"Yo soy pintora aeronáutica. Mi trabajo es retocar piezas del A350.
Trabajo en una subcontrata que a su vez es subcontrata de otra
subcontrata. ¡Y quien sabe cuántos niveles de “subcontrata de
subcontrata” existen! Lo que, si sé, es que la empresa en la que trabajo
no cuenta con las óptimas condiciones laborales para poder trabajar
dignamente. Sin embargo, eso sí, el patrón exige cierta rapidez y
calidad.
Por condiciones laborales no óptimas ¿a qué me refiero? Solo para
hacerse una idea, en lo que a la seguridad se refiere, trabajamos con
pinturas y productos tóxicos, pero el taller no cuenta con extracción de
vapores adecuada.
En cuanto a la producción, muy frecuentemente, hay
escasez de material, lo que nos lleva a tener que improvisar, reciclar y
reemplazarlos por otros materiales que alargan el tiempo de producción;
ya que no son los indicados para el uso que nos vemos obligados a
darles y por tanto requieren de mayor tiempo de secado. Sin embargo,
nos presionan y exigen eficacia, rapidez y un aumento de la cadencia de
producción.
Y todo con el hostigamiento del director que no duda en hacer ver que
la culpa es nuestra ya que no trabajamos suficientemente. O que no
duda en llamarnos a reunirnos de dos a tres veces por semana para hacer
observaciones de tipo personal que no tienen nada que ver con la calidad
de la pieza o el trabajo producido. Por ejemplo, han llegado a decirnos
que está prohibido hacer la pausa dentro de nuestro coche. O
recientemente, ha intentado prohibirnos la pausa, “tout court”.
Y es que, para poder tomar las dos pausas de quince minutos quieren
que salgamos 30 minutos más tarde de las horas pagadas. Es decir, si
quieres descansar la pausa no está pagada y corre de tu cuenta.
En esta empresa en la que trabajo el 60% de los trabajadores son
temporales, a los que cada 20 días nos renuevan o no el contrato. Eso
nos pone en una situación en la que cuando llegas a trabajar nunca sabes
cuándo te van a decir que se acabó la misión y ya no tienes más
trabajo. Es decir, en una situación de inseguridad y precariedad
laboral, que nos obligan a tragar.
Nos hacen creer que ser temporales es una categoría, una identidad y
se instalan las diferencias: Por ejemplo en pequeñas cosas del
cotidiano: El uniforme de trabajo como temporales lo tenemos que lavar
en nuestra casa, mientras que los CDI es la empresa que se lo lava con
productos especiales. No tienes acceso a crédito inmobiliario o a las
mismas prestaciones y descuentos en actividades de ocio que puede tener
un CDI.
No tenemos acceso al aumento salarial que podría tener un CDI o
las mutuas a las que podemos acceder no ofrecen una buena cobertura. Y
no se te ocurra enfermarte, riesgo de que no te renueven la misión, si
te enfermas no te pagan los tres primeros días de baja laboral. Por
nombrar solo algunas cosas.
Pero esta etiqueta que acabamos cargando y haciendo identidad es para
impedirnos ver que todos, parados, fijos, precarios… somos
trabajadores. Y lo que hacen es que nos dividen haciéndonos sentir
inseguros, inestables laboralmente y nos presionan para aceptar no
importa qué condiciones.
Esto nos hace sentir perdidos porque no sabemos a quién dirigirnos
para exigir mejoras en nuestras condiciones de trabajo, no nos sentimos
con la capacidad de levantar la voz cuando el director hace
observaciones o nos increpa. Y en el caso de que nos atreviéramos
corremos el riesgo de no ser renovados, así que nos dejan en una
posición indefensa en la que nos vemos obligados a resignarnos y
aceptar. Aceptar trabajar en condiciones no óptimas, aceptar la
precariedad, aceptar, aceptar… (...)" (Carmen Rodríguez, trabajadora subcontrata de Airbus , Izquierda diario, 29 de marzo)
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