"¿Quién dijo que los alimentos agroecológicos y de cercanía son más caros? Si bien esta idea prevalece en la opinión pública, lo cierto es que conforma un gran mito. Porque la alimentación industrializada, la que consume mayoritariamente la población española, a medio y largo plazo, cuesta mucho más cara a la sociedad, incluyendo, por supuesto, al bolsillo, la salud y el entorno de quien compra el producto.
El motivo principal es que los precios más bajos o
“competitivos” del mercado convencional no reflejan los costes reales de
la producción de alimentos. Son precios impuestos por las macro
empresas que dominan este gran ámbito y que resultan “injustos”, por
ejemplo, para las personas agricultoras y para toda la sociedad, según
indica el revelador informe “Los costes ocultos del sistema alimentario”.
Se trata de un estudio que acaba de publicar el equipo del programa Llaurant un Futur Sostenible en colaboración con la Fundación Entretantos, para desmitificar que la agroecología y la producción sostenible es más cara que la industrializada. El documento ha sido escrito en un tono divulgativo, para llegar a un amplio público interesado en conocer cómo se produce lo que come cada día. Llaurant un Futur Sostenible es un programa de educación para la ciudadanía que lleva tres años en marcha, conducido por la Fundación Novessendes y la ONGD Pankara Ecoglobal, y financiado por la Generalitat Valenciana. Su objetivo apunta a fomentar, desde Castellón, una sociedad comprometida con la recuperación de la soberanía alimentaria y de la transición hacia un sistema alimentario justo para las personas.
Los costes que nos ocultan en el super
La clave
para comprender por qué es realmente más costoso comprar, por ejemplo,
un kilo de tomates de oferta en una gran superficie, que comprarlo
directamente a un proyecto sostenible y cerca de casa, está en los
“costes ocultos” o “externalidades”. Es decir, aquellos valores que no
se ven reflejados en el precio que paga la persona al llegar a la caja,
pero que sí existen y que sin duda terminan afectando su vida.
“Las externalidades de un producto son los efectos negativos de su producción ignorados a la hora de establecer el precio del producto”, explican Alba Remollar e Iraca Vargas, técnicas responsables de Llaurant un Futur Sostenible y coautoras del informe, junto con Marta Ibáñez Verdú y Jorge Molero Cortés.
“Esto implica que los precios que la persona consumidora paga no tienen en cuenta los costes reales de la producción, como los impactos sobre el medio ambiente (aire, suelo y agua), la sociedad y la salud de las personas en cada una de las etapas de la cadena agroalimentaria”, precisan. Las empresas que dominan el mercado de mercancías “ocultan esos costes” al fijar las ofertas, por ejemplo, del mencionado kilo de tomates. Claro que, a la larga, alguien debe pagarlos.
De esa cantidad, como lo plantea el informe y la Fundación Entretantos, nada menos que “el 76,7% estaban relacionados con los problemas de salud”. De hecho, a nivel mundial, apuntan sus autoras, “se calcula que una de cada cinco muertes está vinculada a la alimentación, sea por dieta inadecuada o por la ingesta de tóxicos”.
Al mismo tiempo, “la forma de producir, comercializar y adquirir los alimentos es el factor que más contribuye a la degradación de nuestro planeta”, explican. Los datos hablan por sí solos: esa dinámica genera entre el 26% y el 34% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero; es una de las principales causas de deforestación y del 33% de la degradación de los suelos y el 20% de la sobreexplotación de los acuíferos.
Precios injustos
Los costes ocultos del sistema alimentario industrial se sostienen gracias a “precios no necesariamente justos”, es decir, que esconden el coste real de los alimentos. Y el primer eslabón de la cadena es el que más pierde: “El precio del mercado no es un precio justo para la persona agricultura, que muchas veces vende por debajo del precio de producción”, señalan las responsables de Llaurant. De hecho, ilustran, “desde el campo hasta la mesa, el precio de los productos se multiplica, de media, por 4,25”.
Otro aspecto negativo es la invisibilización de la mujer. Sólo el 15 por ciento de las cooperativas alimentarias convencionales están en propiedad de ellas, cuando su papel en el campo tradicional, y en la agricultura familiar, ha sido siempre protagónico.
Alternativas agroecológicas y sostenibles con precios justos
Frente
a este sistema alimentario industrializado surgen numerosas propuestas
de producción agroecológica y sostenible de proximidad, cercanos a casa.
En este sentido, el programa Llaurant un Futur Sostenible ha recopilado
durante estos años más de 20 de propuestas agroecológicas y sostenibles
alrededor de la provincia de Castellón, las cuales se pueden descubrir
en la web llaurant.com . Se trata de propuestas donde comprar
directamente a las y los productores.
La agroecología es un enfoque que busca aportar equilibrio a un sistema de producción y consumo que ha perdido el norte. Un kilo de tomate producido de forma agroecológica en comparación con uno industrial genera “impactos positivos de tipo económicos, sociales, ambientales, y en nuestra salud”, señalan las autoras del informe. Y el precio al que se vende es justo para todos los eslabones de la cadena.
Entre los beneficios de la producción agroecológica de
cercanía se cuentan, entre otros, que impide “la concentración de poder
en macro empresas” en el mercado alimentario, y esto permite a las
personas productoras y consumidoras elegir más libremente. Promueve las
condiciones laborales y las prácticas comerciales justas, además de
integrar el papel de la mujer en el campo. Y mitiga el cambio climático,
gracias al mayor almacenamiento de carbono en los suelos con manejos
agroecológicos." (Tomás Muñoz , El Salto, 27/01/25)
No hay comentarios:
Publicar un comentario