26.5.23

No se puede ignorar que el mundo occidental está sumido en una especie de frenesí bélico contra Rusia... ¿Puede explicarse racionalmente la disposición a la escalada? El Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, legitimó el riesgo de una escalada militar entre las dos superpotencias nucleares. En otras palabras, se debía arriesgar a una escalada porque una victoria rusa en Ucrania sería peor que una tercera guerra mundial... Declaraciones de este tipo plantean la cuestión de qué es lo que realmente se está combatiendo en Ucrania: ¿cuál es el verdadero objetivo de este irracional deseo de escalada? En el conflicto ucraniano se enfrentan dos conceptos de orden mundial, la oposición entre un orden unipolar y uno multipolar... Por alguna razón, la élite política de Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y muchos otros países, ha vinculado su destino político a la imposición de un orden mundial dirigido por Occidente. Los occidentales parecen estar dominados por la idea que la guerra en Ucrania podría conducir a un cambio de régimen en Moscú y, por tanto, a una restauración del poder occidental. Pero ahora que, en contra de lo esperado, el dominio de Occidente ha empezado a resbalar, se están produciendo las reacciones histéricas antes mencionadas... El hecho de que hoy, Europa se enfrente al peligro real de una guerra nuclear es la expresión de un fracaso fundamental de la política exterior alemana, francesa e italiana que difícilmente puede describirse con palabras... Hoy vivimos de nuevo en un mundo en el que el poder ha crecido enormemente -como en la Francia absolutista-, pero pierde cada vez más su base de legitimidad en el curso de esta expansión... Una segunda Ilustración hoy, siguiendo el modelo de la crítica de la aristocracia y de la gracia divina de la monarquía, debería iluminar hoy el poder de la oligarquía y la economía mundial cada vez más dominada por los monopolios... ¿Es a ésta evolución a la que Stoltenberg llama «el mayor riesgo de todos»? ¿El retorno de Occidente a sus valores originales? (Hauke Ritz, filósofo alemán)

 "No se puede ignorar que el mundo occidental está sumido en una especie de frenesí bélico contra Rusia. Cada escalada parece conducir casi automáticamente a la siguiente. Tan pronto como se decidió la entrega de tanques a Ucrania, se habló de la entrega de aviones de combate. Un avión espía no tripulado estadounidense acababa de ser derribado cerca de la frontera rusa por un caza ruso, Y cuando el Tribunal Penal Internacional de La Haya emitió una orden de detención contra Vladimir Putin. Occidente destruyó deliberadamente el camino hacia una solución negociada y llevó la escalada a un nuevo nivel. Pero, como si el nivel alcanzado no fuera suficientemente alto, Gran Bretaña anunció la entrega de municiones de uranio, consideradas armas convencionales que dejan contaminación radiactiva en el lugar de la explosión. La respuesta de Moscú no se hizo esperar y consistió en la decisión de emplazar armas nucleares tácticas en Bielorrusia a corta distancia.

La renuncia al control de la escalada.

¿De dónde viene esta disposición casi automática a la escalada por parte de los políticos en el poder hoy en día? ¿Es un fenómeno de su decadencia? Algo parecido ocurre cuando la adaptación al Zeitgeist  (el espíritu de la época) se ha vuelto más importante que la realidad. ¿Puede explicarse racionalmente la disposición a la escalada? ¿Es la expresión de un determinado objetivo político que se ha visto amenazado al que la clase política no puede renunciar y que, por tanto, sólo parece alcanzable a través de la guerra?

 

Una declaración muy significativa realizada por el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, el 18 de febrero en la Conferencia de Seguridad de Múnich sugiere esto último: Stoltenberg admitió en su discurso que, al seguir apoyando a Ucrania, existía el riesgo de una escalada militar entre la OTAN y Rusia que sería imposible controlar. Sin embargo, después de esta admisión aclaró de inmediato que no hay soluciones sin riesgo y que el mayor riesgo de todos sería una victoria rusa. En cierto sentido, Stoltenberg legitimó el riesgo de una escalada militar entre las dos superpotencias nucleares. En otras palabras, se debía arriesgar a una escalada porque una victoria rusa en Ucrania sería potencialmente peor que una tercera guerra mundial.

