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4.9.25

Xi Jinping propone a China como la nueva sede del comercio mundial "democratizado", e hizo un llamamiento a las fuerzas del llamado "Sur Global" para que se unieran, lideradas por una nueva organización mundial de desarrollo, rechazando la “lógica hegemónica, el acoso y la mentalidad de la Guerra Fría” de la confrontación entre bloques... Xi anunció el establecimiento de tres plataformas de cooperación en materia de energía, economía digital e industria de tecnología verde... y la creación “rápida” de un banco de desarrollo para el grupo, un instrumento crucial para fomentar el intercambio y el uso de las monedas nacionales en las transacciones comerciales, en lugar del dólar estadounidense... China pretende consolidar su imagen como proveedor de bienes públicos globales, posicionándose implícitamente frente a Occidente... La decisión de crear un centro de cooperación en inteligencia artificial e invitar a los miembros de la OCS a unirse al sistema de satélites Beidou (el anti-GPS) y al programa lunar chino debe interpretarse como una señal clara: Pekín quiere posicionarse no solo como un centro comercial y financiero, sino también como líder en ciencia y tecnología (Lorenzo Lamperti)

"Xi Jinping lo calificó como un instrumento privilegiado para “democratizar las relaciones internacionales” y el motor de un “verdadero multipolarismo”. Vladimir Putin lo llamó la “mayoría global”. O, como afirmaron los medios chinos: “Ya no una mayoría silenciosa, sino una nueva fuerza que hace oír su voz”. La OCS (Organización de Cooperación de Shanghái) está intentando consolidarse como una alternativa creíble para el desarrollo del orden mundial, favorecida por el descontento generalizado con los aranceles de Donald Trump y la incertidumbre sobre la postura internacional de Estados Unidos.

En la cumbre de Tianjin, que concluyó el lunes 1 de septiembre, China hizo un llamamiento a las fuerzas del llamado "Sur Global" para que se unieran, una etiqueta adoptada por una gran cantidad de países que no siempre comparten objetivos y necesidades comunes, incluyendo rivales regionales como India y Pakistán. En su discurso principal, Xi abogó por la adhesión a un multilateralismo “más justo y equitativo”, rechazando la “lógica hegemónica, el acoso y la mentalidad de la Guerra Fría” de la confrontación entre bloques.

Pekín quiere actuar como portavoz de las demandas de los países en desarrollo, presentándose como un socio solidario capaz de aportar no solo palabras, sino también recursos multifacéticos.

Xi prometió dos mil millones de yuanes (unos 280 millones de dólares) en subvenciones no reembolsables para 2025 y otros 1.300 millones de dólares en préstamos a un consorcio interbancario durante los próximos tres años, y luego pidió que se fortaleciera la cooperación dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Pekín quiere ampliar el alcance de la OCS, trascendiendo el ámbito de la seguridad para abarcar también el comercio y la diplomacia. Esta ambición se ve favorecida por el deshielo de las relaciones con la India.

La presencia de Narendra Modi, además de la de Vladimir Putin, elimina varios obstáculos para la creación de un eje euroasiático. En su primera reunión bilateral en suelo chino en siete años, Xi y el primer ministro indio expresaron la esperanza de que “el dragón y el elefante” pudieran bailar juntos como “socios”, no como rivales.

Xi anunció el establecimiento de tres plataformas de cooperación en materia de energía, economía digital e industria de tecnología verde. El documento conjunto final (la “Declaración de Tianjin”, que se asemeja a una verdadera plataforma política) y la visión de desarrollo estratégico de la OCS para los próximos diez años abogan por la creación “rápida” de un banco de desarrollo para el grupo. Pekín considera este mecanismo un instrumento crucial para fomentar el intercambio y el uso de las monedas nacionales en las transacciones comerciales, en lugar del dólar estadounidense.

A través de estos instrumentos, China pretende consolidar su imagen como proveedor de bienes públicos globales, posicionándose implícitamente frente a Occidente, al que las economías emergentes a menudo perciben como condicional y restrictivo. Otra pieza central es la dimensión tecnológica. La decisión de crear un centro de cooperación en inteligencia artificial e invitar a los miembros de la OCS a unirse al sistema de satélites Beidou (el anti-GPS) y al programa lunar chino debe interpretarse como una señal clara: Pekín quiere posicionarse no solo como un centro comercial y financiero, sino también como líder en ciencia y tecnología. En un contexto en el que Estados Unidos intenta contener el acceso de China a las tecnologías avanzadas, la OCS se está convirtiendo en un campo de alianzas estratégicas para Pekín, capaz de garantizar una masa crítica y un apoyo político.

Por su parte, Putin se mostró interesado en reiterar varias veces que había informado a Xi y Modi del progreso de las conversaciones con Trump tras la cumbre de Alaska. Era una forma de mostrar sus propias alianzas, fortalecidas a pesar de los aranceles punitivos sobre la compra de petróleo ruso.

La cumbre reforzó la imagen de la OCS como un foro político en crecimiento: de los seis países originales a 10 miembros permanentes y 16 socios, incluyendo observadores y socios de diálogo, con vías de adhesión para Armenia y Azerbaiyán. La alineación parece sólida, especialmente en materia comercial y en la oposición a los aranceles y las sanciones. Pero la ausencia de una visión común sobre las crisis más urgentes, desde Ucrania hasta Oriente Medio, sigue siendo una realidad, como se evidencia en la cautela de la declaración conjunta sobre Gaza en comparación con los comentarios mucho más críticos hacia Israel del presidente turco Erdoğan, quien estuvo presente en la reunión de la OCS Plus con países socios. Según muchos analistas, es posible que la significación simbólica siga prevaleciendo sobre la dimensión concreta y operativa. Sin duda, China tiene la intención de sacar provecho del descontento generalizado con el orden internacional actual, que muchos perciben como desequilibrado y punitivo.
." 

(Lorenzo Lamperti , il Manifesto, 03/09/25, traducción Quillbot 

3.9.25

La cumbre que la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) celebró en Tianjin ha dado un nuevo impulso al posicionamiento internacional de China... la magnitud y contenido del evento parece dejar en claro que China no está dispuesta ya a soportar más pérdidas en sus relaciones con EEUU u Occidente y afronta la realidad de un distanciamiento, quizá inevitable, compensándolo con una relación más prominente con el Sur Global... Al igual que acontece con el marco de los BRICS, y a diferencia de la UE y otros aliados de EEUU que se aprestan a acoger sumisamente las prédicas trumpistas ya se llamen aranceles o la exigencia de aumento del gasto militar, los países del Sur Global están perdiendo el miedo... se intuye más holgura, más margen de maniobra, para cruzar las líneas rojas de EEUU... las presiones externas hacían navegar a todos, entre evitar provocar a China y no dejar de satisfacer a EEUU... Lo que Tianjin nos dice es que ha llegado el tiempo de los giros visibles hacia China y que esta los avalará... la cooperación económica es el nuevo motor que abarca una amplia gama de áreas, como el comercio y la inversión, la energía, la economía digital, la agricultura moderna y el desarrollo verde. La OCS quiere demostrar que el multilateralismo no solo facilita la unidad regional para abordar los desafíos de seguridad, sino que también promueve la conectividad y la prosperidad... El nuevo banco de desarrollo será una prueba importante... La China de Xi no quiere imitar los modos de Occidente. Quiere ganar influencia, si, pero, sobre todo, trata de demostrar que a EEUU le queda grande e imposible de gestionar un mundo que solo puede funcionar con ambiciones muy pragmáticas que tengan en cuenta las necesidades globales de desarrollo y que integre horizontalmente la presencia del heterógeneo Sur global. El tiempo del dominio exclusivo de unas pocas potencias liberales se agota mientras el orden global avanza hacia un modelo más multipolar y compartido. La dependencia histórica de la gobernanza global de EEUU y Occidente toca a su fin (Xulio Rios)

 "La cumbre que la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) celebró en Tianjin ha dado un nuevo impulso al posicionamiento internacional de China. Poco a poco, Beijing está logrando forjar asociaciones de largo plazo que funcionan como activos diplomáticos muy valiosos y que ayudan de forma destacada a difundir su influencia en todo el mundo.

Por otra parte, la magnitud y contenido del evento parece dejar en claro que China no está dispuesta ya a soportar más pérdidas en sus relaciones con EEUU u Occidente y afronta la realidad de un distanciamiento, quizá inevitable, compensándolo con una relación más prominente con el Sur Global.

Con la adhesión de India, Pakistán, Irán y Bielorrusia, la OCS ha sumado 10 Estados miembros, además de dos Estados observadores y 14 socios de diálogo. Pronto podrían integrarse más profundamente Armenia y Azerbaiyán, quienes “compensarían” así su visita a la Casa Blanca en el pasado agosto. Xi garantizó un mayor apoyo a la implementación del Corredor de Transporte Internacional Trans-Caspio, que competirá con la Trump Route for International Peace and Prosperity (TRIPP), el enlace de tránsito entre el territorio principal de Azerbaiyán y su exclave Nakhchivan, atravesando Armenia, una infraestructura que según se firmó en Washington, estará bajo derechos de desarrollo exclusivos para EEUU durante 99 años.

El alcance de la OCS se ha extendido para abarcar Asia, Europa y África, evidenciando una mayor expansión de la influencia geopolítica. Los Estados observadores y los socios de diálogo se han convertido en socios a secas y Laos se incorpora a la organización. Pero la ampliación no es simplemente geográfica sino que abarca la difusión de valores comunes y la propagación de la idea de desarrollo conjunto. A diferencia de la humillante verticalidad de la relación de EEUU con sus aliados, los Estados miembros de la OCS buscan el consenso a través del diálogo y fortalecen la confianza mutua mediante el intercambio. Este modelo interactivo multinivel y multidimensional es un claro reflejo de la vitalidad y atractivo de la propuesta internacional de China que va seduciendo a una disparidad creciente de países.

India…. y Vietnam

En esta cumbre, muchas miradas se han dirigido a Narendra Modi. En 1949, la India se convirtió en el primer estado no socialista en reconocer a la República Popular China (RPCh), enmarcando esa decisión en la solidaridad anticolonial y la unidad asiática. Para el entonces primer ministro indio, Jawaharlal Nehru, el reconocimiento no fue un cálculo táctico, sino una expresión de idealismo poscolonial, basado en la creencia de que la inclusión de la RPCh en la ONU estabilizaría Asia y fortalecería la autoridad moral del mundo en desarrollo. Incluso después de la guerra fronteriza de 1962, la India no revocó el reconocimiento.

Las disputas fronterizas entre China y la India siguen siendo un obstáculo ineludible para la mejora de las relaciones bilaterales pero aquel fundamento inicial no se ha disipado del todo.  Jin Canrong, profesor de la Universidad Renmin de China, escribió recientemente que China no se aliará con India solo para contrarrestar a Estados Unidos. Tampoco la lógica de India debiera responder al solo hecho de sumar un activo en sus negociaciones con Washington.

