"La semana empezó, como suele suceder tras unas elecciones presidenciales, con nominaciones y nombramientos.
Donald Trump primero escogió a Susie Wiles, co-directora de su campaña electoral, como jefa de gabinete. Es una consultora sin experiencia en el ejecutivo, pero lo de nombrar a tu gurú político para algún cargo relevante no es del todo anormal. Algunos lo vieron como una señal de que íbamos camino de una administración medio razonable, Wiles es una republicana más o menos razonable.
A continuación, vinieron dos nombramientos algo más contradictorios. Por un lado, Trump anunció que Tom Homan, un extremista anti- inmigración furibundo que ya se “distinguió” durante su primer mandato, incluyendo la maravillosa idea de separar padres e hijos de forma arbitraria al ser detenidos, sería su nuevo “zar fronterizo”. Era una confirmación, tan esperada como deprimente, que lo de deportar millones de personas iba en serio.
Por otro, se filtró que Marco Rubio, senador por Florida, iba a ser secretario de estado. Por mucho que Little Marco (el cruel apodo que le cayó en las primarias del 2016 por parte de Trump) se ha convertido en una patética caricatura de sí mismo por su incesante baboseo hacia el expresidente, es también visto como alguien casi normal, no un colgado inenarrable.
Dos de tres. Quizás había alguna esperanza. Esa impresión se nos pasó rápido ayer.
Pete Hegseth
El primer nombramiento en levantar suspicacias fue el de Pete Hegseth como secretario de defensa. (...)
Hegseth es un señor de 44 años nacido en Minnesota que trabajó en Bear Sterns unos cuantos años y es veterano de la guardia nacional, donde alcanzó el rango de capitán y sirvió en la infantería en Irak y Afganistán. Tras pasar por un par de think tank conservadores, una ONG para veteranos y un par de chanchullos más, en el 2014 empezó a trabajar en el que ha sido la fuente de su prestigio y fama, Fox News. Empezó como analista, para dar el salto a presentador de Fox & Friends Weekends (el programa matinal de la cadena) a partir del 2017.
Esta es toda su carrera profesional. Capitán de infantería, un puñado de ONGs, señor que sale por la tele hablando sobre lo que es ser soldado, presentador con gesto adusto y pose de machote que venera y alaba a Donald Trump de manera incesante. De ahí, el buen hombre pasa a estar al frente de un departamento con más 700.000 empleados, 1,3 millones de militares, y unos 800.000 millones de dólares de presupuesto. Estoy muy, muy seguro que llevar una ONG un par de añitos le ha preparado para esta responsabilidad de manera soberbia1.
Hegseth, además, es la clase de tipo que tiene un tatuaje enorme con las palabras Deus Vult que insiste que no tiene nada que ver con el uso habitual de la expresión en ciertos sectores de la ultraderecha, fue vetado de formar parte del dispositivo de seguridad de la toma de posesión de Biden por sus conexiones con extremistas (caza de brujas, dice), y que tuvo un hijo con una productora de Fox News con quien estaba teniendo una relación extramatrimonial, cosa que acabó en su tercer divorcio2.
Dicho en otras palabras: es un nombramiento lamentable. Hegseth no tiene ni la experiencia ni la capacidad de ser secretario de defensa. Pero tiene pinta de machote, odia a la gente correcta, y a Trump, que es adicto a Fox, le gusta verlo por la tele. Eso basta.
No es, ni de lejos, el peor nombramiento del día.
Tulsi Gabbard
La siguiente premiada es Tulsi Gabbard, congresista demócrata (!!!) por Hawaii de 43 años. Tiene este aspecto:
La carrera política de esta señora es delirante. Gabbard empezó trabajando en ONGs como la “Alianza para el Matrimonio y los Valores Tradicionales”. En el 2002, dejó su trabajo de instructora de artes marciales para presentarse a la cámara de representantes estatal, ganando las elecciones por sorpresa, y se alistó en la guardia nacional. Fue policía militar y oficial de relaciones con civiles, una carrera más bien normalita. En el 2012 se presentaba y ganaba unas elecciones al Congreso, donde nunca se distinguió por nada en especial, más allá de tener ideas un tanto estrafalarias en política exterior, como una inusual afinidad con Rusia y el régimen de Assad en Siria.
