14.6.24

El verdadero programa de la extrema derecha europea: Las derechas quieren formar un supergrupo para asegurarse de que el PPE abandone sus alianzas con socialistas y con liberales... el establecimiento de un frente soberanista que retenga un mayor poder para los Estados y que abogue por conservar la unanimidad y por impedir iniciativas conjuntas de la UE. Algo que es bien visto, además, por algunas derechas, como la alemana, que empiezan a entender como una rémora estar tan sujetos a las decisiones de Bruselas, en especial en lo que se refiere a la economía... sí parece haber consenso entre las extremas derechas sobre la necesidad de austeridad y de reducción de déficits públicos, lo que es un lugar común también en la mayoría de las derechas del establishment europeo. De modo que una alianza entre el PPE y las fuerzas a su derecha hace mucho más probable que las políticas de reconstrucción europeas frenen bruscamente (Esteban Hernández)

 "Las derechas populistas y extremas derechas de Europa están separadas por muchos factores. Su carácter nacionalista, lo que implica que sus proyectos difieran en función de los distintos intereses nacionales de cada Estado, las distintas visiones sobre Rusia o la dificultad para poner de acuerdo a Francia e Italia, a Le Pen y Meloni, son algunos de ellos. Sin embargo, no es óbice para que intenten reunirse en un macrogrupo que, auspiciado por Orbán y en el que Abascal ejerce una muy importante tarea de mediación, impulse la política de la UE en una dirección nueva.

La decisión final sobre la existencia del grupo y su composición tendrá lugar después de las elecciones y, sobre todo, una vez que se conozcan los números. Según aseguran en el seno de ECR y de ID, serán las posibilidades reales que permitan los votos logrados las que impulsen un camino u otro.

Sin embargo, eso no significa que, más allá de las dificultades organizativas y programáticas, no haya una serie de puntos en los que estas derechas puedan ponerse de acuerdo. E incluso que atraigan a la derecha del establishment europeo hacia sus posiciones.

Las coincidencias

Orbán describía al semanario francés The Point los objetivos de la presidencia de turno húngara del Consejo de la UE, que se iniciará el 1 de julio de este año, con las elecciones ya celebradas. El primer ministro Viktor Orbán incidía en cinco puntos esenciales. Y por más que parezcan problemáticos, sobre algunos de ellos existe ya un consenso de facto.

El primero de ellos es la cuestión migratoria. Orbán pretende no solo continuar el actual pacto sino ampliarlo. Es más que probable que su intención, una vez configurado el Europarlamento, encuentre mucha aceptación en las distintas derechas alemana, francesa e italiana, así como en la derecha e izquierda nórdicas. Igual ocurre con la natalidad. La demografía es un asunto en el que Europa ya está poniendo énfasis, e incluso en España las ayudas a la misma son apoyadas tanto por Sumar como por Vox. Las derechas le querrán dar una impronta ligada a los valores católicos y las izquierdas las justificarán por la necesidad de conceder soporte económico a la crianza, pero será complicado que no se llegue a acuerdos en esta cuestión.

Los Estados necesitan aprovisionarse de energía, limpia o sucia, y tendrán mucho menos en cuenta el clima que sus intereses

El tercer punto en el que conflicto se verá rebajado es la transición verde y la lucha contra el cambio climático. También en ese terreno Orbán tiene muchas papeletas para salir ganando. Y no solo por la oposición de las extremas derechas a esa reconversión, sino por las necesidades de la época. Los Estados necesitan aprovisionarse de energía, limpia o sucia, y su planteamiento al respecto tendrá mucho menos en cuenta el clima que sus intereses. En lugares como España, cuya fortaleza es el sol y el viento, no parece que haya más opción que girar hacia ese terreno, pero cada país posee su visión. Hungría tiene conexión con el gas ruso, Alemania está en medio de ningún lugar y anhela energía barata para mantener viva su industria y Francia apuesta por la nuclear. Cada cual jugará sus bazas, pero no serán solo las extremas derechas las que frenen, como ya está ocurriendo, la transición verde. Con una complicación añadida: EEUU, dado que es el mayor productor, apuesta de facto por el gas y el petróleo, y su posición será más radical si gana Trump, mientras que China es la gran potencia en renovables y sus placas solares y baterías son con mucho las más baratas. Dado que las tensiones entre EEUU y China se harán más intensas, Europa estará cada vez más presionada por los intereses de ambos países.

