"Núñez de Balboa, Francisco Pizarro... Puede parecer una
breve lista de “los conquistadores” extremeños. Y lo es. Pero en este
caso sirve para nombrar a las que serán las dos mayores plantas
fotovoltaicas construidas en Europa. Dos instalaciones gigantescas, de
mil hectáreas cada una, que juntas sumarán una capacidad instalada de
1000 MW. Para entendernos: a plena luz del día, producirán la misma
electricidad que uno de los siete reactores nucleares que todavía
existen en la península ibérica.
Y esto no ha hecho más que empezar. (...)
Es tiempo de elecciones, y una de las consignas que se deja caer por
parte de Podemos, de Errejón e incluso de algunas voces del PSOE, es la
del llamado ‘Green New Deal’. Se trata de una eslogan, sí. Pero en su
primera factura en Estados Unidos tenía pretensiones de propuesta. (...)
La idea consistía en una aceleración de las políticas de transición
energética por medio de incentivos fiscales, y sobre todo del gasto
público, un rápido aumento de la inversión y el empleo en estos
sectores, todo ello acompañado de políticas sociales distributivas. Un
nuevo New Deal pero en verde.
Este nuevo New Deal se asemejaba al antiguo (el de los años treinta)
en un punto crucial. Consistía básicamente en un fuerte paquete de
estímulos keynesianos que empujaría la inversión y el empleo, al tiempo
que se ejercía una eficaz política distributiva. A este paquete se ha
añadido recientemente la llamada Teoría Monetaria Moderna (TMM). La TMM
parte de una idea del dinero como moneda fiduciaria, esto es, que puede
ser emitida prácticamente a voluntad por el Estado, en otras palabras,
dinero gratis para la transición energética y para las nuevas políticas
sociales.
Difícilmente se podría discutir esta teoría en este artículo,
de inspiración también netamente keynesiana. De todos modos, sus validez
política se debería contrastar con el actual poder de los mercados
financieros y la integración de la cadena de producción global, esto es,
con los serios límites a la autonomía de este tipo de políticas de base
exclusivamente monetaria. Por el momento, basta con destacar que la TMM
aportaría un soporte ilimitado a las políticas de inversión y expansión
del nuevo capitalismo social verde. Sería algo así como su soporte
económico, tanto teórico como material. (...)
A excepción quizás de algún experto que escapó a nuestro radar, no
busquen en la política española un desarrollo muy elaborado de un Green
New Deal a la española. El eslogan sigue operando como consigna. Y sin
embargo, el país está hoy embarcado en algo parecido a una efectiva
transición energética. Existe actualmente una asunción puramente interna
a los sectores económicos y a una parte de la clase política, de que
merece la pena apostar por eso que llamamos “transición energética”, por
limitada que esta sea.
El aspecto más destacable reside en el nuevo boom de las
renovables, el mismo que nos devuelve a Pizarro y Núñez de Balboa
transfigurados en plantas fotovoltaicas. La nueva explosión de las
renovables tiene por base un fuerte abaratamiento de la tecnología
fotovoltaica, la típica afluencia de capitales en busca de rentabilidad
–estamos efectivamente ante un fenómeno de burbuja financiera, de
momento centrado en las autorizaciones de instalación– y unas políticas
públicas favorables, tras casi diez años de crisis y la recusación de
las primas a este tipo de energías del primer Gobierno Rajoy.
Valga como
muestra de esta nueva voluntad política que el Plan Nacional Integrado
de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC), redactado por el Gobierno español
en febrero pasado, ha recibido el “premio a la ambición” entre todos los
planes elaborados por los países miembros de la UE. (...)
El plan español establece para 2030 una reducción del 21 % de las
emisiones de gases de efecto invernadero respecto al nivel de 1990. Al
finalizar el año 2017, España estaba todavía 18 puntos porcentuales por
encima de ese umbral de referencia. (...)
La hoja contable del plan también
resultaba ambiciosa. El tránsito a una economía parcialmente
descarbonizada debería movilizar unos 236.000 millones de euros entre
2021 y 2030. El 80 % de estas inversiones serían efectuadas por el
sector privado y el 20 % restante, unos 47.000 millones, responderían a
inversiones de las distintas administraciones públicas. En conjunto se
calculaba una inversión anual para los próximos diez años de alrededor
del 1,5 % PIB. En términos de empleo, se estimaba que todo el sector de
renovables alcanzaría los 120.000 empleos, con la espectacular
instalación de 90.000 MW de renovables. Hacia 2030, el número de empleos
en el sector podría acercarse al medio millón.