El 2020 fue candidata a la presidencia en las primarias demócratas. Nunca tuvo demasiados apoyos; su único momento decente fue cuando dejó en ridículo a Kamala Harris en un debate (Harris iba muy, muy perdida en esas primarias) y unas cuantas salidas de tono extrañas pro-Trump. La polémica más sonada fue cuando Hillary Clinton sugirió de forma implícita que Gabbard quizás estaba siendo “cultivada” por los rusos para ayudar a Trump. Se retiró en marzo, anunciando su apoyo a Biden. Desde entonces, no ha hecho más que escorarse cada vez más a la derecha, hasta acabar haciendo campaña por Trump este año.
Gabbard ha hecho muy poco para disipar la idea que quizás es un poquito demasiado amiga de gente con acento peculiar y apellidos que terminan en -ov. Dejando de lado su increíble obsesión en defender la invasión rusa de Ucrania y el régimen de Bashar al-Assad, es la clase de comentarista que es citada con entusiasmo en la televisión pública rusa, le encanta repetir propaganda china, y ha repetido cualquier rumor favorable al Kremlin que le pasara por delante. Es difícil decir si es una tonta útil o alguien con amistades en el FSB, pero que algo raro hay con Gabbard es un secreto a voces.
Donald Trump anunció su intención ayer de nombrarla directora nacional de inteligencia, la persona al cargo de las catorce3 agencias de espionaje y seguridad del país. Gabbard, aparte de ser, en palabras de Tom Nichols, un árbol de Navidad de luces de alarma sobre riesgo de espionaje4 no tiene experiencia profesional alguna en absolutamente nada relacionado con servicios de inteligencia, y nunca ha gestionado nada más complicado que una mercería. Esta señora estará al cargo de los secretos de Estados Unidos.
Pero Gabbard no es, ni de lejos, el peor nombramiento del día.
Matt Gaetz
Hay políticos que llevan todo su programa político en la cara, en el gesto, en el puro aspecto físico de su persona. Matt Gaetz, congresista por Florida de 42 años, es políticamente un gilipollas, y esa es exactamente la cara que tiene:
El nombre de Gaetz os sonará, seguramente, porque este señor fue un personaje recurrente en varios boletines del año pasado. Como líder semioficial del Freedom Caucus, fue el responsable de la caída de Kevin McCarthy, el Speaker republicano que decidió que darle poder de veto sobre su persona a este tarado era buena idea.
La bromita de Gaetz sumió al partido en el caos durante meses; el resto del grupo parlamentario republicano le detesta profundamente. Lo más increíble de este hombre, sin embargo, es que lo de acuchillar a su propio Speaker sea la cosa menos detestable que ha hecho en su carrera política.
Para empezar, Gaetz es, a todos los efectos, un nazi. Hijo de un senador estatal, tras ejercer de abogado unos añitos al acabar la universidad, el hombre fue escogido a la cámara de representantes de Florida el 2010, donde rápidamente se hizo famoso por ser un cretino irredento. El 2016 dio el salto al congreso en uno de los distritos más conservadores del país, y pronto se hizo famoso por ser el legislador más irreprimiblemente trumpista del congreso. Aparte de defender al amado líder, invitó a neonazis al discurso del estado de la unión, y pedir venganza contra los enemigos del régimen, fue uno de los palmeros más entusiastas del intento de golpe de estado del seis de enero. Eso de estar a favor de enviar una masa enfurecida a linchar legisladores desleales no es una buena manera de hacer amigos.
Ayer por la tarde, Donald Trump anunciaba que iba a nominar a Matt Gaetz para ser el próximo fiscal general de Estados Unidos. Gaetz, aparte de ser probablemente un pedófilo, un golpista, y un cretino, no tiene ninguna experiencia en cualquier materia relacionada con seguridad ciudadana o cuerpos policiales más allá de ser él mismo investigado por el FBI por ser un posible pedófilo.
