"(...) En algunos medios de comunicación se escucha y se lee con optimismo que el Tesoro Público consigue colocar 4.900 millones de deuda pública a intereses mínimos o incluso negativos.
El objetivo es convencernos que endeudarse está bien, siempre y cuando
no sea a intereses altos. De ese modo, se minimiza la principal
consecuencia de esta noticia: estamos más endeudados.
Tampoco se pone nunca el foco en si esos 4.900 millones serán usados
para reactivar una economía productiva, rescatar un banco o simplemente
para refinanciar una deuda de vencimiento cercano y que no podemos
pagar.
La deuda española ha crecido más de 325.000 millones de euros en los cuatro últimos años, ,
llevando el porcentaje de deuda respecto al PIB de un 60% a casi un
100%. La solución keynesiana de poner la mitad de los parados a cavar
zanjas y la otra mitad a taparlas para acabar con el desempleo suena
casi menos absurda que fiar nuestro ínfimo crecimiento al aumento de la
deuda pública y la austeridad. Al menos suena menos perniciosa de lo que
ha sido la política del ministro Guindos, de la Troika y la UE.
En 2015 el Gobierno emitió 239.000 millones de euros de deuda
pública, de los cuales solo 50.000 son emisiones netas de deuda.
Es
decir, que solo un quinta parte de esa deuda es nueva mientras que
189.000 millones de euros corresponden a refinanciación de deuda
vencida.
Lo que quiere decir que el país no tiene una capacidad real de devolver una deuda que se ha vuelto insostenible e impagable,
por lo que la única manera de avanzar y maquillar su situación es
imponer más recortes.
Una bola de nieve llamada “paquete de medidas
necesarias que nos llevarán al crecimiento” mientras siguen distrayendo
nuestra atención.
Si algo parece quedar claro viendo las cifras de desempleo,
déficit y bienestar social de los países a los que se les ha impuesto la
austeridad es que esta receta no funciona. Desde el estallido
de la crisis en 2008, los rescates a Irlanda, Portugal, Grecia y España a
cambio de aceptar “reformas estructurales” basadas en el abaratamiento
del trabajo y el despido, en la austeridad y en el continuo proceso de
privatización de lo público, hemos podido observar como la deuda de
estos países no ha dejado de crecer a ritmos vertiginosos, sobrepasando
con creces el 60% del PIB que la Unión Europea marcaba como límite para
formar parte de la misma.
La “receta” impuesta por la Troika es exactamente la misma que una de
sus tres patas, el Fondo Monetario Internacional (FMI), lleva aplicando
continuamente durante décadas en países del Sur. La ciudadanía europea
tiene el derecho y el deber de elegir si quiere dar plantón a este plan. (...)" (Yago Álvarez, Público, 19/02/16)
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