"El 5 de noviembre de 2024, los votantes estadounidenses devolvieron a Donald Trump a la Casa Blanca. En 2020, fue derrotado por Joe Biden en su intento de ser reelegido, tras ganar en 2016 a Hillary Clinton (pero solo gracias al colegio electoral). Esta vez, sin embargo, Trump ganó el voto popular. Toda la nueva energía que inspiró la campaña de Harris-Walz fue superada por la participación de los partidarios de Trump.
Todas las encuestas, —más allá de lo cada uno opine sobre su fiabilidad—, apuntaban tozudamente al mismo tema definitorio en esta elección (como en todas las demás): la economía. Los temas críticos de la democracia, el aborto y la inmigración coparon las frecuencias radiofónicas y los discursos políticos, pero la economía fue de nuevo más poderosa que cualquiera de ellos.
Los economistas de forma unánime fueron incapaces de comprender de qué iban estas “preocupaciones sobre la economía”. Seguían celebrando el descenso de la inflación y apuntaban a la recuperación más rápida de la historia de la posguerra. El mercado laboral —declararon casi todos— estaba ahora en pleno empleo (algunos de nosotros discrepábamos rotundamente). Los salarios reales, especialmente de los más pobres, al fin y al cabo habían aumentado por primera vez en muchas décadas. La política fiscal había regresado, dándole vidilla al crecimiento económico con megacontratos a empresas y generosos créditos para energías renovables: una evolución que no se había visto desde hace décadas.
Era una economía que la mayoría de los economistas no habían visto en su vida profesional. Durante 50 años, los salarios se habían estancado, las recuperaciones sin empleo eran regla, las tasas de participación en la fuerza laboral caían. Esta vez fue diferente: la recuperación más rápida de cualquier recesión en la posguerra, tasas de crecimiento que Estados Unidos no había experimentado en décadas, empleo en edad productiva en su pico histórico, gasto público sin precedentes en tiempos de paz y aumentos salariales en la parte inferior de la distribución de ingresos. Esta vez la recuperación se sentía distinta. Pero, a pesar del derroche posterior al COVID para recuperar y repintar el viejo motor económico estadounidense, para muchas familias, bajo el capó, seguía funcionando el mismo cacharro de siempre.
Esto es exactamente lo que los diversos referéndums de la noche electoral parecían decirnos. Cuando se les presentaban preguntas sobre la economía y su nivel de vida, los votantes expresaron su descontento con cómo iban las cosas y votaron a favor de las medidas a favor de los trabajadores, especialmente en los estados “colorados”[1].
Así fue el desenlace de algunos de los referéndums:
Bajas por enfermedad retribuidas
Tres estados habían introducido medidas que exigían a los empleadores conceder bajas retribuidas por enfermedad a los trabajadores (Alaska, Missouri, Nebraska). En los tres estados, estas medidas fueron aprobadas. Los tres estados votaron por Trump.
Estados Unidos es el único país avanzado sin una prestación de bajas retribuidas obligatorias a nivel federal.
Salarios mínimos
En cuanto a los salarios, Alaska y Missouri aprobaron referéndums para aumentar su salario mínimo a 15 dólares la hora (en 2027 y 2026, respectivamente) y actualizarlo por el coste de la vida en adelante (ya se había aprobado una medida similar en Nebraska en 2022). Un cuarto estado (Arizona) rechazó una medida propuesta para reducir los salarios de los trabajadores que viven propinas[2]. Arizona también votó por Trump.
En California, se rechazó un referéndum sobre el salario mínimo (Proposición 32), que habría aumentado el salario mínimo a 18 dólares la hora. No queda clara la razón, pero los votantes de California ya habían aprobado una ley en 2023 para aumentar el salario mínimo a $16/hora en 2024[3]. Massachusetts había propuesto un aumento inusual y generoso en los salarios de los trabajadores que reciben propinas (para alcanzar el 100 por ciento del salario mínimo de Massachusetts para 2029, —sin dejar de cobrar propinas), pero ese referéndum también fue rechazado. Si bien ninguno de los salarios mínimos existentes o propuestos son salarios dignos, parece que algunos estados colorados están alcanzando las subidas que ya habían ocurrido en los estados azules.
Infraestructuras, Clima, Salud
En California[4], se aprobaron dos referéndums de inversión en infraestructura. La Proposición 2 autoriza una emisión de bonos para las instalaciones de escuelas públicas y centros de formación profesional, mientras que la Proposición 4 es otra emisión de bonos para apoyar la infraestructura hídrica, la protección contra incendios forestales y abordar los riesgos climáticos. California también aprobó un referéndum que regula cómo se gastaría el dinero federal de los programas de lucha contra la drogadicción (Proposición 34). Los votantes querían que el 98 por ciento de esos fondos se destinaran directamente a la atención de los pacientes.
