"Oliver Franklin-Wallis, periodista de investigación, nos cuenta dónde va nuestra basura
Tengo 35 años. Soy británico, vivo en Essex. Estoy casado y tengo dos hijas. Dirijo la revista ‘GQ’. Soy un activista medioambiental que cree que el problema más urgente al que nos enfrentamos es lo que le estamos haciendo al planeta, y que la mayor prioridad es actuar para revertirlo. Soy agnóstico.
La sucia realidad
Ha pasado cuatro años viajando por varios continentes para seguir la pista de nuestros desechos, y el resultado es Vertedero. La sucia realidad de lo que tiramos, a dónde va y por qué importa (Capitán Swing / Comanegra en catalán), libro del año 2023 según The Guardian y The New Yorker.
“Visité vertederos, plantas de reciclaje, incluso un silo de residuos
nucleares en el Reino Unido y maravillosas playas llenas de ropa
destrozada hasta donde la vista alcanzaba”. También ha seguido los pasos
de nuestra tecnología desechada: “La mayoría de dispositivos
electrónicos viven olvidados en cajones y sótanos. Solo un 17,4% de esos
residuos se recicla”; y ha explorado la red mundial de exportación que
obstruye los vertederos africanos. “El comercio internacional de
residuos es un negocio opaco dominado por escurridizos intermediarios y
poderosas empresas”.
Dónde va todo lo que tiramos?
A tres sitios: a enormes vertederos al aire libre, a incineradoras, y al reciclaje, un sistema roto y lleno de fallos. Solo se recicla el 12% de los desechos del mundo.
¿Y el resto?
Los países occidentales mandamos nuestra basura a otros países más pobres con mano de obra más barata y normas medioambientales menos estrictas. En India, y tantos otros países, las grandes ciudades están rodeadas de vertederos gigantescos.
¿Cómo de grandes?
El de Ghazipur tiene una superficie de 35 campos de fútbol y una altura de 25 plantas. En mi investigación, he visto que muchas de las cosas que pensamos que se estaban reciclando son enviadas a África, América del Sur, América Central y el Sudeste Asiático, donde son quemadas o arrojadas a los ríos.
¿Por qué ocurre eso?
Hoy en día, la basura es un negocio millonario que está en manos de unas pocas empresas gigantes que tienen lucrativos contratos con ministerios y gobiernos.
El consumo aumenta.
Cada vez más, y el sistema no se ha adaptado a este aumento, y eso ha llevado a un problema gravísimo de contaminación. Hace falta un debate que no solo interpele a los ciudadanos, sino también a los gobiernos y a la comunidad internacional.
¿Estamos de basura hasta al cuello?
Sí, generamos unos 2.000 millones de toneladas de basura al año, pero crece a la velocidad del rayo, solo la basura genera más emisiones que la aviación y el transporte juntos.
¿Cuál es la basura que más crece?
Los residuos plásticos, que no son biodegradables. Los microplásticos afectan a nuestra salud y al medioambiente.
Llueve plástico, dice.
Sí, los científicos encuentran partículas de microplástico allá donde miren, en la cima del Everest, en la lluvia, en las fosas profundas, en las placentas de fetos humanos, en nuestra sangre, estómagos y cerebros.
¿Cuál es el impacto?
Hay estudios que relacionan los microplásticos con la obesidad, el cáncer y los problemas de fertilidad. Y la mancha de basura del Pacífico mide tres veces Francia. La intentan reducir, pero crece a mayor velocidad.
En el mar también se encuentran antibióticos, venenos, carcinógenos…
Los residuos químicos tóxicos están matando la vida de los océanos y afectando nuestra salud. Debemos ser conscientes de que todo lo que produzcamos o poseamos a lo largo de nuestra vida va a acabar como residuo.
Zapatillas deportivas, bolsos y ropa baratos están hechas de plástico.
Y no cuestan nada, son casi residuos de la industria petrolera, un buen negocio. He visto playas maravillosas sepultadas por ropa de segunda mano hasta donde alcanza la vista en Accra, Ghana. La moda rápida implica que la ropa que se manda a estos países está muy degradada, no se puede usar, y la tiran por ahí porque no tienen capacidad para procesarla.
¿La moda rápida alimenta los grandes vertederos del mundo?
Las empresas se dieron cuenta de que era más rentable seguir vendiéndonos cosas todo el tiempo y se impuso el usar y tirar.
Un tercio de la comida que se produce en el mundo directamente se tira sin vender.
Si calculamos el terreno dedicado a la agricultura que acaba desperdiciada, cubriría todo el subcontinente indio, eso son tremendas emisiones de gases, y se da la paradoja de que aproximadamente 820 millones de personas pasan hambre.
¿Qué pasa con la chatarra electrónica?
Es la fracción que más rápido crece, estamos hablando de nuestros móviles, consolas, televisores, coches eléctricos, paneles solares…; una gran parte se recicla, pero otra parte importante acaba en el mercado de segunda mano en países como Ghana.
Una basura muy tóxica.
Sí, y me sorprende la escasa tecnología que hay para tratarla. Estuve en una planta de reciclaje electrónico en California donde estaban triturando montañas de televisores nuevos que los fabricantes no querían que entraran en el mercado de segunda mano porque lo que quieren es que la gente se compre el modelo nuevo. Es una barbaridad.
¿Las soluciones?
Son muy sencillas: el sistema de reciclaje debe ser transparente; quienes fabriquen materiales que no se pueden reciclar o tóxicos deben costear su gestión, y debemos consumir menos. Entonces, la gente me dice: “¿Y qué pasa con el crecimiento económico?”.
¿Y qué les dice?
Nuestro consumo ha subido como la espuma y eso no ha fortalecido nuestra economía. Yo abogo por una economía en la que las cosas que producimos sean de calidad, duraderas, que se puedan reparar. Se trata de tener una relación más sana con los objetos que compramos. Comprar menos y comprar mejor."
(ASIEC, 01/02/25, fuente La Vanguardia , 28.01.2025)
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