"(...) Para no dejar que este Nobel de la Paz, que reconoce el bravo proceso
de Túnez, languidezca como otros, debe haber un cambio profundo de la
orientación de la política exterior de nuestro país y de la propia Unión
Europea.
Continuar con políticas intervencionistas o de falsa neutralidad es dejar que los conflictos se extiendan, como un tumor, en países situados apenas a unos cientos de kilómetros de Europa. Por justicia con las personas que ansían democracia y justicia social, o por egoísmo para no sufrir las consecuencias en nuestros propios países, debemos promover un cambio profundo de nuestra política exterior a corto, medio y largo plazo.
Debemos respetar y promover unas relaciones económicas más justas a ambos lados del Mediterráneo, con la idea de que si las poblaciones tienen derechos y una vida digna alcanzarán esa seguridad humana que propugna la ONU. Hacer que la política cerrada de intereses geopolíticos deje paso a una mirada más justa y multilateral.
Promover negociaciones políticas para acabar con los conflictos, en vez de integrar y alentar coaliciones militares lideradas por otros países. Establecer relaciones en pie de igualdad y aprender de procesos como el de las Comisiones de la Verdad para las víctimas de las dictaduras tunecinas, que tanta falta harían en un país como el nuestro, que sigue añorando a miles de desaparecidos sin palabra, sin memoria y sin justicia.
Reconocer y premiar al Cuarteto negociador que desbloqueó el enfrentamiento civil entre bandos de 2013 no debe servirnos para olvidar los graves problemas que afectan a la región. Más bien debe incitarnos a honrar, recuperar y hacer nuestros los esfuerzos de la sociedad civil que, con su lucha ejemplar por la paz, la dignidad y la democracia, encendieron la mecha de la revolución." ( David Perejil / Pablo Bustinduy , miembros de la secretaría de Relaciones Internacionales de Podemos. El País, 14 OCT 2015)
"Hay varias formas de interpretar el Nobel de la Paz de este año al Cuarteto del Diálogo Nacional Tunecino.
Continuar con políticas intervencionistas o de falsa neutralidad es dejar que los conflictos se extiendan, como un tumor, en países situados apenas a unos cientos de kilómetros de Europa. Por justicia con las personas que ansían democracia y justicia social, o por egoísmo para no sufrir las consecuencias en nuestros propios países, debemos promover un cambio profundo de nuestra política exterior a corto, medio y largo plazo.
Debemos respetar y promover unas relaciones económicas más justas a ambos lados del Mediterráneo, con la idea de que si las poblaciones tienen derechos y una vida digna alcanzarán esa seguridad humana que propugna la ONU. Hacer que la política cerrada de intereses geopolíticos deje paso a una mirada más justa y multilateral.
Promover negociaciones políticas para acabar con los conflictos, en vez de integrar y alentar coaliciones militares lideradas por otros países. Establecer relaciones en pie de igualdad y aprender de procesos como el de las Comisiones de la Verdad para las víctimas de las dictaduras tunecinas, que tanta falta harían en un país como el nuestro, que sigue añorando a miles de desaparecidos sin palabra, sin memoria y sin justicia.
Reconocer y premiar al Cuarteto negociador que desbloqueó el enfrentamiento civil entre bandos de 2013 no debe servirnos para olvidar los graves problemas que afectan a la región. Más bien debe incitarnos a honrar, recuperar y hacer nuestros los esfuerzos de la sociedad civil que, con su lucha ejemplar por la paz, la dignidad y la democracia, encendieron la mecha de la revolución." ( David Perejil / Pablo Bustinduy , miembros de la secretaría de Relaciones Internacionales de Podemos. El País, 14 OCT 2015)
"Hay varias formas de interpretar el Nobel de la Paz de este año al Cuarteto del Diálogo Nacional Tunecino.
La más evidente, en clave
interna, privilegia el reconocimiento a una excepcionalidad, la de la
transición democrática de Túnez, que sigue adelante a pesar de los
enfrentamientos políticos, las brechas sociales, la crisis económica, la
inestabilidad regional y la lacra del terrorismo. También, en cierta
medida, se reconoce el carácter pionero del levantamiento popular
tunecino de enero de 2011.
La portavoz del comité del Nobel, Kaci
Kullman Five, así lo ha expresado, y es notorio que sea esta institución
la que destaque el valor de la experiencia tunecina en un momento en
que todas las instancias internacionales dan por enterrada la Primavera Árabe y sucumben a la retórica sobre el Estado Islámico, los refugiados y la estabilidad.
Pero caben más interpretaciones, en parte más sutiles. Una es la que
ha hecho Houcine Abassi, secretario general de la Unión General de
Trabajadores Tunecinos, una de las organizaciones del Cuarteto premiado,
quien ha señalado que "este premio es un mensaje a la región sobre la
fuerza de la negociación y el diálogo".
Que uno de los protagonistas
llame la atención sobre la clave interárabe no solo revela un
sentimiento, sino la necesidad que el mundo árabe tiene de un futuro
común.
La precaria estabilidad de Túnez es inviable si el actual
contexto regional se perpetúa, no solo por la amenaza yihadista dentro y
fuera de sus fronteras, sino porque la historia ha demostrado la
dependencia estructural de los sociedades árabes entre sí.
Recuérdese,
sin ir más lejos, el "efecto dominó" con que se explicaron los
levantamientos sucesivos en Túnez, Egipto, Yemen, Bahréin, Libia,
Siria... Esta dependencia interárabe tiene más que ver con la llamada
"sociedad civil", a la que el Nobel de este año reconoce "un papel
fundamental en los procesos de democratización", que con la política
gubernamental de cada país.
Y no menos importante, en tercer lugar, es la lectura del Nobel en
clave europea. Por una parte, porque el premio al Cuarteto tunecino
devuelve la atención al origen del problema en un momento en que la
gestión inmediata de la crisis de los refugiados acapara la agenda en
Europa. Y el origen es la demanda de libertad, pan y justicia social de
las sociedades árabes que, siendo difícil, es posible: Túnez lo
demuestra. (...)" (
Luz Gómez García , El País,
9 OCT 2015)
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