""Coste cero" y
"ni un euro" no parecen, a priori, conceptos ambiguos ni polisémicos;
salvo que el contexto en el que se emiten sea el de la política
española, y más concretamente el proceso de rescate y reestructuración de la banca, claro, porque en ese ámbito todo es susceptible de mudanza: tanto, como para que el llamado "banco malo", que "nunca"
iba a suponer dispendios de ningún tipo para el contribuyente según el
exministro de Economía de Mariano Rajoy, Luis de Guindos, acumule a
fecha de hoy un creciente agujero de más de 52.000 millones que en el mejor (e improbable) de los supuestos pueda verse reducido en 30.000 y en el peor ir cerca de duplicar la factura de la operación de salvamento y concentración de las finanzas hispanas y dispararla por encima de los 125.000 millones de euros.
La deriva de la
Sareb (Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Restructuración
Bancaria), una de las tres patas clave del rescate (junto con los avales y las inyecciones directas
de dinero) al sacar de los balances de los bancos créditos fallidos e
inmuebles de difícil colocación por valor de 200.000 millones de euros a
cambio de deuda pública por valor de 50.000, está teniendo un impacto
directo en las cuentas públicas: de 34.145 millones de euros en deuda pública, tras haber liquidado ya los más de 17.500
que restan para llegar a los 50.781 entregados como pago a cuenta a la
banca, y 9.891 como déficit por las pérdidas acumuladas al cierre de
2020, según recoge el decreto por el que el Consejo de Ministros aprobó la semana pasada la toma de control de la entidad por
el FROB (Fondo para la Reestructuración y Ordenación del sistema
Bancario), cuyo texto ya advierte de que "en los sucesivos ejercicios,
las operaciones de disposición de su activo por parte de Sareb, así como
sus resultados contables afectarán al saldo de las cuentas nacionales
del sector de las Administraciones Públicas", lo que "hace necesario que
la estructura accionarial y de control de la sociedad refleje la
realidad económica".
"La operación de la Sareb encubrió el coste del rescate bancario, porque lo que fue a la Sareb era una parte de su coste",
indica Julio Rodríguez, expresidente del Banco Hipotecario y miembro de
Economistas Frente a la Crisis, que explica cómo "el Gobierno [de
Rajoy] cambió cromos, cambió activos por deuda, y ahora el Gobierno
actual tiene que pagar esa deuda y tratar de vender al mejor precio
posible esos activos" que siguen pendientes.
Esa deuda
pendiente "se irá devolviendo conforme la Sareb pueda ir cerrando
ventas", destaca Esteban Sánchez, socio director del área de Banca de
AFI (Analistas Financieros Internacionales), que anota cómo "las
entidades que se encontraban en proceso de reestructuración" cuando se
fundó la Sareb en 2012, todas las principales menos BBVA "realizaron un saneamiento de casi 150.000 millones de euros" con esos traspasos de activos a cambio de deuda pública.
"Es todo un
cúmulo de despropósitos", señala el economistas Carlos Sánchez Mato, que
recuerda cómo una de las claves de su puesta en marcha fue "que no
reventaran las cuentas del Estado en 2013, pero esas cifras han acabado aflorando en 2020, con otro Gobierno",
cuando la UE dictaminó que la deuda con la que la Sareb compró los
activos es deuda pública y que su déficit es déficit público.
Un descomunal agujero que dobla el coste del rescate bancario
Casi una década
después de su puesta en marcha, los números de la Sareb reflejan una
situación nada boyante, aunque, quizá por aquellas cosas de las cuentas
del gran capitán, eso no ha impedido que los banqueros, políticos y
técnicos que han ido pasando por su consejo de administración se hayan repartido 37 millones de euros en remuneraciones, según datos de la propia compañía.
Esa gestión arroja 5.771 millones de euros de pérdidas al cerrar todos los ejercicios en rojo y con un récord de 1.073 en 2020 que puede verse superado con las cuentas de 2021 tras acumular 650 en el primer semestre.
A esos
resultados operativos, que se han comido los 3.800 millones de euros de
fondos propios con los que nació la entidad, se les suma un patrimonio neto negativo de 10.528 que
sitúa el agujero de la compañía en el entorno de los 16.300, una cifra
cercana a la ya liquidada por una parte de la deuda con la que el Estado
compró esos activos.
El colofón de esas pérdidas está en dos operaciones de financiación: un swap para prevenir subidas de los tipos de interés en el periodo 2017-2023 que acumula un coste de 3.952 millones,
con una media de alrededor de mil al año, y una modificación de los
bonos que la banca entregó como moneda a los bancos que desde hace tres
años veta la aplicación de tipos negativos y que ya ha generado otro de
483 que lleva camino de duplicarse.
