7.4.25

¿Trump promueve una estafa que lleva a cabo delante de nuestras narices? Desde luego, la irrupción de la familia Trump en el mundo de las criptomonedas, en el que han introducido unas monedas meme que son una invitación descarada al soborno, apoya esta interpretación... Veamos una explicación alternativa... Estados Unidos abandonó su proyecto de promover el libre comercio mundial ya en las elecciones de 2016, cuando tanto Donald Trump como Hillary Clinton criticaron en campaña el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica... El hecho de que los dos partidos adopten políticas proteccionistas está relacionado con el papel global del dólar en el fomento de los desequilibrios comerciales estructurales... Los exportadores netos actuales de la Unión Europea, Asia y el Golfo ingresan unos dólares que sus economías no pueden absorber, porque eso subiría los salarios y los precios y dañaría su competitividad. Los dólares obtenidos son pasivos para los bancos locales; y la forma más fácil de convertirlos en activos es comprar deuda pública de Estados Unidos y por tanto, en la práctica, devolverle efectivo para que pueda seguir comprando exportaciones... durante los últimos 40 años, Estados Unidos ha importado prácticamente todo lo que ha querido a base de emitir pagarés digitales que devengan un interés del 2%... ¿Por qué va a querer Estados Unidos terminar con esta situación aparentemente mágica? Estados Unidos se beneficia de la entrada ilimitada de bienes extranjeros baratos, pero a costa de vaciar su propia capacidad industrial. En 1975, las tres mayores empresas norteamericanas eran Exxon, General Motors y Ford; en 2025, son Walmart, Amazon y Home Depot. Las primeras fabricaban bienes comerciables, mientras que las últimas se dedican, en general, a vender productos importados... muchos dirigentes de los dos partidos estadounidenses han empezado a pensar que el “privilegio exorbitante” del dólar es más bien un lastre exorbitante. Ambos quieren fomentar la producción nacional para “reequilibrar” la economía, lo que implica un ajuste forzoso de los exportadores extranjeros para reducir su demanda de dólares... En ese mundo reequilibrado harían falta menos dólares. Es indudable que el fin del sistema actual supondrá un inmenso trastorno y que es posible que la reindustrialización de Estados Unidos sea un espejismo. Pero es importante recordar que los dos partidos lo consideran necesario. El reequilibrio comenzó antes de que apareciera Trump y lo impulsan unas fuerzas que tal vez lo sobrevivan (Mark Blyth)

 "Ahora que el Gobierno de Trump ha decidido imponer unos aranceles demenciales al resto del mundo, muchos comentaristas están preocupados por el problema que supone el sanewashing, el intento de encontrar motivos racionales para unas políticas que no los tienen. Dicen que empeñarse en buscar una explicación detallada e ingenua desvía la atención de la estafa que están llevando a cabo delante de nuestras narices. Desde luego, la irrupción de la familia Trump en el mundo de las criptomonedas, en el que han introducido unas monedas meme que son una invitación descarada al soborno, apoya esta interpretación. ¿Pero es esta la única conclusión que se puede sacar, o quizá está pasando otra cosa?

Vamos a contemplar una explicación alternativa.

Estados Unidos abandonó su proyecto de promover el libre comercio mundial ya en las elecciones de 2016, cuando tanto Donald Trump como Hillary Clinton criticaron en campaña el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. En su primer mandato, Trump impuso aranceles a los productos procedentes de China y otros países, muchos de los cuales se mantuvieron o incluso ampliaron durante la presidencia de Joe Biden. Una de las políticas emblemáticas de este último, la Ley de Reducción de la Inflación, fue un intento de promover la reindustrialización de Estados Unidos en sectores verdes, que ya estaban protegidos por los aranceles de Trump, pero a los que se adjudicarían subvenciones. En teoría, estos aranceles recientes de Trump también pretenden impulsar la reindustrialización, aunque en sectores más emisores de carbono. En definitiva, no parece que el libre comercio forme parte de las prioridades ni de los republicanos ni de los demócratas.