Vivienda y Trabajo Penitenciario
Los votantes de California también querían mantener la supervisión sobre tales emisiones de bonos, y por lo tanto tumbaron la Proposición 5, que reducía los votos necesarios para aprobar las emisiones de bonos para vivienda y otras infraestructuras públicas de la mayoría actual de dos tercios al 55 por ciento. California también rechazó una medida para ampliar el control de alquileres (Proposición 33) y una medida (Proposición 6) que habría prohibido la servidumbre forzada (es decir, el uso del trabajo carcelario como castigo). La Proposición 6 habría hecho que el trabajo en las prisiones fuera voluntario y habría priorizado la rehabilitación.
Elección de colegio
Tres estados celebraron referéndums para introducir enmiendas a las constituciones estatales que habrían permitido que los colegios privados recibieran dinero estatal. En los tres estados, la medida fracasó (Kentucky, Colorado, Nebraska). Teniendo en cuenta que la elección de colegio es una marca de la política republicana, es llamativo que dos de los tres estados que derrotaron esta medida hayan votado por Trump.
Derechos reproductivos
La derogación de ‘Roe contra Wade’[5] fue política de la mala. Los votantes apoyaron abrumadoramente los referéndums para proteger los derechos reproductivos y el derecho al aborto. Tales medidas se aprobaron en seis estados (Arizona, Colorado, Maryland, Missouri, Montana, Nevada). En algunos estados, el derecho al aborto es ahora un derecho constitucional estatal (Colorado, Nevada). Otras leyes estatales ampararon ese derecho hasta el momento de la viabilidad fetal (Arizona). Nueva York aprobó un referéndum (Proposición 1), que añade una disposición a la constitución del estado contra la discriminación. Los activistas de los derechos reproductivos neoyorquinos aducen que el derecho al aborto ahora está subsumido en un amplio abanico de otras protecciones contra el trato discriminatorio.
Nebraska celebró dos referéndums. En el primero, los votantes de Nebraska rechazaron establecer el derecho al aborto hasta la viabilidad fetal, mientras que en el segundo, votaron a favor de consagrar en la Constitución la ley actual que prohíbe los abortos después del primer trimestre, a menos que lo justifiquen emergencias médicas, agresiones sexuales o incestos. En Dakota del Sur y Florida el derecho constitucional al aborto propuesto también fracasó.
Derecho al sufragio
La retórica antiinmigrante dominó este ciclo electoral, causando un apoyo unánime a los referéndums sobre “requisitos de ciudadanía para votar” doquiera se introdujeron (Indiana, Idaho, Kentucky, Missouri, Carolina del Norte, Oklahoma, Carolina del Sur, Wisconsin). En Nevada, los votantes aprobaron una propuesta para enmendar la constitución estatal para exigir la identificación del votante para votar en persona y por correo. Para sancionarse esta ley, este referéndum deberá ser ratificado en las elecciones de 2026.
Señales económicas
Si bien la muestra de referéndums que abordaban cuestiones económicas en este ciclo electoral era pequeña, no dejan de evidenciar dónde residen las ansiedades del electorado. Los estados colorados votaron para proteger a los trabajadores, apoyando los aumentos del salario mínimo y las bajas obligatorias por enfermedad retribuidas. Los votantes de California y Massachusetts no optaron por otra ronda de medidas, tal vez porque habían apoyado aumentos similares recientemente. Aun así, los votantes de California apoyaron las medidas para fortalecer la atención médica, las escuelas y la infraestructura pública.
A quienes recuerden la política de cheques escolares del departamento de Betsy DeVos[6], llamará la atención que los estados republicanos rechazasen el uso de fondos públicos para cheques en colegios privados.
Si bien los demócratas identificaron con razón el aborto y la democracia como temas medulares en estas elecciones, y se centraron en la asequibilidad de la vivienda y el apoyo al cuidado infantil, apenas hablaron sobre políticas ampliamente populares como el aumento del salario mínimo y la obligatoriedad de las bajas familiares retribuidas.
Deberíamos advertir de que ninguno de los aumentos del salario mínimo (en los estados azules o colorados) resultará en los ingresos dignos que los estadounidenses demandan. La calculadora de salario digno del MIT[7] comprueba rápidamente cuánto hay que ganar para llegar a fin de mes. No hay rincón del país donde los salarios mínimos se acerquen. Aun así, estos referéndums revelan que las familias trabajadoras no llegan.
