5.4.25

El gobierno de EEUU pretende reindustrializar su economía y por eso, atraer capitales productivos a su territorio... desafía al conjunto del capitalismo a una reestructuración y relocalización de la producción mundial... que aquellos que hoy venden producción extranjera en territorio estadounidense, radiquen allí sus plantas, con expectativas de generación de empleos y salarios para millones de trabajadores. Obviamente, los jefes del capitalismo europeo, japonés o de cualquier país, rechazan esa propuesta... y generan reactivos, subsidiando a los capitales insertos en sus territorios... Si la globalización terminó favoreciendo a China, la política proteccionista de suba de aranceles puede ampliar el lugar de este organizador mundial contemporáneo de la producción y circulación mundial de bienes y servicios... Trump lidera un rediseño del funcionamiento del capitalismo estadounidense, con importante consenso institucional y una base de consenso social sustentada en el descontento de trabajadores y trabajadoras que han visto deteriorare su calidad de ingresos y de vida bajo imperio de la política tradicional de Demócratas y Republicanos... Es una expresión similar a la de otros procesos que en el mundo optan por personajes y propuestas de ultraderecha, con planteos simplistas y acelerados de reivindicación de la demanda de millones de personas afectadas por las formas de gestión del capitalismo en las últimas décadas... pero el horizonte previsible es la suba de precios y la mayor desaceleración, incluso recesión, de la economía estadounidense y mundial (Julio C. Gambina)

 "Las bolsas del mundo en caída expresan la incertidumbre de la economía mundial ante los anuncios de elevación generalizada de los aranceles a las importaciones de EEUU, anunciadas en estos días por Donald Trump bajo el pomposo eslogan de la libertad y la independencia del país del norte. El horizonte previsible es la suba de precios y la mayor desaceleración, incluso recesión, de la economía estadounidense y mundial.

El gobierno de EEUU pretende reindustrializar su economía y por eso, atraer capitales productivos a su territorio. No se trata solo del retorno de las corporaciones yanquis que invirtieron en países emergentes en el último medio siglo, especialmente en China. Lo que pretende Trump es que aquellos que hoy venden producción extranjera en territorio estadounidense, radiquen allí sus plantas, con expectativas de generación de empleos y salarios para millones de trabajadoras/es. Obviamente, los jefes del capitalismo europeo, japonés o de cualquier país, rechazan esa propuesta y generan reactivos, no solo subiendo sus aranceles en contra de las importaciones estadounidenses, sino subsidiando a los capitales insertos en sus territorios.

Desde el imaginario de la economía de Trump, se pretende terminar con el ciclo de expansión aperturista, de libre circulación de mercancías, servicios y capitales, en tanto paradigma teórico y político del capitalismo a la salida de la crisis mundial de los 60/70. La crisis del 2007/09 inició el proceso de crisis mundial de esa apuesta liberalizadora, que se desplegó con fuerza por casi medio siglo, y que ahora, demanda una reestructuración del orden capitalista.

¿Es el fin de la mundialización tal como se concibió en el último medio siglo? Es lo que aparece a primera vista. En todo caso, la respuesta es una remodelación de los circuitos de valorización del capital, de relocalización productiva y muy especialmente del comercio, con extensión a la demanda financiera y las necesidades de nuevas referencias dinerarias del valor.

La lectura que se hace desde el gobierno en Washington es que esa liberalización extendida entre 1980 y 2020, le hizo perder relevancia a EEUU en el proceso de decisión sobre la producción y circulación capitalista. Se estima que el ganador de la “globalización liberalizadora” fue China y subsidiariamente otros países, caso de la India, por ejemplo.

Es que la dinámica de valorización mundial del capital tuvo como eje el traslado desde Occidente, principalmente desde EEUU, a Oriente de las principales inversiones productivas.

Así, China, con el 1% de la producción mundial a comienzos del siglo, hoy representa un 17% y en expansión, constituyéndose en la fábrica del mundo. China no solo atrajo capitales para la producción y reproducción a escala local y mundial, sino que amplió el papel en la circulación global, facilitada por su incorporación a la OMC y a las reglas liberalizadoras impuestas por las potencias hegemónicas en el sistema mundial. De una posición marginal a fines del siglo XX, en la actualidad, el gigante asiático explica el 12% del comercio mundial, contra un 10% de EEUU.

