“La verdad es que el auge mundial de los precios de las materias primas ha tenido un impacto sobre la pobreza enorme, aunque también tremendamente complejo e incierto. Aunque el aumento de precios de las materias primas está ayudando a los agricultores pobres y a los países pobres ricos en recursos, para los habitantes de las ciudades con menos posibilidades constituyen una catástrofe, dado que algunos de ellos tienen que dedicar el 50% de sus ingresos a comprar alimentos.
Parte de la solución pasa por compensar a los más pobres por el alto coste de la supervivencia. Mas a largo plazo, es esencial aportar más dinero para fertilizantes y para otras ayudas, con el fin de potenciar la autosuficiencia. (…)
Por ahora, en lugar de lloriquear por la subida de las materias primas, los Gobiernos deberían estar protegiendo sólo a sus ciudadanos más pobres y permitiendo que el alza de precios sirviera de aviso para el resto de nosotros. El final del consumismo occidental no está todavía al alcance de nuestra mano, pero los altos precios de las materias primas son una clara advertencia de que se necesitarán mayores ajustes cuando Asia y otros países incipientes comiencen a consumir un trozo más grande de la tarta mundial.” (KENNETH ROGOFF: Un resquicio de esperanza. El País, Negocios, 15/06/2008, p. 18)
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