"Cada vez está más claro que el escenario al que vamos no es ni siquiera de crash
financiero global sino algo más grave aún, equivalente casi a una
guerra, lo que exigirá construir una economía de guerra.
Esto significa
que no bastarán con los estímulos financieros masivos, sino que las
instituciones deberán intervenir la economía para ponerla exclusivamente
al servicio de ganar esta batalla contra el coronavirus, lo que exige
empezar a producir cuanto antes lo que el mercado no podrá proporcionar
muy pronto: mascarillas, respiradores, guantes de plástico, etc.
En palabras de Jacques Attali,
una de las grandes figuras intelectuales europeas, que lleva días
pidiendo pasos en esta dirección: “Actuar rápidamente. Masivamente.
Colocarse en situación de economía de guerra. Producir respiradores y
mascarillas como se habría producido [en una guerra] aviones y obuses”,
suplicó Attali la semana pasada. En su alocución de esta noche el
presidente francés lo ha dicho ya explícitamente en varias ocasiones:
“Estamos en guerra”.
Los Estados han avanzado mucho y muy rápidamente, lógicamente asustados
por la evolución de Italia, que es nuestro mejor espejo, pero siguen sin
asumir hasta las últimas consecuencias el marco mental que permite
construir una economía de guerra.
Sin embargo, no hace falta esperar a
los Estados para empezar a ponerlo en marcha, como demuestra el caso del
Ayuntamiento de Sentmenat (9.300 habitantes, 35 kilómetros al norte de
Barcelona): hace una semana, el consistorio pidió colaboración a las
empresas y comercios del municipio para conseguir el material de
seguridad mínimo necesario para los trabajadores obligados a salir de
casa -patrulla municipal, asistentes sociales, etc-, pero al darse
cuenta de que pronto podría haber problemas de abastecimiento más graves
se tomó una decisión mucho más radical: directamente, tratar de
producir al menos mascarillas, que empiezan a escasear en los servicios
de atención primaria y los centros hospitalarios cercanos.
Hace una semana, muchos todavía se burlaban de los “alarmistas” o
“exagerados” que auguraban el inminente colapso del sistema, pero el
equipo de gobierno se conjuró para seguir adelante con su plan: ayer
mismo culminaron el primer prototipo y mañana mismo empezarán a
producir. Con la materia prima que han conseguido recabar, estiman que
podrán tener muy pronto hasta 400 mascarillas disponibles, pero esperan
fabricar muchas más.
Uno de los artífices del milagro es el alcalde, Marc Verneda,
electricista de 35 años y militante de un pequeño partido, Comunistes de
Catalunya (coligado con ERC en las elecciones), que llegó a la alcaldía
el año pasado al frente de la coalición Assemblea Ciutadana de
Sentmenat y que gobierna con el apoyo de Esquerra y la CUP.
“Los
gobiernos van muy atrás, pero no nos podemos permitir los lamentos. La
gravedad de la situación nos obliga a ponernos en marcha nosotros mismos
y cuanto antes para intentar producir lo que sabemos que pronto va a
escasear, como las mascarillas. Hay muchas vidas en juego”, explica, en
conversación telefónica.
¿Y cómo se producen las mascarillas si nunca has creado ni siquiera
una empresa, como es el caso de Verneda? Lo primero es preguntando a la
gente del pueblo, no sea que alguien sepa. A través de las Asociación de
Vecinos se dieron voces y pronto se dio con una persona que, por su
experiencia profesional previa, se veía capaz de producirlas si contaba
con máquinas de coser modernas y la materia prima exigida.
Las máquinas de coser fueron fáciles de encontrar: la propia
Asociación dispone de una decena de ellas para los cursos de costura que
organiza periódicamente y ahora serán el centro neurálgico de
producción. Pero resulta que, además, una treintena de vecinos
respondieron al llamamiento municipal y tienen máquinas de coser en casa
preparadas si se les enseña cómo hacerlo y se les aporta la materia
prima: están listos para empezar a producir en su casa. En total, pues:
40 máquinas.
El curso acelerado de producción, que movilizó a varios miembros del
ayuntamiento bajo la coordinación del ingeniero municipal, llevó a
investigar qué materia prima se necesitaba y descubrieron que Robin Hat,
una empresa de Rubí en la misma comarca, produce gorros para usar en
los quirófanos hechos de un material que también puede utilizarse para
las mascarillas. Pidieron hora, se presentaron a la fábrica, comprobaron
que el material encajaba con lo que estaban buscando y solicitaron un
donativo de telas. Lo obtuvieron.
Y dos días después, ayer mismo, tenían
ya el prototipo a punto y 40 máquinas de coser preparadas para
convertirlas en mascarillas: dos ayuntamientos de la zona ya han hecho
pedidos porque no les quedan.
A partir de mañana, menos de una semana después de empezar a explorar
la idea, arrancará el proceso de producción de mascarillas. Y estará a
punto un vídeo para explicar a todas las familias involucradas cómo
elaborarlas en casa, así como toda la logística necesaria para conectar
estas 30 unidades individuales de producción -las respectivas casas- con
el epicentro de la “fábrica”, el local de la Asociación de Vecinos.
Obviamente, las mascarillas no serán tan perfectas como si fueran
obra del mercado, pero todo el mundo sabe que el mercado no las traerá
cuando hagan falta para salvar vidas. Y que ello puede ser muy pronto.
Una “fábrica” levantada en dos días para producir, de momento, 400
mascarillas: los gobiernos vacilan, pero la gente se ha puesto en
marcha." (Pere Rusiñol, Alternativas Económicas, 16/03/20)
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