Las diferencias

Hay dos puntos mucho más controvertidos para el establishment europeo en el programa de las nuevas derechas. Por lo menos, en cuanto a su formulación, quizá menos en cuanto a su fondo. Orbán asegura que impulsará “un debate razonable sobre nuestra participación en la guerra entre Ucrania y Rusia. Decir que Vladímir Putin no puede ganar no es suficiente. Necesitamos una estimación del precio de nuestra participación y una clarificación de nuestros objetivos”. La posición pacifista de Hungría genera muchas tensiones con otras derechas europeas, que se oponen radicalmente a que Putin pueda salir de Ucrania con una victoria en la mano, una visión compartida con los liberales y los socialdemócratas de muchos países europeos. Directamente relacionada con este asunto aparece la cuestión de la defensa europea, sobre si debe existir una mayor inversión en ella y cómo organizarse dentro del marco de la OTAN. La autonomía estratégica promovida por Francia es una dirección, la de aumentar el gasto militar para fortalecer a la OTAN bajo las directrices estadounidenses es otra diferente.

Si gana Biden, la situación no será muy distinta. El margen que el gobierno demócrata dejará a los europeos no será grande

Ambas cuestiones quedarían unidas si Trump vuelve a la Casa Blanca. En ese caso, insisten desde ECR, las negociaciones llegarían pronto y Europa se vería obligada a realizar la tarea de contención al poder ruso, pero con mucha menor ayuda económica americana. El plan estadounidense no es abandonar la OTAN, sino volcar sus recursos en el Pacífico y que el gasto sea asumido por los europeos, al igual que en la reconstrucción de Ucrania. Pero si gana Biden, la situación no será muy distinta. El margen que el gobierno demócrata dejará a los europeos no será grande. Además, fuentes progresistas europeas dan por hecho que el final de la guerra tendrá que llegar a través de unas negociaciones que lleven a un alto el fuego; quizá la paz no se suscriba formalmente, pero sí en la práctica, con toda la inestabilidad que supondría por las tensiones continuas en esos territorios.

En todo caso, las posiciones de las extremas derechas europeas son mayoritariamente las posiciones trumpistas, dejando de lado las de algunos países limítrofes con Rusia, que tienen otros intereses. Y, en cuanto a Gaza, tanto Orbán como el resto de derechas, exceptuando algunos grupos, como AfD, son claramente favorables a las posiciones israelíes, como ocurre cada vez más en derechas europeas del establishment.

Los puntos clave

En ese giro hacia la derecha del continente europeo, hay tres cuestiones cuya solución aportará más luz sobre el futuro político del mismo. Las derechas quieren formar un supergrupo para asegurarse de que el PPE abandone sus alianzas con socialistas y con liberales. Orbán, como Abascal, lo dice muy claramente: “No queremos que el PPE siga atrayendo a los votantes de derecha para engañarlos y cooperar después con la izquierda”. El grupo no es más que un instrumento para promover el cambio.

El segundo tema es el establecimiento de un frente soberanista que retenga un mayor poder para los Estados y que abogue por conservar la unanimidad y por impedir iniciativas conjuntas de la UE. En una época como esta, en la que la Unión está sumida en una posición difícil, en la que solo puede apostar por una mayor integración o una mayor disgregación, parece bastante obvio que el triunfo de las derechas ligadas a Orbán y Vox significará un debilitamiento de la UE. Algo que es bien visto, además, por algunas derechas, como la alemana, que empiezan a entender como una rémora estar tan sujetos a las decisiones de Bruselas, en especial en lo que se refiere a la economía.

Y este asunto será crucial. Los planes de Letta o de Draghi sobre la recuperación de la competitividad y de la fortaleza de la UE precisarían, en última instancia, de eurobonos, un mecanismo esencial para lanzar planes de crecimiento que vertebren acciones europeas de calado. Orbán se niega por completo, como Abascal, pero ahí se pueden abrir brechas, dado que los intereses italianos pueden ir por otro lugar. En todo caso, sí parece haber consenso entre las extremas derechas sobre la necesidad de austeridad y de reducción de déficits públicos, lo que es un lugar común también en la mayoría de las derechas del establishment europeo. De modo que una alianza entre el PPE y las fuerzas a su derecha hace mucho más probable que las políticas de reconstrucción europeas frenen bruscamente. Tampoco serían esperables nuevos tratados comerciales.

Quizá el debate público gire sobre la inmigración, los valores cristianos y los derechos de las minorías, y los agricultores y ganaderos y la agenda 2030, pero las formas en que serán influyentes en Europa son mucho más amplias."                   (Esteban Hernández , El Confidencial, 04/06/24)

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