18.4.24

Mario Draghi, la competitividad europea y el nuevo Sur... su receta: emitir -más que hasta ahora1- deuda pública europea para financiar, de forma cooperativa entre los países de la eurozona, inversiones públicas destinadas, en particular, a la transición medioambiental y digital. Se estima un coste total de 500.000 millones anuales, a los que hay que añadir los gastos de defensa

 "1 - La economía europea pierde posiciones en la competencia internacional y experimenta, dentro de sí misma, un crecimiento constante de las divergencias regionales (el empobrecimiento relativo del Sur frente al Norte forma parte de esta dinámica).

Como es bien sabido, Mario Draghi ha recibido el encargo de elaborar el informe sobre la competitividad europea, que probablemente estará terminado el próximo mes de junio. En su discurso del 15 de febrero en la Conferencia de Política Económica de Washington (durante la entrega del premio Paul A. Volcker Lifetime Achievement Award), que debe leerse conjuntamente con su discurso en el Ecofin del 24 de febrero, esbozó sus ingredientes fundamentales.

Empecemos por el diagnóstico. El antiguo Gobernador del BCE formula dos críticas. La primera se dirige al modelo de globalización experimentado en las últimas décadas, que habría conducido a desequilibrios comerciales en un contexto de creciente participación en el comercio internacional de países que tenían puntos de partida muy diferentes, en términos de nivel de desarrollo.

Draghi reconoce que las deslocalizaciones producidas por la globalización han reducido considerablemente la participación de los salarios en el PIB, creando hostilidad en quienes se han visto perjudicados por ella. Al igual que, en contra de las promesas, la globalización no se ha asociado a la difusión de valores orientados al respeto de las libertades individuales y la democracia.

 La segunda crítica se refiere a la política económica y de ahí parte su propuesta.

Draghi observa con acierto que la Unión Monetaria Europea (UME) se ha basado para su crecimiento en un modelo impulsado por las exportaciones, en condiciones de competencia entre los Estados miembros, que sale perdiendo a largo plazo.

De ahí su receta: emitir -más que hasta ahora1- deuda pública europea para financiar, de forma cooperativa entre los países de la eurozona, inversiones públicas destinadas, en particular, a la transición medioambiental y digital. Se estima un coste total de 500.000 millones anuales, a los que hay que añadir los gastos de defensa.

Para ello, se considera importante un uso más productivo de los ahorros europeos, muchos de los cuales están congelados en las cuentas corrientes de los bancos. En el planteamiento de Draghi, el papel del Banco Europeo de Inversiones (BEI) podría ser relevante.

La relevancia de estas consideraciones para el Mezzogiorno radica, en primer lugar, en la aplicación del diagnóstico de Draghi a esta zona. No cabe duda de que el Sur se ha visto afectado -como muchos otros Sur europeos (Portugal, España, Grecia y la propia Italia en su conjunto: lo que los ingleses llaman PIGS, o "pigs") y como los Sur del mundo (África in primis)- por la doble dinámica de la globalización y la emergencia del modelo basado en las exportaciones en Europa.

 En el primer caso, se ha visto penalizada por la competencia de los países del Este; en el segundo, el énfasis en las medidas de austeridad y la competencia basada en la moderación salarial han comprimido su demanda interna, sin compensarla con incrementos adecuados de las exportaciones netas, dada la baja propensión exportadora de sus empresas.

El interés del discurso de Draghi reside también en el énfasis puesto en la legitimidad de las instituciones y, por tanto, en la necesidad de que la política económica europea se apoye en -y produzca- consensos adecuados.

El diagnóstico de Draghi es útil para subrayar el hecho de que una economía de mercado genera espontáneamente efectos de polarización entre el centro y las periferias (y, en una dinámica de doble movimiento, entre las zonas del interior y las ciudades). En efecto, una vez determinada la agregación industrial en una zona determinada, ésta sigue creciendo debido sobre todo a los flujos migratorios que atrae de las zonas más pobres y al ahorro procedente de ellas, convirtiéndose en un atractor de recursos.

Se trata de un efecto conocido en ciencias sociales como causalidad acumulativa y es lo que está ocurriendo en detrimento del Mezzogiorno. Se ha calculado que, dadas 100 inversiones fijas realizadas en el Sur de Italia, sólo 54 son satisfechas por la producción nacional, frente a 38 realizadas por el Centro-Norte (o en el extranjero). En cambio, 100 euros de inversión en el Norte requieren hasta 87 euros de producción nacional y una parte insignificante de producción intermedia del Sur.