Ahora bien, uno podría tachar la declaración de Stoltenberg de irracional si no estuviera en consonancia con otras declaraciones alarmantes de políticos, militares y personas que gravitan en estos mundos. Considérese, por ejemplo, el comentario confiado de Rob Bauer, presidente del Comité Militar de la OTAN, que dijo estar seguro de que Putin no utilizaría armas nucleares ni siquiera en caso de escalada (1), lo que implicaría, por tanto, que occidente podría atreverse a una escalada. Que otros dirigentes de la OTAN piensan en el mismo sentido lo ha dado a conocer recientemente una conocida dama de compañía (“Hanna Lakomy en declaración al Berliner Zeitung») que frecuenta estos círculos. Incluso el jefe del gobierno húngaro, Victor Orban, advirtió recientemente que los países occidentales están a punto de discutir seriamente el envío de sus propias tropas a Ucrania. Sólo dos días después, el famoso periodista de investigación Seymour Hersh, conocido por sus fuentes en la burocracia de Washington, lanzó advertencias muy similares. Según Hersh, el gobierno estadounidense está considerando la posibilidad de enviar sus propias tropas a Ucrania al amparo de la OTAN.

El presidente serbio, por su parte, comentó la noticia de la orden de arresto de la Corte Penal Internacional contra el presidente Putin con estas palabras «Y estoy dispuesto a decir que me temo que no estamos lejos del estallido de la tercera guerra mundial». Porque hemos llegado “a una situación en la que ambas partes apuestan al todo o nada y arriesgan al máximo». El pasado diciembre, el legendario Secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger expresó opiniones similares. En su artículo «Cómo evitar otra guerra mundial», describía el choque de posturas absolutistas en esta guerra que, de hecho, podría desembocar en el estallido de una guerra mundial.

 Declaraciones de este tipo plantean la cuestión de qué es lo que realmente se está combatiendo en Ucrania: ¿cuál es el verdadero objetivo de este irracional deseo de escalada? ¿Los yacimientos de carbón del Donbass? Probablemente no. Pero entonces, ¿de qué se trata?

El contraste entre el orden mundial unipolar y multipolar

La tesis de trabajo de este artículo es que en el conflicto ucraniano se están enfrentando dos conceptos de orden mundial, a saber, la oposición entre un orden mundial unipolar y uno multipolar. A continuación se compararán las características de ambos principios de orden mundial.

Si se examinan los documentos de política exterior publicados en las dos últimas décadas por las principales revistas occidentales de política exterior (por ejemplo, en Estados Unidos «Foreign Affairs», una revista del Consejo de Relaciones Exteriores, o en Alemania «Internationale Politik», una revista del DGAP – Consejo Alemán de Relaciones Exteriores), una circunstancia llama especialmente la atención: en estas publicaciones, el objetivo de un mundo gobernado normativamente por Estados Unidos o la OTAN no se cuestiona, sino que siempre se da por supuesto. El posible fracaso del dominio occidental ni siquiera se considera, ni siquiera como una posibilidad. Con posiciones similares están casi todos los demás think tanks estadounidenses o alemanes y sus publicaciones sobre geopolítica y política exterior. Para estas instituciones, la validez del orden mundial centrado en Occidente es irrefutable, mientras que el declive de Rusia se da por hecho.

En otras palabras, por el momento no parece existir un «plan B» en la planificación política occidental. Es precisamente la ausencia de tal plan lo que podría explicar la insólita disposición de Occidente a aumentar la escalada. Por alguna razón, la élite política de Estados Unidos, pero también la de Gran Bretaña, Alemania y muchos otros países, ha vinculado su destino político a la imposición de un orden mundial dirigido por Occidente. Los occidentales parecen estar dominados por la idea que la guerra en Ucrania podría conducir a un cambio de régimen en Moscú y, por tanto, a una restauración del poder occidental. Pero ahora que, en contra de lo esperado, el dominio de Occidente ha empezado a resbalar, se están produciendo las reacciones histéricas antes mencionadas.

Para llegar al núcleo del conflicto, debemos por tanto responder a la pregunta :¿ qué es realmente un orden mundial dirigido por Occidente? ¿por qué se le llama también orden mundial unipolar? Y, ¿cual es su contraconcepto?

Características del orden mundial unipolar

Un orden mundial unipolar es un orden global estructurado de tal manera que sólo una región del globo está realmente lo suficientemente desarrollada como para ser el polo de poder que da forma a todas las esferas del mundo moderno. En un orden mundial unipolar, por ejemplo, gran parte del poder militar esta concentrado en manos de una única superpotencia o alianza de Estados. Debido a esta concentración de poder, en este caso también habría una única norma de política exterior que estructuraría la política exterior de todos los países. Una política exterior soberana estaría, por así decirlo, moldeada únicamente por el centro, el polo único; el resto del mundo, es decir, la periferia, tendría que seguirla.

