"(...) ¿Por qué vamos a ir a nuevas elecciones?
Desde el hooliganismo de
partido o de bloque, quizá lo más cómodo para mí sea culpar al de
enfrente o al que se encuentre a mi lado, en ningún caso a los míos. Y
me temo que este hooliganismo político es la
única razón que justifica el despropósito de nuevas elecciones, para
exigirnos que esta vez votemos bien y no le hagamos pasar a los partidos
el trago de entenderse o de aceptar que vencieron los otros. En otras
palabras, la partitocracia ha vencido a la democracia. (...)
Creo que se equivocó Unidas Podemos no aceptando un gobierno pionero de
coalición en esta restauración democrática, con la Vicepresidencia y
tres ministerios de enorme potencial legislativo y carga simbólica. Creo
que se equivocó el PSOE enquistándose en la negativa posterior a
cualquier posibilidad de entendimiento que no pasara por la sumisión y
el desprecio a Unidas Podemos por no someterse y despreciarle.
Y creo
que también se equivocan las derechas, en especial la desnortada y
radicalizada C’s, no aceptando la voluntad de la mayoría social y
haberse abstenido con normalidad democrática a lo Valls para ser enteros
y coherentes con la misma razón de Estado que pregonan. Los partidos
parten lo que las causas unen. Y a ninguno parece unirles la democracia
más que su ombligo.
¿Lo llegó a imaginar la noche electoral del 28-A, cuando ya conocíamos los resultados?
Ni en la peor de mis pesadillas. En política es infinitamente más
rentable la esperanza que los hechos. Y aquel día, la mayoría social
progresista, ecologista, feminista y de izquierda teníamos la esperanza
de que PSOE y Unidas Podemos se entenderían porque ya lo habían hecho en
la moción de censura y en el proyecto de presupuestos. Que ahora no lo
consigan solo obedece a que confunden el poder como sustantivo con el
poder como verbo.
Por supuesto que es legítimo un gobierno de coalición
con el que la inmensa mayoría de quienes votaron por ambas formaciones
estarían de acuerdo. De la misma manera que, con idéntica legitimidad,
dentro y fuera de Unidas Podemos sigue habiendo voces críticas que
apostaron desde el principio por el apoyo a la investidura sobre un
acuerdo programático, para evitar el riesgo de nuevas elecciones y una
posible victoria de las derechas (...)
¿Por qué aceptamos esta precariedad en la que buena parte de
la sociedad está viviendo? ¿Por qué se está normalizando vivir con
angustia, con miedo de no poder pagar ni un alquiler?
No lo sé. O quizá lo sé pero desearía no saberlo. Porque mucho me
temo que la razón de fondo que explica esta resignación social sea la
pérdida de la esperanza en los valores tradicionales de la izquierda
para salvar la situación, unida a la carencia de una alternativa
ideológica y económica que pudiera despertar la esperanza de las clases
más desfavorecidas frente a este devastador capitalismo que hemos
aceptado casi como dogma de fe.
Sin duda, su principal victoria consiste
en la pérdida de la conciencia de clase. Me duele como un tiro en las
tripas escuchar a gente muy humilde con discursos propios de la derecha
más rancia y reaccionaria.(...)
No hay peor derrota que la cultural. Ellos lo saben y bombardean a
diario con mensajes simplistas de inseguridad y miedo a lo único que
genera inseguridad y miedo al capitalismo salvaje. En España, además,
aderezados de nacionalcatolicismo. Duele mucho un pobre desesperanzado. Y
duele dos veces un facha pobre.
¿Qué se le viene a la cabeza cuando escucha vicepresidencia para proteger el estilo de vida europeo?
Otro miedo más, esta vez, al derrumbe de los pilares socioeconómicos
de la Unión Europea. El eufemismo del nombre esconde el pavor de algunos
Estados miembro de la Unión Europea a las amenazas de quienes disparan
desde dentro (Brexit, nacionalismos excluyentes…), y de los que disparan
desde fuera (crisis migratoria, guerra comercial entre EEUU y China…).
Si lo que se quiere proteger es el Estado del Bienestar, fundado en la
redistribución de la riqueza para garantizar la universalidad de los
derechos sociales, me temo que hace años que está en peligro por las
propias políticas de la UE y de los Estados-miembro que ahora
hipócritamente se erigen en sus defensores.
Aun así, en este momento
clave de la historia donde la UE es una placa tectónica atrapada entre
otras de mayor dimensión política y económica representadas por Estados
(Rusia, China, EEUU, Brasil, India…), soy partidario de la defensa a
ultranza del Estado del Bienestar con anclaje constitucional como
barricada frente a esta desalmada lucha de titanes. Sin olvidarnos nunca
de que España debe ser el embajador de este modelo y el puente de
encuentro con el Mediterráneo y el Atlántico. (...)
Va a ser que al final… ¿estén ganando los malos?
Parafraseando la letra flamenca, “Llegaron las derechas/ y nos
molieron a palos,/ que Dios ayuda a los malos/ cuando son más que los
buenos». En Andalucía o en Madrid, por ejemplo, están ganando porque
fueron más que las izquierdas en unos procesos electorales concretos,
con unas circunstancias muy concretas: en un caso, de moción de censura
popular contra el PSOE de Susana Díaz; en el otro, por la injustificable
fragmentación de la izquierda.
En estas nuevas elecciones, puede ser
que coincidan ambas circunstancias. Y si en el Congreso ocurriera lo que
pasó en Andalucía o en Madrid, no será porque votamos mal sino porque
fueron los políticos malos quienes permitieron la victoria de los
peores." (Entrevista a Antonio Manuel, Olivia Carballar, La Marea, 18/09/19)
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