Deuda pendiente
por un lado y por otro las pérdidas operativas y el patrimonio negativo,
cuya cuantía supera la de la deuda liquidada, suman un agujero de más
de 52.000 millones de euros que, a la espera de añadir los que vayan
sumando por el swap y los bonos, los 900 de capital de origen
estatal consumido y los alrededor de 2.000 que los bancos que van a
salir del accionariado van a conservar como créditos fiscales, que son
descuentos a aplicar en el Impuesto de Sociedades, no andan lejos de
duplicar los 65.725 en los que el Banco de España cifraba el coste del
rescate en la última nota que ha emitido sobre esa operación, y que
lleva más de dos años sin ser actualizada, aunque en realidad serían
73.261 a la espera de ir descontando los dividendos que pueda ingresar
de CaixaBank.
La cartera de inmuebles de Sareb ha seguido creciendo
La Sareb dispone de activos valorados en algo más de 31.000 millones de euros
para paliar ese desaguisado enjugando la amortización de la deuda
pública con los ingresos que pueda ir obteniendo. Se trata de 46.162
viviendas, 36.693 espacios anexos a estas, 20.246 obras en curso y
30.016 terrenos, 79.000 hectáreas de suelo ‘finalista’ y 90.000 de
rústico.
No obstante, un vistazo a la estructura de esas cartera proyecta más dudas que certezas sobre la viabilidad de la operación:
una década después, los 50.781 millones de activos se han reducido a
31.800, con una reducción global del 37,4% que supera la mitad en los
activos financieros (de 39.438 a 16.851) mientras los inmobiliarios han
seguido creciendo (de 11.343 a 14.949).
Una década después, el banco malo ha colocado el 57% de los créditos
tóxicos que adquirió mientras el valor teórico de su cartera de ladrillo
aumentaba casi un 32%.
"Es el Estado
quien tiene el principal interés económico en la marcha de Sareb así
como quien soporta la mayor parte del riesgo asociado a su actividad",
reseña el Gobierno en el decreto, en el que se refiere al "plan de negocio y la capacidad de generar flujos de caja"
como "factores cruciales para minimizar el potencial impacto de la
ejecución del aval en el momento del fin de la vida de la compañía en
2027".
De ahí las tres
decisiones clave del gabinete: tomar la mayoría a través del FROB,
adecuar "las políticas remuneratorias de la compañía al principio de
eficiencia presupuestaria", lo que equivale a frenar en seco los dispendios en la retribución de los consejeros,
y habilitar a la compañía para "ceder viviendas a entidades públicas o
entidades no lucrativas" y a comunidades autónomas para dedicarlas al alquiler social.
Esa última medida entraña la decisión de no enajenar al menos una parte de los inmuebles, de escasa habitabilidad en algunos casos y de bajo atractivo o demanda en otros
por su deterioro, por estar inacabados o por hallarse en el medio
rural, y de generar ingresos a través del mercado del alquiler.
Un costoso proceso para crear gigantes con pies de barro
La decisión de que la Sareb comience a intervenir en el mercado de la vivienda parece tomada cuando el decreto la habilita para comprar y vender inmuebles y para tener tratos con bancos (aunque no se encuentren en proceso de resolución) y con otros operadores financieros,
algo que, por otra parte, abre una derivada de consecuencias
imprevisibles en el atribulado debate político español por la abundancia
de inmuebles en zonas turísticas como el arco mediterráneo.
Hasta ahora, "la
Sareb, por la normativa con la que nació, solo podía comprar activos a
bancos en resolución", recuerda Sánchez, que anota que "era un instrumento de resolución cuya finalidad era liberar de esos riesgos a las entidades".
"Sareb compró
los activos por un 52,5% del valor por el que estaban anotados en los
libros de los bancos, y se vio que compraba caro", indica Rodríguez, que
añade que "ha habido pérdidas porque lo que compraron se ha vendido más
barato y porque, con la gente ilustre que ha pasado por ahí,
contrataron un swap para protegerse de las subidas de los intereses. El Estado debe intentar vender a mejor precio".
Los cálculos del
socio minoritario de la coalición de gobierno incluían algunas
alternativas que, al menos por ahora, parecen descartadas.
"Tiene capacidad para generar 420.000 viviendas,
y eso podría generar para la inversión necesaria unos rendimientos del
1,7%, superiores a los que ahora se obtienen en los mercados
financieros", explica Sánchez Mato, que anota que destinar a la
producción de energía renovable los suelos de su cartera con precios
similares a los de las últimas subastas (30,5 euros en Mw.h) permitirían amortizar la inversión en quince años.
"Ese suelo tiene potencialidades como abaratar el precio de la luz o el de la vivienda,
pero esas propuestas han sido rechazadas. En los dos casos hay
posibilidades de hacerlo rentable", anota, antes de apuntar que "el
banco malo fue una obligación del memorándum de entendimiento de España
con la UE, y tenemos la obligación de hacerlo rentable. Hay
posibilidades de convertir un pozo sin fondo en un instrumento de
políticas públicas".