Esta evidencia sugiere que el Norte no es la locomotora del país: la economía del Sur no crece cuando crece la economía del Norte.

En sí mismo, un aumento del gasto público en Europa (deseable en cualquier caso respecto a las medidas de austeridad que han caracterizado la historia reciente del continente) no mitiga estas dinámicas, ya que sólo podría dar lugar a un crecimiento de la dependencia de las zonas periféricas respecto a las centrales, por efecto de mayores importaciones2.

El problema se deriva de la consideración de que las zonas periféricas (entre las que se encuentra, sobre todo, el Mezzogiorno) no disponen de mecanismos de crecimiento autopropulsivos y participan en la formación de cadenas de valor europeas con una producción de bajo valor añadido y un uso más intensivo de mano de obra precaria (véase, infra, la sección 2).

Profundicemos en este aspecto, para entender (i) por qué la economía europea se desarrolla produciendo espontáneamente desigualdades regionales y (ii) si este entramado productivo e institucional, precisamente en la lógica seguida por Draghi, puede competir eficazmente con otros actores globales (a saber, EEUU y China).

 2 - La unificación monetaria europea se ha construido sobre la convicción -formalizada en la teoría de las áreas monetarias óptimas, propuesta originalmente por Robert Mundell en 1961- de que la existencia de una moneda única permite absorber los choques asimétricos (es decir, que afectan a unos países y no a otros) mediante la plena flexibilidad de los precios y/o mediante la ausencia de restricciones a la circulación de los factores productivos, a saber, el factor trabajo, es decir, sin variaciones de los tipos de cambio3.

Esta es la hipótesis de convergencia, es decir, la suposición de que las economías de la UEM tenderían espontáneamente a alcanzar la misma tasa de crecimiento4.

Una aproximación crítica a la hipótesis de la convergencia puede encontrarse en el denominado enfoque de la causalidad circular acumulativa, que remite a las aportaciones de Myrdal y Kaldor. Se trata de un esquema según el cual un acontecimiento B, efecto de un acontecimiento A, retroactúa sobre su causa, generando alternativamente círculos viciosos o virtuosos, según el cual se concluye, en el estudio de los fenómenos económicos aplicados a la dimensión espacial, que una economía de mercado desregulada produce espontáneamente divergencias espaciales5.

Los datos empíricos parecen respaldar este planteamiento, al mostrar que Europa se desarrolla cada vez más según un patrón de polarización creciente, entre un núcleo (Alemania y los países del centro-norte del continente) y dos periferias: la de Europa del Este, especialmente tras la ampliación de 2004 para incluir a los países de Visegrado, y la mediterránea, que incluye a Italia en su conjunto.

Aunque a primera vista pueda parecer contrario a la opinión dominante, los datos empíricos demuestran que hubo convergencia del PIB per cápita en el continente antes de la unificación monetaria (en particular, desde después de la Segunda Guerra Mundial hasta la primera crisis del petróleo en 1973) y que, sobre todo después de la adopción de la moneda única, hubo, si acaso, divergencia o, en el mejor de los casos, estacionariedad.

 La economía italiana profundiza su papel de proveedora de producción intermedia para el capital del norte de Europa, al tiempo que genera un movimiento interno de crecientes divergencias regionales (Cresti et al., 2023), acentuando el sur su configuración como exportador de insumos (en particular, mano de obra cualificada) en un régimen de dependencia de los centros de decisión externos (Dosi et al., 2015).

Este modo de participación en la red de producción mundial y europea empeora considerablemente la calidad de la mano de obra en Italia y, aún más, en el Mezzogiorno (Ardeni y Gallegati, 2024). La degradación de la producción italiana, sobre todo en lo que se refiere a la pérdida progresiva de intensidad tecnológica6, va de la mano de la compresión de la tasa de crecimiento relativo del país, que, como es lógico, lleva veinticinco años aumentando menos que la media europea (véase Forges Davanzati y Giangrande, 2020).