Lo cierto es que China siempre procura depender de sí misma, especialmente cuando se trata de competencia estratégica con cualquier país, ya la URSS en su tiempo o EEUU ahora.  Como ha demostrado en la diatriba arancelaria, confía plenamente en que puede contrarrestar a Estados Unidos de forma independiente, sin ayuda externa. La brecha económica entre Estados Unidos y China se ha reducido drásticamente en las últimas tres décadas. En 1992, la economía estadounidense era 15 veces mayor que la china, pero en 2008 esta se había reducido a tres veces, y en 2014 a 1,5 veces. No obstante, para India, una ligera flexibilización de la postura de Trump probablemente sería recibida con entusiasmo, revitalizando rápidamente las relaciones entre ambos países, ahora deterioradas. Si EEUU gesticula alguna cesión, India podría volver al redil. Esta es la disyuntiva que debe despejar a corto plazo el consenso logrado en Tianjin que deja pendientes otros asuntos que se resisten como el respaldo de Nueva Delhi a la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

El primer ministro indio sentenció que ambos países persiguen la autonomía estratégica y una política exterior independiente, y su relación bilateral no está sujeta a la influencia de tercero alguno. Modi agregó que la cooperación entre India y China hará del siglo XXI un verdadero «siglo asiático». La retórica suena bien, dirán, pero debe traducirse en hechos.

Que de Tianjin pueda salir un nuevo equilibrio China-India, no debiera opacar el alcance de otro dato de alta significación política. Esta cumbre marca también una importante primicia para la OCS: por primera vez, un representante de Vietnam, el primer ministro Pham Minh Chinh, estuvo presente en uno de sus encuentros. Participó a título de “invitado del país anfitrión”, ya que hasta ahora Hanói no ha compartido en modo alguno la hoja de ruta de la organización.

Vietnam es hoy el cuarto socio comercial de China a nivel mundial, después de Estados Unidos, Japón y la República de Corea. En enero de 2025, las inversiones extranjeras directas de China en Vietnam alcanzaron los 31.260 millones de dólares, ocupando el sexto lugar entre 149 inversores extranjeros. Y en los primeros siete meses de 2025, más de 3,1 millones de turistas chinos llegaron a Vietnam, lo que representa el 25,5 % del total de llegadas internacionales, la mayor cuota de cualquier mercado de origen. Pero tampoco faltan motivos de fricción con Beijing: el más importante es la disputa sobre el Mar de China Meridional.

Relevancia política

Al igual que acontece con el marco de los BRICS, y a diferencia de la UE y otros aliados de EEUU que se aprestan a acoger sumisamente las prédicas trumpistas ya se llamen aranceles o la exigencia de aumento del gasto militar, los países del Sur Global están perdiendo el miedo. Hasta ahora, quien más quien menos, todos han tratado de evitar dar la impresión de inclinarse hacia China, lo que inmediatamente despertaría sospechas en Washington y podría acarrear costos estratégicos. No obstante, a pesar de las limitaciones estructurales, se intuye más holgura, más margen de maniobra, para cruzar las líneas rojas de EEUU.

En el marco geopolítico de la OCS -e incluso en otros-, la dependencia de seguridad, la doble dependencia económica de China y de EEUU, los imperativos de la política interna y los consensos, las presiones externas incluida la expansión del enfoque de seguridad de EEUU, hacían navegar a todos entre evitar provocar a China y no dejar de satisfacer a EEUU. Lo que Tianjin nos dice es que ha llegado el tiempo de los giros visibles hacia China y que esta los avalará.

Relevancia económica

Aunque los problemas de seguridad fronteriza están en el origen de una OCS que se remonta a 1996, la cooperación económica es el nuevo motor que abarca una amplia gama de áreas, como el comercio y la inversión, la energía, la economía digital, la agricultura moderna y el desarrollo verde. La OCS quiere demostrar que el multilateralismo no solo facilita la unidad regional para abordar los desafíos de seguridad, sino que también promueve la conectividad y la prosperidad. Y Tianjin deja en claro que los miembros de la OCS están avanzando hacia una cooperación más estrecha, alineando las estrategias de crecimiento. El nuevo banco de desarrollo será una prueba importante. China lo propuso ya en 2010, debiendo congelarlo ante la oposición del Kremlin que promovía entonces su propio banco euroasiático.

En 2024, el volumen comercial de China con los Estados miembros, Estados observadores y socios de diálogo de la OCS alcanzó un récord de 890.000 millones de dólares, lo que representa aproximadamente el 14,4 % del comercio exterior total de China. A finales de 2024, la inversión total de China en los Estados miembros, Estados observadores y socios de diálogo de la OCS superaba los 140.000 millones de dólares.

Multilateralismo: el enfoque alternativo chino se abre paso

La China de Xi no quiere imitar los modos de Occidente. Quiere ganar influencia, si, pero, sobre todo, trata de demostrar que a EEUU le queda grande e imposible de gestionar un mundo que solo puede funcionar con ambiciones muy pragmáticas que tengan en cuenta las necesidades globales de desarrollo y que integre horizontalmente la presencia del heterógeneo Sur global. El tiempo del dominio exclusivo de unas pocas potencias liberales se agota mientras el orden global avanza hacia un modelo más multipolar y compartido. La dependencia histórica de la gobernanza global de EEUU y Occidente toca a su fin.

En cumbres como esta de Tianjin pero también en otros foros como los BRICS o los que ha implementado con diversas regiones, China centra su enfoque en labrar consensos y alentar procesos y dinámicas que se traducen en estabilidad y confianza, valores que ya no está en condiciones de proporcionar el hegemón tradicional. Esos consensos y procesos se afianzan como las dos claves estructurales del discurso global de China." 

(Xulio Rios, Observatorio de la política china, 02/09/25) 

23.8.25

¿Por qué no aproximarse a China? El actual socialismo blando de Pekín no ha de ser incompatible con los principales valores éticos occidentales, que se relacionan con el derecho natural y que se compendian en nuestros códigos de alcance universal. De donde cabe concluir que China, que evidentemente no es una democracia, no es tampoco una dictadura al uso... Después de todo, ha sido “nuestro” Trump el que trató de dar un golpe de Estado mediante la toma del Capitolio por la fuerza... resulta absurdo plantear la dialéctica bilateral como una guerra fría al estilo de la que mantenían las democracias liberales y la URSS hasta la caída del muro de Berlín. La rivalidad ente China y la sección europea de Occidente es ahora blanda y manejable, y puede traducirse en términos de competitividad, política pero sobre todo económica... Y en estas circunstancias, es muy fácil que Europa deje de interesarle la lucha por la hegemonía que está entablada entre la primera y la segunda potencia de la globalización.¿Por qué, entonces, habría de rechazar la Unión Europea una aproximación cooperativa a China, que hoy no muestra una agresiva pulsión imperialista (es Norteamérica la que ambiciona Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá) y con la que se podrían alcanzar pingües beneficios a partir del comercio, de la colaboración tecnológica y de la ampliación mutua de los mercados? (Antonio Papell)

 "Las generaciones que han vivido la etapa de relativa estabilidad posterior a la Segunda Guerra Mundial —y que en España edificaron el régimen democrático a la muerte del dictador— han crecido a la sombra permanente de Estados Unidos como potencia hegemónica, a pesar de la lógica desconfianza que nos ha inspirado a muchos porque fueron ellos quienes consolidaron nuestra dictadura y la utilizaron como cabeza de puente para dominar la bipolaridad. En los años contiguos al cambio de régimen en España, nuestra relación con EE UU fue intrincada porque este país, que nos expulsó de América en el XIX, siempre vio con malos ojos el intento europeo de formar al otro lado del Atlántico otra gran potencia occidental. Por lo demás, la China comunista era entonces una férrea dictadura bien poco atractiva, que representaba aquel inhumano socialismo real que tenía concomitancias con las demás dictaduras totalitarias.

Con respecto a China, Occidente confiaba plenamente en la operatividad de la llamada “hipótesis de modernización”, acuñada por el politólogo norteamericano Seymour Lipset (1922-2006). Según él, la modernización rápida e imparable que ha experimentado China desde las reformas de Deng Xiaoping y que todavía prosigue habría generado espontáneamente un engrosamiento muy notable de las clases medias y cultivadas, por lo que a medio plazo sería inevitable que creciese la exigencia de más libertades y de una cada vez mayor participación de la ciudadanía en los asuntos públicos. La correspondencia entre desarrollo y exigencia de autodeterminación personal, que también se experimentó en España durante la dictadura franquista, sería para Lipset un axioma indiscutible que desembocaría a la larga en la democratización de China. Porque, además, las economías, al modernizarse, necesitan cada vez más mecanismos democráticos de participación para triunfar en la carrera por la eficiencia.

Además, según Lipset, el Partido Comunista Chino nunca ha sido un partido convencional como los occidentales: la formación creada por Mao aglutinaba a las élites selectas que habían sido seleccionadas para gobernar, conforme a una tradición que entronca con la de los mandarines, que escribieron varios siglos de la historia imperial de aquel país. Algunos analistas españoles, como Enrique Fanjul, vinculan también el PCCH a la tradición confuciana del país, sobria, gregaria y pacífica, que habría moldeado a las masas chinas hasta dotarlas de características singulares. La gran aspiración de los chinos no sería tanto la libertad individual cuanto la capacidad de laborar armónicamente en equipo.

Lipset acertó en esto último pero no en la “hipótesis de modernización”, pese a que algunos llegaron a creer que los sucesos de Tiananmén (1989) eran ya una prueba de rebeldía social y la primera expresión turbulenta de la contradicción entre el desarrollo acelerado de la economía y la inmovilidad de la política. Es evidente que no ha habido más tiananmenes y las encuestas más solventes realizadas por sociólogos independientes afirman todo lo contrario: las clases medias, cada vez más extensas y acomodadas, creen que la estabilidad política y el partido único que la hace posible son la principal garantía de bienestar y desarrollo. Según las encuestas que confecciona la John Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, cerca del 93% de la población china está “satisfecha” con el desempeño del gobierno central (casi un 38% se declara “extremadamente satisfecha”). Por lo demás, no parece que el desarrollo material se haya resentido de la precariedad de las libertades individuales: China está realizando un gran salto económico en las cadenas globales de valor, que ha llevado al país desde la primacía del sector primario y la fabricación de productos baratos gracias a una mano de obra esclavizada a una industria basada en el conocimiento y la tecnología generadora de grandes plusvalías. En otras palabras, la economía no parece interferir con la política.

Descartadas las tesis de Lipset, la teoría que hoy se abre paso, que Fanjul también recoge y que parece haberse contrastado en la práctica, es la que han elaborado Yuli Gorodnichenko y Gérard Roland, ambos de la Universidad de California, en Berkeley: el gran determinante del sistema político de un país es la cultura y no el desarrollo económico. Según dichos autores, las culturas individualistas tienden a crear una demanda de democracia pluralista. Por el contrario, las culturas colectivistas, como es la china, se centran en la necesidad de encontrar gobernantes benévolos para crear estabilidad entre los diferentes clanes y grupos. Como dice Fanjul, “el énfasis se pone más bien en la jerarquía y el orden, y la libertad puede ser vista como algo que pone en peligro la estabilidad”.