Cuando la gente dice que la inflación es su principal preocupación, también dice que sus empleos y nóminas no les permiten mantenerse a flote. Nos están diciendo que necesitan un alivio; quieren bajas retribuidas, quieren que los fondos públicos se destinen a sus necesidades inmediatas: atención al paciente, escuelas públicas, agua potable. No quieren que el dinero público vaya a florecientes colegios privados.
Rezagados
Estados Unidos experimentó la recuperación más rápida de la historia de la posguerra y un nivel de gasto público sin precedentes, pero para las familias trabajadoras, la economía ha vuelto prácticamente a su statu quo anterior al COVID. Y ese dejaba mucho que desear. Pero, por un instante, durante la crisis del COVID, los estadounidenses se dieron cuenta de lo que era posible: recibieron atención médica universal, sin condiciones; consiguieron quitas en los préstamos estudiantiles y un alivio de otras deudas y en el pago del alquiler; los padres recibieron una asignación universal por hijo. Todo fue posible y luego todo desapareció. Empero, los estadounidenses querían y necesitaban más.
Hoy sabemos que el mercado laboral está flaqueando incluso cuando el nivel de desempleo se mantiene en torno a sus mínimos anteriores a la COVID. El empleo a tiempo parcial por razones económicas ha ido en aumento. Las preocupaciones relacionadas con el empleo llevan tiempo apareciendo en las encuestas de sentimiento[8] pero los problemas son más profundos y estructurales. El nivel de vida de las familias estadounidenses lleva cayendo mucho tiempo: la vivienda, la educación y la atención médica han sido inalcanzables de forma consistente. Los elevados recibos de la compra que las familias estadounidenses observan a diario no han hecho más que añadir sal a la herida, aunque hayan caído las mediciones oficiales de inflación.
Fracaso
En 2008, la Reina del Reino Unido preguntó por qué los economistas profesionales no supieron prever la crisis de 2008. Bueno, no todos fracasaron; por nuestra parte, en el Levy Institute lo vimos. Pero el establishment convencional no. Hoy en día, podemos decir que la mayoría de los economistas volvieron a fracasar de forma generalizada. Fracasaron en Estados Unidos, en Europa y en todos los lugares donde el autoritarismo está en auge; no entendieron que no basta con parchear economía después de cada crisis.
Los economistas alimentaron esta complacencia hablando de una economía en auge y de “pleno empleo” (que no lo era), celebrando el aumento de los salarios reales en la parte inferior de la distribución, sin alertar de que no dan para mantenerse. Nos instaron a celebrar este crecimiento nunca visto por esta generación, soslayando la clara sensación entre el electorado de que la economía está profundamente quebrada y que la gente está harta del statu quo.
El crecimiento no basta. Esto debería haber resultado obvio hace tiempo. Los problemas económicos estructurales y la inseguridad siguen moldeando la vida de los votantes y siguen moldeando todas las dimensiones de la política. Para quienes leemos las hojas de té económicas que apuntan a la inseguridad económica, las medidas electorales corroboraron las preocupacoines que los votantes sienten sobre su nivel de vida.
Tal como lo puso un amigo mío:
Somos dos padres con tres maestrías entre nosotros y tres hijos. Gano entre 15 y 23 dólares por hora de enseñanza y tengo un segundo empleo. Mi esposo tiene un trabajo a jornada completa con beneficios, pero se ha librado de por los pelos de una primera ronda de despidos y no sabemos qué vendrá. Los alimentos no son asequibles, el cuidado de los niños no es asequible, nuestros impuestos sobre la propiedad siguen aumentando, pero ni siquiera podemos pagar el mantenimiento básico de la casa. Nuestras reparaciones de automóviles nos ponen al límite, mientras que nuestros hijos están creciendo y sus necesidades financieras se están expandiendo. Enviarlos a la universidad es extremadamente costoso y nuestros propios préstamos estudiantiles son imposibles de pagar. El seguro de salud ha sido una ayuda, pero cada año pagamos más y más desembolsos que no cubre Obamacare. La mayoría de los empleos requieren titulaciones superiores, pero pagan salarios miserables. La lista sigue y sigue. Vivimos de nómina en nómina y no podemos permitirnos ni el ocio ni los “caprichos” de antes.
Eso es todo. Esa es la historia de la movilidad a la baja para una familia de clase media trabajadora estadounidense, con una clara lista de deberes para los responsables políticos. La misma lista de deberes que conocemos desde hace décadas. (...)"
(
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