11.9.13

El sueño olímpico lo pagan los impuestos y los impuestos los pagan los trabajadores.

" (...) De alguna manera, se quiere convencer a la gente de que si Madrid es elegida como organizadora de los Juegos, alguien va a venir a poner los millones, y creo que es importante transmitir a la ciudadanía que esto no es así. 

Los Juegos cuestan mucho dinero –mucho más de los 1.600 que nos han contado, y tampoco es cierto que el 80% de las infraestructuras estén acabadas–, merece la pena debatir si ese dinero nos lo vamos a gastar en infraestructuras con las que no vamos a saber qué hacer al mes siguiente o en cualquier otra cosa que se considere más útil para la mayoría de la sociedad. 

Que nadie lo olvide, el sueño olímpico lo pagan los impuestos y los impuestos los pagan los trabajadores.

 Más allá de los 15 días de competición, unos Juegos son fundamentalmente un proceso de inversión acelerada en infraestructuras deportivas y de transporte. (...)

Sin embargo, no parece que el proyecto de Madrid 2020 vaya a servir para cerrar alguna de las heridas que sigue teniendo (y en algunos casos ampliando) nuestra ciudad. En el caso de Madrid, la retórica ambientalista y el "legado" para la ciudad ocupan mucha extensión en el dossier, pero no hay un planteamiento urbanístico novedoso que lo justifique. Por otra parte, la gran operación con la que Gallardón ligó el Madrid olímpico es el soterramiento de la M-30, que ya se ha desarrollado.

Como todo el mundo puede ver con sus propios ojos, el "Distrito Olímpico" –que a día de hoy cuesta imaginar– se situará en San Blas-Canillejas, más allá del estadio de La Peineta y del esqueleto de lo que será el Centro Acuático. Allí se construirán otras infraestructuras deportivas y la Villa Olímpica, lo que significa urbanizar 46 hectáreas que se supone que serán nuevos barrios y miles de viviendas tras los Juegos.

Parece lógico preguntarse si tiene sentido que la ciudad siga creciendo en extensión, cuando no se han desarrollado muchos ámbitos ya planeados, no hay ningún tipo de presión demográfica y tampoco existen condiciones en el mercado de la vivienda que aconsejen seguir creciendo así. (...)

Esa es la gran pregunta. Sabemos que unos Juegos son un acontecimiento que cuesta mucho dinero, dura pocos días y genera infraestructuras difíciles de mantener o rentabilizar posteriormente. Son, por tanto, un evento que un país celebra porque le quiere contar algo al mundo, porque considera que el gasto va a merecer la pena teniendo en cuenta la proyección mediática a nivel global que se va a obtener.

Es evidente que China, Brasil y Turquía quieren demostrar su nuevo papel en el escenario global, su capacidad de llevar a cabo grandes proyectos y para ello cuentan con economías que crecen con fuerza desde hace años. (...)

Lo que no está muy claro es lo que queremos contar nosotros. En mi opinión, presentar una candidatura en estas condiciones puede causar más daño reputacional que otra cosa, como pensó Mario Monti al retirar la candidatura de Roma. 

Con una economía en depresión, el paro desbocado, un rescate bancario recién pedido y una deuda pública creciente, alguien puede pensar que no es la decisión más responsable que puede tomar un Gobierno.

Si otros países buscan poner de largo su nuevo papel de potencia global, ¿qué busca España? Sinceramente no se qué es lo que hay que celebrar. Somos más pobres, irrelevantes y dependientes que hace muchos años y pasamos por una depresión económica brutal, tras una orgía de corrupción vinculada a la construcción de vivienda e infraestructura. 

Nuestras élites políticas y económicas, después de participar o tolerar el saqueo, no tienen otro proyecto de país que una candidatura olímpica. El panorama es desolador.  (...)

La fiesta del ladrillo y el hormigón ha dejado una terrible resaca de paro, pobreza y deudas para las mayorías sociales. Pero puede quedar algo bueno tras la catástrofe, y es haber aprendido que no se progresa a base de acumular grandes eventos, intervenciones urbanísticas agresivas o infraestructuras de transporte.

 Hemos aprendido que es imprescindible gestionar con eficacia y transparencia hasta el último euro de los presupuestos públicos y que hay que definir estrategias industriales y territoriales, vinculando a la ciudadanía además de a los actores sociales y económicos.

Necesitamos un gran sueño colectivo, un nuevo proyecto de país y, por desgracia, eso no hay Comité Olímpico que nos lo vaya a vender caro o barato. No necesitamos unos Juegos, necesitamos una revolución democrática, un proceso constituyente radicalmente democrático, popular y antielitista. Un nuevo país."                  (Jorge García Castaño

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