Y aunque en nuestro viaje no emitimos ni un gramo de carbono,
sí dejamos una huella previa en la atmósfera. La noticia positiva es
que, si todo el parque móvil europeo funcionara con este tipo de
hidrógeno, las emisiones de carbono se reducirían drásticamente en un
45%. (...)
“¿Pero es el hidrógeno que ahora usamos completamente verde? No”, admite
Thomas Bystry, director de operaciones de hidrógeno de Shell. “No
podemos hacer lo que ahora está haciendo Japón. Primero debemos animar a
la gente a que utilice el hidrógeno.
Y después tenemos que lograr que
ese hidrógeno sea verde”. Ahí está el debate, asegura este directivo.
Centrar todos los esfuerzos en conseguir un hidrógeno que sea 100%
ecológico al principio, o crear primero el mercado.
¿Y qué hace Japón? Es un país pequeño, de escasos recursos
energéticos. Tiene que comprarlo todo, hidrógeno de Argentina, Australia
y Siberia. El doctor Katsuhiko Hirose, del departamento de ingeniería
de planificación tecnológica y medioambiental de Toyota en Aichi,
explica la visión japonesa: “Cuando hablas de la sociedad del hidrógeno,
parece que se trata de un concepto académico, algo muy distante.
Pero
tenemos que hacer algo ahora, no esperar 10 años. Hay que apretar el
acelerador en esta transición energética. Si queremos una sociedad de
futuro sostenible, necesitamos usar cada vez más las energías
renovables. No queda otra opción. En realidad, la sociedad del hidrógeno
descarbonizada se basa en las renovables”.
Japón cuenta con un centenar de ESH. La descarbonización del futuro
dentro de 20 o 30 años no solo dependerá de que haya más surtidores. Hay
una balanza que equilibrar. A un lado, los molinos de viento y las
placas solares. Al otro, las implacables reglas de los tiburones del
mercado de la energía. La ecuación debe resolverse con armonía. A la red
de estaciones para suministrar a los automóviles se les unirán
centrales para producir hidrógeno. En la tercera fase vendrá el Proyecto
Jidai (en japonés, nueva era), el hidrógeno verde. Y será rentable. “La
descarbonización no significa solo un alivio para el entorno. Crea
empleo, moviliza la economía. Ahora es algo más real en Japón que en
ningún otro lugar”, asegura el doctor Katsuhiko Hirose.
Los interrogantes se van despejando en el Parlamento danés. En una sala,
varios expertos empiezan a hablar de la electrólisis que se aprendía en
las primeras clases de química. Se trata de la reacción más sencilla:
aplicar electricidad al agua para separar sus componentes y robarle el
hidrógeno. La reacción inversa a la de la pila de hidrógeno. Agua como
combustible.
Lars Jakobsen, de la compañía noruega NEL, está convencido de que la
electrólisis a escala industrial va a cambiar de golpe el panorama
energético, en el momento en el que la electricidad provenga de una
fuente renovable. Este tipo de electrólisis va a reescribir este futuro.
“Es nuestra visión. Solo nos fijamos en las energías renovables. Y solo
nos interesa el hidrógeno verde, no el que se produce a partir del gas
natural, que tiene una huella de carbono”. (...)
“El problema principal del hidrógeno que no es verde es que es bastante
barato, ya que se trata de un subproducto. Si quieres que sea verde,
debes recurrir a la electrólisis y a las energías renovables. Para eso
necesitamos escala, vehículos, autobuses y camiones. Será la solución
para abaratar los precios del hidrógeno. Es una visión que tenemos al
alcance de la mano”, asegura Lars Jakobsen.
La visión de la sociedad del
hidrógeno descansa sobre algo que todos conocemos. El viento que
sentimos en la cara y la luz solar que nos broncea, como fuentes
exclusivas de electricidad, y el agua líquida. Sumemos a estos
ingredientes la tecnología electrolítica —partir el agua— y las pilas de
combustible que usan el hidrógeno para producir una corriente
eléctrica, algo que ya se sabía hacer desde hace más de un siglo.
Y la
maldición se rompe: la descarbonización gradual de la sociedad humana se
hace posible. Al igual que los pequeños mamíferos que supieron
esconderse a los pies de los dinosaurios cuando estos dominaban el
mundo, el hidrógeno siempre estuvo ahí; incluso en la época de esplendor
del petróleo desde la revolución industrial. Y puede que haya llegado
su oportunidad. (...)
“Hay muchas posibilidades de producir el hidrógeno de forma ecológica, y
una de ellas son los molinos de viento”, prosigue Jörg Nikkuta. Durante
las dos terceras partes de su tiempo, estos molinos producen una
electricidad que no se emplea. Podemos conectar a estos molinos un
dispositivo electrolizador que produzca hidrógeno en cantidades
suficientes como para rellenar los tanques de los trenes”.
La energía no
se crea ni se destruye, sino que se transforma. Y almacenar la
eléctrica resulta mucho más difícil que transportarla. Los mercados
tienen que adaptarse a las leyes físicas y no al revés. Pero el
hidrógeno puede cambiar las reglas de juego. (...)
El hidrógeno es un gas que se puede almacenar y transportar con todas
las facilidades. “Con un solo molino convencional y de pequeño tamaño,
de tan solo dos megavatios, podemos producir energía para cinco trenes
que circulen durante todo un día”, dice Jörg Nikkuta. “Es una manera
fácil de producir hidrógeno verde”.
En el futuro que se plantea dentro de 20 o 30 años, los molinos de
viento y las granjas de placas solares, conectados a electrolizadores,
partirán el agua y producirán hidrógeno limpio sin mácula de carbono.
El
gas se almacenará en grandes esferas, o en depósitos durante meses para
convertirse después en electricidad; o se distribuirá mediante tuberías
a los hogares para proporcionar luz o calefacción, o todo eso a la vez.
Alimentará las pilas de combustible de los motores de los trenes de
transporte de hidrógeno o los de grandes camiones que llevan los tanques
del preciado gas a las estaciones de servicio.
“El hidrógeno y la electricidad son dos vectores que se llevan bien,
uno puede intercambiarse por el otro y viceversa”, recalca Javier Brey,
presidente de la Asociación Española del Hidrógeno. Brey está
convencido de que el hidrógeno verde servirá para descarbonizar el
transporte. (...)
La Plataforma Tecnológica Española del Hidrógeno y de las Pilas de
Combustible calcula en 800.000 los puestos de trabajo que estarían
ligados al hidrógeno en 2030, pero es notable el desinterés por la
cuestión de los sucesivos Gobiernos españoles. (...)
Pese al desinterés político, hay buena investigación española, afirma
Brey. “Contamos con empresas que desarrollan sistemas de electrólisis,
de almacenamiento de hidrógeno, de dispensado, de pilas de combustible… Y
centros de investigación que exportan su trabajo a un sinfín de países…
España está preparada para desempeñar un papel fundamental en la
economía del hidrógeno”. Una prueba de ello fue el motor desarrollado
por el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) para un
Volkswagen Santana en 2006. (...)
A Vincent Dewaersegger, el portavoz de Toyota en Europa que ha estado
presente a lo largo de esta aventura energética, le gusta comparar el
hidrógeno con el queso y la electricidad con la leche. “Los granjeros
producen leche, pero es algo que dura poco tiempo y obtienen poco
beneficio al venderla. Pero si la transforman en queso, pueden
almacenarla y venderla más cara. Puedes almacenar la energía durante
mucho más tiempo, con un valor económico alto a largo plazo, en vez del
producto en sí”. (Luis Miguel Ariza, El País Semanal, 09/10/18)
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