El polo de poder en un mundo unipolar configuraría las condiciones marco para las relaciones económicas mundiales, por ejemplo propagando la teoría económica hegemónica y controlando importantes instituciones como el Banco Mundial, el FMI y los gestores de grandes fondos. El polo de poder también ejercería el control sobre una parte significativa de las materias primas mundiales, las rutas comerciales terrestres y marítimas y la facturación mundial. Debido a este monopolio económico, el crecimiento económico de otras regiones del mundo podría verse afectado, lo que reduciría enormemente la posibilidad de que surgiera un segundo polo de poder.

En un orden mundial unipolar, incluso las tendencias a largo plazo del desarrollo tecnológico estarían diseñadas y configuradas por un único polo de poder, que dominaría simultáneamente el desarrollo, el diseño del sistema financiero mundial y la regulación jurídica de las relaciones económicas.

Todo ello llevaría al derecho internacional a adoptar la forma de una política interior global. Por último, en un orden mundial unipolar, el desarrollo de la cultura también se orientaría hacia el centro global: todas las tendencias decisivas se originarían en el centro y desde allí se extenderían a la periferia. Esto influiría en aspectos tan diversos como la configuración del sistema educativo, la aparición de modas, tendencias estéticas y estilos, e incluso los criterios por los que artistas y escritores, así como los científicos y sus teorías, obtienen o no reconocimiento internacional. En resumen, todas las cuestiones relativas al desarrollo de la civilización estarían determinadas por una potencia central en un orden mundial unipolar.

En cierto sentido, un orden mundial unipolar crearía un mundo en el que lo uno y lo otro desaparecerían. En un mundo unipolar, sólo habría un polo de poder y, por tanto, existiría un único modelo de civilización. Un orden mundial unipolar sería, en definitiva, un imperio cuya esfera de poder abarcaría todo el globo por primera vez en la historia: el mundo asumiría una estructura completamente inmanente. (...)

Esta lista de características de un mundo unipolar se ha redactado deliberadamente a imagen y semejanza de este orden mundial para subrayar su carácter presuntuoso, incluso antihumanista. Sin embargo, hay que tener en cuenta que un orden mundial unipolar ya existe de forma latente desde la disolución de la Unión Soviética en diciembre de 1991, y muchos de los criterios que se acaban de enumerar describen nuestro mundo actual. (...)

A partir del mandato de George W. Bush Jr., Estados Unidos proclamó abiertamente el orden mundial unipolar, dividiendo el mundo en Estados amigos y enemigos (los llamados «Estados canallas»). (...)

Los primeros signos de crisis del orden mundial unipolar después de 1991

La euforia duró poco. Hubo tres factores principales que provocaron la erosión gradual del papel de Estados Unidos como polo de poder unipolar en la política mundial: en primer lugar, a partir de 2003, Estados Unidos se jugó su reputación política mundial con un comportamiento abiertamente imperialista en Irak. Con esta abierta exhibición imperialista surgió una nueva conciencia en gran parte del mundo árabe, en América Latina y en el Sur y el Sudeste de Asia. La subordinación de estos países a la hegemonía estadounidense se ha ido haciendo cada vez más difícil.

Un segundo factor fue que, a partir de mediados de los noventa, el ascenso de China, India y una serie de pequeñas economías emergentes empezó a modificar el equilibrio económico mundial. El déficit comercial estadounidense reveló la dependencia de la economía estadounidense de la economía financiera, ya que el sector productivo, necesario para la estabilidad del sector financiero, se fue perdiendo con los años. Desde la crisis financiera de 2008, los desequilibrios estructurales de la economía estadounidense se han hecho visibles de forma generalizada. Desde entonces, el papel del dólar como moneda mundial y de reserva se cuestiona cada vez más abiertamente.

El tercer factor que puso en entredicho el orden mundial unipolar en la segunda mitad de la década de 1990 fue el hecho de que Rusia consiguiera restablecer gradualmente su soberanía y su potencial militar tras el colapso de la URSS en los años noventa. El discurso de Putin en la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007 puede considerarse un punto de inflexión simbólico, con ese discurso la Federación Rusa asumió una posición diferenciada de la hegemónica, lo hizo por primera vez desde la caída del Muro de Berlín. (...)

Debido a estos tres factores, hay intelectuales que llevan hablando del fin del orden mundial unipolar como muy tarde desde la crisis financiera de 2008: tan pronto como se proclamó, ya parecía parte del pasado. El conjunto de libros, artículos y ensayos escritos en todos los continentes sobre este cambio de poder desde mediados de los años noventa podría llenar bibliotecas enteras. (2)

Estos trabajos académicos nos plantea la cuestión de por qué Stoltenberg y sus compañeros de armas parecen hoy dispuestos a aceptar y aumentar una escalada, incluyendo el riesgo de una guerra mundial, sólo para impulsar algo que es esencialmente inviable. ¿Acaso no son conscientes de los numerosos análisis que se realizan en las oficinas del Departamento de Estado estadounidense y en los pasillos de la OTAN sobre la imposibilidad de un orden mundial unipolar? (...)