Como complemento de la teoría anterior, otra tesis alternativa es la de Daniel Bell en su libro The China Model: Political Meritocracy and the Limits of Democracy; según este reconocido politólogo canadiense, el elemento central del sistema político chino sería la meritocracia, “la idea de que los funcionarios de alto nivel deberán ser seleccionados y promovidos escrupulosamente sobre la base de su competencia y virtud”. De hecho, Xi Jinping, el actual líder, hizo una larga carrera político-administrativa de más de 40 años en la que fue ascendido nada menos que 16 veces. Esta evidencia permite a Bell afirmar que “el sistema político chino es el más competitivo que existe en el mundo hoy día”. Ni rastro del culto a la personalidad que el propio comunismo ruso desenmascaró en Stalin.

Si aceptamos estas interpretaciones de la realidad, que no parecen muy cuestionables, resultará evidente que la carga ideológica del régimen chino es mucho menos densa de lo que suponíamos cuando la doctrina oficial occidental le atribuía elementos leninistas —el afán de construir la dictadura del proletariado, sobre todo— que al parecer fueron enterrados con Mao. En suma, el actual socialismo blando de Pekín no ha de ser incompatible con los principales valores éticos occidentales, que se relacionan con el derecho natural y que se compendian en nuestros códigos de alcance universal.

De donde cabe concluir que China, que evidentemente no es una democracia, no es tampoco una dictadura al uso, ni está basada en la toma del poder por un partido de base utópica o por una oligarquía —el caso de Rusia o Corea del Norte—, ni se mantienen los personalismos enfervorizados y patológicos que caracterizaron el tortuoso arranque del régimen— Mao Zedong—. Después de todo, ha sido “nuestro” Trump el último revolucionario de la globalización, ya que el 6 de enero de 2021 trató de dar un golpe de Estado mediante la toma del Capitolio por la fuerza.

En estas condiciones, la tesis de una gran asimetría entre China y Occidente es poco realista, de forma que resulta absurdo plantear la dialéctica bilateral como una guerra fría al estilo de la que mantenían las democracias liberales y la URSS hasta la caída del muro de Berlín. La rivalidad ente China y la sección europea de Occidente es ahora blanda y manejable, y puede traducirse en términos de competitividad, política pero sobre todo económica. Y en estas circunstancias, es muy fácil que Europa deje de interesarle la lucha por la hegemonía que está entablada entre la primera y la segunda potencia de la globalización.¿Por qué, entonces, habría de rechazar la Unión Europea una aproximación cooperativa a China, que hoy no muestra una agresiva pulsión imperialista (es Norteamérica la que ambiciona Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá) y con la que se podrían alcanzar pingües beneficios a partir del comercio, de la colaboración tecnológica y de la ampliación mutua de los mercados?"

(Antonio Papell , El País, 22/08/25) 

18.8.25

Por qué ha terminado la hegemonía occidental... las economías emergentes reducen o colman la brecha de ingresos con los países occidentales de altos ingresos, lo que significa que la hegemonía occidental ha llegado a su fin. Esto está causando una profunda frustración, no solo en la clase política estadounidense, sino también en Europa... Este 70% de la población mundial quiere modernizarse y China proporciona a estos países los medios para un rápido crecimiento y modernización. China es fundamental para la transición energética mundial hacia una energía con cero emisiones de carbono, especialmente en los mercados fuera de Estados Unidos y Europa... China desempeñará un papel fundamental a nivel mundial en estas economías, construyendo economías verdes y digitales avanzadas, utilizando tecnologías chinas de vanguardia. Será una gran victoria para el mundo, porque China seguirá creciendo rápidamente, al tiempo que favorecerá el rápido crecimiento de los países emergentes y en desarrollo (Jeffrey Sachs, ex-asesor especial del secretario general de las Naciones Unidas)

 "En esta larga e interesante entrevista centrada en los Estados Unidos de Trump, el economista aborda diversos temas, desde la guerra arancelaria hasta la política exterior estadounidense, gestionada en realidad por el Estado profundo con una continuidad sustancial entre los distintos presidentes, pasando por la difícil relación con China, que considera un elemento clave para la transición energética global hacia una energía con cero emisiones de carbono, especialmente en los mercados fuera de Estados Unidos y Europa.

– La tregua arancelaria entre China y Estados Unidos debería concluir en agosto. ¿Qué cree que sucederá después? ¿Y qué pasará con las relaciones comerciales entre China y Estados Unidos durante el resto del segundo mandato del presidente estadounidense Donald Trump?

– Estados Unidos ha aprendido que no puede imponer su voluntad a China. La amenaza de las tierras raras fue suficiente para que Estados Unidos reconsiderara la situación. Por lo tanto, casi inmediatamente después de imponer los elevados aranceles, Estados Unidos dio marcha atrás.

Y ambas partes saben que tienen cierta influencia sobre la otra. Por esta razón, podríamos esperar que las dos partes mantengan ciertos límites a las tensiones comerciales en los próximos años.

Habrá, por tanto, una especie de acuerdo, pero no estará definido en detalle, y las tensiones seguirán aumentando y disminuyendo, sin que ninguna de las dos partes imponga definitivamente su voluntad a la otra. La razón fundamental es que ambas partes se benefician mutuamente de la continuación del comercio. Espero que prevalezca un poco de racionalidad.

El mayor reto, por supuesto, es el comportamiento de Estados Unidos. Fue Estados Unidos quien inició esta guerra comercial. No se trata de dos partes que luchan entre sí, sino más bien de Estados Unidos luchando contra China. Debemos recordar esto.

Estados Unidos debe mostrar cierta prudencia en este momento. Sospecho que hay una actitud de humildad entre muchos altos funcionarios estadounidenses. El propio Trump es impredecible.

Tiene un umbral de atención muy corto. Los acuerdos con Trump no duran. Por lo tanto, no preveo un período de calma, pero sí algunos límites a la competencia, porque cada parte puede perjudicar a la otra y ambas tienen motivos de peso para alcanzar cierto grado de cooperación.

Me gustaría añadir otro punto. Desde una perspectiva a largo plazo, China no debería considerar en absoluto a Estados Unidos como un mercado en crecimiento para sus exportaciones.

Estados Unidos limitará de una forma u otra las exportaciones chinas a Estados Unidos. La relación no será armoniosa. Estados Unidos no será amistoso con China, ni fiable.

China simplemente debería asegurarse de ampliar sus exportaciones a otros mercados y no centrarse excesivamente en intentar penetrar en el mercado estadounidense, o incluso en el europeo.

El rápido crecimiento de las exportaciones chinas se centrará en África, el sudeste asiático, el sur de Asia, Asia occidental, Asia central y América Latina, y no en Estados Unidos y Europa occidental. (...)

– En otras entrevistas, usted ha afirmado que Trump no ha adoptado una estrategia coherente en política exterior, incluida su gestión de China. ¿Por qué piensa así? ¿Y qué ve en el futuro de las relaciones entre China y Estados Unidos?

La tendencia más fundamental de la economía mundial es el rápido ascenso de las economías no occidentales, lideradas por China e incluyendo a Rusia, India, el sudeste asiático y, en las próximas décadas, África.

Estados Unidos está luchando por mantener su predominio en un mundo en el que las economías emergentes están creciendo rápidamente. Estados Unidos no podrá impedir el surgimiento del multipolarismo, pero lo intentará. Trump intentará una cosa u otra, pero sin éxito ni coherencia. El multipolarismo ya ha llegado.

El amplio modelo de convergencia económica, en el que las economías emergentes reducen o colman la brecha de ingresos con los países occidentales de altos ingresos, significa que la hegemonía occidental ha llegado a su fin. Esto está causando una profunda frustración, no solo en la clase política estadounidense, sino también en Europa.

China supera con creces a Estados Unidos en la producción de bienes industriales avanzados, como vehículos eléctricos, energía solar, eólica, nuclear avanzada, baterías, 5G de bajo coste y muchas otras tecnologías clave. China integra la inteligencia artificial en los procesos de producción avanzados más que Estados Unidos. (...)

– China está elaborando ahora sus políticas económicas para los próximos cinco años. Usted ya ha asesorado a muchos países en el pasado. ¿Qué consejo le daría a China ante esta tensión y la guerra arancelaria mundial?

– Mi principal consejo para China es que mire al mundo no occidental para conseguir las alianzas más sólidas en materia de comercio, inversiones y diplomacia, al menos durante un tiempo.

La alianza liderada por Estados Unidos (Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, la Ue, Japón, Corea, Australia y Nueva Zelanda) representa alrededor del 13% de la población mundial. China representa otro 17%. El 70% restante del mundo, en Asia, África y América Latina, quiere unas relaciones económicas y diplomáticas buenas y sólidas con China.

Este 70% de la población mundial quiere modernizarse y China proporciona a estos países los medios para un rápido crecimiento y modernización. China es fundamental para la transición energética mundial hacia una energía con cero emisiones de carbono, especialmente en los mercados fuera de Estados Unidos y Europa.

Las economías emergentes y en desarrollo de Asia, África y América Latina serán los mercados en los que China desarrollará rápidamente sus exportaciones en los próximos años.

China desempeñará un papel fundamental a nivel mundial en estas economías, construyendo economías verdes y digitales avanzadas, utilizando tecnologías chinas de vanguardia.

Será una gran victoria para el mundo, porque China seguirá creciendo rápidamente, al tiempo que favorecerá el rápido crecimiento de los países emergentes y en desarrollo.

Lamentablemente, en mi opinión, Estados Unidos no tendrá un papel significativo en esta modernización en la próxima generación. Los Estados Unidos bajo Trump se están retirando de las tecnologías verdes y de la responsabilidad global.

Los Estados Unidos no pueden competir con China en el mercado global de las energías renovables. No pueden competir con China en el mercado global de la conectividad digital. No pueden competir con China en el sector ferroviario de alta velocidad o en el transporte marítimo con bajas emisiones de carbono. En todos estos sectores, Trump está cediendo el comercio y el liderazgo mundial a China.

En cuanto a los mercados estadounidenses, China debería, sin duda, tratar de alcanzar un acuerdo comercial adecuado con Estados Unidos, pero no debería preocuparse demasiado, en cualquier caso. Estados Unidos ya representa una pequeña parte de las exportaciones chinas, quizás alrededor del 10-12%. Es muy probable que esta cuota de las exportaciones chinas disminuya aún más.

Espero equivocarme y que Estados Unidos recupere un poco de sentido común, se una al esfuerzo mundial por la transformación ecológica y restablezca la normalidad de sus relaciones comerciales con China.

Sin embargo, no creo que esto vaya a suceder antes de muchos años, y no creo que China pueda, ni deba, basar sus políticas en un retorno a la normalidad de sus relaciones comerciales con Estados Unidos.

Más concretamente, apoyo la expansión de la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda [china]. Defiendo que China debe interactuar con los grupos regionales, entre ellos la ASEAN, la Unión Africana, la Liga Árabe y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Las relaciones de China con estos grupos regionales pueden ser muy estratégicas, ya que los grupos regionales pueden, y deben, estimular la interconexión de las infraestructuras entre todos los miembros del grupo. Para China, será más fácil interactuar con planes regionales que con un país cada vez.

De hecho, ningún Estado de la ASEAN, Oriente Medio o América Latina puede modernizarse por sí solo sin fuertes vínculos con sus vecinos a través del comercio, las finanzas y las infraestructuras.

