" (...) De alguna manera, se quiere convencer a la gente de que si Madrid es
elegida como organizadora de los Juegos, alguien va a venir a poner los
millones, y creo que es importante transmitir a la ciudadanía que esto
no es así.
Los Juegos cuestan mucho dinero –mucho más de los 1.600 que
nos han contado, y tampoco es cierto que el 80% de las infraestructuras
estén acabadas–, merece la pena debatir si ese dinero nos lo vamos a
gastar en infraestructuras con las que no vamos a saber qué hacer al mes
siguiente o en cualquier otra cosa que se considere más útil para la
mayoría de la sociedad.
Que nadie lo olvide, el sueño olímpico lo pagan
los impuestos y los impuestos los pagan los trabajadores.
Más allá de los 15 días de competición, unos Juegos son fundamentalmente
un proceso de inversión acelerada en infraestructuras deportivas y de
transporte. (...)
Sin embargo, no parece que el proyecto de Madrid 2020 vaya a servir
para cerrar alguna de las heridas que sigue teniendo (y en algunos casos
ampliando) nuestra ciudad. En el caso de Madrid, la retórica
ambientalista y el "legado" para la ciudad ocupan mucha extensión en el
dossier, pero no hay un planteamiento urbanístico novedoso que lo
justifique. Por otra parte, la gran operación con la que Gallardón ligó
el Madrid olímpico es el soterramiento de la M-30, que ya se ha
desarrollado.
Como todo el mundo puede ver con sus propios ojos,
el "Distrito Olímpico" –que a día de hoy cuesta imaginar– se situará en
San Blas-Canillejas, más allá del estadio de La Peineta y del esqueleto
de lo que será el Centro Acuático. Allí se construirán otras
infraestructuras deportivas y la Villa Olímpica, lo que significa
urbanizar 46 hectáreas que se supone que serán nuevos barrios y miles de
viviendas tras los Juegos.
Parece lógico preguntarse si tiene
sentido que la ciudad siga creciendo en extensión, cuando no se han
desarrollado muchos ámbitos ya planeados, no hay ningún tipo de presión
demográfica y tampoco existen condiciones en el mercado de la vivienda
que aconsejen seguir creciendo así. (...)
Esa es la gran pregunta. Sabemos que unos Juegos son un
acontecimiento que cuesta mucho dinero, dura pocos días y genera
infraestructuras difíciles de mantener o rentabilizar posteriormente.
Son, por tanto, un evento que un país celebra porque le quiere contar
algo al mundo, porque considera que el gasto va a merecer la pena
teniendo en cuenta la proyección mediática a nivel global que se va a
obtener.
Es evidente que China, Brasil y Turquía quieren
demostrar su nuevo papel en el escenario global, su capacidad de llevar a
cabo grandes proyectos y para ello cuentan con economías que crecen con
fuerza desde hace años. (...)
Lo que no está muy claro es lo que queremos contar nosotros. En mi
opinión, presentar una candidatura en estas condiciones puede causar más
daño reputacional que otra cosa, como pensó Mario Monti al retirar la
candidatura de Roma.
Con una economía en depresión, el paro desbocado,
un rescate bancario recién pedido y una deuda pública creciente, alguien
puede pensar que no es la decisión más responsable que puede tomar un
Gobierno.
Si otros países buscan poner de largo su nuevo papel de
potencia global, ¿qué busca España? Sinceramente no se qué es lo que
hay que celebrar. Somos más pobres, irrelevantes y dependientes que hace
muchos años y pasamos por una depresión económica brutal, tras una
orgía de corrupción vinculada a la construcción de vivienda e
infraestructura.
Nuestras élites políticas y económicas, después de
participar o tolerar el saqueo, no tienen otro proyecto de país que una
candidatura olímpica. El panorama es desolador. (...)
La fiesta del ladrillo y el hormigón ha dejado una terrible resaca
de paro, pobreza y deudas para las mayorías sociales. Pero puede quedar
algo bueno tras la catástrofe, y es haber aprendido que no se progresa a
base de acumular grandes eventos, intervenciones urbanísticas agresivas
o infraestructuras de transporte.
Hemos aprendido que es imprescindible
gestionar con eficacia y transparencia hasta el último euro de los
presupuestos públicos y que hay que definir estrategias industriales y
territoriales, vinculando a la ciudadanía además de a los actores
sociales y económicos.
Necesitamos un gran sueño colectivo, un
nuevo proyecto de país y, por desgracia, eso no hay Comité Olímpico que
nos lo vaya a vender caro o barato. No necesitamos unos Juegos,
necesitamos una revolución democrática, un proceso constituyente
radicalmente democrático, popular y antielitista. Un nuevo país." (Jorge García Castaño
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