25.3.24

“Sánchez nunca ha sido un izquierdista, ese es un dato fundamental para entender los últimos diez años de la política española”... ¿Por qué, entonces, es el blanco de la furia de la derecha? Porque dura. Porque es un tipo duro, y no hay duda de ello... la derecha sabe que un ataque enfocado contra el PSOE o contra la izquierda de una manera obsesiva genera muchos mecanismos de defensa, porque el país históricamente se ha sentido emocionalmente vinculado a la izquierda... Ahora bien, si los ataques se enfocan contra un individuo y a este individuo lo empiezas a demonizar y a exagerar sus rasgos adversos es más fácil construir una base social amplia con una fobia hacia esa persona. De esta forma, es posible reclutar a gente vinculada a la izquierda, aunque tibiamente. Eso ha sucedido con exsocialistas e incluso con gente que se proclama de izquierdas pero que milita en el antisanchismo. El antisanchismo puede ser más amplio que el antisocialismo y la antiizquierda (Enric Juliana)

 "«2004 vive en 2024». Esa es la columna vertebral de España: el pacto y la furia, el último libro de Enric Juliana, un repaso de las últimas dos décadas de la vida política del país a través del diario del propio periodista, adjunto a la dirección de La Vanguardia, de sus vivencias en Madrid y de su mirada hacia Catalunya.

(...) El libro comienza con la derecha acusando al gobierno del PSOE de ser ilegítimo y termina con la derecha acusando al Gobierno de ser ilegítimo. 

 Sí, la herida pasa por ahí. En la pugna entre la derecha y la izquierda en España siguen resonando las cacofonías de la guerra civil. No solo son adversarios políticos, sino que se temen mucho los unos a otros. Temen que el uno liquide al otro.

En el momento en el que el PSOE gana las elecciones del 2004, el razonamiento frío de los dirigentes del PP es entrar en alerta ante la posibilidad de que el PSOE logre estabilizar un gobierno. Desde la derecha se interpreta que la sociedad española es propensa al centro-izquierda y que si el centro-izquierda gobierna con naturalidad, configura una especie de orden natural español y entonces sacarlos del poder cuesta mucho. Ellos parten de esta idea por la experiencia de los gobiernos de Felipe González, un tiempo que se les hizo eterno.

Este trauma es el que les lleva a pensar que si Zapatero se asienta, puede acabar durando otros 14 años. Ante esto, su primer deber fue evitar que el Gobierno se asentase para que los españoles tuviesen la sensación de que era un Gobierno abocado a la provisionalidad. Por ello negaron la legitimidad, para que la sociedad interpretase que se trataba de un paréntesis en la historia política de España y que, dentro de cuatro años, volvería la derecha a gobernar. De esta estrategia se derivan las políticas e iniciativas como la batalla contra el Estatut de Catalunya o las manifestaciones contra las leyes del Gobierno.

En 2008, Zapatero gana las elecciones con autoridad. Era un momento en el que la situación política podría haber dado un giro porque ya era muy complicado disputarle la legitimidad. Pero al cabo de unos meses, la situación de crisis económica se plasma con toda su crudeza y entonces se produce un desmoronamiento de la autoridad política y del consenso alrededor del Gobierno que desemboca en el adelanto electoral.

Viene entonces la mayoría absoluta del PP, que se produce por una decantación derivada de la crisis económica y hay unas erosiones importantes del PP y de todo el sistema político español que provocan la aparición de Podemos. 

Ahora lo que tenemos es una mayoría parlamentaria complicada que sale de unas elecciones que, más que ganarlas la izquierda, no las gana la derecha. En realidad se produce un empate y la derecha le niega la legitimidad al Gobierno porque esta vez tiene que zarandearlo al igual que con Zapatero hasta cronificar ante la sociedad la idea de que esto es un lapso que hay que superar lo antes posible.

Aseguraba ya el 31 de octubre de 2004 que “algunas togas” podrían acabar siendo “el más peligroso adversario de un Gobierno de tintes laicistas”. ¿Por qué 20 años después hay partidos que siguen negando la intervención de la judicatura en asuntos políticos, principalmente durante gobiernos progresistas?

