"(...) En lugar de quejarse de los éxitos de los populistas, los partidos
políticos establecidos deberían seguir algunos párrafos del manual
populista.
Tres lecciones en particular, para ser más precisos.
La primera es conectar con la gente que uno representa, conociéndola y
ganándose su confianza. Se acabó el tiempo en que los políticos podían
confiar en las máquinas partidarias, grupos focales y encuestas
tradicionales. (...)
En
las últimas elecciones francesas presidenciales y parlamentarias colapsó
el apoyo al Partido Socialista de centroizquierda y a los Républicains de
centroderecha. De manera similar, los partidos políticos tradicionales
sufrieron humillantes derrotas en las elecciones italianas del mes
pasado.
Tras
una década de crisis económica, los votantes se sienten escépticos de
los políticos de siempre que hacen las mismas promesas de crecimiento y
mejora de los estándares de vida. A los ojos de los desencantados
trabajadores, los que detentan el poder simplemente han estado cuidando
de sus propios intereses.
Incluso en muchas de las economías más sólidas
del mundo, los trabajadores están ganando menos en términos reales que
hace una década. Para citar al jefe de la OCDE, están “de regreso al trabajo, pero sin dinero”. (...)
¿A
quién culpar de este estado de las cosas? Quienes votan a los populistas
claramente piensan que los políticos tradicionales son responsables, y
tal vez no se equivoquen. Contrariamente a lo que se cree, estudios
recientes han concluido que la tecnología no es el factor principal de
la menguante renta del trabajo.
Más bien el deterioro de la situación de
los trabajadores se debe a la pérdida de poder de negociación y
densidad de sindicalización, el retroceso del estado de bienestar, la
tercerización al extranjero y el aumento del sector financiero como
parte de la economía.
Otro factor de peso es la política tributaria. Según un informe del Financial Times,
las tasas tributarias que “acabaron pagando las 10 mayores compañías
públicas del mundo por capitalización de mercado en cada uno de los
nueve sectores” estudiados han bajado cerca de un tercio desde el 2000,
de un 34% a un 24%. Y desde 2008, las tasas a la renta personal en todos
los países han aumentado en un promedio de 6%.
En
este contexto, no debería sorprender el surgimiento de partidos y
políticos populistas. Si la mayoría de la gente se va empobreciendo,
cabe esperar fuertes consecuencias en las urnas. Y, no obstante, en un
país tras otro el sistema político ha sido notablemente lento en
reconocerlo.
Piénsese
en Brasil, que está en plena campaña para las elecciones generales de
octubre. Como siempre, los políticos tradicionales hacen promesas de
prudencia fiscal y crecimiento económico, ninguna de las cuales resuenan
en los 50 millones de brasileños
(cerca de un cuarto de la población) que viven bajo la línea de la
pobreza, con ingresos por hogar que promedian los $387,07 al mes.
Mientras tanto, el candidato presidencial populista, Jair Bolsonaro,
propone dar a cada brasileño una pistola para que se pueda defender.
Para las elites, esto suena (y es) ridículo, pero para los brasileños
preocupados por su seguridad, Balsonaro al menos muestra que entiende su
principal inquietud.
Saber lo que importa a los votantes es básico en política a la hora en que se celebran elecciones. (...)
Macron,
basándose en las exitosas estrategias electorales del ex Presidente
estadounidense Barack Obama, envió voluntarios a todo el país para
escuchar las preocupaciones de los votantes.
Una
segunda lección de los populistas actuales es usar mensajes simples e
intuitivos para referirse a sus objetivos.
Sí, eslóganes como “Protegeré
sus empleos” y “Volver a hacer grande a Estados Unidos” suenan
simplistas. Pero, ¿dónde están las alternativas sofisticadas? Se puede
hablar de crecimiento económico solo cuando la gente esté disfrutando de
sus beneficios.
En
periodos de crecimiento lento o desigual, los políticos deben ofrecer
respuestas más directas a lo que siente la gente. (...)
(...) los
partidarios del Brexit prometían “recuperar el control” de las fronteras
del Reino Unido y afirmaban (falsamente) que el Servicio de Salud
Nacional (NHS, por sus siglas en inglés) recibiría £350 millones ($490
millones) por semana.Visto
todo esto, los políticos tradicionales parecen desorientados.
Los
académicos, expertos y líderes políticos, de los negocios y de la
sociedad civil han sido demasiado lentos en la articulación de nuevas
políticas económicas y sociales que tengan un amplio atractivo.
(...) requiere
un compromiso de tiempo y energía para comprender los problemas que
atribulan al electorado y proponer soluciones de manera clara y simple.
La
tercera lección del populismo es ser atrevidos. En tiempos difíciles,
la gente busca una visión transformacional del futuro, no mejoras leves.
Tras 30 años de pragmatismo y cambios graduales, es el momento para una
música diferente. (...)
Recordemos
que en 1945 Winston Churchill, tras lograr la victoria para el Reino
Unido en la Segunda Guerra Mundial, perdió las elecciones generales.
El
vencedor, Clement Attlee, prometió lo que en la práctica fue un nuevo
contrato social para los británicos cansados de la guerra y que todavía
vivían con racionamiento. Su gobierno les entregó atención de salud
gratuita y universal, seguro de desempleo, pensiones, una vivienda
decente y empleos seguros en sectores nacionalizados. Todo esto con una
deuda externa que seguía siendo de un 250% del PIB.
La
audacia de la visión de Attlee no tiene paralelos en el mundo moderno. Y
ese es nuestro problema más grande." (
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