10.7.24

Los motivos de Orbán: por qué para Hungría es crucial hacerse con Talgo... su aspiración es convertirse el gran hub que conecte Europa central con las mercancías que llegan de Asia y que distribuya las europeas... Hungría tiene el deseo, el mercado y el dinero para realizar ese desarrollo, y Talgo aportaría los ingenieros y la tecnología... En ese escenario, que Hungría se convierta en el eje conector mercantil de Centroeuropa y que amplíe su influencia hacia los Balcanes... lo que ofrece incentivos no menores al Gobierno de Sánchez para ir al choque. Oponerse a la operación mediante la ley antiopas es una tentación presente que incluso puede reforzar el papel de Sánchez como anti extrema derecha y anti-Putin... pero el capital español tiene otras prioridades, y el hecho de que el gobierno tenga que acudir prioritariamente a CaixaBank cuando es necesario proteger empresas estratégicas españolas, y que el resto de bancos no estén por la labor, es ya enormemente significativo... Talgo es una señal de debilidad que va mucho más allá de un gobierno concreto (Esteban Hernández)

 "La opa lanzada por el consorcio húngaro Ganz-MaVag Europe Zrt, formado por Magyar Wagon (55%) y el fondo estatal Corvinus (45%), para hacerse con Talgo es un resumen del momento internacional. No es una compra más, es un enredo atravesado por factores geopolíticos, ideológicos, económicos y de política institucional que solo puede entenderse a partir de la naturaleza del interés magiar por la firma española.

Hungría tiene una estrategia de desarrollo económico que opera en varios planos. Está aprovechando las deslocalizaciones de empresas europeas, fundamentalmente alemanas, gracias a su mano de obra más barata, pero también a su conexión con el gas ruso, que le permite ofrecer condiciones competitivas. Al mismo tiempo, se beneficia de una buena relación comercial con Pekín, que desea ampliar. En segundo lugar, tiene una posición geopolítica ambigua y mediadora que le permite disponer de conexiones con diferentes entornos geográficos y políticos. Su propósito es promover un entorno comercial abierto, que la globalización no se cierre de golpe, y que la política de bloques (EEUU contra China) no obligue a cortar relaciones con uno u otro. Como tercer elemento, pretende aprovechar la reindustrialización en su territorio para impulsar su propia industria.

En el vértice de esa estrategia figura su aspiración de convertirse el gran hub que conecte Europa central con las mercancías que llegan de Asia y que distribuya las europeas. Su posición geográfica es una ventaja, ya que le permite ejercer de núcleo distribuidor, como lo es su experiencia en el sector del ferrocarril, importante en el país, sobre todo en la construcción de infraestructuras. Para lograr su propósito necesita contar con algo más de lo que tiene, y ahí aparece Talgo, que aportaría tecnología, ingenieros y trenes. La oportunidad que surge con la firma española es importante, ya que se trata de una compañía con nombre y experiencia, con un precio relativamente barato —Hungría tiene 13.000 millones de euros en fondos de cohesión europeos para gastar—, cuyos dueños (fondos de private equity) quieren vender, y que puede aportar la curva de aprendizaje que los húngaros necesitan.

Hungría quiere sustituir paulatinamente el transporte de mercancías por carretera por el ferroviario, lo que serviría para cumplir con los objetivos de descarbonización ligados a los fondos europeos, pero sobre todo para convertirse en un actor dominante en ese ámbito en el eje centroeuropeo. Pretende entrar de lleno en una zona geográfica que no está bien conectada a través del ferrocarril, lo que le permitiría ganar un mercado de presente, el transporte de mercancías, y asentarse en otro de futuro, el transporte de pasajeros. Hungría tiene el deseo, el mercado y el dinero para realizar ese desarrollo, y Talgo aportaría los ingenieros y la tecnología. Y tampoco puede olvidarse que, gracias a las conexiones internacionales de Hungría hay otros mercados posibles, como el egipcio, donde hay 1.300 vehículos que construir, o el de algunos países asiáticos, donde espera tener penetración. Del mismo modo, hay que resaltar el papel que Hungría quiere jugar en ese sector a la hora de reconstruir Ucrania: el ancho de vía ucraniano es distinto al del resto de Europa, como le sucede al español, por lo que Talgo, que fabrica trenes para distintos anchos de vía, le aportaría una ventaja notable.

Pero Talgo es la empresa idónea para Hungría por una razón más, la ausencia de alternativas. Empresas como Alstom, Stadler o Siemens no están interesadas en el mercado al que se dirige Hungría porque no les resulta tan rentable como el americano o el australiano. Es un espacio residual para ellos. Y, de entrar, lo harían con producto acabado, vendiendo los trenes ya terminados, mientras que Magyar Wagon pretende fabricarlos. Hungría lleva varios años batallando con países cercanos para desarrollar su industria. La otra alternativa es China, pero Orbán prefiere una alianza con perfil europeo, de dentro de la UE, lo que facilitaría mucho las cosas. Eso no quiere decir que las relaciones con China no se desarrollen, porque pretenden, gracias a esa conexión, entrar en el mercado asiático.

Ese es el telón de fondo de la opa. Para Hungría es una operación muy importante, en la medida en que afecta a uno de los puntos clave de su estrategia de país. Será complicado que cese en su empeño por más barreras que coloque el Gobierno español.