En el caso de la ASEAN, por ejemplo, se necesita realmente un sistema energético a nivel de la ASEAN, y no sistemas energéticos separados para Laos, Camboya, Vietnam, Tailandia, Malasia, Indonesia, etc.

Estos países necesitan una red eléctrica interconectada y China desempeñará un papel clave en la consecución de una red a nivel de la ASEAN. Por lo tanto, la diplomacia entre China y la ASEAN es muy beneficiosa para ambas partes.

También creo que Hong Kong tendrá un papel de liderazgo enorme y verdaderamente único en la transformación global. Hong Kong es vital para los crecientes vínculos de China con la ASEAN, la Unión Africana y más allá.

La Gran Área de la Bahía (GBA) combina el liderazgo mundial de Hong Kong en finanzas internacionales, educación superior y gestión global con el liderazgo de Shenzhen en tecnologías de vanguardia y la producción avanzada de Dongguan, Guangzhou y otras ciudades de la GBA.

Al unir estas fortalezas, la GBA se convierte en el corazón de la transformación verde global, con energía sin emisiones de carbono, robótica, fabricación basada en inteligencia artificial, conectividad digital y mucho más. Todo ello contribuirá a impulsar el rápido crecimiento de China, y de Hong Kong, durante la próxima generación. (...)"

(Entrevista a  Jeffrey Sachs, Un. Columbia, ex-asesor especial del secretario general de las Naciones Unidas, Josephine Ma , Other news, 13/08/25)

16.8.25

Branko Milanovic: me contó la historia que resume toda la trayectoria de la participación estadounidense en la globalización: la historia del auge, la decadencia y la incapacidad de Estados Unidos para volver a industrializarse. Todo ello a través de su pequeña empresa de moda... Inicialmente, la empresa compraba todos sus materiales, telas, estampados y tintes, etc., dentro de Estados Unidos... los proveedores estadounidenses se volvieron demasiado caros, y la calidad de las impresiones de Francia e Italia era mejor. Así que, cambió a Italia y Francia... Las empresas estadounidenses que trabajaron con su pequeña empresa acabaron vendiendo toda su maquinaria y equipo, y los trabajadores se dispersaron por los cuatro vientos... una empresa china compó a los proveedores franceses e italianos... unos años después, la nueva dueña china decidió cuadruplicar (sí, dijo "cuadruplicar") los precios de las telas. Fue un duro golpe para su negocio. Intentó volver a contactar con otras empresas francesas e italianas, pero, al igual que en Estados Unidos, todas habían quebrado... De alguna manera, ella absorbió el impacto del precio. El negocio continuó. Las cosas eran más caras, pero de mejor calidad... Hasta que llegó Trump. Aumentó los aranceles sobre los productos que ella importa de China del 10% al 58%. Dijo que era imposible trabajar con esos precios... están intentando pasar por Perú, pero es súper complicado y al final no sale mucho más barato. Y este sueño de Trump, dijo ella, de traer la producción de vuelta a Estados Unidos es una completa tontería. ¿Quién lo va a hacer? “Las empresas con las que solía trabajar cerraron hace años.” Incluso las habilidades de los trabajadores para realizar este trabajo ya no existen. Nunca más lo haremos en los Estados Unidos... Trump ha puesto el último clavo en el ataúd de su negocio. Lo despreciaba. Pero no podía soportar el establishment demócrata; le gustaba Mamdani. Pero Mamdani es un fenómeno neoyorquino, dijo; no puede representar a Estados Unidos... creo que ella sintió que era el final del juego

"(...) Por suerte, a mi derecha se sentaba otra mujer, quizás solo cinco años más joven que la dama del establishment liberal de la Costa Este con la que acababa de terminar esta encantadora conversación. Estaba tan horrorizada por Trump como la otra, pero le disgustaba igualmente el establishment del partido Demócrata. 

Y me contó la historia que resume toda la trayectoria de la participación estadounidense en la globalización: la historia del auge, la decadencia y la incapacidad de Estados Unidos para volver a industrializarse. Todo ello a través de su pequeña empresa de moda. Ella es dueña de una empresa de moda pequeña o mediana que tiene éxito. Ella lo empezó hace unos 35 años. Inicialmente, la empresa compraba todos sus materiales, telas, estampados y tintes, etc., dentro de Estados Unidos, desde California hasta la Costa Este. Pero gradualmente, los proveedores estadounidenses se volvieron demasiado caros, y la calidad de las impresiones de Francia e Italia era mejor. Así que, cambió a Italia y Francia. 

Las empresas estadounidenses que trabajaron con su pequeña empresa acabaron vendiendo toda su maquinaria y equipo, y los trabajadores se dispersaron por los cuatro vientos. Su negocio siguió prosperando. Las cosas siguieron funcionando bien incluso después de que una empresa china comprara a los proveedores franceses e italianos. Los chinos aumentaron la variedad de colores y la hicieron aún más feliz. Hasta que, unos años después, la nueva dueña china decidió cuadruplicar (sí, dijo "cuadruplicar") los precios de las telas. Fue un duro golpe para su negocio. Intentó volver a contactar con otras empresas francesas e italianas, pero, al igual que en Estados Unidos, todas habían quebrado; habían desaparecido para siempre. No había vuelta atrás. De alguna manera, ella absorbió el impacto del precio. El negocio continuó. Las cosas eran más caras, pero de mejor calidad. Después de todo, pensó, todo estaría bien.

Hasta que llegó Trump. Aumentó los aranceles sobre los productos que ella importa de China del 10% al 58%. Dijo que era imposible trabajar con esos precios. Nadie compraría sus productos. ¿Podrían los chinos fingir que las mercancías se producen en otro lugar y venderlas pagando aranceles más bajos?, pregunté. Sí, dijo, están intentando pasar por Perú, pero es súper complicado y al final no sale mucho más barato. Y este sueño de Trump, dijo ella, de traer la producción de vuelta a Estados Unidos es una completa tontería. ¿Quién lo va a hacer? “Las empresas con las que solía trabajar cerraron hace años.” Incluso las habilidades de los trabajadores para realizar este trabajo ya no existen. Nunca más lo haremos en los Estados Unidos. Por supuesto, intenté refutar tímidamente, quizás nuevas empresas surgirán tras los altos muros de los aranceles y la gente volverá a aprender las habilidades necesarias. Ella no lo creía. E incluso si lo hicieran, ya sería demasiado tarde para ella. Ella sí sabía qué hacer.

 Entonces, ¿qué pensaba políticamente? Trump ha puesto el último clavo en el ataúd de su negocio. Lo despreciaba. Pero no podía soportar el establishment demócrata; le gustaba Mamdani. Pero Mamdani es un fenómeno neoyorquino, dijo; no puede representar a Estados Unidos. Estaba desconcertada. La cena estuvo genial y bebimos otra copa de vino (a ella le gustaba el blanco y yo prefiero el rosado), pero creo que ella sintió que era el final del juego."

(Branko Milanovic , blog, 14/08/25, traducción Quillbot) 

20.7.25

La primera vez que China trastocó la economía estadounidense, entre 1999 y 2007, contribuyó a eliminar casi una cuarta parte de todos los puestos de trabajo del sector manufacturero en Estados Unidos... El choque chino 2.0, el que se acerca con rapidez, es en el que China pasa de ser el jugador con pocas posibilidades al favorito. En este momento, está compitiendo de manera agresiva en los sectores innovadores en los que Estados Unidos ha sido el líder indiscutible por mucho tiempo: aviación, IA, telecomunicaciones, microprocesadores, robótica, energía nuclear y de fusión, computación cuántica, biotecnología y farmacia, energía solar, baterías... es un botín económico por las altas ganancias y los empleos bien remunerados y da peso geopolítico por dar forma a la frontera tecnológica... China ya está reordenando gobiernos y mercados en África, América Latina, el sudeste asiático y, cada vez más, Europa del Este... ¿Cuál ha sido la respuesta estadounidense? Principalmente aranceles: aranceles sobre todo, en todas partes, todos a la vez. Esta habría sido una estrategia mediocre para luchar contra la guerra comercial que Estados Unidos perdió hace 20 años. En nuestra trayectoria actual, puede que solo consigamos esos puestos de trabajo fabricando tenis... Estados Unidos debería seguir el ejemplo de China y promover con agresividad la experimentación en nuevos campos. Elige sectores que sean estratégicamente cruciales (drones, chips avanzados, fusión, cuántica, biotecnología) e invierte en ellos... Esto significará dejar de subvencionar sectores tradicionales como el carbón y el petróleo, restablecer el apoyo federal a la investigación científica y abrirles las puertas, en lugar de demonizar a los técnicos extranjeros con talento a quienes les encantaría ayudar al país a avanzar (David Autor)

 "La primera vez que China trastocó la economía estadounidense, entre 1999 y 2007, contribuyó a eliminar casi una cuarta parte de todos los puestos de trabajo del sector manufacturero en Estados Unidos. Conocido como el “choque chino”, fue impulsado por un proceso peculiar: la transición de China de la planificación central maoísta a una economía de mercado a fines de la década de 1970, un cambio que muy rápido redirigió la mano de obra y el capital del país de las granjas colectivas en los campos a las fábricas capitalistas en las ciudades. Las oleadas de productos baratos que llegaban de China implosionaron los cimientos económicos de sitios en los que la fabricación era lo más importante como Martinsville, Virginia, y High Point, Carolina del Norte, que eran conocidas como las capitales mundiales de las sudaderas y los muebles. Veinte años después, esos trabajadores no se han recuperado de esas pérdidas laborales. Aunque ese tipo de localidades han vuelto a crecer, la mayoría de los aumentos de empleo se producen en industrias con salarios bajos. De manera simultánea, se desarrolló una historia similar en decenas de industrias de gran intensidad de mano de obra como las fábricas textiles, de juguetes, artículos deportivos, electrónica, plásticos y piezas de automóviles.

Sin embargo, cuando la transición de Mao a la industria manufacturera se completó en China, en algún momento alrededor de 2015, el “choque” dejó de producirse. Desde entonces, el empleo en el sector manufacturero estadounidense ha repuntado y creció durante la presidencia de Barack Obama, el primer mandato de Donald Trump y el gobierno del presidente Joe Biden.

Entonces, te preguntarás: ¿por qué seguimos hablando del choque chino? Ojalá no lo hiciéramos. En 2013, 2014 y 2016 publicamos la investigación, junto con nuestro colaborador David Dorn, de la Universidad de Zúrich, que por primera vez detallaba cómo la competencia de las importaciones chinas estaba devastando zonas de Estados Unidos con descensos permanentes del empleo y los ingresos. Ahora, estamos aquí para argumentar que los legisladores pasan demasiado tiempo mirando el pasado, peleando la guerra que ya pasó. Más bien, deberían dedicar mucho más tiempo a analizar lo que está comenzando a surgir como un nuevo choque chino.

Y este choque podría ser mucho peor.

