18.10.24

La guerra del paracetamol: una historia de la decadencia de los Gobiernos europeos... Sanofi, el gigante farmacéutico francés, planea vender Opella, su filial de medicamentos sin receta al fondo de inversión estadounidense... La producción de medicamentos se trasladó a Asia hace dos décadas... lo que le queda a Francia son las plantas de acabado del producto. Es decir, que una empresa teóricamente francesa trae a suelo europeo lo que otros fabrican, lo empaqueta y lo vende como un producto nacional en su país y en la misma UE. A cambio, los galos obtienen una serie limitada de puestos de trabajo en las plantas de acabado del producto, y la empresa consigue beneficios notables gracias a los costes bajos... El fondo que adquiere es estadounidense, lo que significa que los réditos irán a parar a sus accionistas y no a la economía francesa... La venta de Opella es relevante porque muestra las debilidades de los principales países europeos y del conjunto de la Unión... retrata claramente el vaciamiento de la potencia europea... Este escenario debería incitar una seria reflexión sobre la necesidad de la inversión extranjera y en qué términos ha de producirse... La inversión productiva debería ser bienvenida y la rentista limitada al máximo (Esteban Hernández)

 "Sanofi, el gigante farmacéutico francés, planea vender Opella, su filial de medicamentos sin receta al fondo de inversión estadounidense CD&R. Opella, valorada en 15.000 millones de euros, ocupa el tercer puesto mundial en su sector y comercializa alrededor de 100 productos, entre ellos la marca Doliprane, uno de los medicamentos más populares en Francia, y cuyo principio activo es el paracetamol. El Gobierno de Macron podría vetar la operación, ya que le autoriza un decreto de mayo de 2014 referido a inversiones extranjeras en sectores estratégicos, como el sanitario. Opella produjo 450 millones de cajas de Doliprane en 2023.

La oferta de CD&R coincidió con otra lanzada por PAI Partners, un fondo francés de private equity, de una cuantía muy similar. En la ronda de financiación de PAI participaron fondos soberanos de Emiratos Árabes Unidos y Canadá. Sanofi prefirió la opción estadounidense.

Para muchos franceses, se trata de una herida profunda, ya que la venta de las acciones de Opella (Sanofi permanecería en la empresa como minoritario) reúne varios aspectos sensibles. Trabajadores y sindicatos temen que los puestos de trabajo peligren y se han generado dudas sobre el abastecimiento, dado que la firma podría priorizar otros mercados. Los inversores han tratado de tranquilizar a empleados y consumidores, y Sanofi ha negado que cualquiera de esas dos cosas vaya a producirse. Por otra parte, la pérdida de industria nacional es mal comprendida por distintos sectores, en la medida en que supone perder capacidades en un ámbito como el sanitario, y más con el recuerdo de la pandemia reciente.

Un banquero galo afirmaba al respecto que una negativa del gobierno francés, "sería un tsunami para el mundo inversor"

En sentido contrario, y dado que Francia necesita atraer inversión extranjera, hay quienes entienden que un veto del gobierno Macron enviaría un mensaje muy negativo al capital internacional en un momento importante. Es necesario favorecer que Francia se convierta en un entorno atractivo para la inversión, y este tipo de barreras conlleva un precio que el país no puede pagar. Sería irracional acudir a los mercados para captar capital para la renovación tecnológica y energética, al mismo tiempo que se veta a un fondo por ser estadounidense. Un banquero galo afirmaba al respecto que una negativa del gobierno francés, “sería un tsunami para el mundo inversor”.

La posición débil

Más allá de la discusión francesa, la venta de Opella y Doliprane es un ejemplo perfecto de los dilemas europeos y de la posición frágil de sus empresas, grandes y pequeñas.

La producción de medicamentos se trasladó a Asia hace dos décadas. Entre el 60% y el 80% de los principios activos de los medicamentos que adquieren los consumidores europeos son fabricados en la India y China. La deslocalización tuvo que ver con los costes laborales pero, como señala Arnaud Montebourg, el ministro francés bajo cuyo mandato se promulgó el decreto que puede vetar las inversiones extranjeras, también está relacionado con "el dumping medioambiental de India y China, que imponen a sus fábricas normas mucho menos estrictas que las previstas por Francia y la Unión Europea". Si se desease relocalizar en Europa este tipo de productos, los problemas ligados al aumento de costes no estarían relacionados tanto con la mano de obra, "ya que el proceso está altamente automatizado", sino "con los precios de la energía y de las inversiones para cumplir con las normas medioambientales europeas".

