23.9.24

“Los hijos de la inmigración no necesitamos ser salvados. Nosotros salvaremos a los franceses”... tenemos una Francia que se niega a mirarse a sí misma. La extrema derecha se escandaliza: se lo hemos dado todo y no están contentos. No previeron que no llegaríamos a ser franceses como los demás. Y yo digo: es un éxito que no nos hayamos vuelto franceses como los demás, eso significa avalar un crimen de civilización y mirar hacia otro lado. No solo no necesitamos que nos salven, sino que de hecho vamos a salvarlos. Somos una fuente de inspiración. Hay algo en nosotros que sigue viviendo, resistiendo. Y eso no formaba parte de la narrativa nacional (Louisa Yousfi)

 "Louisa Yousfi (1988, Cannes), periodista y crítica literaria, irrumpió en 2022 en el debate político en Francia sobre la inmigración y el pensamiento decolonial, con un ensayo breve pero contundente, hasta en el título, Seguir siendo bárbaro, que ahora Anagrama publica en España. Ese seguir siendo bárbaro se refiere a buscar las propias raíces de la identidad y no renunciar a ella, es más, ensalzarla como bandera, como respuesta a lo que considera un proyecto de integración fallido en su país. Desde este mes está en Roma, becada en la hermosa Academia de Francia Villa Médici, cerca de Piazza di Spagna, donde trabaja en un nuevo libro.

Pregunta. ¿Es difícil seguir siendo bárbaro aquí, en un lugar como Villa Médici?

Respuesta. Ya, es una paradoja (ríe). Es como una contradicción que ya existe en lo que hablo, los bárbaros son los descendientes de la inmigración poscolonial, los negros y los árabes en Francia. Han sido domesticados, pero no están integrados. Hay nudos, conflictos existenciales, políticos, en los que estamos atrapados. Pero aquí soy libre para escribir lo que quiera, claro.

P. Usted describe una ira muy profunda, una Francia a punto de estallar, dividida entre ellos y nosotros. ¿Es así?

R. Sí, y cada vez más. Basta con mirar la situación política. En las elecciones presidenciales, Marine Le Pen, el fascismo, puede llegar al poder. Tenemos una población que tiende a ser racista, impulsada por una ideología ambiental que se radicaliza. La zona de fricción no es explícita, no es entre blancos y no blancos, pero en todo caso pasa por el islam. Aquí no hay ningún tabú. Se puede decir que los musulmanes son una amenaza para el país, para la civilización. La islamofobia es un racismo respetable, porque tenemos derecho a criticar las religiones, ha habido atentados… Y es pura fantasía que haya un islamismo rampante en Francia.

P. ¿Esa división entre ellos y nosotros es entre todos los blancos y todos los demás, o hace distinciones?

R. Claro que tengo amigos blancos que luchan a nuestro lado. La cuestión no es culpabilizar a la gente. El enemigo es la forma en que la sociedad se ha constituido históricamente. Tenemos una extrema derecha tan fuerte también porque Francia es el país con más musulmanes de Europa. De ahí la teoría del Gran Reemplazo, es cierto que somos una fuerza demográfica. No una amenaza, pero sí una fuerza que, si se estructura políticamente a escala masiva, puede ser una amenaza real para el poder. El movimiento decolonial inició una estructuración del potencial revolucionario de la población inmigrante, que puede ser devastador para la derecha, y también para la izquierda.

P. También es crítica con la izquierda.

R. Sí. La izquierda durante mucho tiempo nos trató como una reserva de votos contra la derecha. Pero al margen de nuestros intereses. Incluso le era complicado tomar en serio el racismo, era un falso problema. Pero es que el antirracismo cuestiona los fundamentos de la República: el racismo no es una disfunción de la República, es el funcionamiento normal de la República, se fundó como un imperio colonial. Pero la izquierda no quería oír hablar de ello. De hecho, cuando surgieron las luchas contra la inmigración, el primer adversario, paradójicamente, fue la izquierda, era una batalla de liderazgo sobre la emancipación. Nosotros necesitamos una agenda política específica, una fuerza política que nos represente. Este es uno de los ejes del movimiento antirracista decolonial francés, la autonomía. No solo organizativa, también de pensamiento. Nos damos permiso para repensarlo todo.