Se trata de cifras impresionantes, que en caso de cumplirse pondrían
al país a la cabeza mundial de la llamada transición energética. No es
objeto de este artículo cifrar las innumerables insuficiencias de una
posible generalización internacional del ejemplo español, tampoco los
límites a la electrificación de la economía (una economía eléctrica sin
uso de motores de combustión), los cuellos de botella tecnológicos del
transporte por carretera y almacenamiento en baterías, los problemas de
recursos como el litio y otros minerales necesarios para este proyecto
de transición, etc.
Lo que aquí se pretende valorar es otro aspecto de
la discusión, que muchas veces se deja de lado. Con los datos señalados,
¿puede la descarbonización de la economía o la transición energética
ser la dinamo económica, que tantas veces aparece en el debate público,
como el gran articulador de un proyecto de reforma social y de nuevo
“modelo económico”? ¿Es viable el proyecto de capitalismo social verde,
en definitiva, el Green New Deal?
El Green New Deal, como su predecesor rooseveltiano, proyecta una
fuerte política de inversión pública y privada, capaz de generar empleo y
redistribución de rentas. En la base de esta hipótesis encontramos una
nueva forma de economía keynesiana cuyos pivotes son inversión,
crecimiento, empleo y redistribución. Tomemos de nuevo el ejemplo
español. (...)
Los niveles de inversión requeridos
pueden parecer alucinantes, e incluso lo podrían ser más si los
aumentásemos al 2-2,5 % de inversión que es la cifra que muchos expertos
ofrecen como óptima para detener el calentamiento global. Comparemos
ahora estos datos con los que estimularon el gran ciclo de crecimiento
de la economía española en democracia entre 1995-2007, cuando el país
crecía a un ritmo mayor que cualquiera de los de su entorno.
En ese
periodo, el ritmo inversor en infraestructuras de transporte
(carreteras, AVE, aeropuertos), en su mayor parte cubiertas con fondos
públicos, rondó el 1 % del PIB. Mientras, la inversión privada y pública
en construcción (en términos de Formación Bruta de Capital Fijo), base
del ciclo de crecimiento, alcanzó en algunos años niveles del 20 % del
PIB y rara vez bajó del 15 %. Un ciclo de crecimiento industrial
requeriría al menos cifras de inversión del 5 % del PIB para convertirse
en un verdadero motor económico.
Pero las cifras de inversión del
PNIEC, e incluso las de un 2,5 %, no están muy alejadas de la requeridas
por el reemplazo y amortización de instalaciones energéticas que se
producirían de mantener el modelo energético convencional. Esto quiere
decir, sencillamente, que la transición energética, aun en los
escenarios más ambiciosos, no alcanza a movilizar niveles de inversión
suficientes para obtener los efectos requeridos en la multiplicación de
beneficios, empleo y, por ende, en el crecimiento económico general. (...)
La transición ecológica en las materias fundamentales de la producción de electricidad y la electrificación parcial de la economía son ya demasiado baratas como para generar un ciclo de crecimiento industrial global, con efectos significativos en el empleo y en la redistribución de rentas, al menos en la actual relación de fuerzas entre trabajo y capital.
Volvamos al ejemplo de la tecnología fotovoltaica, pilar de la
transición energética: básicamente esta se ha vuelto demasiado
asequible, poco rentable. Los paneles fotovoltaicos se han abaratado
algo más de un 90 % en la última década. Tapizar con ellos 200 o 300.000
hectáreas de suelo en España –más o menos la cantidad estimada para
producir toda la electricidad (incluso algo más) que se consume hoy por
hoy en el país– resulta ya demasiado “poco” en términos de inversión y
empleo, al menos para generar impactos económicos sustanciales y ser el
soporte de un ciclo económico realmente expansivo. (...)
El problema es justo el contrario, las renovables se han vuelto
excesivamente baratas como para generar un ciclo industrial con efectos
económicos generales. Al mismo tiempo, sumergidos en un ciclo de ya casi
40 años de financiarización de las economías, existe demasiado dinero
en búsqueda de rentabilidad como para que los sectores clave de la
transición energética puedan absorberlo de forma significativa. El
problema es curiosamente de exceso de eficiencia industrial, de exceso
de capacidad industrial y de exceso de dinero. Y esto hace a nuestro
sistema económico responsable por partida doble de la crisis ecológica
actual: en tanto causa de los principales problemas y en tanto resulta
impotente a la hora de resolverlos, al menos según su propia lógica.
De acuerdo con lo aquí presentado, el Green New Deal puede ser el
enésimo canto de sirena de una izquierda a la búsqueda de un nuevo
eslogan, o lo que es lo mismo de una nueva justificación... verde y sin
futuro." (Emmanuel Rodríguez, CTXT, 09/10/19)
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