El choque chino 1.0 fue un acontecimiento puntual. En esencia, China descubrió cómo hacer lo que debería haber estado haciendo décadas antes. En Estados Unidos, eso generó pérdidas de empleo innecesariamente dolorosas. Pero Estados Unidos nunca iba a vender tenis en Temu ni a ensamblar AirPods. Se cree que la mano de obra manufacturera de China supera por mucho los 100 millones, frente a los 13 millones de Estados Unidos. Roza el delirio pensar que Estados Unidos puede —o debería siquiera querer— competir con China al mismo tiempo tanto en semiconductores como en tenis.

El choque chino 2.0, el que se acerca con rapidez, es en el que China pasa de ser el jugador con pocas posibilidades al favorito. En este momento, está compitiendo de manera agresiva en los sectores innovadores en los que Estados Unidos ha sido el líder indiscutible por mucho tiempo: aviación, IA, telecomunicaciones, microprocesadores, robótica, energía nuclear y de fusión, computación cuántica, biotecnología y farmacia, energía solar, baterías. Dominar estos sectores tiene beneficios: es un botín económico por las altas ganancias y los empleos bien remunerados; da peso geopolítico por dar forma a la frontera tecnológica, y provee destreza militar al controlar el campo de batalla. General Motors, Boeing e Intel son bastiones nacionales estadounidenses, pero estas empresas no están en su mejor momento y las extrañaremos si desaparecen. La visión tecnológica de China ya está reordenando gobiernos y mercados en África, América Latina, el sudeste asiático y, cada vez más, Europa del Este. Cabe esperar que esta influencia aumente a medida que Estados Unidos se repliegue en una esfera aislacionista estilo MAGA.

En las décadas de 1990 y 2000, las empresas privadas chinas, junto a corporaciones multinacionales, convirtieron a China en la fábrica del mundo. El nuevo modelo chino es distinto: las empresas privadas trabajan junto al Estado chino. China ha creado un ecosistema de innovación ágil, aunque costoso, en el que los funcionarios locales, como alcaldes y gobernadores, son recompensados por el crecimiento en determinados sectores avanzados. Antes eran evaluados por el crecimiento total del PIB, un instrumento menos preciso.

Antes de convertirse en la sede del segundo mayor productor de vehículos eléctricos de China, la ciudad de Hefei era la capital poco distinguida de una provincia pobre del interior. Hefei —al aportar financiación de riesgo, asumiendo riesgos con productores de vehículos eléctricos en dificultades e invirtiendo en investigación y desarrollo locales— dio el salto al primer nivel industrial del país en apenas media década.

China ha hecho este milagro muchas veces. Los mayores y más innovadores productores mundiales de vehículos eléctricos (BYD), baterías para vehículos eléctricos (CATL), drones (DJI) y paneles solares (LONGi) son empresas chinas nuevas, ninguna tiene más de 30 años de antigüedad. Lograron el liderazgo tecnológico y de precios no porque el presidente de China, Xi Jinping, lo decretara sino porque salieron triunfantes del darwinismo económico que es la política industrial china. El resto del mundo está mal preparado para competir con estos superdepredadores. Cuando los legisladores estadounidenses se burlan de la política industrial china, están imaginando algo parecido al lento despegue de Airbus o al colapso de Solyndra. Pero más bien deberían ver los ágiles enjambres de drones DJI que se desplazan sobre Ucrania.

El choque chino 1.0 estaba destinado a decaer cuando China se quedara sin mano de obra de bajo costo, como ha ocurrido ahora. Su crecimiento ya está quedándose atrás del de Vietnam en sectores como la confección y los muebles básicos. Pero, a diferencia de Estados Unidos, China no está estancada en el pasado y lamentando la pérdida de su potencia manufacturera. En cambio, se está centrando en las tecnologías clave del siglo XXI. A diferencia de la estrategia basada en la mano de obra barata, el choque chino 2.0 durará mientras China tenga los recursos, la paciencia y la disciplina para competir ferozmente.

Y si dudas de la capacidad o determinación de China, las pruebas están en tu contra. Según el Instituto Australiano de Política Estratégica, un centro de pensamiento independiente financiado por el Departamento de Defensa australiano, entre 2003 y 2007, Estados Unidos aventajó a China en 60 de las 64 tecnologías de vanguardia, como la IA y la criptografía, mientras que China solo le ganó en tres. En el informe más reciente, que abarca de 2019 a 2023, se invirtieron las clasificaciones. China lideraba 57 de las 64 tecnologías clave, y Estados Unidos solo siete.

¿Cuál ha sido la respuesta estadounidense? Principalmente aranceles: aranceles sobre todo, en todas partes, todos a la vez. Esta habría sido una estrategia mediocre para luchar contra la guerra comercial que Estados Unidos perdió hace 20 años. En nuestra trayectoria actual, puede que solo consigamos esos puestos de trabajo fabricando tenis. Y si llevamos las cosas más lejos, en 2030 podríamos estar ensamblando los iPhone en Texas, un trabajo tan tedioso y mal pagado que el periódico satírico The Onion bromeó una vez con este titular: “Los trabajadores de las fábricas chinas temen no ser sustituidos nunca por máquinas”.

Los aranceles, por sí solos, nunca convertirán a Estados Unidos en un lugar atractivo para innovar. Sí, los aranceles pertenecen a nuestro arsenal comercial, pero como balas de precisión, no como minas terrestres que mutilan por igual a enemigos, amigos y no combatientes.

¿Cuál es la alternativa? Antes de realizar nuestra investigación sobre China hace una década creíamos, como muchos economistas, que una estrategia comercial de no intervención era mejor que las alternativas desprolijas. Ya no pensamos lo mismo. La mala gestión estadounidense del choque chino 1.0 nos enseñó que se necesita una mejor estrategia comercial. ¿Cómo sería mejor? Como se dice que dijo Einstein, todo debe simplificarse tanto como sea posible, pero no hacerse más simple. En lugar de una respuesta demasiado simple, ofrecemos cuatro principios básicos.

En primer lugar, los legisladores deben reconocer que la mayoría de nuestras dificultades con China las comparten nuestros aliados comerciales. Deberíamos actuar en conjunto con la Unión Europea, Japón y los muchos países con los que tenemos acuerdos de libre comercio, como Canadá, México y Corea del Sur, en lugar de castigarlos con aranceles altos por el descaro de vendernos productos que queremos comprar. Los aranceles a los vehículos eléctricos tendrían un aspecto muy distinto si los adoptara una coalición expansiva de voluntarios, con Estados Unidos a la cabeza.

Al mismo tiempo, deberíamos animar a China a construir fábricas de baterías y automóviles en Estados Unidos, del mismo modo que China atrajo a las principales empresas estadounidenses a establecerse allí en las últimas tres décadas. ¿Por qué invitar a estos despiadados competidores a territorio estadounidense? Con frecuencia, los legisladores chinos invocan el “efecto siluro o bagre”, en el que un competidor extranjero fuerte presiona a las “sardinas” nacionales más endebles a que naden más rápido o, de lo contrario, serán devoradas. Cuando los fabricantes chinos de vehículos eléctricos aún eran sardinas, la gigafábrica de Tesla en Shanghái les servía de bagre. Tesla ya no es el pez depredador en China y cada vez parece más una sardina nerviosa.

¿Invitar a China a fabricar en Estados Unidos plantea problemas de seguridad nacional? Claro, en algunos casos. Y esa es una razón para extraer nuestros propios metales de tierras raras, prohibir los equipos de red de Huawei y modernizar nuestras flotas y puertos con barcos y grúas de carga suministrados por nuestros muy competentes aliados japoneses y surcoreanos. Pero si cerramos la puerta a las industrias líderes de China, nos quedaremos estancados con la mediocridad de nuestra producción nacional.

En segundo lugar, Estados Unidos debería seguir el ejemplo de China y promover con agresividad la experimentación en nuevos campos. Elige sectores que sean estratégicamente cruciales (drones, chips avanzados, fusión, cuántica, biotecnología) e invierte en ellos. Luego hazlo “al estilo de China”, en el que el gobierno estadounidense gestiona grandes fondos de inversión de capital de riesgo que esperan tener un índice de éxito bajo en una sola empresa o proyecto y un índice de éxito mayor a la hora de estimular nuevas industrias.

Este planteamiento funcionó durante la Segunda Guerra Mundial (la Oficina de Investigación y Desarrollo Científicos nos dio importantes avances en la propulsión a chorro, el radar y la penicilina producida en masa), la carrera para llegar a la Luna (la NASA diseñó el viaje de ida y vuelta de forma segura) y la Operación Warp Speed (el gobierno federal se asoció con las grandes farmacéuticas para producir una vacuna contra la COVID-19 más rápido de lo que se había producido prácticamente cualquier otra vacuna contra una enfermedad importante).

Estos nuevos ecosistemas necesitarán respaldo de infraestructuras: generación de energía fiable y barata, tierras raras, transporte marítimo moderno y universidades con programas vibrantes de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Esto significará dejar de subvencionar sectores tradicionales como el carbón y el petróleo, restablecer el apoyo federal a la investigación científica y abrirles las puertas, en lugar de demonizar a los técnicos extranjeros con talento a quienes les encantaría ayudar al país a avanzar. En este punto, abogaríamos por una capacidad de inversión estratégica políticamente aislada en Estados Unidos, algo así como la Reserva Federal, pero para la innovación en lugar de para las tasas de interés.

En tercer lugar, elegir las batallas que podemos ganar (semiconductores) o las que sencillamente no podemos permitirnos perder (tierras raras), y hacer las inversiones a largo plazo para lograr los resultados correctos. El sistema político estadounidense tiene la capacidad de atención de una ardilla drogada con cocaína. Cambia las recompensas y los castigos tan a menudo que pocas cosas buenas pueden salir de ahí. Tanto si pensabas que la Ley de Reducción de la Inflación de Biden valía la pena o no, es una terrible idea eliminar todas esas nuevas inversiones en tecnología climática tres años después de que se iniciaran, como ha hecho el reciente proyecto de ley de política interior. Del mismo modo, acabar sumariamente con el talentoso equipo del estatuto CHIPS and Science, encargado de revitalizar la fabricación nacional de semiconductores, como Trump le ha pedido al Congreso, no hará que avance el liderazgo estadounidense en chips de inteligencia artificial (IA). Ambas partes del espectro político están de acuerdo en que enfrentarse a China es esencial para un futuro económico seguro, lo que da un atisbo de esperanza de que pueda ser factible cierta continuidad en nuestras políticas económicas.

En cuarto lugar, prevenir los efectos devastadores de la pérdida de puestos de trabajo a causa del próximo gran choque, ya proceda de China o de cualquier otro lugar (has oído hablar de la IA, ¿cierto?). Los efectos cicatrizantes de la pérdida de puestos de trabajo en el sector manufacturero han causado a Estados Unidos un montón de problemas económicos y políticos en las dos últimas décadas. Mientras tanto, hemos aprendido que la expansión del seguro de desempleo, el seguro salarial a través del programa federal de Asistencia para el Ajuste Comercial y los tipos adecuados de educación profesional y técnica de los institutos comunitarios o community colleges pueden ayudar a los trabajadores desplazados a reintegrarse. Sin embargo, ejecutamos estas políticas a una escala demasiado pequeña y de una manera muy mal orientada como para ayudar mucho, y estamos avanzando en la dirección equivocada. De manera inexcusable, el Congreso le quitó financiación a la Ayuda al Ajuste Comercial en 2022.

