"El contexto parece claro: una política genocida impulsada por Netanyahu sobre Gaza así como su ofensiva sobre los estados vecinos, que amenaza con modificar el sistema de fronteras surgido tras el reparto del Imperio Otomano por parte de Francia y el Reino Unido durante la I Guerra Mundial.
Superpuesto a este hecho se encuentra lo que se ha dado en llamar la cuestión kurda, para hacer referencia a las reclamaciones no satisfechas del pueblo kurdo por ver reconocida su existencia como entidad política. El reparto de este territorio, calificado de colonial por parte del movimiento kurdo, agita periódicamente las aguas de la región generando fases de inestabilidad que aparecen con cada una de las crisis políticas que afectan a la zona transmitiéndose de un estado a otro de los cuatro que se reparten el territorio kurdo.
La Guerra del Golfo que siguió a la invasión de Kuwait por parte de las tropas de Saddam Hussein produjo un hecho inesperado como fue la creación de una zona protegida en el norte de Iraq que ha permanecido hasta hoy, el Gobierno Regional del Kurdistán iraquí (GRK). El proceso de guerra civil en Siria ha dado lugar a otro hecho inesperado, la aparición de una Administración Autónoma del NordEste de Siria (AANES) tras la que encuentra el movimiento kurdo de Rojava (el oeste de Kurdistán que reclama el nacionalismo kurdo).
El siguiente elemento de la ecuación viene marcado por Turquía, potencia regional, integrada en la OTAN, tradicional aliada de los Estados Unidos, que cuenta con el segundo ejército más importante de los estados que componen la alianza atlántica. No es casual. Desde hace más de seis décadas el ejército turco se prepara para defender la integridad territorial de un estado surgido tras los restos de la I Guerra Mundial que contiene en su interior a la mayor parte del territorio kurdo (Bakur, el norte), tanto en extensión como en población.
Durante todo este tiempo Turquía ha utilizado todas las estrategias posibles para negar la existencia del pueblo kurdo en el interior de sus fronteras; ha recurrido a justificaciones asimilacionistas (turcos montañeses), a políticas de contrainsurgencia inspiradas en la red Gladio durante la Guerra Fría, a la aplicación de lo que los manuales militares turcos denominan como la guerra especial contra el nacionalismo kurdo y singularmente contra la insurgencia lanzada por el PKK en su territorio. Todo ello no ha impedido el avance nacionalista y la consolidación de una seria base social que se expresa electoralmente, de forma ininterrumpida, desde la década de los años ochenta del pasado siglo con importantes triunfos en medio de las adversidades y la represión.
Surgido en 1978, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) ha capitaneado una insurrección popular que venía gestándose con anterioridad y daba continuidad histórica a una resistencia kurda ancestral frente a la centralización y asimilación estatal otomana o turca. Logró sobrevivir a las consecuencias del golpe de estado de 1980 en Turquía que dejó unas secuelas en la izquierda turca y kurda que se mantienen hasta nuestros días. Refugiada su dirección en Siria, impulsó una revuelta armada desde 1984 que ha logrado resistir los embates de uno de los ejércitos más preparados de la OTAN, implicado en conflictos armados desde la guerra de Corea.
Durante todo este tiempo, el PKK se ha comportado como una organización capaz de sobrevivir en entornos políticamente hostiles tanto en el contexto de Oriente medio como en el europeo donde está ilegalizado, acusado de ser una organización terrorista que actúa entre la diáspora kurda instalada en diferentes estados de la Unión Europea. Calificado de dogmático y violento por parte de otras organizaciones kurdas en la época de su fundación, el PKK ha sido capaz de evitar el esencialismo al atravesar momentos de cambios ideológicos internos que le permitieron alejarse de un rígido leninismo hacia una interpretación más libertaria e innovadora de la acción política. Este cambio, iniciado tras la caída de la URSS, se consolida con la detención/ secuestro de A. Ocalan y su entrada en prisión en 1999.
La defensa preparada para su juicio permitió poner en marcha lo que el movimiento denomina el nuevo paradigma, o confederalismo democrático, alejado de visiones vanguardistas, convirtiendo al PKK en el fabricante de nuevas utopías a decir de algunos politólogos.
