"(...) “Ningun ser humano sin sanidad”, “tienen mucha jeta, nos
quitan la tarjeta”,“soy desobediente, atiendo a toda la gente”, son
algunos de los lemas más sonados desde que los diferentes grupos de
acompañamiento y demás defensores de la sanidad universal se unieron en
la plaza madrileña.
Serin grita con fuerza.
Es de Senegal y lleva 7 años en España, donde trabaja como auxiliar
administrativo. Sí tiene acceso a la sanidad, pero continúa gritando
bien alto junto a su amigo Djema. “Él no
tiene asistencia sanitaria”, dice el primero. Su compañero llegó hace 6
años al país, sus papeles estaban en regla pero ahora no tiene trabajo,
por lo que ha perdido la tarjeta que le permite acudir a una consulta
médica.
“Nadie quiere estar enfermo porque sí”, añade Djema con
ironía. Dice que no lo entiende, que le parece mal. Su compañero está
más enfadado y llega a interrumpirle. Quiere hablar. “Por más que me
expliquen sus razones no puedo entender por qué yo tengo asistencia
sanitaria y él no.
Si somos iguales, si los dos somos senegaleses y
vinimos hace mucho tiempo. La única diferencia es que yo tengo trabajo y
él no. No entiendo como eso puede ser tan importante”, denuncia.
La vergüenza que le provoca no controlar el idioma a la perfección impide a Ahmed gritar con fuerza los lemas entonados. También senegales, también sin atención sanitaria.
“Tengo problemas en el estómago. He intentado ir varias veces a un
centro de salud de Lavapiés y no he podido entrar a la consulta”, dice
el joven, quien reconoce que esta situación le ha obligado a pedir ayuda
a los grupos de acompañamiento del barrio.
“Cuando voy con ellos
siempre puedo entrar. Ellos logran explicarse mejor y consiguen
convencer al personal del ambulatorio” añade Ahmed. “Pero claro que
tengo miedo. ¿Y si me pusiese malo una noche?”, se pregunta.
“Cuando vuelvo a Marruecos a visitar a la familia me preguntan, '¿tú
puedes ir al médico?' Saben lo que está pasando en España y lo
comentan”. Habla Monir, quien lleva 11
años en España. Por el momento, sus situación es estable. Su trabajo de
cocinero le permite vivir de forma cómoda en el país. Aunque no sabía
que había una concentración, pasaba por aquí y se ha quedado.
“He
hablado con conocidos a los que les ha afectado. Incluso un chico me
dijo una vez que, después de negarle la asistencia quería pagar una
consulta y desde el centro le decían que no era posible, que no sabían
cómo hacerlo. Es surrealista”, comenta junto a su novia. (...)" (eldiario.es, 10/09/2013)
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