"A los chinos “no se les puede permitir que exporten su camino de regreso a la prosperidad”, argumenta el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, quien afirma que la economía china es la “más desequilibrada de la historia”. Tales comentarios reflejan el creciente temor en Washington a que el exceso de capacidad, las subvenciones y la competencia desleal de China estén distorsionando el comercio global.
Sin embargo, la preocupación más acuciante no es qué exporta China, sino cómo lo hace. En efecto, las estructuras de costos globales están siendo reformuladas, pero por una fuerza más silenciosa y más compleja: las incesantes mejoras de la productividad. China no se limita a movilizar más bienes, sino que exporta un nuevo modelo de producción impulsado por la automatización, la inteligencia artificial y la optimización industrial dirigida por el estado. Este cambio es disruptivo, deflacionario y, en gran medida, incomprendido.
El ascenso de China como fábrica del mundo a finales del siglo XX estuvo impulsado por la mano de obra y la escala. Pero ahora, China aspira a alcanzar una nueva forma de dominio a través de la infraestructura inteligente. La IA ya no se limita a aplicaciones o chatbots, sino que está integrada en toda la economía física -guiando desde brazos robóticos y flotas de almacenes hasta líneas de producción autónomas-. Por ejemplo, la fábrica “oscura” de Xiaomi en Beijing puede ensamblar diez millones de smartphones al año con una intervención humana mínima. La IA dirige una sinfonía de sensores, máquinas y analíticas que conforman un bucle industrial estrechamente entretejido, impulsando eficiencias a las que los fabricantes tradicionales solo pueden acceder de forma incremental.
Este ecosistema tecnológico tampoco se limita a una sola fábrica. El modelo de lenguaje de código abierto con 671.000 millones de parámetros de DeepSeek ya se está utilizando no solo para codificar, sino también para optimizar la logística y la fabricación. JD.com está renovando sus cadenas de suministro mediante la automatización. Unitree está exportando robots bípedos de almacén. Y Foxconn (principal socio de fabricación de Apple) está desarrollando microfábricas modulares para reducir su dependencia de las líneas de producción estáticas.
Puede que estos ejemplos no representen una “innovación de prestigio”, pero dan fe de una amplia cultura de optimización industrial. Bajo el lema de “nuevas fuerzas productivas de calidad”, el gobierno chino está creando zonas piloto de IA y subvenciona la reconversión de fábricas; ciudades como Hefei y Chengdu ofrecen subsidios locales que compiten en escala con iniciativas nacionales en otras partes.
La estrategia es similar a la que siguió la industria japonesa en la década de 1980, cuando la automatización, la producción ajustada y la consolidación industrial ayudaron a las empresas a superar a sus rivales a nivel global. Pero el enfoque chino va más allá y combina la IA con economías de escala, circuitos de retroalimentación y una dinámica cultural única conocida como involución (neijuan): una carrera que se autoperpetúa para optimizar y superar a la competencia, a menudo a expensas de los márgenes de ganancia. BYD, uno de los fabricantes de automóviles más integrados verticalmente a escala global, recientemente recortó los precios de decenas de modelos, lo que provocó una venta de acciones por 20.000 millones de dólares.
En sectores que van desde el comercio electrónico hasta los vehículos eléctricos, esta práctica ha impulsado una compresión de costos tan implacable que, en ocasiones, el estado ha considerado oportuno intervenir. En abril de 2025, el diario People's Daily advirtió que la involución extrema estaba distorsionando la estabilidad del mercado, citando una guerra de precios destructiva en el reparto de comida a domicilio entre JD.com, Meituan y Ele.me. Y el problema es aún más grave en el sector de los vehículos eléctricos. Mientras que hoy compiten más de 100 marcas chinas de VE, más de 400 han abandonado el negocio desde 2018.