La coyuntura
Hace algo más de un año, se puso en marcha una campaña internacional
que reclamaba la libertad para A. Ocalan y la búsqueda de una solución
política para el pueblo kurdo. En aquél momento, Ocalan llevaba sometido
a más de tres años de estricto aislamiento por parte de las autoridades
turcas que no permitían ningún contacto con familiares o abogados,
todo lo cual impedía que pudiera jugar algún papel político en la
búsqueda de soluciones al conflicto.
Desde entonces, intensas gestiones internacionales abrieron espacios mediáticos y políticos para romper con esta situación que violaba los más elementales derechos humanos del reo. Junto a ello otros dos factores significativos a tener en cuenta: el triunfo electoral del DEM Parti y el abrupto final de la guerra en Siria.
En lo que se refiere a los resultados electorales, el transcurso de los últimos años en Turquía vino marcado por el auge del HDP (Partido Democrático de los Pueblos) dirigido por Salahatin Demirtas y la vicepresidenta Figen Yuksekdag. Este ascenso coincidente con el desarrollo de la guerra civil en Siria, el avance del ISIS y la batalla de Kobane, acabó llevando a la dirección ante los tribunales turcos y hoy cumplen pesadas penas de cárcel superiores a los veinte años. Ante una inminente ilegalización, el movimiento optó por la creación del DEM Parti (Partido de la Igualdad y la Democracia) que, pese a todo, logró el mayor éxito electoral del movimiento kurdo. Nuevamente, la calidad de la democracia de Turquía es cuestionada al retomar la práctica de suspender las instituciones democráticamente elegidas y su sustitución por gestoras afines al partido de Erdogan.
A ello hay que añadir el inesperado final de la guerra civil en Siria que ha permitido abrir un escenario político nuevo lleno de interrogantes. La desaparición por exterminio de los sectores políticos vinculados a opciones occidentalizadoras y liberales en Siria abrió el espacio para el auge de diferentes propuestas islamistas, salafistas y yihadistas, todas ellas integristas religiosas. Frente a un movimiento kurdo que impulsa propuestas laicas y una democracia participativa, Turquía apoyó a las diferentes facciones religiosas. Múltiples denuncias acusan a Turquía de connivencia con grupos como el ISIS o Estado Islámico o los vinculados a Al Qaeda. Sin embargo, esto no impidió la consolidación de una región autoadministrada en la frontera, Rojava, donde se pusieron en marcha iniciativas vinculadas al confederalismo democrático. El triunfo sobre el ISIS amplió la zona kurda hacia territorios más amplios del Nordeste, generando un modelo alternativo que confronta directamente con las aspiraciones hegemónicas de Turquía sobre este territorio.
Desde que se inició la ofensiva israelí sobre Gaza, Erdogan ha venido clamando por la justicia para el pueblo palestino, denunciando los bombardeos sobre población civil o la destrucción de todas las infraestructuras educativas o sanitarias. Con el ruido de los acontecimientos en Gaza, logró imponer una guerra silenciosa contra Rojava consistente en bombardear todas las infraestructuras, impedir cualquier proceso de reconstrucción, asesinar a militantes, periodistas y otros individuos comprometidos con el proceso, hostigamiento permanente con drones contra las Unidades de Autodefensa Civil. En las últimas semanas las amenazas se centraron en la presa de Tishrin, infraestructura que abastece de agua y electricidad a buena parte de Siria, defendida por escudos humanos que fueron atacados desde el aire.
El desafío
La declaración de Ocalan era esperada desde hace varias semanas con
una creciente ansiedad por parte de un movimiento kurdo en el que el
culto a la personalidad sigue jugando un importante papel cohesionador
del movimiento. La lectura del documento, escenificada en Ankara, con
importantes concentraciones de masas en espacios públicos en
Amed/Diyarbakir y Van, con un itinerario previsto a Irak, supone todo un
desafío de cara al futuro del movimiento.
En lo que se refiere a los contenidos, Ocalan inserta el conflicto kurdo dentro del conjunto de grandes violencias del siglo veinte que tuvieron su repercusión sobre el suelo kurdo. Afirmando que la fundación y el rol asignado al PKK habría cumplido sus objetivos históricos y que ante una nueva época se necesitarían nuevos instrumentos políticos que permitan participar en el espacio democrático. Las referencias a la fraternidad entre turcos y kurdos forman parte de un pasado que se rompe como consecuencia de la llegada de la modernidad capitalista. La idea de estado-nación está obsoleta y hay que dejar abiertas las posibilidades de organizaciones democráticas, separadas de cada componente. Todo ello le lleva a asumir la responsabilidad histórica de llamar al PKK a que reúna su Congreso e inicie su proceso de disolución y desarme. En una adenda final al documento se señala que esa petición requiere en la práctica la existencia de una política democrática y una nueva legalidad.
