"Alemania acabará 2024 en recesión (-0,2% del PIB) y Francia con un crecimiento muy débil (1,1%), ambas economías pueden empeorar por sus problemas políticos y una más que factible guerra comercial con los Estados Unidos de Trump. Por eso, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ha rebajado la previsión de crecimiento de la Zona Euro al 0,7% en 2024, frente al 0,8% anterior. El pesimismo del BCE se basa en la debilidad de la economía de ambos países, las antiguas locomotoras de la Unión Europea, y contrasta con el optimismo de la OCDE y del semanario financiero británico The Economist sobre el buen desempeño de los países del sur europeo, los llamados PIGS por los frugales norteños en la Gran Recesión iniciada en 2008, que se prolongó y se agudizó por la imposición de ajustes presupuestarios. En contra de lo sucedido en aquellos años, los países del sur no parece que quieran forzar ahora a nadie a un austericidio similar al que padecieron. Ya se sabe que en la UE las reglas se cumplen solo cuando les interesa a Francia y Alemania.
Está claro que el problema de la economía alemana es de crecimiento. No iba bien desde 2020, y las decisiones tomadas por la OTAN y la UE en 2022 con la guerra de Ucrania le hicieron perder sus lazos con Rusia y el suministro de gas, voladura del Nord Stream incluida. Alemania cumplió en 2023 las exigencias de déficit público (2,60% del PIB) y deuda (62,90%), algo no demasiado meritorio si tenemos en cuenta que los ratios que fijó el Tratado de Maastricht en 1992 para la Zona Euro eran los que la República Federal mantenía, 3% y 60% del PIB, respectivamente. Entre los problemas de la industria alemana habría que destacar la crisis del sector del automóvil, donde ha perdido el tren de los coches eléctricos y gran parte de su capacidad exportadora.
El caso de Francia sin embargo es prácticamente idéntico el de Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España en 2008, con una deuda pública del 109,90 del PIB y un déficit del 5,50% el pasado ejercicio y que no tiene perspectivas de mejora por el bajo crecimiento de su economía, todo lo contrario que sucede con España, que según la OCDE puede llegar a un incremento del 3% este año, lo que reduciría sus ratios de deuda y déficit (105,10 y 3,52 del PIB en 2023). Portugal, con un déficit por debajo del objetivo (1,20% el año pasado) y una expectativa de crecimiento superior a la media de la eurozona (1,7%) está en una situación positiva. Grecia crecerá entre un 2,9% y un 3,7% este año y podrá seguir reduciendo sus tasas de endeudamiento y déficit tras la destrucción de su economía a que se le obligó. Quien mejor va es Irlanda, ejemplo de país saludable para The Economist, con un aumento del PIB del 4,3% este año y los ratios de deuda y déficit en el 43,70% y el 1,50%, respectivamente, el pasado.
El único de los desastres que se mantiene en cuanto a cumplimiento de los objetivos es Italia, que con un crecimiento previsto de solo el 0,5% para 2024, tuvo una deuda del 134,80% del PIB el anterior ejercicio y un déficit del 7,2%. No sabemos si porque nadie en la Comisión Europea y el BCE quiere meterse con la “querida Giorgia” de Pedro Sánchez o si porque existe la creencia mágica en que la economía italiana funciona al margen de los datos, las instituciones comunitarias no dicen nada contra Italia y los medios de comunicación europeos no hacen advertencias parecidas a las que merece la Francia de Macron, que, según ellos, estaría al borde del precipicio si siguiera las políticas que defiende La France Insoumise de Mélenchon.
En aquellos aciagos años de la crisis y el ajuste, en la segunda década del presente siglo, había un dato con el que los españoles nos despertábamos cada mañana y nos encogía el corazón. Me refiero a una prima, y no precisamente a la Angélica de la película de Saura de 1974. Pero, ¿alguien habla ahora de la prima de riesgo? Para quien haya olvidado quien era el terrorífico fantasma, recordaremos que se llama así a la diferencia entre lo que un país paga de intereses por su bono a diez años y el del bono alemán. En otras palabras más técnicas: el sobreprecio que un emisor debe pagar por colocar su deuda en el mercado, que es mayor cuanto mayor es el riesgo de impago.