No existe ninguna política económica que pueda hacer que la pérdida de empleo sea imperceptible, especialmente cuando arranca el corazón de tu industria o de tu ciudad natal. Pero cuando las industrias colapsan, nuestra mejor respuesta es lograr que los trabajadores desplazados consigan rápidamente nuevos empleos y asegurarnos de que las empresas jóvenes y pequeñas, responsables de la mayor parte del crecimiento neto del empleo en Estados Unidos, estén preparadas para maniobrar. Los aranceles, que protegen con muchas limitaciones a la antigua industria manufacturera, son bastante inadecuados para esta tarea.

Lo que está en juego no podría ser mayor. Mientras veíamos por el retrovisor, perdimos de vista el camino que tenemos enfrente. Algunos indicadores de nuestra ruta actual incluyen el ocaso del liderazgo tecnológico, económico, geopolítico y militar de Estados Unidos. Gestionar el choque chino 2.0 requiere aplicar nuestras fortalezas, no lamernos las heridas. Debemos impulsar las industrias con gran potencial de innovación, financiadas mediante inversiones conjuntas de los sectores público y privado. Estas industrias están en riesgo en todo el mundo, algo de lo que China se dio cuenta hace una década. Deberíamos dejar de luchar en la guerra comercial del pasado y enfrentar el desafío de China en la guerra actual."

(, Revista de prensa, 19/07/25, fuente The New York Times ) 

15.7.25

China va ganando en su guerra comercial con Estados Unidos... China presenta los mejores niveles de educación y formación del mundo, muy por encima de la Unión Europea. Lo mismo podemos decir de la sanidad o del espectacular crecimiento de la esperanza de vida, terreno en el que ya ha aventajado a Estados Unidos... y China muestra unos niveles de cohesión social superiores a Estados Unidos y Europa... China está tomando ventaja sobre todo en tecnología, pero no creo que el Gobierno chino vaya a hacer un uso supremacista de las tierras raras ni de cualquier otro dominio tecnológico como ha hecho Occidente contra ellos... Estados Unidos lleva una gran ventaja: el llamado soft power, es decir, todo lo relacionado con la cultura, pero algo ha empezado a cambiar. China ha abierto un camino totalmente nuevo a todo el sur global, ha abierto una brecha en el discurso neoliberal... Había un círculo de amistad entre los dos países y se ha roto porque la economía China ha adelantado a la norteamericana. Eso es todo... (Pedro Barragán)

 "Economista experto en China, Pedro Barragán acaba de publicar ‘Por qué China va ganando’ (El Garaje Ediciones), un libro en el que analiza la guerra comercial entre el gigante asiático y los Estados Unidos. Su pronóstico es claro: Trump perderá.

Pedro Barragán (Logroño, 1954) tiene una pasión: China, país al que ha dedicado años de estudio. Su conocimiento del gigante asiático y de su economía es casi enciclopédico y lo demuestra, por ejemplo, en Público, donde mantiene una columna de opinión centrada precisamente en China.  

Ahora Barragán vuelca todo ese conocimiento en el libro que acaba de publicar hace apenas unas semanas, Por qué China va ganando (El Garaje Ediciones). Una obra oportuna, porque se publica en pleno apogeo de la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Barragán aporta claves interesantes para entender cómo son las relaciones económicas entre los dos países llamados a dominar el mundo en el siglo XXI. 

Dice usted que China va ganando. ¿A qué se refiere exactamente? 

China está ganando en empoderar a su población. Todo el progreso económico de China se ha convertido en un círculo virtuoso que revierte en la sociedad. Actualmente, China presenta los mejores niveles de educación y formación del mundo, muy por encima de la Unión Europea. Lo mismo podemos decir de la sanidad o del espectacular crecimiento de la esperanza de vida, terreno en el que ya ha aventajado a Estados Unidos. Hay, obviamente un matiz importante: la renta pér cápita de Estados Unidos es mucho mayor que la de China; a fin de cuentas, los chinos son 1.400 millones.

 ¿Y va a ganar la guerra que le ha declarado Trump?

Yo diría que sí. China está tomando ventaja en esa guerra económica, sobre todo en la tecnológica.

¿El próximo campo de batalla van a ser las llamadas tierras raras y la lucha por los minerales para fabricar los microchips?

China es el líder mundial en las tierras raras, pero sobre todo es líder en la tecnología de extracción y recuperación de los minerales. Al contrario de lo que pueden pensar muchos, China no ha querido utilizar nunca las tierras raras como elemento de predominio político o económico sobre el resto del mundo. China no mira al año que viene o a las próximas elecciones: China mira al año 2050. Yo no creo que el Gobierno chino vaya a hacer un uso supremacista de las tierras raras ni de cualquier otro dominio tecnológico como ha hecho Occidente contra ellos. 

Hasta la llegada de Trump al poder, mucha gente pensaba que la relación entre Estados Unidos y China no era tan tensa. 

A ojos de Estados Unidos, China tiene tres defectos insalvables: es comunista, no es anglosajona y tampoco es cristiana. Pese a ello, en los últimos 25 años la relación entre los dos países ha sido buena hasta que ha dejado de serlo. El desarrollo económico de China se ha basado en buena medida en inversiones de las empresas norteamericanas que se han instalado allí, sobre todo a partir del año 2000. Por otra parte, China ha reinvertido buena parte de sus beneficios en deuda pública de Estados Unidos, con lo que ha ayudado a financiar a la economía estadounidense. Había un círculo de amistad entre los dos países y se ha roto. 

¿Por qué se ha roto ese círculo de amistad?

Esa relación de amistad empezó a cambiar hace cuatro o cinco años y se rompe porque la economía China ha adelantado a la norteamericana. Eso es todo. Para darnos cuenta de lo que digo, basta este dato: en el año 2000, la economía de Estados Unidos representaba el 19,8% del PIB mundial, mientras que China apenas alcanzaba el 6,4%; el año pasado, en 2024, Estados Unidos ya solo aportaba el 14,7% de la economía mundial y China ya suponía el 19,1%. Este sorpasso es insoportable para el supremacismo estadounidense. Ahí está el origen de la guerra comercial y de la guerra tecnológica. 

¿La relación entre China y Estados Unidos sería mejor si no estuviera Donald Trump?

Biden ha sido mucho más duro contra China que Trump. Mucho más. Biden hasta consiguió poner a Europa en contra de China. Trump está siguiendo esa política de Biden y la ha acrecentado con su guerra arancelaria pero a costa de provocar un cisma en Occidente.

¿Qué puede hacer Estados Unidos frente al poderío chino?

Hay algo en lo que Estados Unidos lleva una gran ventaja: el llamado soft power, es decir, todo lo relacionado con la cultura. Estados Unidos domina el relato y su cultura se expande por el mundo. Su influencia es enorme. A China le quedan décadas para dar la vuelta a la hegemonía de Estados Unidos en el terreno cultural y de los medios de comunicación. Sin embargo, también creo que algo ha empezado a cambiar: en mi opinión, China ha abierto un camino totalmente nuevo a todo el sur global. 

¿Qué camino es ese?

China ha abierto una brecha en el discurso neoliberal, ha sabido dejar atrás todas esas recetas neoliberales del Fondo Monetario Internacional que no han producido más que miseria y pobreza para los trabajadores de Sudamérica y de África. Los países del sur global se han empoderado y se han mostrado capaces de tomar un camino económico propio siguiendo esa estela. 

Todos los expertos señalan que una de las claves del llamado «milagro económico chino» es que ha sabido mantener la cohesión social.

China muestra unos niveles de cohesión social superiores a Estados Unidos y Europa, efectivamente. Para mí hay una clave muy importante en este sentido: el confucianismo, la filosofía ética y social basada en las enseñanzas de Confucio, marca la forma de pensar, de sentir y de razonar en la cultura china. El confucianismo es una filosofía que apuesta por la idea de comunidad y pone al conjunto de la sociedad en el centro de su pensamiento. Eso desde luego potencia la cohesión social y ese círculo virtuoso que ha permitido a cientos de millones de personas salir de la pobreza extrema en muy pocos años. Eso sí que es es una auténtica revolución económica.

¿Qué papel ha desempeñado el Partido Comunista de China en esa revolución económica?

El desarrollo económico que ha tenido China no habría sido posible sin el impulso del Partido Comunista. Hay dos claves que explican su éxito: la primera es que el Partido Comunista ha tenido una visión a largo plazo y la segunda es que ha sido capaz de revertir hacia la población los beneficios del  progreso económico. Además, ese beneficio que se ha trasladado a la sociedad no se ha traducido en un consumismo desaforado, sino que ha revertido en la educación, la formación y el desarrollo de las políticas sociales.

¿Hubiera sido posible el mismo milagro económico en China con una democracia de corte liberal?

En China ya existe algo parecido a una democracia de corte liberal. Existen nueve partidos políticos con representación parlamentaria que presentan candidatos y hay tres millones y medio de diputados en las asambleas populares. Todas las personas se pueden presentar a las elecciones y la Constitución regula o define qué es la democracia. 

Evidentemente, el partido mayoritario que tiene el control político del país es el Partido Comunista. Ha cometido grandes errores, pero también ha sabido aprender de ellos. China no salió de la pobreza a la primera, ni siquiera a la segunda, pero la capacidad de aprender de los errores y la fuerza de seguir adelante es lo que ha aportado el Partido Comunista a la sociedad china.

¿Hay mucho prejuicio sobre China por parte de Estados Unidos y Europa?

Totalmente. Hay un prejuicio occidental y una campaña sistemática de desprestigio, sobre todo desde Estados Unidos, basada en bulos y noticias tendenciosas. Entre ellas, por ejemplo, el de la explotación de la clase obrera. Eso es un mito: según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), China es el país del mundo donde más han crecido los salarios desde 2010. Por poner otro ejemplo: en China los hombres se jubilan a los 60 años y las mujeres se jubilan a los 50 si desarrollan trabajos manuales y a los 55 si trabajan en oficinas.

Sin embargo, aún persiste esa idea de que los derechos laborales en China son casi inexistentes.

Es verdad que antes China era un país que importaba componentes, los ensamblaba con mano de obra barata y los  exportaba. Eso ha pasado a la historia. China hoy es un fabricante de productos semifabricados que se ensamblan en otros países del mundo, como México o Vietnam. China ha desarrollado una producción tecnológica de alta calidad, aunque aquí sigamos teniendo la imagen de los bazares gestionados por chinos.

Supongo que no todo será un camino de rosas. ¿A qué dificultades se enfrenta la economía china?

China es muy grande y exhibe ese poderío tecnológico y económico en permanente crecimiento, pero todavía es un país en desarrollo. La sociedad aún está cambiando. Un 22% de la población activa trabaja en el sector primario, en la agricultura fundamentalmente. Para que China tenga un nivel de urbanización similar al de España, aún tiene que mover unos 200 o 300 millones de personas del campo a la ciudad." 

