"Si todo va bien, el próximo 8 de julio el sociólogo y filósofo francés Edgar Morin cumplirá 104 años. Su último libro, aparecido en 2022, se titula ¡Despertemos! (Réveillons-nous!) y en él afirma: “seguimos los acontecimientos como si fuéramos sonámbulos”. Esa frase se puede aplicar bien a los socialdemócratas alemanes (SPD), quienes han celebrado hace unos días un Congreso del que no ha salido ninguna autocrítica por sus últimos desastres electorales ni tampoco una línea clara de actuación. Si no reaccionan, van camino de convertirse en una formación irrelevante, con apenas un 15% de intención de voto (casi 20 puntos menos de lo logrado en 2005).
“Ni la cajera del supermercado ni el obrero industrial votan SPD”, se lamentaba el secretario general socialdemócrata, Lars Klingbeil, vicecanciller y titular de Hacienda, quien fue refrendado solo por el 64,9% de los delegados. Como no tienen ni idea de por dónde tirar, si volver a ser el partido de los trabajadores, de centro o según el día (difícil tarea siendo socio junior del gobierno del conservador Friedrich Merz), se han dado un plazo de dos años (¡dos años!) para hacer una consulta ciudadana sobre qué ideario y programa escoger. En el 2027 se pueden encontrar con que el cordón sanitario esté a punto de quebrarse y Marine Le Pen puede estar ya sentada en el Elíseo... porque la izquierda francesa también inició su descenso a los infiernos hace más de diez años.
Algo muy grave está pasando cuando los gobiernos socialistas están en minoría en Europa y no se ve mejora en el horizonte. Algo grave cuando el concepto de “izquierda” recula y va unido, en muchos casos, a los sentimientos de decepción, desconfianza y lejanía de las clases más desfavorecidas, aquellas a las que más debería defender. Sorprende incluso que sea un musulmán norteamericano aspirante a alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, quien haya resucitado el concepto de líder “izquierdista” y quien haya hecho renacer una cierta esperanza de cambio positivo.
La francesa Fundación Jean Jaurés, próxima al Partido Socialista galo, ha realizado una encuesta sobre cómo se ve a la izquierda. Sus conclusiones son válidas más allá de las fronteras del Hexágono: la gente no se siente escuchada, ha perdido la esperanza de que los socialdemócratas vayan a arreglar en algo sus vidas. Constatan que no han hecho nada frente al poder de los bancos y el gran capital, que se han dedicado a hacerse la guerra en sus luchas y corruptelas internas y a compadrear con los conservadores disfrutando de los privilegios del escaño o el despacho oficial. Renaud Large colabora con la Fundación Jaurés. Recuerda que una generación, la de Felipe González o Mario Soares o, incluso, la anterior con líderes como François Mitterrand, inspiraron ese deseo y esa esperanza de cambio. Pero aquellos líderes, y sus seguidores, son ya abuelos a quienes les preocupa ahora la seguridad, la inmigración desordenada o sus pensiones.
En temas de seguridad, subraya Large en una entrevista en Le Nouvel Obs’, la derecha ha llevado siempre la voz cantante. Líderes progresistas como la primera ministra danesa Mette Frederiksen, o el británico Keir Starmer, han tomado nota. Mano dura pero, a la vez, apoyo al ciudadano intentando preservar un máximo de justicia social. Claro que, en este último capítulo, los socialdemócratas se han topado con el freno de la deuda. En el caso alemán, un país rico, imponer simplemente el salario mínimo costó sangre, sudor y lágrimas. Hoy día está fijado en 12,82 euros la hora (en España 9,47 euros). Llegará a los 15 euros, si todo va bien, en el 2028. En el caso francés, el conflicto mayor gira en torno al futuro de las pensiones, y en un izquierdista radical, Jean-Luc Mélenchon, 75 años, líder de la Francia Insumisa, exsenador y exministro socialista, quien aprovecha la debilidad y las tensiones de su antigua familia política para presentarse como la única fuerza capaz de parar el avance de la señora Le Pen. En su libro La Meute (La Manada) los periodistas Charlotte Belaïch y Olivier Pérou le presentan como un personaje dictatorial interesado exclusivamente en sí mismo.
¿Merece la izquierda el castigo en las urnas y el desapego de sus antiguos electores? Victoria Camps escribía recientemente en este periódico: “La socialdemocracia nació con el objetivo de corregir los desmanes del capitalismo con métodos democráticos”. Esto no ha sido posible y sus seguidores se sienten defraudados. ¿Ya no quedan ideas? ¿Han tirado la toalla frente al avance de la extrema derecha que dice defender los intereses de la clase trabajadora? Es responsabilidad de los líderes socialdemócratas presentar programas y alternativas atractivas, elaboradas no en las sedes oficiales de los partidos, sino entre esa sociedad civil que se siente huérfana de personajes inspiradores que no jueguen solo a llevar la contraria al mandatario de turno. Es hora, como afirma Edgar Morin, de “repensar el mundo porque hay una crisis del pensamiento político (...) porque estamos en un mundo lleno de expertos y de especialistas que no ven más que una pequeña parte de los problemas, aislados los unos de los otros”."
(Aurora Mínguez es periodista y analista de asuntos europeos. El País, 03/07/25)
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