El panorama de la competitividad global es implacable. Los que sobreviven emergen más ágiles, más adaptables y mejor posicionados que sus homólogos tradicionales. Así es como los exitosos fabricantes chinos de VE han logrado introducirse en Europa, ofreciendo modelos a precios que a las empresas locales les resulta difícil igualar. Visto desde lejos, el proceso parece caótico. En la práctica, sin embargo, se parece a la selección natural. China promueve deliberadamente la evolución industrial: el estado fomenta un amplio abanico de competidores y luego deja que el mercado los seleccione.
Esta estrategia se extiende a todos las industrias. En el sector de los paneles solares, los fabricantes chinos hoy representan más del 80% de la capacidad de producción global, lo que ha provocado una caída de los precios de más del 70% en los últimos diez años. Y una tendencia similar está surgiendo en las baterías para VE, donde las empresas chinas dominan la curva de costos por kilovatio. Pero no nos equivoquemos: esta deflación no se debe a un exceso de oferta o a la competencia desleal. Refleja estructuras de costos rediseñadas, producto de la IA, la competencia intensa y la iteración incesante.
En consecuencia, la industria china ha convertido la eficiencia en un activo comercializable -que está reconfigurando la dinámica de fijación de precios a nivel global-. Una vez que este cambio se consolide, las empresas de todo el mundo ajustarán sus propias estrategias de precios, su dinámica laboral y las configuraciones de la cadena de suministro.
Pero esta evolución plantea nuevos desafíos para muchas economías. Pensemos en el papel de los bancos centrales, cuya misión es garantizar la estabilidad de precios. ¿Qué pueden hacer si lo que frena la inflación no es una demanda débil, sino una mayor eficiencia de la oferta procedente del exterior? Lo más probable es que la política monetaria pierda tracción en un escenario de estas características. La marcha de los avances informáticos no se desacelerará solo porque suban o bajen las tasas de interés. En su lugar, la política industrial tendrá que pasar a primer plano -no como proteccionismo, sino como una necesidad adaptativa-. La división central ya no será entre capitalismo y planificación estatal, sino entre sistemas estáticos y dinámicos.
La Ley de Reducción de la Inflación y la Ley CHIPS y de Ciencia de Estados Unidos, así como el Plan Industrial del Pacto Verde de la UE, efectivamente representaron los primeros esfuerzos occidentales para desafiar el liderazgo de China, pero estos paquetes, en gran medida, fueron reactivos y aislados o estuvieron centrados en nodos previos como los chips. Mientras Estados Unidos y sus aliados implementan aranceles, subsidios y controles de las exportaciones, la verdadera competencia radica en la integración de la IA en la economía real: no se trata de quién construye el chatbot más inteligente, sino de quién construye la fábrica más inteligente y qué modelo puede reproducirse a escala de forma sostenible.
Por supuesto, el modelo chino tiene ventajas y desventajas. Las condiciones laborales pueden empeorar con la reducción implacable de costos; el exceso de oferta sigue siendo un riesgo sistémico; la extralimitación regulatoria puede hacer descarrilar el progreso, y no todas las ganancias en materia de eficiencia se traducen en prosperidad compartida. Los consumidores pueden beneficiarse, pero los trabajadores y las empresas más pequeñas soportarán la mayor parte del ajuste.
Pero aún si el modelo chino no es replicable a nivel universal, les plantea interrogantes importantes a los responsables de las políticas de todo el mundo. ¿Cómo competirán otros con sistemas que producen más, más rápido y más barato, no a través de la supresión salarial, sino del ingenio?
Rechazar la estrategia china por considerarla meramente distorsiva no es acertado. El gobierno chino no solo está intensificando el viejo juego comercial; está cambiando las reglas, y no lo está haciendo mediante aranceles, sino a través de una transformación industrial. Si la última ola de globalización buscó mano de obra más barata, la próxima buscará sistemas más inteligentes. La inteligencia ya no vivirá solo en la nube, sino en las máquinas, los almacenes y las cadenas de montaje 24 horas al día, 7 días a la semana.
La exportación más importante de China en la actualidad no es un producto, sino un proceso, que redefinirá la naturaleza de la competencia global."
( evista de prensa, 14/07/25, fuente Project Syndicate )
, MindWorks Capital. R
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