(Entrevista a Pedro Barragán, Gaceta Crítica, 14/07/25)

A los chinos “no se les puede permitir que exporten su camino de regreso a la prosperidad”, clama el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent... lo que refleja el temor en Washington a que el exceso de capacidad de China estén distorsionando el comercio global... Sin embargo, la preocupación más acuciante no es qué exporta China, sino cómo lo hace... las estructuras de costos globales están siendo reformuladas por las incesantes mejoras de la productividad. China exporta un nuevo modelo de producción impulsado por la automatización, la inteligencia artificial y la optimización industrial dirigida por el estado. Este cambio es disruptivo, deflacionario y, en gran medida, incomprendido... La IA ya no se limita a aplicaciones o chatbots, sino que está integrada en toda la economía, guiando desde brazos robóticos y flotas de almacenes hasta líneas de producción autónomas. Por ejemplo, la fábrica “oscura” de Xiaomi puede ensamblar diez millones de smartphones al año con una intervención humana mínima... El modelo de lenguaje de código abierto con 671.000 millones de parámetros de DeepSeek ya se está utilizando no solo para codificar, sino también para optimizar la logística y la fabricación... Bajo el lema de “nuevas fuerzas productivas de calidad”, el gobierno chino está creando zonas piloto de IA y subvenciona la reconversión de fábricas... el enfoque chino combina la IA con economías de escala, circuitos de retroalimentación y una dinámica cultural única conocida como involución (neijuan): una carrera que se autoperpetúa para optimizar y superar a la competencia, a menudo a expensas de los márgenes de ganancia. BYD recortó los precios de decenas de modelos de coches, lo que provocó una venta de acciones por 20.000 millones de dólares. Desde el comercio electrónico hasta los vehículos eléctricos, esta práctica ha impulsado una compresión de costos tan implacable que, en ocasiones, el estado ha considerado oportuno intervenir... el estado fomenta un abanico de competidores y luego deja que el mercado los seleccione... El panorama de la competitividad global es implacable. Los que sobreviven emergen más ágiles, más adaptables y mejor posicionados que sus homólogos tradicionales... En consecuencia, la industria china ha convertido la eficiencia en un activo comercializable, que está reconfigurando la dinámica de fijación de precios a nivel global... ¿Qué pueden hacer los bancos centrales si lo que frena la inflación no es una demanda débil, sino una mayor eficiencia de la oferta procedente del exterior? El gobierno chino no solo está intensificando el viejo juego comercial; está cambiando las reglas, y no lo está haciendo mediante aranceles, sino a través de una transformación industrial. Si la última ola de globalización buscó mano de obra más barata, la próxima buscará sistemas más inteligentes. La inteligencia ya no vivirá solo en la nube, sino en las máquinas, los almacenes y las cadenas de montaje 24 horas al día, 7 días a la semana. La exportación más importante de China no es un producto, sino un proceso, que redefinirá la naturaleza de la competencia global (Jeffrey Wu, MindWorks Capital)

 "A los chinos “no se les puede permitir que exporten su camino de regreso a la prosperidad”, argumenta el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, quien afirma que la economía china es la “más desequilibrada de la historia”. Tales comentarios reflejan el creciente temor en Washington a que el exceso de capacidad, las subvenciones y la competencia desleal de China estén distorsionando el comercio global.

Sin embargo, la preocupación más acuciante no es qué exporta China, sino cómo lo hace. En efecto, las estructuras de costos globales están siendo reformuladas, pero por una fuerza más silenciosa y más compleja: las incesantes mejoras de la productividad. China no se limita a movilizar más bienes, sino que exporta un nuevo modelo de producción impulsado por la automatización, la inteligencia artificial y la optimización industrial dirigida por el estado. Este cambio es disruptivo, deflacionario y, en gran medida, incomprendido.

El ascenso de China como fábrica del mundo a finales del siglo XX estuvo impulsado por la mano de obra y la escala. Pero ahora, China aspira a alcanzar una nueva forma de dominio a través de la infraestructura inteligente. La IA ya no se limita a aplicaciones o chatbots, sino que está integrada en toda la economía física -guiando desde brazos robóticos y flotas de almacenes hasta líneas de producción autónomas-. Por ejemplo, la fábrica “oscura” de Xiaomi en Beijing puede ensamblar diez millones de smartphones al año con una intervención humana mínima. La IA dirige una sinfonía de sensores, máquinas y analíticas que conforman un bucle industrial estrechamente entretejido, impulsando eficiencias a las que los fabricantes tradicionales solo pueden acceder de forma incremental.

Este ecosistema tecnológico tampoco se limita a una sola fábrica. El modelo de lenguaje de código abierto con 671.000 millones de parámetros de DeepSeek ya se está utilizando no solo para codificar, sino también para optimizar la logística y la fabricación. JD.com está renovando sus cadenas de suministro mediante la automatización. Unitree está exportando robots bípedos de almacén. Y Foxconn (principal socio de fabricación de Apple) está desarrollando microfábricas modulares para reducir su dependencia de las líneas de producción estáticas.

Puede que estos ejemplos no representen una “innovación de prestigio”, pero dan fe de una amplia cultura de optimización industrial. Bajo el lema de “nuevas fuerzas productivas de calidad”, el gobierno chino está creando zonas piloto de IA y subvenciona la reconversión de fábricas; ciudades como Hefei y Chengdu ofrecen subsidios locales que compiten en escala con iniciativas nacionales en otras partes.

La estrategia es similar a la que siguió la industria japonesa en la década de 1980, cuando la automatización, la producción ajustada y la consolidación industrial ayudaron a las empresas a superar a sus rivales a nivel global. Pero el enfoque chino va más allá y combina la IA con economías de escala, circuitos de retroalimentación y una dinámica cultural única conocida como involución (neijuan): una carrera que se autoperpetúa para optimizar y superar a la competencia, a menudo a expensas de los márgenes de ganancia. BYD, uno de los fabricantes de automóviles más integrados verticalmente a escala global, recientemente recortó los precios de decenas de modelos, lo que provocó una venta de acciones por 20.000 millones de dólares.

En sectores que van desde el comercio electrónico hasta los vehículos eléctricos, esta práctica ha impulsado una compresión de costos tan implacable que, en ocasiones, el estado ha considerado oportuno intervenir. En abril de 2025, el diario People's Daily advirtió que la involución extrema estaba distorsionando la estabilidad del mercado, citando una guerra de precios destructiva en el reparto de comida a domicilio entre JD.com, Meituan y Ele.me. Y el problema es aún más grave en el sector de los vehículos eléctricos. Mientras que hoy compiten más de 100 marcas chinas de VE, más de 400 han abandonado el negocio desde 2018.

El panorama de la competitividad global es implacable. Los que sobreviven emergen más ágiles, más adaptables y mejor posicionados que sus homólogos tradicionales. Así es como los exitosos fabricantes chinos de VE han logrado introducirse en Europa, ofreciendo modelos a precios que a las empresas locales les resulta difícil igualar. Visto desde lejos, el proceso parece caótico. En la práctica, sin embargo, se parece a la selección natural. China promueve deliberadamente la evolución industrial: el estado fomenta un amplio abanico de competidores y luego deja que el mercado los seleccione.

Esta estrategia se extiende a todos las industrias. En el sector de los paneles solares, los fabricantes chinos hoy representan más del 80% de la capacidad de producción global, lo que ha provocado una caída de los precios de más del 70% en los últimos diez años. Y una tendencia similar está surgiendo en las baterías para VE, donde las empresas chinas dominan la curva de costos por kilovatio. Pero no nos equivoquemos: esta deflación no se debe a un exceso de oferta o a la competencia desleal. Refleja estructuras de costos rediseñadas, producto de la IA, la competencia intensa y la iteración incesante.

En consecuencia, la industria china ha convertido la eficiencia en un activo comercializable -que está reconfigurando la dinámica de fijación de precios a nivel global-. Una vez que este cambio se consolide, las empresas de todo el mundo ajustarán sus propias estrategias de precios, su dinámica laboral y las configuraciones de la cadena de suministro.

Pero esta evolución plantea nuevos desafíos para muchas economías. Pensemos en el papel de los bancos centrales, cuya misión es garantizar la estabilidad de precios. ¿Qué pueden hacer si lo que frena la inflación no es una demanda débil, sino una mayor eficiencia de la oferta procedente del exterior? Lo más probable es que la política monetaria pierda tracción en un escenario de estas características. La marcha de los avances informáticos no se desacelerará solo porque suban o bajen las tasas de interés. En su lugar, la política industrial tendrá que pasar a primer plano -no como proteccionismo, sino como una necesidad adaptativa-. La división central ya no será entre capitalismo y planificación estatal, sino entre sistemas estáticos y dinámicos.

La Ley de Reducción de la Inflación y la Ley CHIPS y de Ciencia de Estados Unidos, así como el Plan Industrial del Pacto Verde de la UE, efectivamente representaron los primeros esfuerzos occidentales para desafiar el liderazgo de China, pero estos paquetes, en gran medida, fueron reactivos y aislados o estuvieron centrados en nodos previos como los chips. Mientras Estados Unidos y sus aliados implementan aranceles, subsidios y controles de las exportaciones, la verdadera competencia radica en la integración de la IA en la economía real: no se trata de quién construye el chatbot más inteligente, sino de quién construye la fábrica más inteligente y qué modelo puede reproducirse a escala de forma sostenible.

Por supuesto, el modelo chino tiene ventajas y desventajas. Las condiciones laborales pueden empeorar con la reducción implacable de costos; el exceso de oferta sigue siendo un riesgo sistémico; la extralimitación regulatoria puede hacer descarrilar el progreso, y no todas las ganancias en materia de eficiencia se traducen en prosperidad compartida. Los consumidores pueden beneficiarse, pero los trabajadores y las empresas más pequeñas soportarán la mayor parte del ajuste.   

Pero aún si el modelo chino no es replicable a nivel universal, les plantea interrogantes importantes a los responsables de las políticas de todo el mundo. ¿Cómo competirán otros con sistemas que producen más, más rápido y más barato, no a través de la supresión salarial, sino del ingenio?

Rechazar la estrategia china por considerarla meramente distorsiva no es acertado. El gobierno chino no solo está intensificando el viejo juego comercial; está cambiando las reglas, y no lo está haciendo mediante aranceles, sino a través de una transformación industrial. Si la última ola de globalización buscó mano de obra más barata, la próxima buscará sistemas más inteligentes. La inteligencia ya no vivirá solo en la nube, sino en las máquinas, los almacenes y las cadenas de montaje 24 horas al día, 7 días a la semana.

La exportación más importante de China en la actualidad no es un producto, sino un proceso, que redefinirá la naturaleza de la competencia global."

