"(...) ¿cuáles han sido sus consecuencias y efectos? Los argumentos esgrimidos a
favor de la devaluación salarial por parte de sus defensores, como los
economistas neoliberales y la práctica totalidad de los organismos
económicos nacionales (Banco de España) e internacionales (OCDE, FMI,
BCE y Comisión Europea), es que la reducción de los costes laborales que
supone favorecerá el aumento de la producción y el empleo de la
economía y, asimismo, mejorará la competitividad del conjunto de esa
economía y de sus empresas. Pues bien, no parece que esas dos
consecuencias se tengan que producir necesaria e ineludiblemente y mucho
menos que se hayan producido en España.
En primer lugar, hay que tener
en cuenta que, aunque la reducción de los costes laborales que acompaña a
la devaluación salarial pueda favorecer el aumento de la producción de
algunas empresas, ese aumento de la producción no tendrá lugar a nivel
del conjunto de la economía si la reducción de los ingresos de los
trabajadores, que también acompaña a la devaluación, frena y limita la
demanda agregada, máxime cuando el 80% de los ocupados son asalariados y
en torno al 60% del PIB se explica por el consumo privado.
Y, en segundo lugar, tampoco parece que la devaluación salarial produzca
necesariamente una mejora de la competitividad de la economía, porque
esa mejora depende de la relación de los precios nacionales y de los
precios extranjeros en una moneda común y esa relación ha seguido
empeorando hasta 2013 y solo ha mejorado en 2014, año en el que el
fuerte retroceso acumulado desde el inicio de la crisis de la demanda
interna ha provocado una notable deflación de los precios, más intensa
que la de otros países europeos.
Y ello porque la posición de la
competitividad de la economía depende de la evolución de los costes
laborales pero también de otros factores que han podido contrarrestar el
efecto de la reducción de esos costes, entre los que destacan tres; el
primero, que han aumentado en los últimos años otros costes de
producción, como los energéticos y los impositivos, que han podido
contrarrestar el descenso de los salariales; el segundo, que la
reducción de los costes laborales de las empresas no siempre se han
trasladado a los precios de los productos porque muchas empresas, sobre
todo las pertenecientes a sectores muy estratégicos de la economía con
elevado control monopolístico, como el energético, el de transporte o el
de comunicaciones, han aprovechado las circunstancias del descenso
salarial para aumentar el margen de ganancia empresarial y no para
disminuir los precios; y, el tercero, que la evolución de la
competitividad de una economía no depende solo de los precios internos
sino que también depende de la evolución del tipo de cambios de la
moneda, es decir del euro, en el que, además, no tiene ninguna
influencia una economía como la española, relativamente pequeña y muy
dependiente económicamente, y ese tipo de cambio, con la excepción clara
de 2014, en el que el euro se ha depreciado (lo que, junto a la caída
de los precios internos, ha explicado la mejora de la competitividad de
ese año), ha tendido desde su creación a apreciarse considerablemente,
abaratando las importaciones y encareciendo las exportaciones de los
países integrantes de la zona del euro.
Entonces ¿cuáles son los efectos y consecuencias más inmediatos de la
devaluación salarial?
Si a ese proceso de reducción de los salarios se
añade que se concentra en el 30% de los trabajadores que menos ganan y
se tiene en cuenta el fuerte aumento del paro, en gran medida, de larga
duración, parece que ese proceso no es ajeno al aumento de las personas
en situación de pobreza o exclusión social, que en 2013 afecta a casi el
30% de las personas (el 27,3%), y al considerable aumento de la
desigualdad de rentas, que ha convertido a nuestro país en el más
desigual de la UE." (José Ignacio Pérez Infante, Economistas frente a la crisis, 02/09/2015)
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