"No cabe duda de que el Mundo está hoy ante una grave encrucijada.
Por un lado el capitalismo salvaje está haciendo que el planeta llegue a
sus límites físicos. Por otro el declive del llamado Occidente global,
que ha ejercido su dominación durante todos los últimos decenios se
resiste al nacimiento de un orden global multipolar.
El intento
de los EE.UU, la UE y sus satélites de evitar este declive recurriendo a
la fuerza de las armas está acabando con los últimos restos de
libertades civiles, al tiempo que destruye, con su doble rasero, todos
los fundamentos del Derecho Internacional y de la Carta de las Naciones
Unidas. Por si esto fuera poco, la proliferación de armas atómicas y los
planes para su uso en las guerras que ya afectan a millones de personas
y pueden llegar a tener un carácter mundial, nos ponen ante el riesgo
cierto de una hecatombe nuclear.
Nuestro país, España, está
inserto en la Unión Europea. Una UE gangrenada por su acentuado
corrimiento extremista y cuyo principal vínculo es hoy su adhesión y
sumisión a la OTAN. Europa, como consecuencia de esta dependencia, es
cada vez más irrelevante en el mundo, pero sus oligarquías dominantes
enfeudadas a Washington ya proclaman abiertamente que la guerra es
inevitable, quieren prepararnos para ella y anuncian ya cuantiosos
incrementos en el gasto militar de los países miembros. Europa es
también nuestro campo de actuación, pues en él nos hallamos, por lo que
es prioritario que seamos capaces de analizar correctamente la situación
para intentar, entre otros, frenar ese camino hacia la guerra, la
destrucción y su regresión social.
Sin embargo, los hechos son
que la reconfiguración del mapa político europeo y español, nos presenta
un auge de las Derechas, incluidas sus versiones más extremas, y una
notable irrelevancia de la histórica Izquierda alternativa, convertida
en apéndice de la tradicional izquierda del sistema capitalista europeo,
a su vez mutada de socialdemócrata a social-liberal. Las versiones
populistas de la izquierda, que alguien vio como posible reemplazo,
buscan ya cómo sobrevivir desde el poder y confusas alianzas que sólo
generan más descrédito. Al tiempo, el insistente mantra de que el
desarrollo económico capitalista era sinónimo de progreso social ha
demostrado ya fehacientemente su absoluta falsedad. Es evidente que el
crecimiento salvaje ha tropezado ya con los límites físicos naturales,
al tiempo que la tasa de ganancia media del capital está descendiendo.
Todo ello está produciendo lacerantes desigualdades y una grave
descomposición social que ya no se puede ocultar y que, entre otros, se
refleja en el acoso y desarticulación del Estado de Bienestar .
La
desaparición de la URSS, ya hace más de treinta años, hizo aparecer el
espejismo de un mundo unipolar, controlado por los EE.UU., que
aseguraría el fin de la historia y un plácido discurrir de la
globalización capitalista. Muy pronto se puso de manifiesto que nada de
eso era verdad. El ascenso de nuevos poderes y actores globales, no
dependientes de EE.UU, así como la catastrófica crisis capitalista del
año 2008, puso en jaque el globalismo yankee y también el dominio
planetario establecido en base a organismos dependientes de Washington
como son el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la
Organización Mundial del Comercio. Así las cosas, decididos a mantener
su hegemonía mundial, los EE.UU, la UE y sus aliados recurren al sistema
utilizado por todos los imperios en declive: la fuerza militar a través
de su OTAN.
En lo que va de siglo XXI se han multiplicado las
guerras. Guerras cada vez más cruentas y destructivas, que afectan a más
zonas del planeta y que han vuelto a Europa (ya a fines del siglo
anterior en Yugoslavia), cuando este continente pensaba que 1945 marcaba
el fin de las contiendas globales. Para el sistema del capital las
guerras siempre han sido el motor de la industria armamentística y, por
tanto, una forma eficaz de acumulación capitalista. Pero las guerras
también han sido siempre un acicate para el crecimiento de las fuerzas
derechistas y la proliferación de todo tipo de políticas totalitarias y
antidemocráticas. Por eso la izquierda consecuente jamás ha vacilado, ha
promovido y se ha identificado con el fomento de las movilizaciones
populares antibelicistas. Al menos hasta ahora, justo cuando el peligro
es mayor, pues no debemos olvidar que vivimos en un mundo con armas
nucleares y esto, cuando sabemos que quienes recurren a la fuerza armada
para mantener su poder jamás han vacilado en usar todas las armas a su
disposición, nos coloca a todos ante un peligro inmediato, definitivo y
mortal.
