"El banco central de China acaba de esbozar los contornos de su estrategia financiera digital para los próximos cinco años. La secuencia es inequívoca: primero despejar el terreno y luego reconstruir el sistema. El ritmo ha sido inusualmente coherente.
El 27 de octubre, en el Foro de la Calle Financiera de Pekín, el gobernador del Banco Popular de China, Pan Gongsheng, dio el primer golpe decisivo: una «limpieza del mercado» sin ambigüedades. Días más tarde, en la Semana de la Tecnología Financiera de Hong Kong y en la Cumbre Internacional de Líderes Financieros e Inversores (3-4 de noviembre), el vicegobernador del Banco Popular de China, Lu Lei, proporcionó la arquitectura institucional. En conjunto, el mensaje no es un endurecimiento de la regulación, sino un reajuste estructural.
Las declaraciones de Pan en Pekín fueron inusualmente directas. El Banco Popular de China, dijo, seguirá colaborando con los organismos encargados de hacer cumplir la ley para «tomar medidas enérgicas contra las operaciones y la especulación con monedas virtuales nacionales», al tiempo que «supervisará de cerca el desarrollo de las monedas estables en el extranjero y evaluará dinámicamente su posible impacto en la estabilidad financiera».
No se trataba de cerrar puertas, sino de establecer una línea de base. Y lo que es más importante, señalaba algo más profundo: según la lógica política de China, las monedas estables no forman parte del diseño a largo plazo.
La razón es muy sencilla.
Las stablecoins se crearon como una solución provisional: instrumentos privados diseñados para proporcionar una «unidad de cuenta estable» en un mercado dominado por criptoactivos altamente volátiles. La mayoría se basa en reservas en dólares, papel comercial o bonos del Tesoro a corto plazo.
Pero los riesgos estructurales son inherentes: respaldo opaco, capacidad de reembolso no verificable, puntos ciegos en el cumplimiento transfronterizo de las normas contra el blanqueo de capitales (AML) y de conocimiento del cliente (KYC), y asimetría en la gobernanza.
Las stablecoins nunca fueron el objetivo final. Eran una solución provisional, un puente que solo se utilizaba cuando no existían monedas digitales soberanas.
Dada la situación actual, es muy probable que China espere lanzar una moneda digital antes que Estados Unidos, sin adoptar ni depender de un mecanismo de stablecoins. El razonamiento es sencillo: las stablecoins en dólares ya son fuertes y Estados Unidos puede controlarlas de manera efectiva.
Las monedas estables US Dollar Coin (USDC) y Tether (USDT) se han convertido esencialmente en los dólares digitales paralelos de Estados Unidos. Si China copiara el modelo de las monedas estables y emitiera una moneda estable en yuanes chinos (CNY), podría acabar perdiendo el tiempo, incapaz de competir con las monedas estables en dólares o de captar una cuota de mercado significativa, e incluso podría reforzar aún más el impulso de las monedas estables en dólares.
Por su parte, Estados Unidos no tiene prisa por lanzar un dólar digital precisamente porque las stablecoins en dólares ya se han convertido en un instrumento muy útil. Desde la perspectiva de China, pasar directamente a un yuan digital completo puede ofrecer una vía de desarrollo más ventajosa.
China no necesita ese puente. Cuando un país pasa directamente del dinero físico a una moneda digital del banco central, y tiene la capacidad de construir toda la estructura de pagos, liquidación, identidad, cumplimiento y coordinación transfronteriza, el desvío a través de las monedas estables privadas se vuelve redundante.
China no está suprimiendo las monedas estables; simplemente no las necesita. No se requiere ningún token privado para sustituir al dinero estatal. No es necesario realizar ensayos y errores sistémicos para descubrir qué modelos fracasan. En un sistema soberano, las monedas estables desaparecen naturalmente hasta quedar relegadas a un segundo plano.