( , MindWorks Capital. Revista de prensa, 14/07/25, fuente  Project Syndicate )

12.5.25

Diez mil millones de dólares de inversión china en España para fabricar coches eléctricos y baterías... la empresa automovilística china Chery había llegado a un acuerdo con la española EV Motors para producir en Barcelona hasta 150.000 vehículos en 2029 (en 2027 se prevén 50.000) y la recuperación de 1.250 puestos de trabajo... las marcas chinas que se fabricarán en Barcelona son Omoda y Jaecoo... CATL, el mayor fabricante de baterías para coches eléctricos del planeta, se ha comprometido a invertir cerca de 5.000 millones de dólares en una gigafactoría en Zaragoza, en el marco de una empresa conjunta con el gigante mundial del automóvil Stellantis... En tiempos como estos, en los que los supuestos amigos, como EEUU, nos imponen aranceles del 20%, es bueno conocer que el país que en los documentos de la Cumbre de la OTAN del 2022, calificaban de “desafío” a la paz occidental, está siendo más bien una esperanza comercial para España... una relación comercial normalizada con ese país puede ser la mejor opción para el desarrollo mutuo (Pascual Serrano)

 "El discurso implantado en la ciudadanía española es que los coches chinos, especialmente los eléctricos, son una amenaza a nuestra economía en la medida es que se apropian de parte del mercado de fabricación español, lo que afecta a los puestos de trabajo en nuestro país. Es por ello que la Unión Europea impuso unos aranceles del 45,3% en octubre pasado a los vehículos eléctricos fabricados en China.

Sin embargo hay una realidad que no se difunde tanto, y es la inversión de las empresas chinas fabricantes de coches en España. El pasado abril ya contamos que la empresa automovilística china Chery había llegado a un acuerdo con la española EV Motors para producir en Barcelona hasta 150.000 vehículos en 2029 (en 2027 se prevén 50.000) y la recuperación de 1.250 puestos de trabajo.

Ahora, por los medios de comunicación chinos, sabemos que las marcas chinas que se fabricarán en Barcelona son Omoda y Jaecoo. Detrás de ellas está la empresa matriz Chery, y la inversión será de 500 millones.

Chery es uno de los mayores fabricantes de automóviles de China y está aumentando las exportaciones con más de 15 millones de vehículos vendidos en todo el mundo.

Francesco Colonnese, director de ventas de Omoda España, dijo en el canal de noticias chino CGTN que Omoda y Jaecoo son las dos nuevas marcas que entraron en España como primer mercado en Europa y quieren desempeñar un papel importante en el sector de la automoción.

Chery no es la única empresa que invierte en España. CATL es el mayor fabricante de baterías para coches eléctricos del planeta, con una cuota de mercado del 38 %. Ellos se ha comprometido a invertir cerca de 5.000 millones de dólares en una gigafactoría en Zaragoza, en el marco de una empresa conjunta con el gigante mundial del automóvil Stellantis.

El balance provisional es que las empresas chinas han invertido más de diez mil millones de dólares en España, introduciendo fondos en tecnología, desde vehículos eléctricos y fábricas de baterías hasta hidrógeno verde.

Y no olvidemos que tanto BYD -el vehículo eléctrico más vendido del mundo- como MG están explorando emplazamientos europeos para nuevas megafábricas.

Ya Moncloa anunciaba tras el viaje de Pedro Sánchez a China que se había reunido con una docena de grandes compañías chinas que están presentes en el mercado español o estaban considerando invertir en él en los ámbitos de automoción, baterías y energías renovables.

En tiempos como estos, en los que los supuestos amigos, como EEUU, nos imponen aranceles del 20%, es bueno conocer que el país que en los documentos de la Cumbre de la OTAN del 2022, calificaban de “desafío” a la paz occidental y la palabra “amenaza” era recogida en numerosas declaraciones y noticias, está siendo más bien una esperanza comercial para España.

De ahí el título del libro del que fuera jefe de la delegación de la agencia Efe en China, Javier García, China, amenaza o esperanza. García lleva varios años vivienda en China, donde da clases de Periodismo en la Universidad Renmin de Pekín. A lo largo de sus páginas descubrimos una China que no se parece en nada a la imagen que nos suelen presentar los medios de comunicación occidentales.

Este libro repasa y responde con rigor y humildad a todas las preguntas que cualquier lector se puede hacer sobre China. Desde los tópicos sobre su contaminación medioambiental hasta las condiciones laborales de sus trabajadores o su comportamiento en derechos humanos o trato a las minorías. Leyéndolo, uno descubre lo rápido que corre el tiempo en China y cómo cambia la situación de hace pocos años a la actualidad. Nada de lo que nos decían sobre China, como el control de natalidad, el aire contaminado en sus grandes ciudades o las regiones rurales empobrecidas, está sucediendo ahora.

Mientras desde Occidente, en el mejor de los casos, seguimos de espaldas a China o mirándola con desprecio, superioridad o temor, su desarrollo tecnológico, sus infraestructuras, su esperanza de vida, su educación o sus medidas medioambientales hace mucho que nos han alcanzado e incluso superado.

Después de leerlo podremos comprender que una relación comercial normalizada con ese país puede ser la mejor opción para el desarrollo mutuo. Diez millones de dólares de inversión en España, con sus correspondientes puestos de trabajo y el uso normalizado de coches eléctricos chinos, puede ser un modo de avanzar juntos."               

(Pascual Serrano, Ediciones Akal, 11/05/25)

25.4.25

Hubo un aluvión de críticas al reciente viaje de Pedro Sánchez a China. Que si no es “nuestro bando”, que si “hay más Asia” que China... Y ¿cuál es nuestro bando? ¿El del señor “cortapescuezos” que pone deberes inexcusables al ministro Cuerpo? ¿O el del nuevo embajador en Japón, George Glass, apelando a cerrar filas para contraatacar a China después de criticar duramente a Lisboa por sus negocios con China? Las exigencias a modo de “consejos” de la Administración Trump con el argumento de la seguridad nacional o el déficit comercial constituyen un reto mayúsculo para los países de la Unión Europea. Estos debieran tomar sus decisiones libremente y en función de sus propios intereses. Es lo que ha hecho Pedro Sánchez, al punto de erigir esa relación con Beijing en un modelo para Europa. ¿O preferimos el modelo Meloni? El viaje ha sido todo un acierto, tanto en atención a la coyuntura como a las expectativas cumplidas... La relación entre España y China, como la de la Unión Europea en su conjunto, debe construirse al margen de bandos. Sustraerse a esa dinámica, preservando una elemental soberanía decisoria, es la mayor expresión hoy de autonomía estratégica. No es China quien divide el “bloque democrático” sino Trump con su propósito de quebrar el orden internacional para salvar su hegemonía excluyente. Europa debe ser Europa y seguir comprometida con unas reglas elementales que por extraño que parezca, en algunas materias no menores, ahora nos acercan más a China (Xulio Ríos)

"Ha sido sorprendente el aluvión de críticas al reciente viaje de Pedro Sánchez a China. Que si no es “nuestro bando”, que si “hay más Asia” que China (si bien la misión también incluía Vietnam), que si el momento elegido no podía ser peor…. Sin embargo, el viaje ha sido todo un acierto, tanto en atención a la coyuntura como a las expectativas cumplidas a la vista del balance oficial ofrecido por Moncloa.

Es evidente que hay más Asia que China. Y se debe trabajar en esa línea. Otra cosa es no reconocer que China es el verdadero pulmón de Asia. La comparación con India, la más equiparable a simple vista, no resiste el mínimo análisis. Si China, por ejemplo, podría llegar a superar el PIB de los EEUU en torno a 2030, la India no lo haría hasta 2075, según prevé Goldman Sachs. El sorpasso a China, a pesar de no contar esta ya con la mano de obra barata que si tiene India, está, no obstante, algo lejos, a años luz. El PIB de su vecino (19 billones de dólares) es casi seis veces superior (3,4 billones) y su industria manufacturera representa la mitad de la producción y un tercio de las exportaciones de bienes. A pesar de los esfuerzos de innovación de la India, los graduados chinos en áreas de digitalización duplican a los indios, con una economía que gasta solo el 0,7% en I+D+i frente al 2,5% que destina China. Además, China representa más de la mitad de las redes 5G del mundo, 4 de las 20 mayores empresas tecnológicas del planeta son chinas y, junto a Estados Unidos, es el único productor global de inteligencia artificial (IA) con el 65% de las patentes. También tiene una mayor capacidad productiva de su fuerza de trabajo y muchas ventajas en la redistribución de la riqueza y la supresión de la pobreza. Y todas estas son razones para disponer de una estrategia específica para India, por supuesto, pero poniendo a cada cual en su lugar. Una cosa no quita la otra.

Y ¿cuál es nuestro bando? ¿El del señor “cortapescuezos” que pone deberes inexcusables al ministro Cuerpo? ¿O el de Robert Palladino, encargado de negocios de la Embajada de EEUU en Hungría que ha advertido al gobierno magiar para que se abstenga de atraer inversiones chinas? ¿O el del nuevo embajador en Japón, George Glass, apelando a cerrar filas para contraatacar a China después de criticar duramente a Lisboa, donde también ejerció la representación estadounidense, por sus negocios con China? ¿O el del mismo Secretario del Tesoro Bessent que en el marco del acuerdo de Argentina con el FMI exige a Buenos Aires que acabe con el swap con China? ¿O el de quien presiona escandalosamente al Panamá del presidente Mulino para que acepte el regreso de las tropas estadounidenses al Canal? ¿O las diatribas del próximo embajador en Chile, Brandon Judd, presionando a Santiago para cancelar la cooperación astronómica con China alegando razones de seguridad? EEUU tiene casi 80 bases y emplazamientos militares en el entorno próximo de China….

Las exigencias a modo de “consejos” de la Administración Trump con el argumento de la seguridad nacional o el déficit comercial constituyen un reto mayúsculo para los países de la Unión Europea. Estos debieran tomar sus decisiones libremente y en función de sus propios intereses. Es lo que ha hecho Pedro Sánchez, al punto de erigir esa relación con Beijing en un modelo para Europa. ¿O preferimos el modelo Meloni? Esta es la otra Europa, de extrema derecha, con la que Trump se siente cómodo y la que promueve sin miramientos.

Washington exige que todos nos alineemos con su agenda. El problema con China no es comercial. Esta es solo una de las variables de una contienda geopolítica en la que Europa si debe tomar partido es en función de quien se alinee con sus postulados, la defensa del libre comercio o el multilateralismo, la lucha contra el cambio climático o la promoción de la cooperación internacional. La respuesta a la sustitución en curso del “poder blando” estadounidense por la “coerción blanda” debe ser una autonomía estratégica sólidamente fundamentada en una cooperación basada en el interés mutuo. La cooperación no es un riesgo.

La relación entre España y China, como la de la Unión Europea en su conjunto, debe construirse al margen de bandos. Sustraerse a esa dinámica, preservando una elemental soberanía decisoria, es la mayor expresión hoy de autonomía estratégica. No es China quien divide el “bloque democrático” sino Trump con su propósito de quebrar el orden internacional para salvar su hegemonía excluyente. Europa debe ser Europa y seguir comprometida con unas reglas elementales que por extraño que parezca, en algunas materias no menores, ahora nos acercan más a China.

A medida que avance el mandato de Trump, es previsible que las tensiones que hoy circundan las relaciones EEUU-UE deriven hacia una condición estructural que agriete la elección entre los intereses comunitarios y nacionales y la dependencia estratégica. Lo que motiva a EEUU es la búsqueda del desacoplamiento forzado y casi total respecto a la economía china. En ese contexto, como ha señalado la ministra de Hacienda británica, Rachel Reeves, sería extremadamente insensato emular la desvinculación restando importancia a la necesidad de continuar la cooperación económica." 

(Xulio Ríos, asesor emérito del Observatorio de la Política China. Globalter, 25/04/25)