"El principal problema al hablar del sistema de sanidad en Estados Unidos
es que no tiene lógica alguna. Cómo los americanos reciben cobertura
sanitaria no es fruto de un diseño coherente o de un plan de algún
legislador en Washington que acabó desfigurado por el paso del tiempo y
leyes sucesivas. (...)
La sanidad en Estados Unidos es el equivalente legislativo a una
explosión en una fábrica de espaguetis, con el caos resultante
recibiendo la tarea de mantener con vida a un país con 325 millones de
habitantes.
Los espaguetis, huelga decirlo, no lo hacen especialmente bien.
Para entender el caos imperante, empecemos por lo básico. En Estados Unidos no hay un sistema sanitario. Hay seis. Hagamos una lista, de mayor a menor importancia en número de asegurados.
La sanidad americana sigue estos principios de diseño institucional.
Seguro médico a traves de la empresa (49% de la población):
casi la mitad de americanos recibe su seguro médico como parte de su
compensación salarial. Si pierdes el trabajo, pierdes el seguro. El
nivel de cobertura y prestaciones ofrecido varía muchísimo de una
empresa a otra, y va desde seguros traperos con copagos y franquicias
demenciales (más sobre qué significa esto luego) a cosas más o menos
decentes pero que harían llorar de rabia a un europeo medio (porque
sigues teniendo que pagar de tu bolsillo un montón de cosas).
Fuera del sistema, sin seguro: (9%): alrededor de 30 millones de americanos no tienen seguro médico de ninguna clase. Son gente que si se ponen enferma tienen que pagarse todo de su bolsillo, y si no pueden, acaban o pagando a plazos hasta el día del juicio final o declarándose en bancarrota.Por ley, un hospital en Estados Unidos debe atender a todo aquel que se presente en urgencias, no importa si tiene o no seguro, así que muchos comentaristas conservadores usan esto como excusa para decir “no hay nadie sin cobertura”. Lo que se les olvida es que sí, te cogen, pero vas a tener que pagarlo, y que lo que no consigan cobrar nos lo cobran al resto con precios más elevados.
Como véis, este no es un sistema que parezca haber sido construido de
una sola vez. Cada componente se ha ido añadiendo por partes, sin
demasiado orden ni concierto.
Si os fijáis, más de un tercio de estadounidenses reciben su
cobertura sanitaria en programas públicos. El gobierno, además, es
responsable de cubrir a los pacientes más caros (ancianos, pobres,
veteranos), así que acaba corriendo con la mitad de todo el gasto
sanitario, alrededor de un 8,5% del PIB.
Esa cifra es comparable al gasto de sanidad de todo el sistema sanitario español, público y privado (8,97%,
del PIB). España, claro esto, ofrece cobertura gratuita a todo el mundo
con ese dinero, mientras Estados Unidos tiene un horror gótico. El
gobierno americano gasta más en sanidad que cualquier gobierno de la UE
excepto Francia.
La sanidad americana es espectacularmente ineficiente. Nadie, nadie en el mundo
gasta tanto en sanidad como Estados Unidos (más de un 17% del PIB) y
nadie gasta tanto dejando a la vez casi un 10% de su población sin
seguro y con indicadores de salud tan mediocres como ellos. (...)
Bolas extra:
- El papeleo para darse de alta en Medicaid puede llegar a ser bastante épico; el impreso para algunas categorías en Connecticut tiene 25 páginas, más montones de documentación adicional. Y eso que la han simplificado; la versión anterior tenía 22. Y sí, el departamento de servicios sociales de este estado es capaz de decir eso en voz alta sin entender la contradicción. Me pasé varios años rellenando estas solicitudes (y entrenando a gente a rellenarlas) en una vida anterior, y aún tengo pesadillas. (...)" (
Así funciona la sanidad en Estados Unidos (II)
A pesar de ello, los indicadores de sanidad en Estados Unidos son
entre mediocres y espantosos, incluyendo la cuestionable distinción de
ser el único país avanzado donde la esperanza de vida era menor en enero del 2020 que hace cinco años.
Si bien es cierto que el sistema de salud no es el único factor que
determina años de vida, supervivencia a enfermedades y demás indicadores
sanitarios (hay una enorme variedad de factores ambientales, culturales
y demográficos tan o más importantes) el hecho que el país
aparentemente tire a la basura tanto dinero cada año sin un retorno de
inversión aparente merece ser explorado.
