15.11.25

Si tienes un título universitario, sobras... La fuerza laboral intelectual es un segmento de creciente importancia política, en especial en las grandes ciudades... Sin embargo, la devaluación de la formación, que adquiere ya una proporción notable, está creando bolsas de descontento social. Por las promesas rotas, pero también por la ausencia de caminos alternativos para mantenerse dentro de un nivel de vida aceptable. La división del trabajo entre los servicios manuales, en general mal pagados, y los intelectuales, cada vez peor retribuidos, arroja a buena parte de la población hacia una precariedad poco deseable... la cualificación universitaria continúa ofreciendo réditos, pero cada vez a menos personas. Esta es una época en que son las rentas las que garantizan un nivel de vida seguro, y no la formación... los trabajos mejor retribuidos suelen ir a parar a los hijos de las élites... no quedan muchas puertas abiertas para que las clases trabajadoras y medias asciendan en la escala social, pero tampoco para que tengan una vida mínimamente holgada... La IA volverá inútil el conocimiento de muchos profesionales... La formación es un problema para empleos que ya se pueden realizar por jóvenes recién titulados asistidos por la IA... los despidos ya han comenzado... cuando las empresas necesitan cubrir vacantes, contratan personas con conocimientos básicos... Las empresas estadounidenses han prescindido de un millón de puestos en este año... serán los ingenieros y los algoritmos quienes se conviertan en el centro de las nuevas soluciones. Muchas profesiones carecen de sentido... Los graduados de la Ivy League influían en la vida de Washington D.C. Este es el momento de que se aparten y dejen espacio a los tecnólogos... serán las soluciones guiadas por algoritmos las que conseguirán hacer Estados con una gestión más eficiente, las que conseguirán entornos más seguros y las que proporcionen las armas más eficaces para una posible guerra... Esa lucha entre élites, la de los expertos y los tecnólogos, la de las capas formadas de la era global y la de quienes vienen a sustituirlas, contiene buena parte de la política contemporánea. Con todas sus derivadas en el empleo, especialmente el industrial y el intelectual, que afectan negativamente a las clases medias y que cortan la posibilidad de ascenso de las trabajadoras (Esteban Hernández)

"El graduado promedio de la Ivy League que vota porZohran Mandani está molesto porque su educación ya no es tan valiosa y porque la persona que sabe cómo perforar en busca de petróleo tiene una profesión más valiosa. Eso les revienta".

Son declaraciones de Alex Karp, el director ejecutivo de Palantir, y uno de los tecnólogos más influyentes de la esfera trumpista. Fueron realizadas al hilo de las recientes elecciones a la alcaldía de Nueva York, y atribuía la victoria del candidato demócrata al apoyo que había logrado en barrios gentrificados. Los titulados universitarios, molestos por su descenso social, habían optado por refugiarse en propuestas socialistas. Esos profesionales con salarios a la baja, que estaban perdiendo estatus por la sobreproducción de graduados, y que se habían criado con las expectativas de mantenerse en la clase media, estaban descubriendo que su vida iba a ser mucho más dura. El coste de los bienes esenciales (vivienda, sanidad, educación, alimentación, energía) estaba consiguiendo que salarios aparentemente buenos dieran para poco más que para llegar a fin de mes. Estaban enfadados, y eso les echó en brazos del populista Mamdani.

Se sienten defraudados por las promesas rotas, pero también por la ausencia de caminos alternativos para mantener su nivel de vida

La fuerza laboral intelectual es un segmento de creciente importancia política, en especial en las grandes ciudades, porque se trata de personas que se sienten defraudadas después de haber hecho lo que estimaban correcto. Ya que la opción de futuro era la cualificación universitaria y el mejor seguro para la vida laboral era contar con un buen título, se habían aplicado para contar con las credenciales necesarias. Sin embargo, la devaluación de la formación, que adquiere ya una proporción notable, está creando bolsas de descontento social. Por las promesas rotas, pero también por la ausencia de caminos alternativos para mantenerse dentro de un nivel de vida aceptable. La división del trabajo entre los servicios manuales, en general mal pagados, y los intelectuales, cada vez peor retribuidos, arroja a buena parte de la población hacia una precariedad poco deseable. 

En general, la cualificación universitaria continúa ofreciendo réditos, pero cada vez a menos personas. Esta es una época en que son las rentas las que garantizan un nivel de vida seguro, y no la formación. Con un añadido: los trabajos mejor retribuidos suelen ir a parar a los hijos de las élites, justo aquellos que también cuentan con las rentas, por lo que no quedan muchas puertas abiertas para que las clases trabajadoras y medias asciendan en la escala social, pero tampoco para que tengan una vida mínimamente holgada.

La devaluación del trabajo

Estas clases sociales le parecen prescindibles a Karp. Mamdani consiguió apoyos entre ellas, pero lo votaron muchas otras personas. Sin embargo, el directivo de Palantir pone el acento en un tipo particular, el de los profesionales cualificados, porque lo considera un problema. No solo por sus preferencias políticas, sino porque son una clase sobrante en todos los sentidos.