El proteccionismo estadounidense puede ser un punto más a favor de la ampliación del papel de China en la producción y circulación mundial del capital. Si la globalización terminó favoreciendo a China, la política proteccionista de suba de aranceles puede ampliar el lugar de organizador mundial contemporáneo de la producción y circulación mundial de bienes y servicios.

La Revista especializada londinense The Economist coloca en tapa a Trump serruchando las fronteras de un mapa de EEUU, señalando el proteccionismo y el cierre fronterizo a la circulación de mercancías con la suba de aranceles. The Wall Street Journal califica a esta guerra comercial como “la más estúpida de la historia”. La mayoría de la prensa mundial, que por décadas levantó loas al “libre comercio” no termina de asimilar la iniciativa arancelaria de Trump, quien intenta desafiar la crisis contemporánea del capitalismo bajo liderazgo de Washington.

-* No es novedad la ofensiva de Trump

Trump instaló bajo su primera gestión, en 2016, el fenómeno de las sanciones unilaterales, especialmente contra China y cualquier intento de pronunciamiento de organización socio económica contra el capitalismo, por eso las sanciones se profundizaron contra Cuba y se extendieron al marco de asociados con el enemigo principal, China, que disputa el mando de la producción y circulación de capitales en el mundo.

Ahora, bajo el segundo mandato, la confrontación no es solo contra China y asociados, sino contra todos los países del mundo, especialmente Europa y sus vecinos americanos, Canadá y México, por lo que desafía al conjunto del capitalismo a una reestructuración y relocalización de la producción mundial. El tema se anticipó con los anuncios de apropiación de Groenlandia o el Canal de Panamá, como el desafío hacia Canadá para subordinarse a EEUU, incluso la re-nominación del Golfo de México.

Trump lidera un rediseño del funcionamiento del capitalismo estadounidense, con importante consenso institucional y una base de consenso social sustentada en el descontento de trabajadores y trabajadoras que han visto deteriorare su calidad de ingresos y de vida bajo imperio de la política tradicional de Demócratas y Republicanos. Por eso, la expectativa en el extraño personaje que emergió desde fuera de la tradición política estadounidense, aun cuando hoy lidera al Partido Republicano.

Es una expresión similar a la de otros procesos que en el mundo optan por personajes y propuestas de ultraderecha, con planteos simplistas y acelerados de reivindicación de la demanda de millones de personas afectadas por las formas de gestión del capitalismo en las últimas décadas.

Hace tiempo que el capitalismo dejó las reformas sociales, con las cuales competía al proyecto socialista mientras este sostuvo la bipolaridad del sistema mundial entre 1945 y 1991.

El derrumbe de la URSS facilitó la ofensiva del capital en contra del trabajo y desplegó un conjunto de iniciativas de supresión, disminución y anulación de históricas conquistas sociales, concedidas ante la lucha y el conflicto que tenía detrás la amenaza del comunismo, más allá de cualquier valoración que se haga del “socialismo real” en el este de Europa, o de otros países que enuncian su propósito por el “socialismo” y el “comunismo”.

La ultraderecha crece en el mundo ante la insatisfacción social a las promesas del liberalismo “neo” emergente con la liberalización de la economía y desplegado en los 80/90 de Siglo pasado, acelerado con la debacle del Este europeo.

Esa insatisfacción social no quiere volver hacia paradigmas previos, y en la renovación política buscada, encuentra la audacia propositiva de la ultraderecha, alentada por medios y redes sociales que instalan un imaginario de soluciones estimuladas por el “merito individual”. A eso se suma una campaña ideológica propagandística sobre valores “Occidentales” que atrasan ante la relocalización del mando de la producción y la circulación global del capital.

Lo nuevo aparece vestido de derecha, de ultraderecha, contra las normas construidas en décadas de lucha de clases, que, bajo la preeminencia de la propiedad privada de los principales medios de producción, encontraron lugar y formas de establecer derechos económicos, sociales y culturales que en lo económico restringen la capacidad de producir y acumular plusvalía al capital concentrado.

Trump y otros ultraderechistas en los gobiernos, caso de Milei en Argentina, es el corolario de una ofensiva iniciada con la violencia del terrorismo de Estado con las dictaduras genocidas del Cono Sur, a comienzos de los 70. Por eso, si la ofensiva tuvo un sentido contrarrevolucionario, el sueño de nuestro tiempo apunta a crear condiciones de acumulación de poder popular para reinstalar un proyecto político social y cultural por la revolución." (Julio C. Gambina , CADTM, 05/04/25)

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