La tentación en estos casos es siempre encontrar un culpable,
una causa de todos los males de la sanidad en Estados Unidos que
explique todo este desbarajuste. El sospechoso más habitual es la
naturaleza privada de gran parte del sistema, con muchas entidades con
ánimo de lucro buscando sacar beneficios a toda costa.
La cosa, como siempre, es más complicada. Un desastre colosal como es
la estructura de costes de la sanidad en Estados Unidos es un poco como
la derrota de Jeremy Corbyn el año pasado, uno de esos naufragios en
que todo lo que puede salir mal sale mal, y todo contribuye a
la catástrofe. En este caso, tenemos la combinación de una tremenda
cantidad de malas ideas, regulaciones, diseños e implementaciones
distribuidas por todo el sistema de salud, cada una añadiendo un pequeño
porcentaje de sobrecostes a la enorme tarta final. En solitario harían
poco daño, y casi todos afectan también a otros sistemas de la OCDE. Lo
que distingue a los americanos es que se las han apañado para
concentrarlos todos en un cóctel de despilfarro abrumador.
Aquí va un lista, en absoluto exhaustiva, de estos problemas:
- Consumidores que no ven los costes: Estados Unidos tiene una sanidad privatizada donde nadie sabe lo que cuestan las cosas. Los pacientes no pagan de su bolsillo, y no comparan precios, así que a menudo piden a sus médicos tratamientos caros e inútiles cuando hay alternativas más baratas. Las aseguradoras a menudo intentan como pueden limitar costes idiotas, pero hacerlo incurre costes (pacientes y médicos recurriendo la decisión, cabreos, llamadas airadas a legisladores locales y cartas a la prensa, pleitos), así que son mucho más reticentes a hacerlo de lo que deberían. Por supuesto, con millones de americanos recibiendo su seguro a través del trabajo, casi nadie sabe ni siquiera lo que pagan por tener cobertura médica.
- Médicos que deciden tratamiento según su retorno de inversión: los médicos y hospitales saben que las aseguradoras tragan con todo, así que si un tratamiento es marginalmente más efectivo pero mucho más lucrativo, no dudan en recomendarlo. Si un paciente tiene un buen seguro, un hospital o médico especialista con ganas de hacer pasta tiene básicamente barra libre: el paciente no paga, el coste se lo come todo la aseguradora, y los doctores se forran haciendo tantas pruebas como pueden. El pobre tipo no dirá nunca no. Por si fuera poco, los médicos en Estados Unidos cobran más como más cosas hacen, no como más pacientes curan. A la hora de vampirizar un tipo moribundo, el cielo es el límite; un tipo forrado de millones con cáncer terminal o un seguro indestructible es el héroe silencioso del médico sin escrúpulos americano.
- Un sector público que no negocia precios: a pesar de que la mitad del gasto en sanidad en Estados Unidos es público, el gobierno federal tiene prohibido expresamente negociar precios de medicamentos con las farmacéuticas. Pagan lo que les piden, y punto. Las aseguradoras, que son mucho más pequeñas, tragan igual. Incluso el coste de tratamientos, donde medicare y medicaid sí pueden establecer precios (de hecho, pagan un fijo por cada procedimiento), se ve afectado por problemas similares. Medicare es enorme, pero los médicos tienen la opción de rechazar pacientes cubiertos por ese seguro y sólo aceptar a gente con seguro privado, que pagan más ya que las aseguradoras tienen menos poder de negociación. Eso hace que medicare pueda bajar precios sólo hasta cierto punto, o su red de proveedores de salud se esfumaría. (...)
- Los salarios en el sector son absurdos: España cada año produce de media unos 7.000 licenciados en medicina. Estados Unidos, un país siete veces más grande, produce apenas 26.000. El país tiene un déficit de profesionales médicos galopante, y eso hace que los salarios sean altísimos, especialmente en aquellas especialidades con menos graduados. El salario medio de un anestesista en Estados Unidos son $261,000 al año, la profesión mejor pagada del país, pero no son los únicos que nadan en dinero. Las diez profesiones con salarios más altos en Estados Unidos están en medicina. La American Medical Association, el lobby del sector, tiene como uno de sus principales pasatiempos bloquear la apertura de nuevas facultades de medicina y crear regulaciones idiotas para asegurar que médicos que han estudiado fuera de Estados Unidos puedan ejercer aquí. Por algo hay gente que dice que son el sindicato de “trabajadores” más poderoso del país. Enfermeras y sanitarios, por cierto, hay muchos más, y cobran salarios mucho más bajos; en sectores específicos (como cuidado a la tercera edad) ganan muy, muy poco.
