27.9.22

La abstención y el suicidio de la izquierda abre la puerta al fascismo italiano (el realmente existente)... a Meloni sólo le ha votado el 16% del censo electoral... la izquierda italiana ya decidió hace meses que prefería perder a pactar una coalición. Sabían que acabarían así... pa matarlos... ¿Qué supone que la extrema derecha lleguen a los gobiernos? La aceptación en el debate público del nacionalismo excluyente, la xenofobia, el relato nativista, autoritario y populista... y un ataque a la línea de flotación de la unidad europea respecto a Rusia en un momento de guerra

Juan Torres López @juantorreslopez

A Giorgia Melloni sólo le ha votado el 16% del censo electoral 

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5:55 p. m. · 26 sept. 2022
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La abstención abre la puerta al posfascismo.

(...)  Desde el año 2006, en que la participación fue del 83,6%, la abstención no ha dejado de crecer en Italia. En este caso, claramente por la izquierda. La apatía de la política crece sobre una base de descontento y frustración. La pérdida de poder adquisitivo que supuso la entrada en el euro, la gestión de la crisis del 2008 con una UE dispuesta a meter en vereda al sur de Europa y, por supuesto, la existencia de gobiernos tecnocráticos no salidos de las urnas, han llevado a Italia a niveles récord de abstención y a la búsqueda de una alternativa en el único partido que no formó parte del último gobierno de concentración. Aunque sean los herederos directos del fascismo, un siglo después de la marcha sobre Roma.

En Italia –¡también en Italia!– el “que viene el lobo” ya no vale para parar a la ultraderecha. Entre otras cosas, porque a los ojos de buena parte de los electores, se han convertido en la alternativa, el único partido que no formaba parte del sistema político instituido, en algo nuevo que pueda aportar soluciones distintas. Si la izquierda no ofrece un discurso creíble, sus electores se quedan en casa. Los conservadores han salido a votar a aquello que les parece diferente. (...)

¿Qué supone que la ultraderecha o la extrema derecha lleguen a los gobiernos? 

Hay quien dice que este tipo de partidos, al llegar al poder, encuentran serias limitaciones a sus pretensiones. Existe un marco legal, institucional y dinámicas económicas que lo impiden. En efecto, hay muchos ejemplos de que eso es así. Quizá por eso Meloni ha dulcificado sus críticas a la UE durante la campaña. 

¿Qué supone, entonces, para la política real? Al menos, tres elementos.

- En primer lugar, la aceptación en el debate público de los valores que sustentan el nacionalismo excluyente, la xenofobia, el relato nativista, autoritario y populista.

- Por otro lado, en estos momentos –y no es asunto menor teniendo en cuenta el contexto– un ataque a la línea de flotación de la unidad europea respecto a Rusia en un momento de guerra. 

- Finalmente, algo que suele pasar desapercibido: en la medida que la ultraderecha rompe los consensos e impide llegar a acuerdos para asumir los grandes retos sociales, evita que la democracia avance, y cuando no avanza, retrocede. Por lo tanto, aunque no cambien leyes, ni alteren las reglas del juego institucional, ni rompan las dinámicas económicas, el incremento de la ultraderecha amenaza la democracia. 

Mientras, la izquierda se queda en casa. "                  (Cristina Monge, InfoLibre, 26/09/22)


"(...) Su triunfo es una noticia pésima pero en el fondo es lógica. La dinámica de la guerra está acelerando la involución de Europa, e Italia siempre ha sido, para bien y para mal, el laboratorio político más precoz. 

Tras el ventenio berlusconiano y casi una década de tecnocracia falsamente socialdemócrata, los neofascistas, una vez reconocen a la OTAN y la austeridad, son buenos candidatos para administrar la nueva excepcionalidad. Así, Italia se precipita hacia un gobierno de tintes autoritarios que será perno principal de un estrambótico Eje Neopardo: Roma-Budapest-Varsovia. Aunque ya no tenga sentido llorar por la leche derramada, ¡cuánta razón tenía Nanni Moretti cuando le pedía a D’Alema que dijera “alguna cosa de izquierda”! "               (Editorial CTXT, 26/09/22)


"El resultado electoral de Italia es otro avance de la extrema derecha, y otro indicador de la radicalización de la derecha.

(...) este resultado, incluyendo el pésimo rendimiento de lo que pasa por la izquierda, es también el producto de una desertización más amplia del campo político. Aunque el partido de Meloni tiene claros vínculos con la tradición neofascista, su éxito también se debe a un fenómeno claramente posmoderno, que ha dominado cada vez más la vida pública italiana en las últimas tres décadas: la reducción de los horizontes políticos a la alternativa entre la resolución tecnocrática de la crisis y una extrema derecha reaccionaria tanto en sus políticas económicas como de derechos civiles.

