7.4.08

Los tiburones de Wall Street afilan la crisis

“El verano pasado, cuando estalló la burbuja de las hipotecas basura, la Reserva Federal estimaba que las pérdidas de los bancos se elevarían a unos 100.000 millones de euros. Hoy se calcula que se sitúan entre 200.000 y 300.000 millones aunque diversos analistas consideran que alcanzan, en realidad, los 600.000 millones. Y algunos expertos hasta sostienen que el volumen real de las pérdidas no es inferior a los dos billones de euros...

Tan dispares apreciaciones -¡del uno al veinte!- de la verdadera dimensión de la crisis, contribuyen a agravarla. Traducen nerviosismo, ignorancia. Nadie parece saber nada, lo cual enloquece más al sistema. Y deja perplejos a los ciudadanos. Algunos analistas señalan lo siguiente: comparadas con un presupuesto familiar ordinario, las cifras citadas pueden parecer oceánicas y demenciales. Sin embargo, referidas a la vida ordinaria de la Bolsa, son por así decirlo normales y banales. Por ejemplo, si tomamos la cifra más generalmente admitida de 300.000 millones de euros de pérdidas, y si la comparamos con el volumen del mercado financiero, representa apenas una caída del 1% del mercado de acciones estadounidense (4). Algo que se produce habitualmente en Wall Street. Sin que nadie se preocupe. Y que banqueros y agentes de bolsa absorben de modo rutinario.

¿Por qué entonces ese granito de arena ha podido engendrar semejante crisis? Porque ha habido tanta especulación y tanto engaño, que ahora domina la desconfianza. Se extienden como regueros de pólvora los rumores. Y toca el sálvese quien pueda. (…)

Lo cual no impide, en medio de lo que empieza a parecer un naufragio, que los carroñeros financieros sigan al acecho. Conducidos por su instinto depredador, sin importarles el destino de un sistema que se tambalea. Ellos son los culpables de la espectacular caída de Bear Stearns, el quinto banco de inversión del mundo.

Detalladamente, el New York Times ha relatado cómo una jauría de especuladores que el diario califica de "Gang de Wall Street" y del cual formaban parte "algunas de las personas más poderosas de Wall Street y de Washington", organizó, en apenas tres días, la caída de Bear Stearns. Y, con la complicidad de la Reserva Federal, favoreció su compra -que el periódico llama "latrocinio"- en favor de JPMorgan Chase.

Metódicamente, desde la sede de este banco se lanzó una campaña de rumores, insistiendo en una pretendida falta de liquidez de Bear Stearns. Con llamadas telefónicas personales a grandes inversores, aterrorizándoles y empujándoles a retirar de inmediato sus fondos. En menos de cien horas, el precio de la acción se hundió de 70 a 2 dólares. El presidente de Bear Stearns, Alan Schwartz trató de lanzar una contraofensiva, demostrando, con documentos y pruebas, la falsedad de los rumores. No lo consiguió.

El propio Secretario del Tesoro (equivalente a ministro de Finanzas), Henry Paulson Jr, ex director ejecutivo del banco Goldman Sachs y que algunos sospechan que forma parte de la conspiración, intervino cerca del presidente de Bear Streans para darle el golpe de gracia. Dice el New York Times: "Le puso el cañón de la pistola en la sien: ‘o aceptas un acuerdo con JPMorgan, o abrimos expediente de bancarrota".

Da pánico.” (Ignacio Ramonet: Capitalismo de pánico. Le Monde Diplomatiqe. Versión española, 07-04-08)

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