En anteriores momentos cruciales hubo capacidad para
promover una movilización democrática y hacer frente a las amenazas
inminentes. Pero ahora lo que contemplamos es un descenso del conflicto
social, la resignación política y el abandono ideológico, al tiempo que
se asume lo existente como racional y único posible. La perplejidad que
afecta a tantos sectores sociales, producto de la dimensión de la
derrota sufrida, hace que se haya roto el lazo entre la continua
degradación de las condiciones de vida y trabajo de las grandes mayorías
y su traslación al campo de la lucha política.
Desapareció el
nexo entre la objetiva existencia social de la “clase en sí” con su
dimensión política como “clase para si” que fundamentalmente se expresa
en el desarrollo del conflicto social y mediante la participación e
intervención políticas. Reconstruir ese nexo resulta imperativo para
salir del bucle actual y recuperar el protagonismo popular en la vida
social y política. Nada de ello será posible con una sedicente izquierda
que se recrea con viejas recetas frente a las nuevas y complejas
realidades o con la posmoderna “woke” que aúna el neoliberalismo a su
discurso simplista y binario, desclasado, descalificatorio y
autosuficiente, haciéndose cómplice de las prácticas políticas propias
de la derecha, incluidas las más indecentes y corruptas. Todo ello unido
a la promoción del miedo social (muy eficaz en España), la negación de
espacios de diálogo, el abusivo monopolio del poder y la práctica de la
mentira, el engaño y la opacidad tendentes a encubrir su insolvencia
política.
No todo vale en la acción política de la Izquierda. La
que se ha de reconstruir no puede ser la izquierda de un Sistema que
impugnamos. Ha de ser una izquierda para transformar en político el
conflicto social dotado, como elemento central, de una orientación de
clase hacia la transformación y la alternativa progresista. Una
Izquierda responsable que se enfrente de verdad, y no con meros
eslóganes publicitarios, a la creciente desigualdad, así como a la
transgresión de los límites físicos que ponen en peligro la vida humana
en el planeta. Y una Izquierda que combata activamente el creciente
belicismo, que no acepte los bloques y se oponga decididamente a la OTAN
y al constante incremento de los gastos militares.
Llamamos a
reconstruir unitariamente esa Izquierda, en pie de igualdad, desechando
cualquier tentación hegemonista y comprometiendo todos nuestros
esfuerzos para ello. Somos conscientes de las dificultades de esta
tarea, así como que no es factible realizarla si no es a través de la
práctica concreta hacia un objetivo claro y explícito: reconquistar el
discurso político, el espacio cultural y el terreno militante de la
Izquierda en nuestro país.
Dada la urgencia de derrotar al
belicismo e imponer la Paz, sugerimos la articulación de una
coordinación estable de todas las energías posibles en torno a “NO A LA
GUERRA – OTAN NO”. Proponemos la urgente convocatoria de un Encuentro
Nacional abierto a la participación de todos aquellos movimientos
sociales, sindicatos de clase, asociaciones culturales y colectivos
políticos dispuestos a debatir y acordar un Plan de Acción para la Paz,
el Desarme y el Progreso.
La lucha en común por objetivos
compartidos siempre ha contribuido decisivamente a abrir vías de acuerdo
entre las fuerzas de Izquierda, pues ésta no puede ser sólo diagnóstico
y crítica. Esa lucha en común en defensa de la Paz, desde el ámbito del
conflicto social de clase, permitirá ir coincidiendo, o identificando
correctamente las diferencias, en torno a los elementos programáticos
fundamentales para la Izquierda que hoy se necesita. Asimismo, se
recuperará y fortalecerá el activismo militante organizado,
indispensable para dar pasos reales hacia una Unidad con principios, ya
que la bondad de las ideas y programas nunca ha sido suficiente, como
nos enseñó Marx en su introducción a la Crítica del Programa de Gotha.
Finalmente,
si fuéramos capaces de satisfacer los objetivos que motivan esta
propuesta política unitaria, no cabe duda que cabría plantearse
verosímilmente la culminación orgánica del proceso. Este es el reto
político ante el que nos encontramos y cuya urgencia es cada día más
evidente en España. También en Europa.
Promueven esta Declaración:
Baena
Ortiz, José; Cuqui Cabo Bravo, Amparo González Juan, comunistas, y
demás miembros de “la Izquierda Necesaria” que participan en el Polo de
la Izquierda.
Siguen Firmas (...) Enero 2025" (Salvador López Arnal, blog, 03/02/25)
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