Los factores en juego

La variable ideológica puede tener un peso en la decisión del gobierno español. Orbán está reuniendo a las nuevas derechas europeas en su grupo en el Parlamento, y está conformando un eje ideológico, emparentado con el partido republicano estadounidense, que aspira a impulsar el soberanismo en Europa y, por tanto, a restar peso a la Comisión y al papel que pueda jugar Bruselas. Sánchez es un líder socialdemócrata con notable peso, y encarna el tipo de visión europeísta que promueve una mayor integración en la UE. Junto con ella, aparece la variable geopolítica. Orbán está presionando para que exista un acuerdo de paz en Ucrania, tiene buenas relaciones con Putin, y pretende disponer de una conexión amplia con Moscú y sus recursos.

En ese escenario, que Hungría se convierta en el eje conector mercantil de Centroeuropa y que amplíe su influencia hacia los Balcanes, donde está construyendo ya una línea de alta velocidad que se conecta su país con Serbia, puede parecer inconveniente desde distintos puntos de vista, y ello al margen de las oportunidades de negocio a la hora de construir trenes que reste a otros países europeos. Ambos elementos ofrecen incentivos no menores al Gobierno de Sánchez para ir al choque. Oponerse a la operación mediante la ley antiopas es una tentación presente que incluso puede reforzar el papel de Sánchez como anti extrema derecha y anti-Putin.

Los húngaros, conocedores de esta lectura, han intentado mantener un perfil político bajo y se han centrado en los aspectos puramente económicos. En el folleto de la opa figura su oferta: mantener la marca y la empresa cotizada en España, así como el centro de innovación, y garantizar el empleo. Si se quieren tomar en cuenta otras consideraciones, al menos que resulte difícil hacerlo, parecen pensar. Además, no se oponen a que una empresa española entre en el accionariado, siempre y cuando el consorcio húngaro mantenga la mayoría.

La reacción española

El segundo factor que debe tomarse en consideración es la debilidad que ha mostrado el gobierno a la hora de articular una contraopa. El coste relativamente bajo de Talgo, alrededor de 600 millones de euros, podría facilitar que el dinero español pujase por la firma. Sin embargo, los intentos del gobierno con Escribano y con Caixa no han dado sus frutos, y tampoco CAF, que sería la compañía idónea, al reforzar el sector con una firma de mayores dimensiones, tampoco está dispuesta a entrar en la operación. El capital español tiene otras prioridades, y el hecho de que el gobierno tenga que acudir prioritariamente a CaixaBank cuando es necesario proteger empresas estratégicas españolas, y que el resto de bancos no estén por la labor, es ya enormemente significativo.

El tercer elemento importante son las consecuencias económicas de una negativa del gobierno a la adquisición de Talgo por parte del consorcio húngaro. Por una parte, los deseos de vender de los accionistas principales son evidentes y presionarán para que la operación se lleve a efecto. Por otra, están las tensiones alrededor de los puestos de trabajo que se pueden crear con los sindicatos. La oferta, que contempla la permanencia en España del empleo, así como la promesa de desarrollar la firma de cara al exterior, suena mucho mejor que llevar a Talgo a una situación complicada. El consorcio húngaro puede ser una salida para el futuro de la compañía y no se percibe otra opción en el horizonte.

Todos estos factores influirán en la decisión final del gobierno. El enredo legal que supondría la negativa sería notable, porque no se atisban motivos jurídicos que la respalden. El consorcio liderado por Magyar Wagon es europeo, y las compañías de la UE quedan exceptuadas de la ley antiopas. Podría argumentarse que la venta de Talgo afecta a la seguridad nacional, pero no hay elementos que lo justifiquen, o que afecta a la competencia, pero existe CAF en nuestro país.

Balázs Orbán, director político del primer ministro húngaro, aseguró a El Confidencial que "los empresarios húngaros tomaron la decisión de buscar un socio español en la industria ferroviaria. Desde nuestro punto de vista, no es una decisión política, sino empresarial: una compañía húngara y una española tienen una relación que es mutuamente beneficiosa. El gobierno húngaro no se opone, y tampoco sé por qué debería oponerse el español. Creo que ambos gobiernos deberían apoyarlo".

La suma de todos los factores lleva a pensar que es probable que la operación se autorice, quizá con la entrada minoritaria de alguna empresa española en el accionariado. Sería una opción que podría conciliar las necesidades húngaras con las aspiraciones españolas, y ese puede ser el final del camino. Pero son tiempos complicados, los factores geopolíticos e ideológicos están ahí, y queda por comprobar el peso que tienen.

No obstante, lo más interesante a la hora de analizar el caso Talgo aparece cuando se constata la evolución de la firma. Talgo, una exitosa empresa creada hace 80 años por dos vascos, ligada al capitalismo dominante y a la relación con el Estado, fue capaz de realizar innovaciones sustanciales en su sector, acabó saliendo a bolsa y fue adquirida por fondos de private equity, cuyo objetivo estaba centrado en la generación de beneficio más que en el desarrollo de la empresa. En el instante de la salida de los fondos, una empresa más pequeña que Talgo, de un país más pequeño que España, y participada por fondos estatales, pretende adquirirla. España no encuentra el capital nacional para impedir la adquisición y tampoco dispone de dinero estatal para tomar la compañía. Además, la adquisición que pretende Hungría entronca con una estrategia de conectividad y un plan de desarrollo para el país que exhibe una visión, buena o mala, pero clara. En España no tenemos nada de eso, más allá de la insistencia en la reconversión verde y en la digital. Talgo es una señal de debilidad que va mucho más allá de un gobierno concreto y de la decisión que tome respecto de la firma de ferrocarriles.·             (Esteban Hernández, El Confidencial, 08/07/24)

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