"Mientras Israel e Irán intercambian ataques con misiles tras la gran ofensiva lanzada por Israel la semana pasada, el presidente estadounidense Trump ha propuesto un intervalo de dos semanas para negociar un acuerdo de rendición con Irán o unirse al ataque contra Irán con sus propios bombardeos. El pueblo iraní está sufriendo mucho por los bombardeos, pero esto solo añade otra dimensión horrible a la crisis económica del propio Irán y al largo sufrimiento de su pueblo.
En las últimas dos décadas, los resultados económicos de Irán revelan un patrón de declive persistente. Según el informe Perspectivas de la economía mundial publicado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en octubre de 2024, el producto interior bruto (PIB) nominal de Irán se estimaba en aproximadamente 434 000 millones de dólares. Dada una población de casi 90 millones de habitantes, la renta per cápita es muy baja, ocupando el puesto 117 en el mundo.
La inflación anual se sitúa actualmente en torno al 40 %, con un aumento vertiginoso del precio de los alimentos y la escasez de productos de primera necesidad. Aproximadamente el 33 % de las y los iraníes vive por debajo del umbral oficial de la pobreza. La tasa de desempleo juvenil se acerca al 20 %, y la mitad de los hombres de entre 25 y 40 años están desempleados y no buscan activamente trabajo. Durante las dos últimas décadas, uno de los problemas estructurales más acuciantes de Irán ha sido su incapacidad para generar suficientes oportunidades de empleo, a pesar de su población joven y en crecimiento. Millones de jóvenes con título universitario siguen excluidos del mercado laboral por falta de trabajo.
En el último año, en un país con abundantes reservas de combustibles fósiles, el país se ha enfrentado a una grave crisis energética, con un déficit eléctrico del 50 % de su capacidad total de generación, lo que ha provocado pérdidas de producción estimadas entre el 30 % y el 40 %. El agotamiento de los recursos hídricos ha provocado que los principales embalses que abastecen a Teherán hayan alcanzado niveles críticamente bajos, con solo el 7 % de su capacidad total.
¿Cómo ha podido la economía iraní llegar a niveles tan bajos en un país con tantos recursos naturales y una mano de obra relativamente cualificada? La respuesta es doble: en primer lugar, es el resultado de los fracasos de sucesivos regímenes corruptos, empezando por el golpe de Estado de la CIA en 1953 contra el primer ministro electo de Irán, Mohammad Mossadegh, para instalar la dinastía proimperialista de los Pahlavi bajo el Sah, que gobernó como monarca absoluto durante dos décadas; y luego la revolución iraní de 1979, que finalmente instauró una autocracia clerical apoyada por una élite militar que posee y controla gran parte de la economía.
La segunda razón son los esfuerzos incesantes de las potencias imperialistas que solían gobernar Persia, decididas a debilitar y estrangular el desarrollo económico independiente, primero mediante el golpe de 1953 y luego con sanciones masivas a las exportaciones de Irán y el bloqueo de cualquier inversión y tecnología extranjera. Con la excusa de que los mulá financian y apoyan a fuerzas guerrilleras religiosas como Hamás en Palestina y Hezbolá en el Líbano, y al gobierno chií de Assad (ahora derrocado) en Siria, las potencias occidentales han hecho todo lo posible por debilitar y destruir el nivel de vida del pueblo iraní. La pérdida de ingresos por las sanciones se estima en un total de 12 billones de dólares en los últimos 12 años de sanciones. Ahora, Israel y Occidente buscan destruir el gobierno, las ciudades y la infraestructura del país e imponer un cambio de régimen.
Debido a esto, Irán es un Estado capitalista fallido. Con el 10 % de las reservas verificadas de petróleo del mundo y el 15 % de sus reservas de gas, Irán podría ser una superpotencia energética como Arabia Saudita. Pero debido a que tiene un régimen en el poder que es anatema para Israel, los jeques suníes y Occidente, no se le ha permitido desarrollarse. El fracaso tanto del régimen del Sah como del de los mulá queda patente en la evolución de la rentabilidad del capital iraní a lo largo de las últimas décadas. La crisis económica mundial de la década de 1970 provocó una fuerte caída de rentabilidad, sentando las bases económicas para el fracaso de la dinastía Pahlavi y su derrocamiento.
Sin embargo, los mulá no pudieron cambiar la situación hasta la subida del precio del petróleo a finales de la década de 1990.
Este auge de las materias primas llegó a su fin en la década de 2010 y la rentabilidad volvió a caer.
La economía iraní se expandió desde un nivel muy bajo en la edad de oro del crecimiento de la década de 1960, pero a finales de la década de 1970 la economía se hundió bajo el régimen del Sah. La situación no mejoró durante el tumultuoso periodo de los años 80 bajo el régimen de los mulá, cuando se instalaron los bajos precios del petróleo. El crecimiento repuntó ligeramente en la década de 2000 con el aumento de los precios del petróleo. Pero desde 2010, con la caida de los precios del petróleo y el aumento de las sanciones, se ha producido un estancamiento.
Los ingresos del petróleo representan alrededor del 18 % del PIB y el sector de los hidrocarburos proporciona el 60 % de los ingresos del Gobierno y el 80 % del valor total anual de las exportaciones e ingresos en divisas. Por lo tanto, todo depende del precio del petróleo: la variación de 1 dólar en el precio del crudo en el mercado internacional supone una variación de 1000 millones de dólares en los ingresos petroleros de Irán. A pesar de las sanciones y la falta de inversiones, Irán consigue exportar alrededor de 1,5 millones de barriles de crudo al día y otro millón al día en productos petrolíferos.
