"Un profesor israelí que lleva décadas viviendo en EEUU estuvo esta
semana en Israel durante una de sus frecuentes visitas. Enseña en una
prestigiosa universidad, nació en un kibutz, es vástago de una familia
de combatientes en la guerra de 1948 y aristócrata intelectual, si es
que existe algo así en Israel. Sigue profundamente arraigado aquí, a
pesar de la distancia de los años, y no sólo porque parte de su familia
esté aquí. Desde su lugar de residencia en EEUU se asegura de ver todas
las noches las noticias en uno de los canales de televisión israelíes.
Algunos de sus amigos están aquí, e investiga y escribe sobre Israel,
entre otras cosas.
Los dos somos de la misma generación y de la misma ciudad, pero hasta
hace unos días no nos habíamos visto nunca. Hace unos días vino a mi
casa. Era su último día en Israel, ayer se fue. Antes de separarnos me
dijo que esta vez se sentía asfixiado. Tenía muchas ganas de irse ya
mismo. No entendía cómo era posible seguir viviendo aquí. En sus
contactos durante el último año con responsables de universidades en
Israel, percibió un cambio brusco en la dirección de la corrupción
moral. La esposa de su amigo de la infancia, un antiguo juez del
Tribunal Supremo, le dijo esta semana que le resulta difícil aceptar sus
opiniones. Nunca se lo había dicho antes. Su marido era uno de los
pilares liberales de la Suprema Corte.
Está convencido de que Israel está cometiendo un
genocidio en Gaza -conoce el tema por su profesión- y explica por qué:
no existe una definición de limpieza étnica en el derecho internacional,
pero es una etapa en el camino hacia el genocidio. Cuando una población
es desalojada por la fuerza, y no hacia un refugio seguro, sino hacia
un lugar donde continúan matándola, eso es genocidio. Ya no hay ninguna
duda de que Israel está llevando a cabo una limpieza étnica en el norte
de la Franja de Gaza. Israel lo está declarando, y sus actos son una
clara prueba de ello. Además, la destrucción sistemática de todo el
norte de la Franja por parte de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel),
sin dejar a su paso más que ruinas, atestigua la intención de no
permitir el retorno.
El visitante está convencido de que cuando el Tribunal Internacional de
Justicia tenga que decidir si Israel cometió genocidio, se centrará en
el norte de la Franja de Gaza, como hizo en su momento con Srebrenica.
Allí "solo" fueron masacrados unos 8 000 bosnios, la mayoría hombres, a
pesar de que la ciudad había sido declarada "zona segura". La Haya y el
mundo entero determinaron a perpetuidad que era un genocidio y los
culpables fueron juzgados y condenados.
Cuando se bombardea sin piedad a una población desplazada en su nueva
ubicación, como están haciendo las Fuerzas de Defensa del régimen de
Netanyahu, eso es genocidio. Si parece genocidio y actúa como si fuera
genocidio, es genocidio. En Israel es imposible decir eso, ni siquiera a
los liberales. En las prestigiosas universidades de EEUU, cuyos
donantes son judíos, también es difícil decirlo. Los israelíes y judíos
no están dispuestos a oírlo, y no importa lo que demuestre la realidad.
Mi visitante descubrió que incluso sus mejores amigos, los liberales
israelíes, intelectuales y personas de paz y conciencia, no están
dispuestos a aceptarlo. Las diferencias de opinión se han convertido en
hostilidad. Eso nunca había ocurrido antes. Aquí siempre hubo un campo
de apoyo incluso para las opiniones radicales. Había muestras de odio, a
veces incluso violencia, pero al otro lado había un sector más pequeño
pero igual de decidido. Eso se acabó.
El visitante ocasional lo percibió claramente. Puede que aún sea posible
encontrar algunos radicales en los márgenes, pero no un campo, un
núcleo radical, en ésta, la situación más radical de la historia del
país.
Israel se ha sumido en su duelo y su desastre y se ha cegado por
completo. Nadie está prestando atención al desastre mucho más espantoso
de Gaza. Ya se ha escrito mucho aquí sobre el despreciable papel de los
medios de comunicación en la creación de esta situación, pero la
responsabilidad de esta actitud recae en la conciencia de cada israelí
que haya entrado en uso de razón. Puede que su conciencia aún le persiga
uno de estos días.
El invitado se fue. Seguramente volverá, pero lo único que le queda aquí son muy pocos interlocutores; un niño podría contarlos."
(Gideon Levy, Jaque al neoliberalismo, 30/12/24, fuente La Haine)
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