El verdadero punto de inflexión vino con el discurso de Lu Lei en Hong Kong. Describió un sistema de «doble plataforma y doble motor»: uno basado en el yuan digital y otro en activos fiables en cadena. El primero abarca los pagos, la liquidación, la inclusión financiera y la infraestructura de cuentas; el segundo apoya la tokenización de activos, el comercio, la integración de activos del mundo real y la migración en cadena de los factores de producción.
Ambos no compiten entre sí, sino que se complementan. Es la primera vez que el Banco Popular de China utiliza un lenguaje institucional, en lugar de jerga técnica, para articular su visión de la Web3. La implicación es clara: la futura Web3 de China no será un mosaico de experimentos espontáneos, sino una infraestructura nacional.
El discurso de Pan en Pekín añadió el andamiaje institucional para el yuan digital. El Banco Popular de China «optimizará aún más el marco de gestión del renminbi digital, aclarará su posición en la jerarquía monetaria y apoyará que más bancos comerciales se conviertan en instituciones operativas».
Igualmente importante es la finalización del «diseño de CBDC de doble centro»: Shanghái alberga ahora el Centro Internacional de Operaciones del Yuan Digital, centrado en la cooperación transfronteriza y los escenarios de aplicación; Pekín alberga el Centro de Gestión de Operaciones del Yuan Digital, responsable del desarrollo, el funcionamiento y el mantenimiento del sistema. Como dijo Pan, «Shanghái lidera la internacionalización; Pekín afianza el sistema fundamental». Es una declaración no solo de función, sino también de soberanía.
En cuanto a las finanzas transfronterizas, Lu fue aún más explícito. La plataforma mBridge, en la que participan varios bancos centrales, no es un escaparate tecnológico, sino un cambio en las normas que permite la liquidación «directa, instantánea y definitiva» entre jurisdicciones sin pasar por las redes centralizadas tradicionales. Por primera vez, la liquidación regional podría pasar de la dependencia de la trayectoria a la autonomía institucional. Es muy posible que, a partir de ahora, las estructuras financieras de Asia den un giro radical.
Desde esta perspectiva, la denominada «rectificación» adquiere su contexto adecuado. No se trata de una contracción, sino de una reconstrucción; no se trata de obstaculizar la innovación, sino de despejar el espacio para la innovación institucionalizada. Cuando la capa de pagos, la capa de activos y la capa transfronteriza se actualizan simultáneamente, el sistema necesita una base limpia, sin ambigüedades. La secuencia —primero el riesgo, luego las plataformas y por último la arquitectura— es precisamente la forma en que China construye tradicionalmente la gobernanza financiera.
En conjunto, estas señales convergen en una única conclusión: la arquitectura financiera digital de China está tomando forma. El cambio consiste en pasar de la gestión de existencias a la construcción incremental, de la adaptación pasiva al diseño proactivo, de la exploración fragmentada a la integración a nivel de sistema.
Para la industria, la pregunta ya no es «¿qué está permitido?», sino «¿cómo podemos construir de forma conforme que se conecte a la infraestructura a nivel nacional?». La próxima ola de oportunidades no se encuentra en las zonas grises de la regulación ni en el arbitraje. Se encuentra en las nuevas posiciones estructurales que se están creando: pagos, identidad, liquidación, tokenización de activos del mundo real (RWA), financiación de la cadena de suministro e interoperabilidad transfronteriza.
Para los particulares, la experiencia a corto plazo es de adaptación. La ganancia a largo plazo es un entorno financiero digital más seguro, más transparente y más estable desde el punto de vista estructural. De esta arquitectura surgirán de forma natural nuevas formas de activos, nuevas aplicaciones y nuevos comportamientos financieros.
Por lo tanto, la conclusión es muy sencilla: no se trata de una retirada, sino de un cambio de carril. No es un cierre, sino un reordenamiento.
Y el camino que le espera a la Web3 será más brillante, más amplio y mucho más regulado."
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