Pero estos ingresos son absorbidos por las exigencias de los mulá y los militares. Los presupuestos combinados de las grandes fundaciones religiosas, llamadas bonyads, representan el 30 % del gasto público total. El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) controla alrededor de un tercio de la economía iraní a través de filiales y fideicomisos. El IRGC tiene más de cien empresas con unos ingresos anuales de 12 000 millones de dólares. Se adjudica la mayor parte de los grandes proyectos de infraestructura. En 2024, el IRGC recibió 12 000 millones de euros, es decir, el 51 % de todos los ingresos procedentes del petróleo y el gas.
Irán se ha visto obligado a realizar un enorme gasto militar, en parte para defender el régimen de Occidente e Israel, pero también para mantener a la élite militar que mantiene en el poder a los mulá. El gasto más costoso de Irán en materia de defensa es su programa nuclear, que se aproxima a los 500 000 millones de dólares acumulados, que podrían haberse invertido de forma productiva en tecnología y aumentos salariales. Como resultado de su programa nuclear, destinado a disuadir los ataques de Israel y Occidente, las sanciones han provocado la desaparición de la inversión extranjera que ayudaba a desarrollar la economía.
El Gobierno ha zigzagueado entre el control estatal y la liberalización promercado en un esfuerzo desesperado por impulsar los sectores productivos. En 2005, los activos del Gobierno se estimaban en 120 000 millones de dólares. Pero desde entonces, la mitad de esos activos se han privatizado. El resultado es que la economía está agotada por los mulá y la élite militar, mientras que la inversión de los sectores capitalistas es escasa o nula.
El expresidente iraní Mahmud Ahmadineyad afirma que el 60 % de la riqueza nacional está controlada por solo 300 personas, la mayoría de las cuales trasladan su riqueza al extranjero para comprar inmuebles o guardarla en cuentas secretas. Según la Base de Datos Mundial sobre la Desigualdad, el 1 % más rico de los iranís posee el 30 % de toda la riqueza nacional y el 10 % más rico posee casi dos tercios, mientras que el 50 % más pobre solo posee el 3,5 %.
Las privatizaciones y las desigualdades en la distribución de la riqueza han dado lugar a una élite gobernante dividida entre los fundamentalistas religiosos respaldados por el Ejército y una facción empresarial que busca un acuerdo con Occidente. Estos últimos reformistas son promercado y quieren que se levanten las sanciones, sean cuales sean las concesiones a Occidente. Si caen los mulá, se apresurarán a unirse al bando imperialista y buscarán la paz con Israel en los términos de este último, tal y como han hecho los jeques árabes.
Ninguno de los dos bandos de la élite está interesado en mejorar las condiciones de la clase obrera iraní. El salario medio es de unos 150-200 dólares al mes, lo que lleva a mucha gente a abandonar las pequeñas ciudades, donde reina la pobreza, en busca de trabajo en las grandes ciudades. La realidad es que los ingresos medios apenas han variado desde la década de 1980.
Antes del diluvio de la guerra, el malestar laboral había ido en aumento, ya que las y los trabajadores exigían salarios más altos para hacer frente a la inflación. El Consejo Superior del Trabajo propuso recientemente un salario mínimo de 23,4 millones de tomans, pero los trabajadores y trabajadoras argumentaron que el coste real de la vida es de al menos 29 millones de tomans. El salario mínimo propuesto por el Gobierno, de 14 millones de tomans, ha desatado la indignación, ya que está muy por debajo del umbral de la pobreza. Según la agencia estatal de noticias ILNA, una petición que exigía un aumento salarial del 70 % había reunido más de 25 000 firmas de trabajadores. Ali Moqaddasi-Zadeh, jefe de los Consejos Laborales Islámicos de Khorasan del Sur, advirtió el pasado mes de febrero: “Con un coste de vida estimado en 23 millones de tomans, las y los trabajadores se verán obligados a vivir en barrios marginales y a quedarse sin hogar. El año que viene será de inflación extrema y dificultades a menos que el Gobierno tome medidas”.
La crisis de la vivienda agrava aún más el problema, ya que el 45 % de los ingresos familiares se destina al alquiler. Los trabajadores y trabajadoras informan que incluso alquilar una sola habitación se está volviendo inasequible. Con la aceleración de la inflación, ni siquiera se pueden pagar los alimentos básicos. El coste de las aves de corral ha obligado a las y los ciudadanos a hacer largas colas para comprar pollo asequible en muchas ciudades. La inflación de los alimentos en Irán ha aumentado hasta superar el 35 %. Los medios de comunicación controlados por el Estado informan de largas colas para comprar pan en las principales ciudades, lo que recuerda al racionamiento en tiempos de guerra. Muchas panaderías se han visto obligadas a cerrar debido al aumento del precio de la harina y los ingredientes.
En la primera mitad de este año, la economía iraní ha permanecido estancada, con un sector energético en dificultades, una rápida depreciación de la moneda nacional y una tasa de inflación superior al 40 %, lo que ha provocado una grave disminución del poder adquisitivo.
Y ahora han llegado las bombas."
(Michael Roberts , Viento Sur, 21/06/25, gráficos en el original)
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