"Estados Unidos no negocia: ordena
Donald Trump ha empezado su segundo mandato como presidente de EEUU con todo el poder de la primera potencia mundial en sus manos. Un partido que le respalda sin fisuras, mayoría en las dos cámaras legislativas, y un Tribunal Supremo favorable. Lo está usando para imponer su voluntad, a veces errática, siempre arbitraria, sin consideración a ningún límite político, legal, o ético, tanto en el interior de su país donde la democracia está claramente amenazada -es un problema que deben afrontar los estadounidenses-, como en el resto del mundo. En lo que respecta a la Unión Europea, hacia la que siempre ha mostrado una hostilidad irracional, ha conseguido someterla, en apenas seis meses, a tres chantajes: militar, económico y político, que la debilitan sustancialmente, asfixian su incipiente proyecto de autonomía estratégica, y amenazan gravemente su proyecto de integración, e incluso su modelo social.
El primero de estos chantajes ha sido la exigencia de que todos los aliados europeos de la OTAN -23 de los 27 miembros de la UE- eleven hasta 2035 su presupuesto de defensa al 5% de su Producto Interior Bruto, bajo la amenaza de retirar su apoyo militar a Europa, lo que ha causado pavor en algunos de los países europeos por la evidencia de que Europa no está aún en condiciones de defenderse a sí misma -precisamente porque siempre ha confiado en EEUU- y ante la sobredimensionada amenaza de Rusia como consecuencia de su agresión a Ucrania. Por supuesto, EEUU no se va a retirar de Europa en ningún caso, por su propio interés, y para disuadir a Rusia no hace falta aumentar los presupuestos militares en un solo euro, bastaría una declaración de Trump diciendo que declararía la guerra a Rusia el mismo día que atacara a un miembro de la OTAN. Pero ese no es su problema. Él no cree que Rusia, con la que intenta alcanzar un acuerdo estratégico, vaya a atacar a la OTAN o la UE. Simplemente opina que los países europeos deben pagar para compensar lo que EEUU ha gastado antes en la defensa de Europa, y sabe que ese aumento revertirá en su mayoría en la industria militar estadounidense, en detrimento del desarrollo de la europea que no está en condiciones de absorberlo. A pesar de ello, todos los países europeos, con la honrosa excepción del presidente del Gobierno español, han acatado la orden, muy lesiva para su política económica, incluso los que no tienen posibilidades o voluntad de cumplirla.
El segundo chantaje, de carácter económico, se escenificó en un terreno muy poco neutral, el campo de golf de Turnberry, propiedad de Trump, en Escocia, el día 27 de julio. Allí, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con una actitud obsequiosa y halagadora hacia su anfitrión, aceptó la imposición unilateral de un arancel general del 15% a los productos europeos que se exporten a EEUU, contra un arancel cero por parte europea a los productos estadounidenses, ante la amenaza de que ese arancel fuera del 30%. Un gravamen arbitrario que evidencia un claro abuso de poder por parte de Trump, y una cesión incomprensible e inaceptable de la UE, que demuestra su debilidad y su desunión ante la presión de Trump. Un acuerdo muy lamentable, lesivo para la economía europea, pero también humillante en la forma y en el fondo. No solo estaba en juego una cierta cantidad de dinero, sino la integridad y la dignidad de Europa.
La justificación de von der Leyen es que así se ha evitado una guerra comercial. No es cierto. Una guerra consiste en un conjunto de acciones coordinadas, del tipo que sean, para imponer la voluntad propia a la del adversario, y eso es lo que ha pasado aquí. Trump ha realizado un primer asalto, imponiendo aranceles unilaterales del 50% al acero y el aluminio europeos y amenazando con un 30% a todos los bienes exportados a EEUU, y la UE se ha doblegado a cambio de una rebaja. Una rebaja sobre algo injusto y arbitrario es igual de ignominiosa que la amenaza original. Von der Leyen no ha evitado una guerra que ya había comenzado, lo que ha hecho es rendirse y perderla sin pelear, aceptar dócilmente el diktat de Trump, dejando a la UE en una posición de debilidad y sometimiento que solo augura más y mayores agresiones o coacciones futuras.
