"España entrará en 2013 con un poco menos de agua al cuello. Eso, si no
falla el nuevo diseño para suavizar las políticas de austeridad extrema
que está culminando la Comisión. (...)
Ese diseño implica la ampliación del calendario para reducir el
déficit al obligatorio 3% del PIB: en vez de en 2014 se alargaría al
2015, como prefiere el BCE, e incluso al 2016, como acaricia el
Ejecutivo comunitario. La asfixia perpetrada a través de un agenda
apretada disminuiría, como reclamaron algunos y se les tildó de locos.
Pero no se trata solo del ritmo, con ser importante, sino también del
contenido. Algunos gastos achacables a la recesión y ciertas
inversiones públicas no entrarían, por su excepcionalidad o su especial
interés, en el cómputo del déficit. A cambio de este acompasar se exige a
España una mayor rapidez en las reformas estructrurales. (...)
¿Por qué Bruselas, e incluso Fráncfort, empiezan a ceder en sus
posiciones superortodoxas, antes inamovibles? En parte porque como Santo
Tomás, tocan con sus dedos la herida. O sea, a Alemania.
Si la eurozona
entró hace pocas semanas en recesión, la República federal cerró su
tercer trimestre del año con un crecimiento anémico, del 2%, y ya muchos
de los sabios pronostican que el alza del PIB para 2013, estimada por
encima del 1% del PIB, se reducirá hacia la mitad, un 0,5% menos que
halagüeño.
Pero sobre todo porque el Fondo Monetario Internacional les castiga
el hígado con denuedo. Aquel FMI del que Joseph Stiglitz denostó en El malestar de la globalización
(Taurus, 2002) con los buenos argumentos de que se había convertido
durante la crisis asiática en el bombero pirómano con la manguera
restrictiva, privatizadora y desregulatoria del Consenso de Washington
es hoy su propio envés.
Mucho se debe al anterior director gerente, DSK, que se llevó como
ideólogo a un tipo muy sabio, Olivier Blanchard. Y a su sucesora,
Christine Lagarde, quien el pasado 11 de octubre solemnizó el abandono
de la política económica de extrema austeridad como lenitivo para la
crisis europea.
“En lugar de cargar duramente al principio con los ajustes, dadas las
circunstancias y el hecho de que muchos países estén aplicando a la vez
las mismas políticas de reducción del déficit, a veces es mejor tener
un poco más de tiempo”, dijo en Tokio, apostando por un alargamiento del
plazo de dos años.
En más académico, “la rehabilitación fiscal y la
reducción de la deuda toman su tiempo, de modo que con la excepción de
la inmediata postguerra, los déficits primarios nunca han sido
corregidos con rapidez” (World Economic Outlook, de octubre, FMI). He aquí como los villanos pueden aspirar a convertirse en héroes." (
Xavier Vidal-Folch , El País, 27 DIC 2012)
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