Palantir acaba de poner en marcha una iniciativa para contratar a graduados del bachillerato. El programa Meritocracia ha ofrecido a 22 jóvenes la oportunidad de formarse en su empresa durante cuatro meses, con seminarios que incluyen lecciones de historia y trabajos prácticos en la compañía, y ser contratados después. Unos evitan el paso por la universidad, con el coste asociado, y la firma se asegura mano de obra moldeada conforme a sus requisitos y motivada. ¿De qué sirve la universidad más que para elevar el coste de entrada?

La IA volverá inútil el conocimiento de muchos profesionales. Se podrá acceder a él gracias a los instrumentos que Palantir proporciona

En cierta manera, ese desprecio por la titulación y por la experiencia ha penetrado ya en el sector empresarial. Muchos profesionales de mediana edad no han logrado alcanzar los puestos directivos, pero cuentan con los años de trabajo suficientes como para que sus salarios sean elevados. La formación es un problema para empleos que ya se pueden realizar por jóvenes recién titulados asistidos por la IA.

Las firmas contemporáneas buscan aumentar la productividad, y la manera más rápida es despedir personas, en especial si pueden ser sustituidas por mano de obra con salarios más baratos. Por eso, cuando necesitan cubrir vacantes, contratan personas con conocimientos básicos.

Ni siquiera es preciso que se despliegue todo el potencial de la IA para que las empresas se readapten: los despidos ya han comenzado

Esta es otra de las convicciones que los tecnólogos como Karp exhiben como necesarias para esta época: la IA volverá inútil el conocimiento de muchos profesionales, que será accesible mediante los instrumentos que proporcionan empresas como Palantir. Finalmente, el recién llegado con la IA podrá hacer el mismo trabajo que personas con cualificación y experiencia, con lo que ese espacio intermedio de expertos será mucho menos funcional.

De hecho, ni siquiera es preciso que se despliegue todo el potencial de la IA para que las empresas empiecen su readaptación. Los despidos ya han comenzado. Las empresas estadounidenses han prescindido de un millón de puestos en este año.

La lucha por el Estado

Lo que hace Karp no es más que poner encima de la mesa una tendencia que los tecnólogos ya han manifestado como prioritaria: la clase experta carece de validez en la época de la IA, y serán los ingenieros y los algoritmos quienes se conviertan en el centro de las nuevas soluciones. Muchas profesiones carecen de sentido.

También hay un aspecto subterráneo de lucha por los recursos. Esta semana, tras una discusión sobre la valoración real de Palantir, a raíz de la apuesta en corto contra su empresa (y Nvidia) de Michael Burry, el gestor de fondos de cobertura que se hizo popular gracias a The big short, Karp criticó vivamente a la "la clase intelectual" por no comprender el potencial de Palantir. Desde su perspectiva, quienes se mostraban escépticos respecto de su firma estaban poseídos por una "confusión delirante y autodestructiva". Karp insistía en que los analistas no tienen ni idea de cómo valorarla.

Los graduados de la Ivy League influían en la vida de Washington D.C. Este es el momento de que se aparten y dejen espacio a los tecnólogos

La pelea va más allá de Palantir, y tiene que ver con la lucha por el Estado. Karp ha publicado recientemente un libro, The technological republic, en el que describe su visión sobre EEUU, el papel que debe jugar la tecnología en el presente, y especialmente el papel que debe jugar a la hora defender de los valores occidentales. Según Karp, EEUU siempre ha sido una república tecnológica, basada en la innovación. Tiene que haber una colaboración estrecha entre la industria tecnológica y el gobierno en una era de avances guiados por la IA: "La combinación de la tecnología y los objetivos propios de una nación será lo que defienda nuestro bienestar y asegure la legitimidad del proyecto democrático".

Hasta ahora, los graduados de la Ivy League, las élites expertas estadounidenses, eran las que influían en la vida de Washington D.C. Este es el momento de que se aparten y dejen espacio a los tecnólogos: serán las soluciones guiadas por algoritmos las que conseguirán hacer Estados con una gestión más eficiente, las que conseguirán entornos más seguros y las que proporcionen las armas más eficaces para una posible guerra. Desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca, Palantir ha obtenido numerosos contratos en sectores como la defensa o el control migratorio, pero también ha entrado en la administración británica. El trabajo de Palantir para gobiernos representa más de la mitad de sus ingresos.

Esa lucha entre élites, la de los expertos y los tecnólogos, la de las capas formadas de la era global y la de quienes vienen a sustituirlas, contiene buena parte de la política contemporánea. Con todas sus derivadas en el empleo, especialmente el industrial y el intelectual, que afectan negativamente a las clases medias y que cortan la posibilidad de ascenso de las trabajadoras."

(Esteban Hernández, ·El Confidencial, 08/11/25) 

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