Con esta declaración el movimiento kurdo logra los objetivos que se había marcado hace más de un año cuando inició la campaña mundial por la libertad de Ocalan. Fin del aislamiento y participación en la búsqueda de una solución política. Sin embargo, la realidad dice que el éxito es una lejana realidad. Conseguidas las peticiones esenciales, ahora toca gestionarlas y digerirlas. La declaración pública suscita muchas dudas, ofrece demasiados riesgos y puede abrir grietas en el conjunto del movimiento.
El rol hegemónico del PKK se ha plasmado en una dirección colegiada, pankurda, supranacional, la Unión de Comunidades del Kurdistán (KCK) donde se agrupan todas las entidades partidarias de la propuesta confederal. Sin embargo, la gestión de realidades políticamente diferenciadas se puede poner a prueba con el proceso negociador que se vislumbra. Presente en las cuatro partes de Kurdistán, su peso se concentra en Bakur (Turquía) y Rojava (Siria), siendo menor en Rohilat (Irán) y con serias dificultades en Basur (Irak). En Basur tiene que hacer frente a un movimiento de profundas raíces históricas vinculado al feudo urbano de Suleimaniye (donde ya se resistió a la dominación británica), y a nivel tribal y religioso tiene que hacer frente al clan Barzani que ha funcionado como dirección histórica del movimiento kurdo en Irak. Precisamente el factor iraquí ha funcionado siempre como una fuente generadora de conflictos intrakurdos: alianzas de los Barzani con los USA durante la Guerra Fría o con Turquía en la actualidad para lograr la supervivencia del GRK.
El bloque confederalista tiene que gestionar la realidad del
movimiento en Turquía, donde un proceso de negociación y democratización
debería conducir, supuestamente, a una integración en las instituciones
turcas y una normalización. Al mismo tiempo, debe dar una respuesta
inmediata a las necesidades que se plantean desde Siria donde se juegan
diariamente su propia existencia. Para la AANES, una petición de
desarme aparece como una seria amenaza a sus posibilidades de
supervivencia política, hostigada permanentemente por las milicias
islamistas impulsadas por Turquía o, directamente, por el propio
ejército turco. Parece inevitable la aparición de fisuras entre ambas
partes. De hecho, ya se han producido algunas declaraciones de
dirigentes de Rojava en las que se cuestiona la necesidad de vincular la
actuación de la AANES con la omnipresente imagen del líder kurdo
encarcelado. En la sesión del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP)
celebrada en Bruselas a mitad de febrero, no se vio ninguna imagen de
Ocalan. Un hecho que no puede pasar desapercibido a la luz del
protagonismo otorgado a su papel dirigente.
Todo esto nos lleva a la actualización de un viejo debate dentro del movimiento kurdo acerca de la existencia de un único proceso de liberación nacional o varios en función de las realidades existentes. Una o varias direcciones políticas. Las respuestas son complejas y arriesgadas. Hay una primera contradicción entre un movimiento tradicional, de base tribal, centrado en el norte de Irak pero con influencia y ramificaciones por el resto de Kurdistán, Líbano e incluso en Europa. El factor iraquí, que podríamos denominar tradicionalista, es una realidad difícil de soslayar. Ya creó numerosos conflictos y enfrentamientos intrakurdos que causaron cientos de víctimas y generaron profundas divisiones. El hecho de que históricamente el Partido Comunista de Irak (PCI) debatiera siempre sobre el rol del movimiento kurdo ofrece una idea de su importante implantación social.
Sin embargo, el PKK se reivindica de una tradición de izquierdas que tiene su origen en la experiencia política de la generación del 68 en Turquía. La búsqueda de soluciones al problema kurdo dio lugar también a propuestas enfrentadas, acalorados debates y algunos enfrentamientos trágicos. Algunas alternativas planteaban la necesidad de construir un estado kurdo que acabaría federándose con el estado turco. Esta propuesta, de orientación prosoviética, conducía a la formación de una alianza entre la fuerza libertadora kurda (PSKT) y el partido comunista oficial turco (TKP).