Tampoco ha evitado que la confrontación fuera mayor. Difícilmente puede ser mayor, cuando las condiciones impuestas a la UE son absolutamente leoninas. Aunque parezca increíble, la fijación de los aranceles a los productos europeos en solo un 15%, respecto al 30% que Trump había decidido arbitrariamente, no ha sido tampoco gratis. La UE ha tenido que aceptar otros compromisos adicionales, aún más gravosos que los propios aranceles: compra de energía estadounidense por valor de 750.000 millones de dólares en tres años - sobre todo GLP- y otros 600.000 millones en inversiones en EEUU -probablemente en armamento y sistemas militares-. Se supone que lo que se trataba de evitar con la capitulación europea es que la guerra comercial escalara sin límites, pues como la UE tiene un superávit en el intercambio de bienes con EEUU de 235.600 millones de dólares, si se llegara al bloqueo comercial total perdería esa ventaja. Pero hay que contar que en el intercambio de servicios -sobre todo digitales- la UE tiene un déficit de 148.000 millones, con lo que la balanza real es de 87.600 millones a favor de la UE. Conclusión: para salvar 87.000 millones, que serán muchos menos con los aranceles impuestos, la UE se ha comprometido a gastar 1,35 billones en EEUU, en detrimento de la inversión interna, del desarrollo tecnológico propio, de su industria, y en lo que se refiere a la compra de energía, del impulso a las energías renovables que necesita la política medioambiental europea. Un negocio redondo.
Pero la historia no ha terminado. Trump ha declarado que, si esa inversión de 600.000 millones no se hace efectiva a tiempo, volverá a subir los aranceles, no ya al 30%, sino al 35%, se ve que hay una penalización del 5% por lucro cesante. Además, ya ha anunciado aranceles especiales a la industria farmacéutica que podrían llegar al 250% (!) y no se puede descartar que aparezcan otros a productos específicos que él considere, con su superior criterio, que no deben incluirse en la tarifa general del 15%. No conocemos todos los detalles del acuerdo, pero es probable que EEUU esté presionando para que la UE levante las restricciones a productos alimentarios de ese país que no cumplen las condiciones sanitarias exigidas en Europa, y para que se abstenga de sancionar a las grandes tecnológicas estadounidenses, o de controlar sus contenidos. Los que esperaban que el sometimiento europeo calmara al ogro naranja, los que argüían que la ventaja de la cesión era que traería previsibilidad y certidumbre, incluida von der Leyen, se van a llevar una gran decepción. Es sabido que, si te sometes a un matón, si no le pones límites, él se crecerá y seguirá abusando ti.
Había que plantar cara. Podía hacerse, no se ha hecho y según todos los indicios es un grave error, que tal vez podría corregirse aún en el futuro si la presión de Trump no cesa. La UE tiene los medios y las herramientas para hacerlo. La Comisión tenía una lista de medidas arancelarias que costarían a EEUU 93.000 millones de euros. Las grandes tecnológicas estadounidenses, que están ganando sumas astronómicas en Europa, pueden ser sometidas a impuestos más elevados y a controles más estrictos. Y, sobre todo, tiene una bala de plata, el Instrumento contra la Coerción Económica, que encaja como un guante en el contencioso con EEUU, y que permitiría medidas tan efectivas como imponer restricciones a las empresas estadounidenses para acceder a los mercados europeos, o a las licitaciones públicas. Además, en el límite, un bloqueo comercial total perjudicaría más a EEUU -que perdería 1,3 billones de inversión-, que a Europa.
¿Por qué no se ha hecho? ¿Por qué la tercera potencia económica del mundo se rinde sin más ante una imposición unilateral e injusta de Trump? ¿Qué habría pasado si la presidenta de la Comisión hubiera planteado que la inversión europea de 1,3 billones solo sería posible en un escenario de aranceles recíprocos equivalentes, y no se hubiera movido de ahí? ¿Por qué el mundo entero se somete a la voluntad de EEUU, cuyo PIB apenas llega a la cuarta parte del mundial y es muy inferior a la suma de los de la UE y China? ¿Qué pasaría si la UE, Reino Unido, Canadá, México, Brasil, India y China, se pusieran de acuerdo en imponer aranceles del 100% a EEUU y adoptar entre ellos una política de aranceles cero? No parece imposible, considerando que todos ganarían.