- El papeleo. Oh Dios, el papeleo:
en un sistema donde cada paciente tiene un seguro distinto, pagando
precios distintos, con copagos distintos, los médicos dedican una
cantidad ridícula de tiempo al papeleo – hasta un 30% de su tiempo, en algunas estimaciones.
Todo, absolutamente todo, requiere montañas de burocracia idiota, facturas pagadas en plazos distintos y con copagos y costes derivados al paciente decididos y negociados casi al azar. Es muy difícil hacerse una idea desde Europa sobre la cantidad de papeleo, cheques en papel, y pagos en webs chusqueras con la que lidias como paciente en Estados Unidos, pero es una pérdida de tiempo considerable. - La cantidad de bobadas que te enchufan: una de las experiencias más curiosas en mis interacciones con el sistema de salud americano fue hace unos años, cuando nació mi hija. Los médicos y hospitales nos abrumaron con todas las opciones de tratamiento del mundo, todos los métodos de parto, si queríamos esto, o lo otro, o lo de más allá. La maternidad del hospital era nueva y reluciente, más parecida a un hotel que un centro de salud. En la habitación que nos dieron podrías instalar un campo de golf, justo al lado de la enorme bañera terapéutica. Casi al mismo tiempo un amigo en España estaba teniendo su primer hijo, en la recia, austera, e hipereficiente sanidad madrileña. Allí el médico les dijo que el parto será así y punto, que fuera de historias postmodernas, y si queréis una habitación más grande os podéis ir a un balneario. Opciones cero, lo que diga el médico va a misa, cero lujos. Nuestra factura para el parto, incluyendo cesárea, pasó los $60.000 (con $6.000 saliendo en copagos de nuestro bolsillo). En España, un parto por cesarea cuesta unos $4.500. Es muy probable que el coste real para nuestra aseguradora fuera menor (los list prices son mucho mayores que los precios negociados), pero la cantidad de opciones y bobadas estéticas que nos ofrecieron encarecen el sistema. No que pudiéramos ir a otro hospital, por supuesto; todo en New Haven es propiedad de Yale.
- Los beneficios privados: a toda esta orgía de ineficiencia, no olvidemos que gran parte de la sanidad está en manos de empresas con ánimo de lucro, y los accionistas quieren beneficios. Eso puede venir de una reducción de costes, que en este tinglado es casi imposible (buena suerte reduciendo salarios a los médicos), denegando cuidados a gente enferma (una tradición americana) o cobrando más a quien no puede escaparse corriendo (léase, las empresas que sí o sí deben ofrecer seguro a sus trabajadores). El precio de las primas de seguro no deja de subir desde hace años, uno de los motivos por los que los salarios en Estados Unidos se han estancado.
Lo más delirante es que esta lista no es exhaustiva – si me parara a
pensar diez minutos más sobre otros horrores dispersos por el sistema,
la lista sería aún más larga.
Para reducir costes en la sanidad sin reducir cobertura tienes
básicamente tres estrategias: controlar los costes salariales, negociar a
la baja el coste de medicamentos y equipo médico, y limitar
tratamientos caros de utilidad discutible. Estados Unidos tiene los
salarios más altos del mundo en sanidad, no tiene a nadie con poder de
mercado suficiente o autoridad legal para negociar precios, y ningún
regulador que pueda racionalizar qué tratamientos están disponibles o
establecer mejores prácticas.
Es un sistema espectacularmente mal
diseñado que enriquece sobre todo a médicos, hospitales y farmacéuticas,
y que además consigue que las iras de todo el mundo caiga en las
aseguradoras privadas, que dentro de su voracidad son las que menos se
lucran de todo el sistema (especialmente post-ACA).
Sobre cómo reformar esto hablamos otro día – si hay algo que abunda
en Estados Unidos este año, son propuestas para reformar la sanidad." (
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