabalia dijo: “Ya me han desplazado 14 veces durante esta guerra; ya no
me quedan fuerzas para seguir huyendo; no tengo dinero para llevar a mis
dos hijos con discapacidad. Me duelen los músculos, el agotamiento me
impide caminar y mucho menos llevar a mis hijos. Si van a atacar la
ciudad, nos sentaremos aquí mismo a esperar la muerte”.
“Como potencia ocupante, Israel tiene la obligación legal de proteger
y atender a la población civil, lo que incluye facilitar la entrada de
suministros esenciales para su supervivencia, la distribución sin
riesgos y digna de ayuda, y el acceso sin trabas a alimentos y
suministros médicos en toda Gaza. El hambre nunca debe utilizarse como
arma de guerra y la UNRWA y otras agencias de la ONU y organizaciones
humanitarias deben tener acceso seguro y sin restricciones a toda Gaza”.
“El mundo no puede seguir dando palmaditas en el hombro a Israel por
el goteo de la ayuda y considerar estas medidas cosméticas una respuesta
suficiente a su destrucción calculada de la vida de la población
palestina de Gaza”, concluyó Erika Guevara Rosas.
“Ante los horrores que está infligiendo Israel a la población
palestina de Gaza, la comunidad internacional, especialmente los aliados
de Israel, como la Unión Europea y sus miembros, deben cumplir sus
obligaciones morales y legales de poner fin al genocidio en curso de
Israel. Los Estados deben suspender con carácter de urgencia todas las
transferencias de armas, adoptar sanciones selectivas y poner fin a
cualquier relación con entidades israelíes cuando ésta contribuya al
genocidio de Israel contra la población palestina de Gaza”.
Esta investigación está basada en la reciente documentación por
Amnistía Internacional del impacto de políticas y prácticas israelíes
concretas, como el asedio total impuesto durante 78 días entre marzo y
mayo, y la sustitución del antiguo sistema de ayuda humanitaria dirigido
por la ONU por un mecanismo de ayuda no neutral, mortal y degradante
encabezado por la “Fundación Humanitaria de Gaza” respaldada por Estados
Unidos e Israel, que han ahondado aún más el sufrimiento de la
población civil de Gaza."