Las emigraciones, especialmente las intelectuales, reducen el potencial de crecimiento del Sur y, también debido a este efecto, estimulan nuevas migraciones, lo que implica aumentos de productividad en la zona de atracción y pérdidas simétricas de productividad en la zona de origen.

SVIMEZ (2023) estima que, de 2002 a 2021, más de 2,5 millones de individuos abandonaron el Sur, principalmente en dirección al Centro-Norte (81%). El Mezzogiorno perdió 1,1 millones de residentes en el mismo periodo. Las emigraciones hacia el Centro-Norte afectaron principalmente a los jóvenes: entre 2002 y 2021, el Sur experimentó un éxodo de 808.000 individuos menores de 35 años, de los cuales 263.000 eran titulados universitarios.

A esto cabe añadir otra consideración. En unos diez años, Alemania ha logrado la hazaña histórica de reducir las diferencias internas entre el Oeste y el Este del país. Italia, en cambio, las ha visto aumentar casi constantemente en las últimas décadas, tras un breve periodo de convergencia en los años 1951-1971.

El PIB per cápita de Lombardía se estima en 37.300 euros, el de Calabria en 17.100 euros y el de Apulia en 18.100 euros. La región más pobre de Europa es Bulgaria (Severozapen, con un PIB per cápita de 8.600 euros). El aumento de las diferencias no sólo afecta a las relaciones Norte-Sur, sino también a las que se establecen con las zonas del interior, que de hecho van sistemáticamente a la zaga de las zonas urbanas en términos de crecimiento económico.

Esta dinámica se produjo en un contexto a largo plazo dominado por la reducción continua de las transferencias al Sur, lo que demuestra que las diferencias regionales tienden a aumentar cuando se contrae el gasto público en el Sur y en un contexto de centralización institucional sustancial. Como prueba de esta conclusión, cabe recordar que el único período de convergencia entre las dos zonas del país se produjo en una fase no sólo de marcada expansión de las transferencias a las zonas menos desarrolladas (piénsese en la Cassa per il Mezzogiorno), sino también de industrialización pública.

Se calcula que la tasa de crecimiento de las regiones meridionales entre los años cincuenta y setenta se situó en torno al altísimo valor del 6% anual, lo que permitió generar en un periodo de veinte años una riqueza igual a la de los noventa años anteriores.

 3 - Del análisis aquí esbozado se desprenden dos aspectos críticos relativos a la mejora de la competitividad europea que no parecen emerger explícitamente en las consideraciones de Draghi.

 La primera tiene que ver con la implicación de que la base industrial de las zonas periféricas debe reforzarse para evitar que la compresión salarial se traslade a ellas. La moderación salarial es, de hecho, la única estrategia que se da la UEM como sustituto de la devaluación (de hecho se conoce como devaluación interna) y amplifica las divergencias sobre todo porque comprime -especialmente si se combina con medidas de austeridad- la demanda interna en detrimento de aquellas áreas (las periferias) con una estructura productiva más débil y menor capacidad exportadora (Colacchio y Forges Davanzati, 2023).

Además, refiriéndonos precisamente al diagnóstico de Draghi, el ya precario sentimiento de pertenencia a la UEM se debilita aún más, con toda evidencia, con estas estrategias (De Grawe, 2018).

El segundo aspecto crítico se refiere a la incapacidad del euro para desempeñar el papel de moneda de reserva internacional, habiendo permanecido fundamentalmente como moneda regional (Marani, 2023), lo que confirma la conclusión de que, en la competencia con China y Estados Unidos, la Unión Europea también experimenta pérdidas de competitividad en esta dimensión.

 No es de extrañar que las instituciones europeas sean tan impermeables a las observaciones críticas basadas en pruebas7 si se tiene en cuenta la reciente exteriorización de Christine Lagarde (en el Foro de Davos de enero de 2024), según la cual los economistas "son una camarilla tribal, se citan unos a otros, pero son incapaces de ir más allá de ese mundo" y sus modelos "en los que tienen una fe ciega tienen poco que ver con la realidad".

De hecho, la investigación académica en economía, bien mirado, se vuelve cada vez más autónoma y autorreferencial, autogenerando por inercia una modelización progresivamente menos útil para comprender los hechos y construir políticas económicas."

(Guglielmo Forges Davanzati, Universidad de Salento, Sinistrainrete, 05/03/24; traducción DEEPL, notas en el original)

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