Pero a Trump le gusta que esté hablando de venganza y perseguir a sus enemigos, así que le ha nominado para el cargo.
Ayer mismo también, Gaetz anunciaba su dimisión de la cámara de representantes. Con ello, el comité que lo estaba investigando ya no tiene jurisdicción para continuar su trabajo. No está claro si harán público o no el informe sobre él.
Turno del senado
La constitución americana establece que el senado tiene la potestad de evaluar y confirmar los nombramientos del ejecutivo. Esto significa que Gaetz, Gabbard y Hegseth deben, al menos en teoría, ir al Capitolio y responder a las preguntas de los senadores, que deberán decidir, por mayoría simple, si pueden acceder a sus cargos o no.
En tiempos no demasiado lejanos, los presidentes veían cómo de vez en cuando alguno de sus nominados era rechazado por el senado, fuera por falta de experiencia, radicalismo, o ganas de hacerle rabiar. Esto le ha sucedido a Biden, Bush, Obama, o al propio Trump, en su primer mandato. En condiciones normales, estos tres analfabetos funcionales telegénicos cuya única cualificación es ser babosos fanáticamente leales a Cheeto Jesús recibirían una oleada de críticas por parte de miembros del propio partido, a la Casa Blanca le entraría vergüenza, y los retirarían de circulación. Quizás, si son tozudos, serían interrogados por el comité pertinente en el senado y rechazados sin más ceremonia.
Bajo Trump, quién sabe. Los republicanos tienen mayoría en el senado, pero acaban de escoger como líder de la cámara a John Thune, un legislador de Dakota del Sur relativamente moderado, en vez del candidato preferido por Trump, Rick Scott (Florida). Varias voces (las habituales: Murkowski, Collins), ya se han referido a Gaetz como “un candidato poco serio” y que “si querían hacer un chiste, haber nominado a George Santos”. Algunos reaccionaron con incredulidad, especialmente respecto a Gaetz, que es realmente un gilipollas, y que además está orgulloso de serlo.
Mi sensación es que perfectamente posible que, sabiendo que Trump está en su segundo mandato y que tampoco puede hacerles nada (especialmente a los dos tercios de senadores que no tienen elecciones el 2026), rechacen al menos una de las nominaciones, con el fiscal general siendo la baja más probable. Dado que los servicios de inteligencia seguramente les enviarán un dossier sobre Gabbard del tamaño de un autobús, incluso es posible que también palme.
Tampoco me extrañaría, por desgracia, que el GOP se rinda miserablemente otra vez.
Una posible crisis
El “quién sabe” viene de algo que ha dicho Trump varias veces, la posibilidad de hacer un recess appointment, o nombramiento durante receso.
La constitución americana establece que el presidente puede nombrar altos cargos sin necesidad de confirmación por el senado cuando el congreso no está en período de sesiones. Esos nombramientos son provisionales, y la cámara puede rechazarlos después. La costumbre, sin embargo, es que el senado nunca cierra su sesión, sino que la mantiene abierta pro forma (con un par de senadores acudiendo a la cámara cada día para hacerlo oficial), evitando que el presidente ejerza este poder.
Trump ha “sugerido” varias veces que el senado podría irse a casa un par de días para permitirle nombrar a todo su gabinete. En caso de que el líder del senado se oponga, se rumoreaba de que la Casa Blanca podía invocar una lectura increíblemente torticera del artículo II, sección tercera de la constitución para suspender la sesión del congreso y declararlas en receso, y nombrarles incluso si intentara bloquearlo.
La idea es, por supuesto, completamente inconstitucional incluso para una revista ultraconservadora como National Review. Pero en vista de que el Supremo decidió darle a Trump inmunidad casi absoluta (algo que no sale en la constitución en ningún sitio), inventarse una lectura de la cláusula de insurrecciones y poco menos que leer el texto de la forma más chicharrera y gonzo posible, buena suerte llevando nada a los tribunales.
Empezar el mandato con una crisis constitucional suena como una idea
estúpida, pero recordad que este señor acabó su última visita a la Casa
Blanca dando un golpe de estado. A mí ya no me sorprendería nada." (Roger Senserrich , blog, 14/11/24)
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