“La primera fase de la crisis que agita a los mercados de crédito se inició hace diez meses con el anuncio de la liquidación por remate de dos fondos de inversión libre (hedge funds) promovidos por el banco de negocios norteamericano Bear Stearns y se ha cerrado el mes pasado con el rescate, al borde de la quiebra, del propio banco.
Los mercados financieros y de crédito están inmersos en el movimiento inverso al que realizaron entre 2003 y 2007. Entonces, gracias a la bajada drástica de los tipos de interés, se inició una carrera hacia el endeudamiento que hacía subir la cotización de todo tipo de activos: acciones, bonos, inmuebles, materias primas... Ese endeudamiento masivo lo mismo que proporcionaba el combustible necesario para el crecimiento económico permitía incrementar el beneficio total de las operaciones financieras por la vía de hacerlas desmesuradas. Uno de tantos ejemplos es el del fondo de inversión de Carlyle, liquidado hace unas semanas, que había llegado a contraer una deuda equivalente a 30 veces la cantidad inicial aportada por los partícipes. Ni que decir tiene que la ventaja de esa operativa era, cuando las cosas iban bien, multiplicar el beneficio por 30, y el inconveniente que, cuando llegó el momento de las pérdidas..., éstas también se multiplicaron por 30.
Pues bien, esa fase de ida en la que bancos, fondos de inversión libre, vehículos de inversión estructurada, etcétera, se apalancaban (es decir, se endeudaban) se ha convertido ya en su contrario: ahora se desapalancan, reducen deuda. Para ello venden los activos financiados con ella, lo que no augura nada bueno para los diferentes mercados financieros, de crédito o inmobiliarios y, con el tiempo, de materias primas. (…)
Todo esto no quiere decir que la crisis no sea inquietante. Aunque la verdadera comparación debería llevarnos a los años 1973-1974, cuando se produjo una situación inédita en la historia: una fuerte recesión económica acompañada de un incremento del precio de las materias primas (ahora las materias primas siguen en precios máximos). Si a eso se suma la fuerte depreciación del dólar entonces y ahora, la competencia emergente de Japón y Alemania (ahora China), y las dificultades que atravesó el sector financiero, tan ayudado por los petrodólares entonces como por los fondos soberanos ahora, las grandes líneas de la comparación están servidas.
Pero, con todo y con eso, la similitud no debe asustar más de la cuenta.” (JUAN IGNACIO CRESPO: Inundados por las olas. El País, ed. Galicia, Negocios, 13/04/2008, p. 2)
“Se inyectó tanto dinero en la economía y los reguladores fueron tan poco rigurosos que uno de los principales bancos de Estados Unidos hizo publicidad de sus préstamos con el lema "Cualificado desde que nace"; es decir, en la práctica, no había que cumplir ningún requisito para obtener un crédito. En cierto sentido, la estrategia funcionó: la burbuja inmobiliaria alimentó el auge del consumo mientras la tasa de ahorro se desplomaba a cero. Las debilidades económicas quedaron pospuestas hasta fecha posterior; el Gobierno de Bush confiaba en que no habría que rendir cuentas hasta después de noviembre de 2008. Pero la situación empezó a empeorar en agosto de 2007.
El Gobierno de Bush ha reaccionado ahora con un paquete de estímulos que es demasiado escaso, llega demasiado tarde y está mal diseñado. Para ver lo insuficiente que es, no hay más que compararlo con los más de 1.500 billones de dólares que constituyeron los préstamos con garantía hipotecaria en los últimos años, gastados, en su mayor parte, en consumo. Esa apuesta -basada en la convicción de que los precios de la vivienda iban a seguir subiendo sin cesar- ya no puede sostenerse.
Con la caída de los precios de la vivienda (que va a continuar) y con los bancos inseguros sobre su situación financiera, las instituciones de préstamo no prestarán y las familias no pedirán prestado. Por tanto, aunque es posible que la liquidez inyectada en el sistema financiero por la FED haya impedido el desastre, no va a estimular demasiado el consumo ni la inversión. Por el contrario, irá a parar en gran parte al extranjero. En China, por ejemplo, están preocupados por la posibilidad de que el estímulo de la FED contribuya a aumentar su inflación nacional.” (JOSEPH E. STIGLITZ: La economía de EE UU, desgarrada por la guerra. El País, ed. Galicia, Opinión, 13/04/2008, p. 41/2)
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