Una empresa de bandera francesa trae a suelo europeo lo que otros fabrican, lo empaqueta y lo vende como un producto nacional

De momento, las fábricas de los principios activos están fuera y no hay planes previstos para que regresen, y lo que le queda a Francia son las plantas de acabado del producto. Es decir, que una empresa teóricamente francesa trae a suelo europeo lo que otros fabrican, lo empaqueta y lo vende como un producto nacional en su país y en la misma UE. A cambio, los galos obtienen una serie limitada de puestos de trabajo en las plantas de acabado del producto, y la empresa consigue beneficios notables gracias a los costes bajos.

En ese escenario, Sanofi entiende que la rentabilidad de los productos genéricos y sin receta ya no es suficiente, por lo que quiere vender parte de su filial (mantendrá una posición significativa, pero minoritaria, dentro de Opella) para dedicarse de lleno a sectores en los que los medicamentos generan más beneficios. El fondo que adquiere es estadounidense, lo que significa que los réditos irán a parar a sus accionistas y no a la economía francesa. Eso sería un problema si los accionistas actuales de Sanofi no fueran ya una mayoría de fondos de bandera fundamentalmente estadounidense.

Las tres reflexiones

La venta de Opella es relevante precisamente porque repite una serie de constantes dentro de la relación entre inversores y gobiernos, al tiempo que muestra las debilidades de los principales países europeos y del conjunto de la Unión en un tiempo en que los Estados con mayor potencia económica buscan expandirse internacionalmente.

1. Doliprane y Opella retratan claramente el vaciamiento de la potencia europea. Es una empresa cuyos puestos de trabajo reales están en Asia. De los beneficios de la fabricación de sus principios activos se aprovechan India y China, y los réditos de la comercialización y venta van a parar a manos de fondos de EEUU. Francia, como Europa con la mayoría de los bienes y servicios, aporta el mercado y compra los productos, pero no recibe ninguna ventaja en términos de puestos de trabajo, impulso de la economía y seguridad en el suministro que supone la fabricación. Tampoco saca provecho de los dividendos generosos que proporcionan sus empresas: si estos se quedasen en Europa podrían aportar el músculo inversor que precisa, y no es el caso. Europa es cada vez más un mercado en el que los fondos de gestión pasiva y el private equity hacen sus operaciones, y en el que empresas chinas e indias venden sus bienes. La tensión geopolítica, el regreso a los términos nacionales a nivel global, implica que esa posición débil europea (ni produce ni tiene músculo financiero) sea cada vez más aprovechada por unos para comprar empresas (también las de tamaño medio, e incluso las pequeñas empresas) y por otros para convertirse en proveedores masivos. Los países europeos y sus compañías se han convertido en piezas de caza.

La separación de la industria y de las finanzas nacionales de sus países de origen deja a los gobiernos con poca fuerza negociadora

2. La autorización del gobierno francés a la compra de Opella es poco relevante. Lo único que le queda a Macron es pactar unos buenos términos para intentar que durante un tiempo, al menos, los trabajos de acabado se mantengan en el país, y que el suministro no se vea interrumpido por la demanda de otras zonas, pero poco más. La separación de la industria y de las finanzas nacionales de sus países de origen deja a los gobiernos con poca fuerza negociadora y escasa capacidad de decisión.

3. Este escenario debería incitar una seria reflexión sobre la necesidad de la inversión extranjera y en qué términos ha de producirse. Un fondo que entra en el accionariado (o que adquiere) una empresa que funciona razonablemente bien solo aspira a recibir dividendos que se mantengan en el tiempo o a vender lo ahora adquirido con un sobreprecio. Ninguna consecuencia positiva tiene ese propósito para el desarrollo de la empresa, para sus productos o servicios, para sus trabajadores y para los mismos consumidores. Esa inversión no es necesaria, y menos aún en la medida en que suele exigir una gestión que aumente el número de beneficios en lugar de mejorar la empresa. Las inversiones que restan mucho más de lo que aportan debería ser desincentivadas, al mismo tiempo que debería promoverse aquella cuya intención es crear algo nuevo, activar lo existente o impulsar los sectores que cuentan con posibilidades. La inversión productiva debería ser bienvenida y la rentista limitada al máximo."                 (Esteban Hernández, El Confidencial, 18/10/24)

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