Otros plantearon los retos con un listón más elevado. Así, Rizgari que funcionaba como un círculo político, de elaboración de propuestas ideológicas, se pronunciaba por un proceso político único, con una dirección y un partido unificado. Un reto complicado que resultó frustrado por la represión tras el golpe militar de 1980. Por su parte, el PKK surgió con la idea de luchar por un Kurdistán unificado e independiente con una ideología, métodos y estrategia enfrentados al movimiento iraquí aunque ha terminado aceptando la idea de que cada parte de Kurdistán tendrá su propio proceso para posteriormente federarse.
Estos debates se actualizan ahora porque mantener una evolución en paralelo, no contradictoria, entre el movimiento en Rojava/Siria y Bakur/Turquía se antoja como una complicada propuesta.
¿Cambiará Turquía?
Quizás el elemento que más llame la atención en estos momentos sea
la actitud de Turquía, partiendo de la base de que los primeros
movimientos se están produciendo entre un Ocalan encarcelado y sometido a
duras restricciones y un partido turco en la oposición, el MHP,
tradicionalmente ultranacionalista al que se acusó en su día de formar
las milicias fascistas de los Lobos Grises. Su actual dirigente
Devlet Bahceli lleva años alejándose de las posiciones violentas de
décadas pasadas pero de ahí a ser quien impulse los contactos con un
Ocalan para el que pedían la aplicación de la pena de muerte hace
veinticinco años, hay un largo trecho.
La reacción de Ocalan ha sido la de pedir al MHP que lleve el debate sobre un acuerdo político al Parlamento turco y que sea allí donde se busque una solución que permita el encaje de la propuesta turca. Hay quienes señalan la puesta en marcha de una maniobra de largo alcance que buscaría bloquear en el Parlamento una posible reelección de Erdogan que, para hacerla posible, necesitaría de una reforma constitucional. En las últimas elecciones presidenciales (2023) el movimiento kurdo llegó a acuerdos tácticos con los kemalistas del CHP, también opuestos al reconocimiento kurdo, pero no era fácil imaginar una posible convergencia con el dirigente que pasa por ser el modernizador del partido fascista tradicional.
Lo cierto es que todos estos movimientos se están produciendo con el visto bueno de Erdogan porque nada se mueve en el país sin su acuerdo previo. No existen muchos datos que indiquen una cierta debilidad, por coyuntural que pueda ser, de Turquía. Por el contrario, con el final de la guerra en Siria, las pretensiones hegemónicas sobre el país vecino se incrementan. Del mismo modo, nada se podrá decidir en Siria sin contar con Erdogan que cuenta con diferentes cartas bajo la manga en forma de facciones islamistas de las que puede esperar un grado mayor o menor de lealtad política, al menos en una primera fase hasta que se retome el proceso de reconstrucción de un país devastado.
Será muy difícil hablar de una negociación en marcha mientras se mantengan los niveles actuales de represión. Más de diez mil personas permanecen encarceladas, algunas en muy duras condiciones de aislamiento, por delitos relacionados con opiniones políticas. Del mismo modo, mantener la política de disolver instituciones democráticas para sustituirlas por gestoras nominadas desde el poder aparece como una burla al conjunto del sistema democrático.
Igualmente será imposible hablar de procesos de paz mientras se mantenga el hostigamiento y asesinatos selectivos contra objetivos como periodistas o dirigentes locales en Rojava, su guerra contra las mujeres que se implican en la participación política y social. No será fácil intentar convencer a la población kurda de Turquía de la buena voluntad para normalizar la situación en Turquía mientras se fomenta la destrucción con drones y bombardeos sobre los kurdos que viven en Siria.
Aislar a la AANES y evitar su participación en el diseño de la nueva Siria, en el que Turquía puede tener influencia e incluso llegar a poder vetar propuestas que no le satisfagan, es otro elemento que incapacita a Erdogan para conducir este incipiente proceso de negociación salvo que se trate de una maniobra programada para poner a prueba la cohesión del movimiento con el objetivo de dividirlo en este momento en el que el horizonte de Oriente medio parece llamado a ofrecer nuevas sacudidas políticas."
(Tino Brugos , Viento Sur, 28/Feb/2025)
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