"El despliegue de 800 efectivos de la Guardia Nacional en Washington es la última muestra del uso político que Donald Trump está haciendo del ejército estadounidense. También es un reflejo más de la purga interna del Pentágono. Los altos mandos militares que en su primer mandato actuaron como dique de contención a las aspiraciones autoritarias del presidente ya no están. En su lugar, Trump ahora tiene de secretario de Defensa a Pete Hegseth, un lealista que se ha mostrado entusiasmado de apoyar sus deseos de usar la fuerza militar dentro del país.
A pesar de que las cifras de criminalidad de la ciudad han descendido en los últimos años, Trump declaró "una situación de emergencia criminal" en el Distrito de Columbia para poder justificar el envío de la Guardia Nacional y la toma de control de la policía local. Mientras el lunes por la mañana el presidente hablaba de una ciudad fuera de control, las calles de Washington continuaban con la normalidad de cada día.
La misma tarde del lunes en la que Trump anunció la situación de emergencia para el Distrito de Columbia, en la calle 14 de Washington, cerca de la intersección con U Street (una calle con una vida nocturna conflictiva) un grupo de runners acudía a su cita eventual. La gente paseaba con las bolsas de la compra o se sentaba en las terrazas de los restaurantes a cenar. En estas mismas calles es donde se espera la presencia de militares armados por el supuesto descontrol criminal.
Trump usa el mismo manual que aplicó en la frontera con México nada más regresar al poder: declaró una emergencia nacional en la frontera para así poder desplegar 10.000 soldados en activo en la frontera sud para frenar los cruces fronterizos. En junio repitió la jugada con Los Angeles: envió unos 5000 guardias nacionales y unos 700 Marines para reforzar la seguridad durante las protestas contra las agresivas redadas de inmigración que su administración ordenó para cumplir cuotas internas.
El pasado mes de julio, el New York Times avanzó como el presidente también había firmado secretamente una directiva para que el Pentágono empiece a usar la fuerza militar contra ciertos cárteles de droga latinoamericanos. Todo, a raíz de una catalogación que Trump hizo de determinadas bandas como organizaciones terroristas vía orden ejecutiva. La reclasificación de los cárteles ha alimentado el miedo a una posible operación militar dentro del territorio mexicano bajo la premisa de perseguir el terrorismo.
En el caso de Los Angeles no solo usó cuerpos militares para solucionar problemas domésticos, sino que los puso en las calles para que contuvieran a la población civil. Todo ello yendo en contra de la voluntad del gobernador demócrata de California, Gavin Newsom, quien se opuso al envío de la Guardia Nacional por miedo a que escalara aún más la tensión en las calles. La Guardia Nacional de cada estado responde a la autoridad del gobernador y este es quien decide si se despliega, o en última instancia, si pide ayuda al gobierno federal. Trump ignoró esa autoridad al enviar los efectivos a Los Angeles y ahora un juez federal en San Francisco está investigando si su administración cometió abuso de poder y si violó la ley.
El Distrito de Columbia, al no ser un estado, no tiene gobernador y aunque se le permite tener autoridades locales como una alcaldía, el control de la Guardia Nacional de la capital recae en manos del presidente. Los efectivos que esta semana empezarán a patrullar las calles de al capital no realizarán tareas de seguridad pública, según explicaron desde el Pentágono. En su lugar, el ejército explicó en un comunicado que los soldados ayudarán en las tareas logísticas y de transporte, así como que aportarán su "presencia física" para apoyar a los agentes federales.
Aún no se sabe las ubicaciones exactas de dónde estarán estacionados los guardias nacionales, pero se espera que igual que en Los Angeles, rodeen edificios federales y actúen en algunas intersecciones de calles. Igual que en Los Angeles, también, irán armados y tendrán la autorización de defenderse. Asimismo, también podrán practicar detenciones temporales en caso de necesidad hasta que lleguen los agentes federales.
Hegseth, que optó por la mano dura en Los Angeles y fue el que alentó el despliegue de los marines y guardias nacionales por dos meses, defendió el lunes la presencia militar en las calles de la capital. "Los veréis inundar las calles de Washington a lo largo de la semana", dijo el secretario de Defensa en la rueda de prensa al lado de Trump. Hegseth no ha dado más detalles de cuánto tiempo estarán los guardias nacionales en la capital. A diferencia del control federal de la policía, que como máximo se podría extender hasta 30 días, con la Guardia Nacional no hay un tope.
La Guardia Nacional se creó como un cuerpo reservista que solo se moviliza en situaciones de emergencias domésticas o para participar en misiones fuera del país, no para asistir en la tarea de controlar el crimen dentro del país. Que en el periodo de medio año Trump ya la haya invocado en tres ocasiones para aplicar políticas domésticas en contextos donde la situación de emergencia es cuestionable, muestra cómo cada vez el presidente se siente más cómodo en el uso del ejército para solucionar problemas. También normaliza la presencia de militares en contextos más cotidianos, de manera que su uso deja de ser percibido por la población como algo excepcional y pasa a ser visto como algo rutinario.
"Nuestras fuerzas armadas están entrenadas para defender a la nación de amenazas externas y ayudar a las comunidades durante desastres o emergencias, no para llevar a cabo labores diarias de vigilancia interna", advertía en un comunicado el senador Jack Reed, de Rhode Island, el principal demócrata del Comité de Servicios Armados. "Este despliegue es un uso indebido grave del tiempo y el talento de la Guardia Nacional".
Durante las protestas del Black Lives Matter que se produjeron durante el primer mandato de Trump, el presidente sugirió que las tropas dispararan en las piernas de los manifestantes para disipar la multitud, tal como revelaron después algunos de sus exasesores. Los altos mandos militares que había entonces lograron disipar esa idea, a pesar de que la Guardia Nacional empleó tácticas agresivas contra los civiles. Ahora estas voces críticas ya no existen y Trump empieza a disponer del ejército con cierta normalidad para resolver cualquier cuestión interna. Ya advirtió el lunes que se planteaba hacer lo mismo en Nueva York y Chicago también.El otro problema para el ejército, que nunca ha querido perder su neutralidad institucional, es el conflicto que puede causar en los soldados de a pie cuando se ven arrojados a combatir a sus propios vecinos. Una serie de entrevistas conducidas por el New York Times reflejaba el impacto en la moral que tuvo para los guardias nacionales enviados a Los Angeles durante las protestas de junio. Muchos mostraron un cierto desánimo en contraste con el recibimiento que tuvieron durante su actuación en los incendios de Los Angeles en enero." (Antònia Crespí, Público, 12/08/25)
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