En aquel momento, el gobierno de Zapatero puso en marcha un programa legislativo que era audaz. Ahora, leyes que se aprobaron entonces pueden parecer la cosa más natural del mundo, como el matrimonio homosexual, pero en aquel momento no lo eran. España no es Dinamarca ni es un país donde triunfase la reforma protestante. No ha sido un país permeable a la individualidad, a los derechos individuales. El protestantismo se basaba en una especie de emancipación individual. En los países católicos, introducir aquello en 2004, era complicado. En Roma no estaba Francisco, sino un señor polaco que consideraba que todo esto era una obra demoníaca. La Iglesia batalló mucho y su papel fue muy importante. Ahora lo hemos olvidado porque su capacidad de incidencia es menor.

De hecho, señala a Rouco Varela como “el verdadero líder de la oposición” durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero.

Sí, yo creo que durante unos años fue así. Rouco tuvo pulso en la calle contra las leyes de Zapatero y también a través de la COPE, que fue la punta de lanza mediática contra el Gobierno. La COPE y El Mundo formaban un tándem contra el diario ABC hasta el punto de que lograron echar al director, José Antonio Zarzalejos, gracias a la presión de Rouco, porque no siguió la versión conspiranoica del 11-M. Estas teorías tenían como objetivo provocar el colapso del juicio para que embarrancase, sembrar todo el procedimiento de sospechas y, de esta forma, lograr invalidar el juicio, porque si el tema no se juzgaba por colapso de la instrucción, se demostraría la ilegitimidad del tiempo político. Ese era el objetivo.

Hay que decir que Rajoy intentó distanciarse de esta estrategia pero no se enfrentó directamente porque sabía que no tenía suficiente fuerza. A Rajoy, en 2008, intentan limpiárselo porque se dan cuenta de que no han conseguido su objetivo de deslegitimar al Gobierno, y le cargan la culpa a él por blando. La furia se dirige contra Rajoy y los hilos políticos y económicos empiezan a moverse contra él. Solo falló en esa campaña que Esperanza Aguirre no se decidiese a dar el paso y Rajoy acabó afianzando su liderazgo gracias a la victoria del PP en Galicia en 2009 y, después, ganando las elecciones europeas ese año. Fíjate el paralelismo con la época actual: cambia Aguirre por Ayuso y a Rajoy por Feijóo. Aunque Feijóo es más duro que Rajoy, ha visto que se tenía que vestir de ultra, y se ha vestido. (...)

“Sánchez nunca ha sido un izquierdista, ese es un dato fundamental para entender los últimos diez años de la política española”, dice en el libro. ¿Por qué, entonces, es el blanco de la furia de la derecha? ¿Por pragmático?

Porque dura. [Risas] Porque es un tipo duro, y no hay duda de ello. El combate político está claro y la derecha es inteligente. Ellos saben que un ataque enfocado contra el PSOE o contra la izquierda de una manera obsesiva genera muchos mecanismos de defensa, porque el país históricamente se ha sentido emocionalmente vinculado a la izquierda. Eso es mayoritario, aunque con grados muy distintos. Ahora bien, si los ataques se enfocan contra un individuo y a este individuo lo empiezas a demonizar y a exagerar sus rasgos adversos es más fácil construir una base social amplia con una fobia hacia esa persona. De esta forma, es posible reclutar a gente vinculada a la izquierda, aunque tibiamente. Eso ha sucedido con exsocialistas e incluso con gente que se proclama de izquierdas pero que milita en el antisanchismo. El antisanchismo puede ser más amplio que el antisocialismo y la antiizquierda.

La derecha lo que está buscando es que esas personas que están en las franjas de fronteras con el PSOE se pasen al PP sobre la base de presentar a Sánchez como un tipo entre radical y despiadado. (...)"               (Entrevista a Enric Juliana, Dani Domínguez, La Marea, 25/03/24)

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