Pero no se ha intentado nada, y es difícil de entender. En Europa, el problema es la falta de voluntad política, seguramente impulsada por el miedo. Miedo a romper los lazos trasatlánticos después de ocho décadas, miedo a un escenario económico incierto, a la inestabilidad que la falta de un protector externo produciría en una Unión aún muy frágil e inmadura. Miedo a que EEUU abandone militarmente a Europa en represalia, y aquí volvemos al primero de los chantajes. Y también, probablemente, por intereses políticos y económicos de ciertos gobiernos y sectores sociales de la derecha europea, que es la que en estos momentos tiene el poder en las instituciones comunitarias y en los gobiernos de los principales Estados miembros, y que en su mayoría prefiere el dominio de EEUU a una autonomía que tal vez tuviera dificultades para controlar.
Finalmente, el sometimiento militar y económico conduce inevitablemente a un sometimiento político, y ese es el tercer chantaje que cierra el círculo. Trump no oculta que utiliza su poder económico -y detrás, en la sombra, su poder militar - para imponer su ideología en todos los lugares del mundo en los que detecta una oportunidad, y cree que puede hacerlo impunemente. Impone a Brasil aranceles del 50% para presionar en favor de su amigo, el expresidente Bolsonaro, juzgado por conspirar para un golpe de estado. Sube los aranceles a Canadá hasta el 35% porque su gobierno anuncia que reconocerá al Estado Palestino. Apoya a Milei, a Bukele, a Netanyahu, a cualquier dirigente o partido de extrema derecha, siempre en contra de todo lo que huela a las políticas sociales que ha destruido en EEUU y pretende anular en todo el mundo.
Europa ha estado sometida políticamente a EEUU desde la segunda guerra mundial, pero ahora, con la administración Trump, la presión se intensifica. Desde la intervención del vicepresidente J.D. Vance en la Conferencia de Seguridad de Múnich, criticando duramente el sistema democrático europeo, pasando por el apoyo directo de Elon Musk a Alternativa para Alemania en las últimas elecciones, hasta el propio presidente advirtiendo a los europeos que, si no frenan la emigración, Europa será destruida. Siempre dando argumentos a la ultraderecha, a los nacionalistas, a los que quieren socavar el proyecto europeo que tanto odia. La propia exigencia de aumentar el gasto militar hasta el 5% del PIB aboca a la destrucción del estado de bienestar europeo que le molesta como modelo. Mark Rutte, Secretario General de la OTAN y lacayo servil de Trump, afirmó, en diciembre de 2024, que los ciudadanos de los Estados miembros de la OTAN deben “aceptar hacer sacrificios”, como recortes en pensiones, sanidad y sistemas de seguridad social, para aumentar el gasto en Defensa. Ya no es solo un chantaje militar y económico, se trata de imponernos un modelo político-social contrario a un sistema que ha sido respaldado democráticamente por los europeos.
¿Queremos ser colonias de un imperio decadente dirigido por un individuo narcisista, sin escrúpulos, de tendencias fascistoides? Europa pierde su alma a chorros, cuando acata sin críticas los dictados de Trump, cuando se lanza a un rearme desmesurado en detrimento de programas sociales, cuando acepta en silencio -o incluso es cómplice- del genocidio de los palestinos, cuando trata a los emigrantes como delincuentes, cuando cría en su seno millones de ultraderechistas xenófobos, nacionalistas y violentos. Esta no es la Europa que apuntaba la esperanza de un mundo mejor, no es la Europa que queremos. Sin su alma, no es más que una zona de libre comercio que solo sirve a los intereses de los poderosos ¿Cuándo nos hemos perdido?
Los europeos estamos siendo humillados y ofendidos por la prepotencia de Trump y la pasividad, cuando no la aquiescencia, de los dirigentes europeos. Rutte y von der Leyen no actúan por su cuenta, son epígonos de los Merz, Macron, Meloni…y siguen sus instrucciones. No nos los merecemos. Necesitamos líderes capaces de recuperar la autoestima europea y de enfrentarse al dictador estadounidense en defensa de nuestros valores e intereses. Necesitamos revivir esa Europa defensora de los derechos humanos, social, solidaria, pacífica, esa Europa humanista de la que podamos de nuevo sentirnos orgullosos, y en la que podamos vivir seguros y libres. La alternativa es el sometimiento a Trump y a la extrema derecha, el declive de la democracia, el odio, la fractura social, la violencia. No podemos permitirlo, Hay que hablar, hay que gritar, hay que resistir."
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