"(...) estamos ante un período de crecimiento sin que se hayan efectuado
cambios que permitan pensar que se han atacado las debilidades
estructurales de nuestra economía. No ha habido ningún atisbo de
política industrial que promueva un cambio de modelo productivo.
En
parte no la podía haber porque las políticas industriales clásicas están
proscritas por la Unión Europea y han dejado de formar parte del
arsenal de propuestas que tienen en mente la mayor parte de economistas
que asesoran a los gobiernos.
He intentado rastrear estas políticas y
sólo he sabido ver los planes renove tan del agrado del sector automovilístico pero cuyo impacto local es discutible (los planes renove
priman la compra de nuevos vehículos con independencia del lugar en que
han sido producidos, y en un país donde gran parte de los coches que
compran los locales son de importación equivale a primar a la industria
alemana y de otros países, algo que agrada a los grandes grupos
multinacionales pero que tiene un dudoso efecto local).
He sabido
encontrar otra, pero de impacto negativo: la reforma energética, que ha
puesto en crisis a la emergente industria local de las energías
renovables. (...)
La industria española que ha funcionado es la poca que ya se había
modernizado, la que llevaba una cierta experiencia de
internacionalización. Y que ahora ha visto mejorada su situación con la
devaluación de facto del Euro provocada por el cambio en la política del
Banco Central Europeo.
Un cambio que pone a las claras la
responsabilidad de esta misma política a la hora de propiciar la
desindustrialización del Sur de Europa. El problema está que cuando se
ha destruido tanto aparato productivo y ha emigrado tanta industria
posiblemente la mejora en el plano del tipo de cambio no baste para
reactivar la actividad.
Cerrar empresas y eliminar líneas de producción
es siempre más fácil que crear nuevas. Y sin políticas industriales bien
diseñadas va a ser difícil que el Sur de Europa recupere parte de la
actividad perdida. Ni la estructura productiva ni el sector público se
han reorganizado para alterar crucialmente las debilidades del modelo
anterior.
En la mente de los gobernantes actuales sigue flotando la
ilusión de que es posible generar una vuelta al viejo modelo anterior
basado en lo inmobiliario. Y ahí sí se han aplicado con ahínco, tanto
con reformas legales (como la que concede permiso de residencia a quien
compra un inmueble, o la mayor permisividad constructiva que incluye la
ley de costas) como en el apoyo de cualquier proyecto especulativo que
ha tenido a bien proponerse (Eurovegas, Barcelona World, grandes
proyectos hoteleros urbanos….).
Y si las cosas han cambiado tan poco ¿de dónde viene el crecimiento
actual? En parte proviene de la mejora exterior ya comentada. En buena
parte de un repunte del consumo. La retracción del consumo en la crisis
tiene que ver principalmente con el aumento del paro y la caída de las
rentas de la gente más pobre.
Pero es posible que ante la incertidumbre
de la situación también la gente que no pierde el empleo aplace compras
(especialmente de bienes de consumo duradero) y esta misma gente una vez
pasado el temporal recupere hábitos de consumo del pasado (la caída del
ahorro en el último año hace pensar que algo de ello ha ocurrido). La
tercera pata es el gasto público; resulta evidente que en un año
electoral en el que el Gobierno se juega tanto ha habido una relajación
del gasto impuesta por el ciclo político y facilitada por la caída de
los intereses de la deuda.
La cuestión es que posiblemente pasadas las
elecciones esta alegría del gasto no será posible (y si pierde las
elecciones el PP tendrá una excusa para atacar al nuevo gobierno de
frenar la economía y el nuevo gobierno de acusar al anterior de haber
vuelto a empeorar las finanzas públicas; nos espera ser espectadores de
una nueva batalla de ping-pong). Una vez aumenta alguna actividad el
multiplicador keynesiano hace el resto, un poco más de empleo y
actividad en un sector inducen más actividad en otros.
De la misma forma
que los drásticos ajustes de 2012 hundieron aún más la actividad los
ligeros aumentos del gasto actual la han animado. El problema está en si
va a ser posible que esto sea un proceso de largo plazo. (...)
A menos que surja una nueva burbuja de magnitud sostenida (o un nuevo
factor expansivo que soy incapaz de detectar) más bien hay que esperar
que, en lo esencial, persista el nivel de problemas básicos del país.
La crisis y su gestión han tenido unos impactos nefastos. Lo peor sin
embargo es que no ha servido para generar políticas que nos protejan
frente a su posible repetición. Y es que nuestras élites dirigentes han
sido incapaces de pensar en cambios de dirección. Y las políticas
europeas no han hecho más que bloquear cualquier posibilidad de cambio
real." (Albert Recio Andreu, Attac España, 05/06/2015)
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