Sucede que la prima de riesgo de España está actualmente en solo 63 puntos, cuando llegó a superar los 600 en 2012. La de Portugal en 40 puntos; la de Irlanda, en 29, y la de Grecia en 79, llegó a cotizar a 1.617 entonces. Italia es una vez más el farolillo rojo de los antiguos PIGS, con 108 puntos. Francia está en 76 y Alemania en cero porque es el punto de comparación. Abramos el escenario y fijémonos en el Reino Unido, actualmente fuera de la UE, que fue cabecilla de los frugales, y ahora debe afrontar una prima de riesgo de 225 puntos, mientras los efectos del brexit le arrastraron a una deuda del 97,60% del PIB y un déficit del 5,96% en 2023, con unas perspectivas de ralentización de su economía, que crecerá un pobre 0,9% este año. Pues ningún gobernante de los que padecieron sus ataques dice ahora nada de la situación británica.
Tampoco se habla del peligro que supone para la economía estadounidense la prima que debe pagar Washington, situada en 211 puntos a la hora de cerrar este artículo. Debemos referirnos a EEUU porque en un oscuro 11 de mayo de 2010 su presidente Barack Obama llamó al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y le instó a emprender “las reformas necesarias para superar los problemas económicos que sufre España y la UE en su conjunto” y “acciones resolutivas” para “restablecer la confianza de los mercados”. En ese momento comenzaron los recortes presupuestarios en España. La segunda legislatura de Zapatero terminó en agosto de 2011 sometiéndose a todas las presiones con la reforma del artículo 135 de la Constitución, que estableció el concepto de “estabilidad presupuestaria”, es decir: que el pago de la deuda pública sea prioritario frente a cualquier otro gasto del Estado en los presupuestos generales. La cosa se hizo con veranidad y alevosía, gracias al pacto entre PSOE y PP, que contaban con el 90% de los escaños de Congreso y Senado. No hubo referéndum para aprobar el cambio porque ningún diputado o senador lo pidió —hubiera bastado con que lo solicitara un 10%—.
Sigamos con EEUU. En enero Donald Trump se sentará en el despacho oval con una prima de riesgo de más de 200 puntos, con un déficit y un endeudamiento por encima de los límites ortodoxos europeos (7,1% y 118,73% del PIB en 2023) y habiendo terminado 2024 con un crecimiento del 2,5%. Lo mismo que sucede con Italia y con el Reino Unido, nadie advierte de los enormes peligros que acechan al líder ultraderechista del mundo libre. Parece que ya ha llegado el momento de concluir que los ratios importan según convenga y que se utilizan para atizar a países considerados heterodoxos o que “han votado mal”.
Para demostrar esta tesis basta con dar los datos de Japón, con una previsión de crecimiento de solo un 0,1% para este año, que tenía un endeudamiento del 256,30% del PIB y un déficit público del 5,7% en 2023 y una prima de riesgo que no es tal, porque es negativa, de -110 puntos. Es decir: los mercados financieros le consideran un país más que fiable. El mejor ejemplo de que los limites de endeudamiento y déficit público impuestos en la UE son arbitrarios y por tanto absurdos es China, el gran triunfador del comercio, la industria y la tecnología mundiales, que con una deuda del 84,38% del PIB y un déficit del 6,95% el pasado ejercicio, crecerá un 4,8% en 2024 y goza de una prima de riesgo de -25 puntos.
Queda claro que cumplir los mandatos de Maastricht no garantiza tener una economía sana, ni crecer. No cumplirlos no encarece necesariamente el endeudamiento en los mercados. Parece que todo ello es cuestión de los designios de esa fuerza que mueve el mundo y quiere garantizar que el capital siga creciendo en sus manos aunque sea a costa de propiciar penalidades, guerras o la destrucción de la democracia."
(Cristina Buhigas, Other News, 17/12/24)
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