P. Empezando por la idea de integración.

R. Es una trampa. Por un lado, una ideología racista, para la que somos monstruos que pueden contaminar la civilización. Y los que se supone que nos defienden tienen el paradigma integracionista, que quiere ser amable, benevolente, pero dice: miren, sí, tenemos problemas con esta gente, no son exactamente lo que deberían ser, pero se están convirtiendo en franceses, serán franceses. Es decir, hay una norma de francés. Y cuanto más nos deshagamos de todo lo que conforma nuestra identidad original, cuanto menos musulmanes seamos, mejor, ¡y más vale deshacerse de ello! Pertenezco a una generación que creía en la integración, pero hemos comprendido que nos impusieron conflictos de lealtad hacia nuestros padres, nuestros países de origen. Fue casi una desintegración para nosotros. Significaba perder lo que realmente éramos y lo que era la única manera de existir. Para existir en la sociedad francesa hay que dejar de existir. Eso crea un callejón sin salida. Un ejemplo gracioso es cuando la izquierda apoyó en 2004 la ley contra el velo en las escuelas, y una parte pensaba que era islamofobia, pero decían: a las jóvenes con velo se les debe permitir ir a la escuela porque es ahí donde entenderán que no deben llevar velo. Que cometen un error siendo lo que son.

 P. Se domesticarán, según su visión.

R. Eso es. Y se declina a todos los niveles. Por eso digo que, o somos monstruos o somos larvas, como si no tuviéramos alma, y hay razones históricas, milenarias, para ser lo que somos. No es algo de lo que te puedas deshacer.

P. ¿Cuál es la solución?

R. Es una cuestión política complicada. No se decreta desde arriba, está claro. Pero el movimiento decolonial en Francia intenta abrir un nuevo horizonte, está entrando en la sociedad. El partido Francia Insumisa es también el resultado, existe en su forma actual porque estábamos ahí. Se ha creado un frente cultural real, yo soy prueba de ello, estando aquí. Tenemos algo que decir.

P. Usted ve el rap como un instrumento clave: es triunfar siendo un bárbaro.

R. El rap es donde estaba la conciencia decolonial antes de que apareciera. Surge contra la respetabilidad que se nos impone. Si quieres que tu voz sea escuchada, tienes que pasar por una trayectoria escolar ejemplar, ser el mejor. Los representantes de las poblaciones inmigrantes son personas muy abstractas, asépticas, buenas. El rap es una forma de hablar de uno mismo completamente libre, no responde al mandato de ejemplaridad, es más, cuanto menos respetable seas, mejor. Este mundo quiere empequeñecernos, pero somos bárbaros en el sentido homérico, poético. No estamos aquí para agradar y además nos divertimos.

P. ¿Francia es un caso particular? El Reino Unido, el otro gran imperio colonial, no tiene problemas tan graves.

R. Francia es especial, sigue queriendo ser la luz del mundo, estar a la vanguardia de la modernidad, de la emancipación de los pueblos. Es un país que cree absolutamente en su inocencia. Sí, torturamos en Argelia, o apoyamos esa guerra, pero siempre es por las razones correctas, cosas que no funcionaron… Así, tenemos una Francia que se niega a mirarse a sí misma. La extrema derecha se escandaliza: se lo hemos dado todo y no están contentos. No previeron que no llegaríamos a ser franceses como los demás. Y yo digo: es un éxito que no nos hayamos vuelto franceses como los demás, eso significa avalar un crimen de civilización y mirar hacia otro lado. No solo no necesitamos que nos salven, sino que de hecho vamos a salvarlos. Somos una fuente de inspiración. Hay algo en nosotros que sigue viviendo, resistiendo. Y eso no formaba parte de la narrativa nacional."

(Entrevista a Louisa Yousfi, Íñigo Domínguez , El País, 21/09/24)

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