Esa economía mixta fue la que surgió después de la Gran Depresión de los años treinta. Una economía en la que mercados y regulación funcionaron al unísono, como lo hacen los dos motores de un avión, para producir la etapa de mayor crecimiento y menor desigualdad social que ha vivido la humanidad hasta el presente. La sociedad de clases medias de los "felices sesenta".
Pero aquel armisticio entre partidarios del libre mercado y de la regulación pública y control social se rompió bruscamente a finales de los setenta.
Algo ocurrió en esa década que aún no comprendemos bien. Por un lado, las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones trajeron aumentos de productividad y riqueza impresionantes. Por otro, las políticas de Reagan y Thatcher permitieron la desregulación de los mercados financieros y el debilitamiento de las instituciones sociales, que como los sindicatos, mantenían un cierto control del comportamiento salarial de los directivos. Finalmente, se dio un cambio en la forma de pensar como funciona la economía, con la aparición de la teoría de las "expectativas racionales" y la fe irreflexiva en la total "eficiencia de los mercados".
Probablemente, esos tres factores actuaron como mecanismos de apropiación por parte de unos pocos de los fuertes aumentos de productividad que trajo el cambio tecnológico. Desde los años ochenta hemos vuelto a asistir a un aumento de la desigualdad. Algo similar a lo que ocurrió en la Gilded Age o época dorada que precedió a la gran crisis de los años treinta. De nuevo la mística de los mercados desregulados trajo una nueva época de exuberancia irracional, de burbujas especulativas, de euforia y exceso de confianza, para desplomarse ahora en la desconfianza y el pesimismo depresivo.
Y en esas estamos." (ANTÓN COSTAS: Paisaje después de la batalla. El País, Negocios, 28/06/2009, p. 15)
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