A los ojos del mundo, una victoria rusa en Ucrania equivaldría así a la implantación del orden mundial multipolar. Sin embargo, esto no sería más que un paso evolutivo que se producirá en los próximos años. En efecto, el enorme desarrollo económico de China, India, pero también de Brasil, Irán, Indonesia y otros numerosos países emergentes ya no puede detenerse y, en cualquier caso, conducirá a un mundo multipolar. El despertar intelectual y político que se está produciendo en vastas zonas del hemisferio sur y este, en el curso del cual también se está recordando los crímenes del imperialismo occidental, también apunta en esta dirección y hace imposible una centralidad permanente del orden mundial en Occidente.(...)

El fracaso de Europa y el miedo real de las élites

El hecho de que hoy, 33 años después de la reunificación, Europa se enfrente al peligro real de una guerra nuclear es la expresión de un fracaso fundamental de la política exterior alemana, francesa e italiana que difícilmente puede describirse con palabras. En 1989, Europa fue bendecida por las circunstancias de la historia. Estaba dotada de la posibilidad de un orden de paz, potencialmente duradero , en forma de unificación alemana y europea. La Europa de hoy, en cambio, que vuelve a soltar los perros de la guerra sobre su continente con la vista puesta en el futuro e incluso con cierta astucia, (7) ha demostrado ser indigna de este don. El poder de la política exterior de al menos dos décadas se ha desperdiciado en un objetivo cuestionable. (...)

La separación de Ucrania de Rusia era un antiguo objetivo bélico del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial, impuesto por la fuerza en el tratado de paz de Brest-Litovsk. El «Tercer Reich» reactivó este objetivo bélico y lo amplió aún más, buscando no sólo apoderarse de Ucrania, sino también exterminar a una parte considerable de todos los rusos. De hecho, la campaña de Hitler contra la Unión Soviética se concibió abiertamente como una guerra racial e ideológica de exterminio. En la antigua República Federal y en la RDA, (pero también en la Alemania reunificada de Kohl y Schröder) se llegó al consenso que aquellos viejos objetivos bélicos alemanes habían fracasado y que, por tanto, había que evitar a toda costa un futuro conflicto con Rusia por Ucrania. Que esta convicción perdiera su validez incondicional durante los mandatos de Merkel y Scholz es nada menos que una catástrofe intelectual y moral para nuestro país y para Europa en su conjunto.

Volvamos a la declaración del Secretario General de la OTAN: Jens Stoltenberg cree que una victoria rusa sería peor que una escalada continuada , un escalada que podría conducir a una verdadera guerra mundial con miles de millones de muertos. Que tal apuesta podría planearse lo indican también las declaraciones de numerosos políticos y testigos contemporáneos citadas al principio. ¿Qué temor subyacente podría haber llevado a Stoltenberg a pedir una escalada?

¿Tal vez teme que salga a la luz la irracionalidad de 30 años de política exterior occidental, y que los ciudadanos se den cuenta de lo que realmente ha intentado silenciosamente la OTAN en las últimas tres décadas? A saber, que los políticos occidentales han buscado un orden mundial que, por un lado, conduce necesariamente a la guerra? Y, por otro, contradice fundamentalmente el orden de valores occidental.

Sin embargo, si esta revelación llega a conocerse, podría ser el comienzo de una revalorización que, en la medida, que avance, podría convertirse en una segunda Ilustración. La primera Ilustración puso en tela de juicio el poder ilegítimo de la Iglesia y el clero, así como de la nobleza y la sociedad dividida en castas. Hoy vivimos de nuevo en un mundo en el que el poder ha crecido enormemente -como en la Francia absolutista-, pero pierde cada vez más su base de legitimidad en el curso de esta expansión.

Una segunda Ilustración hoy, siguiendo el ejemplo de la crítica al clero, debería cuestionar el poder de los medios de comunicación y desenmascarar sus sofisticadas técnicas de manipulación psicológica. Y, siguiendo el modelo de la crítica de la aristocracia y de la gracia divina de la monarquía, debería iluminar hoy el poder de la oligarquía y la economía mundial cada vez más dominada por los monopolios. Por supuesto, si se iniciara esta segunda ilustración, surgiría una dinámica que iría mucho más allá de una simple reforma de nuestro sistema político. ¿Es a ésta evolución a la que Stoltenberg llama «el mayor riesgo de todos» ? Es decir, el retorno de Occidente a sus valores originales?"   (Hauke Ritz, filósofo alemán, Observatorio de la crisis, 22/05/23)

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