"Para contar la historia completa del conflicto entre China y Estados Unidos hay que empezar por el comienzo, es decir, por la naturaleza del ascenso de China al estatus de superpotencia.
La única forma en la que un país semicolonial, humillado e invadido en numerosas ocasiones por países imperialistas, pudo terminar con el trágico destino de su pueblo fue fortaleciendo la nación por medio de la modernización. Esto tomó parcialmente la forma de una política de autodefensa nacional. (...)
La amarga experiencia le enseñó a China que, si no quería ser acosada por el imperialismo estadounidense, debía ser al menos igual de fuerte y enérgica. En este sentido, su ascenso al estatus de potencia mundial estuvo motivado por la autodefensa y, por lo tanto, fue legítimo. Este proyecto de autodefensa también era legítimo desde el punto de vista de los intereses del pueblo trabajador. Sin embargo, el proceso fue definido por dos características incompatibles con estos intereses: la conversión en un proyecto de capitalismo de Estado y las ambiciones expansionistas. (...)
El pueblo creía en las promesas del PCCh, según las cuales la modernización conllevaría más democracia y una justicia distributiva, con el objetivo de perseguir el internacionalismo y el socialismo en el largo plazo.
El prometido ascenso de China no debía seguir la tradicional vía capitalista y nacionalista. Debía seguir una vía socialista.(...)
Pero el PCCh no pudo sostener su promesa, lo cual había quedado claro en la década de los cincuenta (...)
Fue durante este período que la burocracia del partido se elevó al estatus de una nueva clase dominante, que gozaba de privilegios económicos y políticos. La contribución de Deng a esta nueva clase dominante consistió en dar luz verde para «hacerse capitalista». De manera sorprendente –y a diferencia de lo que sucedió en Rusia– tuvo éxito.
Esta fue la segunda faceta del ascenso de China, a saber, el ascenso del capitalismo chino. Su éxito se debe precisamente a que se trató de un proyecto de capitalismo dirigido por el Estado, en el cual el partido-Estado concentra en sus manos tanto el monopolio de la violencia como el poder del capital para favorecer el crecimiento económico.
Esto nos lleva a una tercera faceta del ascenso de China: su expansionismo, que es consecuencia necesaria del capitalismo monopolista chino. La fusión del Estado con los sectores dominantes de la economía (representados por las empresas de propiedad estatal) ha alcanzado niveles sin precedentes. El Estado devora enormes cantidades de recursos que terminan en los bolsillos de quienes desempeñan alguna función pública, en megaproyectos de inversión, o en ambos a la vez.
La consecuencia de esto es una gran desigualdad en el ingreso, lo que hace que China tenga un mercado doméstico muy estrecho en relación con sus capacidades productivas. Por lo tanto, debe primero inundar todo el mundo con sus mercancías, y luego exportar capital.
Con la exportación de capital a escala masiva, se hizo necesaria la intervención sobre la política doméstica de los países de acogida, con el objetivo de garantizar y supervisar las inversiones. Por lo tanto, Beijing se traga sus propias palabras cuando repite en la actualidad el lema de una «política no intervencionista». Casi el 90% del comercio chino y el 80% de sus importaciones de petróleo pasan hoy a través del estrecho de Malacca.
Beijing vive bajo el temor permanente a un potencial escenario en el
cual Estados Unidos intervenga esta ruta comercial. De aquí su ofensiva
en el mar de la China Meridional. Esta es una dinámica importante que
subyace al conflicto de China con EE. UU.
Desde 2008, las ventajas que beneficiaron a China se están agotando, lo que se expresa en ciertos problemas estructurales: salarios reales deprimidos por las altas tasas de inversión, disminución de la demanda doméstica, proceso de sobreproducción y de sobreinversión.
Detrás de estos factores debe buscarse el problema central: la decadencia generalizada de la burocracia del partido. Cuanto más saquea la burocracia al país, más le preocupa que estos problemas queden al descubierto. Esto explica, en parte, por qué Beijing vigila cada vez más de cerca a Hong Kong.
Cuanto más asciende China en la escena internacional, más se preocupa Beijing por el libre flujo de información en Hong Kong.
La desaparición de los miembros de Causeway Bay Books es un caso típico. Entre octubre y diciembre de 2015, desaparecieron cinco propietarios y trabajadores de la librería Causeway Bay Books. Dos de los arrestos se dieron aparentemente por fuera de cualquier marco jurídico. Se trató de un castigo por la publicación de un libro acerca de la vida privada de Xi Jinping en Hong Kong.
La lección de este incidente es clara: el libre flujo de información simplemente no puede convivir con los intereses centrales de Beijing. Esto llevó a que en 2019 Beijing promulgara una ley de extradición en Hong Kong, que luego desató un efecto dominó y finalmente tuvo como resultado el comienzo de una «nueva Guerra Fría» entre EE. UU. y China, con Hong Kong como campo de batalla.
Este conflicto también anuncia el fin de los beneficios estratégicos que Hong Kong ofrecía a Beijing. La pérdida de Hong Kong como una plataforma en la cual las empresas chinas podían acceder a dólares norteamericanos, utilizando la región como un trampolín para entrar y salir y para captar inversiones extranjeras, creará un gran problema para las finanzas y la economía de Beijing."
(Au Loong-Yu . Escritor, activista marxista y autor, entre otros, de Hong Kong in Revolt. The Protest Movement and the Future of China , JACOBIN América Latina, 18/12/20)
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