El hecho de que los dos partidos adopten políticas proteccionistas está relacionado con el papel global del dólar en el fomento de los desequilibrios comerciales estructurales. Como observó John Maynard Keynes en 1944, todos los países, si se les dejase, preferirían ser exportadores netos que importadores netos. Los exportadores netos actuales de la Unión Europea, Asia y el Golfo ingresan unos dólares que sus economías no pueden absorber, porque eso subiría los salarios y los precios y dañaría su competitividad. Los dólares obtenidos son pasivos para los bancos locales; y la forma más fácil de convertirlos en activos es comprar deuda pública de Estados Unidos y por tanto, en la práctica, devolverle efectivo para que pueda seguir comprando exportaciones.

Así es como, durante los últimos 40 años, Estados Unidos ha importado prácticamente todo lo que ha querido a base de emitir pagarés digitales que devengan un interés del 2% y no se canjean jamás, porque los bonos del Tesoro son el vehículo de ahorro de confianza de esos mismos exportadores. Una de las consecuencias es que EE UU no tiene ninguna restricción en cuenta corriente.

¿Por qué va a querer Estados Unidos terminar con esta situación aparentemente mágica? Porque, como sostienen Matthew Klein y Michael Pettis, saltarse las restricciones de la cuenta corriente tiene costes a largo plazo. Los países que son exportadores netos acumulan enormes superávits a costa de perjudicar las inversiones y los salarios nacionales, lo que debilita su economía, mientras que Estados Unidos se beneficia de la entrada ilimitada de bienes extranjeros baratos, pero a costa de vaciar su propia capacidad industrial. En 1975, las tres mayores empresas norteamericanas eran Exxon, General Motors y Ford; en 2025, son Walmart, Amazon y Home Depot. Las primeras fabricaban bienes comerciables, mientras que las últimas se dedican, en general, a vender productos importados.

Vistos estos efectos a largo plazo, muchos dirigentes de los dos partidos estadounidenses han empezado a pensar que el “privilegio exorbitante” del dólar es más bien un lastre exorbitante. Ambos quieren fomentar la producción nacional para “reequilibrar” la economía, lo que implica un ajuste forzoso de los exportadores extranjeros para reducir su demanda de dólares.

¿Por qué no lo dicen a las claras? Probablemente porque hablar de que otros países “nos estafan” resulta más convincente para las bases que los argumentos sobre aspectos tan sutiles de la política comercial. Además, el hecho de que el Gobierno de Trump carezca de un plan integral para reequilibrar el orden mundial no significa que no se esté produciendo ya esa reordenación.

Al fin y al cabo, el motor exportador de Alemania ya estaba renqueando desde antes de la pandemia. Su reciente relajación del “freno de deuda” (un límite constitucional a los déficits estructurales) y su apuesta por las inversiones indican que ya se está produciendo un reequilibrio para dar más peso al consumo interno. El aumento del gasto en defensa de la UE debido a las medidas de Trump reforzará esta tendencia y la perspectiva de una zona euro más centrada en el consumo ofrecerá a los inversores de todo el mundo una alternativa viable al dólar.

China, por su parte, parece haberse dado cuenta de que inundar el resto del mundo con exportaciones del sector verde (vehículos eléctricos, paneles solares, etcétera) tiene un límite. Ya se ha diversificado para no depender tanto del mercado estadounidense, lo cual ha aumentado la necesidad de más consumo interno. Mientras tanto, los demás países exportadores de Asia parecen dispuestos a instalarse en Estados Unidos para conservar el acceso a su mercado.

En ese mundo reequilibrado harían falta menos dólares. Es indudable que el fin del sistema actual supondrá un inmenso trastorno y que es posible que la reindustrialización de Estados Unidos sea un espejismo. Pero es importante recordar que los dos partidos lo consideran necesario. El reequilibrio comenzó antes de que apareciera Trump y lo impulsan unas fuerzas que tal vez lo sobrevivan."

(Mark Blyth , Universidad de Brown, El País, 06/04/25)

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