Lo sombrío de esta elección también es visible en la masiva desvinculación popular del proceso electoral. La democracia italiana en las décadas de la posguerra se basaba en partidos de masas con millones de afiliados; la participación electoral se mantuvo constantemente por encima del 90% hasta la década de 1980. En las elecciones de ayer, fue inferior al 64%, con una abstención masiva en el sur y (a juzgar por anteriores contiendas similares) entre la clase trabajadora y los jóvenes italianos en general.

En esto, los adversarios de Meloni tienen graves responsabilidades. 

 Parte de ellas radican en la llamada ley electoral Rosatellum aprobada en 2017 (que otorga a la mayor coalición una amplia mayoría de escaños incluso con una minoría de votos). A ello se suma la incapacidad de formar una coalición alternativa amplia y radical que podría haber hecho competitivas estas elecciones.

Pero los decepcionantes resultados de los partidos supuestamente «progresistas», desde los demócratas liberal-europeístas (19%) hasta el Movimiento Cinco Estrellas (15%), son también síntomas de un debilitamiento durante décadas de la conexión entre la vida de la clase trabajadora, la política de izquierdas e incluso la propia participación democrática. (...)

En muchos países europeos hemos visto que los partidos históricos de centro-izquierda ya no son capaces de movilizar a sus bases sólo con el miedo a la derecha. Esto, incluso cuando como en el caso italiano, los partidos de derecha combinan una postura reaccionaria en temas de derechos civiles con políticas económicas regresivas, como la introducción de una tasa de impuesto a la renta plana y la eliminación de los beneficios de desempleo. (...)

El riesgo de un gobierno de los Fratelli d’Italia no es el fin de la democracia, sino un empeoramiento de la erosión del ámbito público, esta vez en manos de una fuerza política que siempre ha despreciado la república de posguerra creada por los partidos antifascistas.

Esto adoptará probablemente múltiples formas: socavar el gasto social, reescribir la constitución y utilizar las alturas del gobierno para ridiculizar a los que lucharon en la resistencia de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, parece que cuanto más mediocre sea el resultado del gobierno de Meloni, más necesario será que se incline por los temas identitarios, desde los llamamientos a un «bloqueo naval» en el Mediterráneo hasta las medidas contra los «lobbies LGBT» y la «ideología de género».

Tales obsesiones tienen raíces en el fascismo, pero también pertenecen a una agenda nativista más amplia, representada también por figuras de tradiciones tan diversas como Viktor Orbán y Donald Trump. En este sentido, el portador de la vieja llama neofascista no es un retorno al pasado, sino un heraldo de algo más bien nuevo."                  (David Broder, JACOBINLAT, 26/09/22)


"La izquierda italiana ya decidió hace meses que prefería perder a pactar una coalición.

Sabían que acabarían así. Solo les quedaba esperar un milagro, que como táctica es bastante arriesgada. O confiar en que el miedo a la ultraderecha les hiciera el trabajo.

 El triunfo de la derecha en Italia se debe, al margen naturalmente del amplio apoyo conseguido, a que ha sabido interpretar correctamente la ley electoral, que premia las coaliciones, y a que les resulta más fácil hacer una. La han hecho y han ganado, y la izquierda no. Estaba muy claro que la victoria sería para quien mejor aplicara esta fórmula. Dicho de forma aún más simple: la división de la izquierda ha regalado el triunfo a la derecha. Con una gran coalición equivalente, el resultado habría sido, como mínimo, más ajustado en escaños o podría haber dado un balance distinto en cada cámara. Pero a los partidos de la alianza de derecha (Hermanos de Italia de Meloni, Liga Norte de Salvini y Forza Italia de Berlusconi) los separan menos cosas y tienen menos líneas rojas entre ellos que sus rivales. Al no ser capaces de juntarse, los partidos de la izquierda decidieron perder hace ya meses. Sabían que acabaría así, solo les quedaba esperar un milagro, que como táctica es bastante arriesgada. O confiar sin más en que el miedo a la ultraderecha les hiciera el trabajo.

No es nuevo, ya en 2001 la división de la izquierda hizo posible el triunfo de la coalición de Berlusconi, con los mismos aliados, la Liga Norte y Alianza Nacional, el partido donde estaba Meloni y antecesor del suyo. Entonces fue famosa la frase del cineasta Nanni Moretti, que al día siguiente tenía una rueda de prensa en Cannes: “Berlusconi ha dado las gracias a todos los italianos por la victoria, pero le habría bastado dar las gracias a uno, Fausto Bertinotti”. Se refería al líder de Rifondazione Comunista, que prefirió ir por su cuenta y restó a la izquierda votos finalmente decisivos. (...)"              (Íñigo Domínguez, El País, 26/09/22)

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